Neurobiología: ¿Podría la sabiduría ser hereditaria?

Algunos investigadores dicen que es un rasgo que podría genético, aunque el entorno también juega un rol importante

NUEVA YORK.- ¿Algunas personas nacen con más potencial de ser sabias? Algunos científicos creen que sí, como el neuropsiquiatra Dilip Jeste, que piensa que la sabiduría es un rasgo que podría heredarse genéticamente, aunque considera que el entorno también juego un rol crucial.

Hace años que Jeste, exdecano adjunto de salud de la Tercera Edad de la Universidad de California en San Diego y actual presidente de la Federación Mundial de Psicoterapia, está en la búsqueda del lugar de residencia de la sabiduría en el cerebro.

La sabiduría, dice Jeste, no es solo producto de la experiencia y la edad, sino también de diversos rasgos de comportamientos asociados con regiones específicas del cerebro que están interconectadas. Y los lugares claves son la corteza prefrontal y la amígdala cerebral, señala Jeste.

“Sin lugar a dudas, la corteza prefrontal es la región más importante de la neurobiología de la sabiduría”, dice Jeste. Situada detrás de la frente, la corteza prefrontal es la región del cerebro más nueva desde el punto de vista evolutivo. “Es la que nos hace humanos”, apunta Jeste.

También es la región responsable del razonamiento, el juicio crítico y el control del comportamiento. La amígdala, alojada en la parte más antigua del cerebro humano, nos ayuda a experimentar las emociones, “pero la corteza prefrontal es la que las controla”.

Rasgos

A Jeste lo intrigaba que algunos conceptos básicos sobre la sabiduría que aparecen expresados en los textos espirituales de la antigüedad se han mantenido a lo largo de los siglos, con sus diferentes matices culturales.

Según esos textos, las personas sabias tienden a ser compasivas, calmas, seguras y de mente abierta que han aprendido de sus experiencias de vida.

Esa coincidencia en todos los lugares y a través de los siglos hizo que Jeste se preguntara si la sabiduría no tiene raíces neurobiológicas y un origen de tipo evolutivo.

Según la “hipótesis de la abuela”, por ejemplo, después de la menopausia las mujeres redirigen su energía a sus hijos y nietos para transmitirles la sabiduría que los ayude a sobrevivir y prosperar. Biológicamente, las abuelas ya han transmitido sus genes y han dejado de ser fértiles, pero su sobrevida estaría destinada a brindar cuidados y conocimientos que fomenten las salud física y emocional de sus descendientes, o sea la continuidad de sus propios genes.

Según Jeste, entre un 35% y un 50% de ese rasgo de personalidad que llamamos sabiduría sería heredado genéticamente, aunque la influencia del entorno también es fundamental.

En su libro Wiser; The Scientific Roots of Wisdom, Compassion, and What Makes Us Good (“Más sabios: las raíces científicas de la sabiduría, la compasión y todo lo que nos hace ser buenos”), Jeste propone que la sabiduría es un rasgo de personalidad muy complejo, compuesto de diferentes factores:

  • Comportamiento prosocial: empatía, compasión y altruismo.
  • Estabilidad emocional
  • Autorreflexión
  • Equilibrio entre la voluntad y la aceptación de la incertidumbre
  • Conocimiento pragmático de la vida
  • Espiritualidad o creencia en algo más grande que uno mismo.

Las regiones del cerebro y los marcadores de sabiduría

De todos esos rasgos, los más importante son los comportamientos prosociales, señala Jeste, y agrega que la capacidad de ir más allá del propio interés y promover el bien común han sido un elemento esencial de la sabiduría en todas las culturas.

“Hoy sabemos que un rasgo como la empatía, por ejemplo, se aloja principalmente en la corteza prefrontal”, escribe Jeste en su libro. La corteza frontal y la corteza parietal contienen “neuronas espejo”, un tipo de célula cerebral que nos permite tener una percepción inmediata e instintiva de los sentimientos de los demás.

Por el contrario, el trastorno antisocial de la personalidad, marcado por la falta de compasión, se manifiesta entre los sociópatas y los psicópatas. Los factores ambientales y la predisposición genética pueden contribuir a una personalidad antisocial, señala Jeste. En los cerebros psicópatas, las regiones asociadas con la empatía, la imitación, la intuición y la sintonía con el otro son menos activas.

