Norma Aleandro: una masterclass sobre la vejez, el cine, las abuelas, la cocina y la vida en pareja a los 85

MIRÁ EL TRÁILER. A cuento del protagónico de “El secreto de Maró”, película que gira en torno al genocidio armenio, habla de todo. Nivel Aleandro.

Como ya queda chico, y suena reiterado, decir que Norma Aleandro es la mejor actriz argentina, digamos que, si no está en el primer escalón, al menos integra el podio de los mejores entrevistados. Tiene humor, sabiduría, contesta sobre los puntual y sobre bueyes perdidos, desempolva postales de su infancia y por más que se defina “como una mujer de otra época”, no usa casete para sus respuestas.

A los 85 años, y con una trayectoria con la que más de uno se hubiera mareado, ella hace los deberes al momento de la nota: en plena pandemia, espera sentada al lado del celular, sin apuro ni nada de eso de “apenas tengo 15 minutitos”. Sólo pide un favor: “No te enojes si tengo que cortar porque me agarre mucha tos o estornudos. Estoy con alergia. Si pasa, corto y te vuelvo a llamar”.

Eso es, también, un artista de verdad. Sin purpurina, ni divismo, ni cancha marcada. Norma sabe jugar. Y ése es uno de los verbos que, contará más abajo, la mantienen alegre.

Mientras los pajaritos ofician de banda sonora de la entrevista que da pasado el mediodía desde su casa de Belgrano, hablamos de entrada de lo bella que es El secreto de Maró, la película que protagoniza sobre el genocidio armenio. Dirigida por Alejandro Magnone, y en la que también actúan Lidia Catalano, Florencia Raggi y Héctor Bidonde, se estrena este jueves 28 a la vieja usanza: en los cines.

Maró, su personaje, tiene 90 años y es cocinera en un club armenio de barrio.

Maró, su personaje, tiene 90 años y es cocinera en un club armenio de barrio.

La cámara sigue de cerca a Maró (Aleandro), una sobreviviente que buscó refugio en la Argentina y ahora, a los 90 años, es la cocinera de un club de barrio, donde prepara platos típicos de su país. No tiene el mejor humor ni ningún familiar cerca. Lo que sí tiene es un secreto y muchos recuerdos, entre otras perlitas de un guión que le entra a la historia desde un alma en pena