Sin embargo, la biología no es una condena, aclara Jeste. Una buena educación y otros factores ambientales favorables pueden hacer que las personas con predisposición antisocial se vuelvan más compasivas.

Junto con la regulación emocional, otro rasgo crucial, los genes también juegan un papel en la capacidad para controlar la impulsividad, señala Jeste. Pero el control de los impulsos también puede aprenderse. “En la sabiduría no hay precipitación.”

Un tercer rasgo importante es la autorreflexión, que responde a la corteza prefrontal medial, señala Jeste.

Las personas con alguna lesión o enfermedad que afecte la corteza prefrontal pueden perder ciertos ingredientes de la sabiduría. Jeste ha tratado a pacientes con demencia frontotemporal, que afecta áreas del cerebro asociadas con la personalidad, el comportamiento y el lenguaje.

Esos pacientes suelen exhibir una drástica pérdida de empatía, juicio y moderación, incluso cuando su inteligencia general sigue básicamente intacta, y comienzan a actuar impulsivamente o con modales socialmente inapropiados.

No todos los científicos consideran que la sabiduría pueda estudiarse empíricamente. “Muchos desconfían de los conceptos que parecen difusos”, dice Jeste, pero señala que actualmente los científicos estudian el estrés, la resiliencia y otras cualidades antes consideradas demasiado intangibles para ser objeto de investigación.

En un artículo de 2019 que coescribió para la revista científica Harvard Review of Psychiatry, Jeste dice que la sabiduría es un campo emergente de la ciencia empírica que con un creciente número de investigaciones en curso. Los psicólogos y sociólogos han creado escalas de medición de la sabiduría y los neurocientíficos han realizado estudios de neuroimagen, pero el debate subsiste.

Habilidad adquirida

Howard C. Nusbaum, profesor de psicología y director del Centro de Sabiduría Práctica de la Universidad de Chicago, no está de acuerdo con que la sabiduría sea un rasgo de personalidad con raíces biológicas.

La gente puede ser sabia en una situación e imprudente en otra, dice Nusbaum, y agrega que el razonamiento “sabio” es una habilidad que se puede aprender y mejorar, en provecho de uno mismo y de los demás. “La sabiduría práctica conduce al florecimiento de la persona.”

Según Nusbaum, la sabiduría puede incrementarse gradualmente. “No pienso en la sabiduría como un todo o nada: o sos un sabio o sos un tonto”, dice el científico, y agrega que en vez de esforzarnos en convertirnos en personas sabias, “es mejor enfocarnos en ser un poquito más sabios en este momento”.

Por ejemplo, podemos pensar con más detenimiento cómo afectará a los demás la decisión que estamos por tomar. Es difícil ser sabio en aislamiento, dice Nusbaum. “Se trata de un estado positivo que se enriquece en la conexión con otras personas.”

Sin embargo, los investigadores sí coinciden en que la sabiduría no es lo mismo que la inteligencia, aunque a menudo se las confunda. Las personas inteligentes no siempre son sabias. Como escribió el psiquiatra canadiense Harvey Max Chochinov: “La inteligencia habla. La sabiduría escucha. La inteligencia siempre tiene respuestas. La sabiduría se desvive por comprender las preguntas”.

La sabiduría no viene automáticamente con la edad, apunta Monika Ardelt, profesora de sociología en la Universidad de Florida e investigadora de la sabiduría. “Además de tener experiencia, hay que saber aprender de ella.”

Hay un rasgo de la edad adulta temprana que permite predecir si la persona será o no será sabia varias décadas más tarde: “Es la apertura a nuevas experiencias”, dice Ardelt. En vez de adoptar una mentalidad rígida de “yo ya sé”, las personas sabias se mantienen abiertas a aprender, sobre todo de los demás.

Pero los jóvenes también pueden ser sabios, según las circunstancias.

“Los adolescentes a veces son muy sabios, especialmente si atravesaron experiencias de vida muy difíciles”, señala Ardelt. “Algunos adolescentes con enfermedades terminales desarrollan una gran sabiduría a partir de esa experiencia.”

Por Katherine Kam

(Traducción de Jaime Arrambide)The Washington Post

Fuente: La Nación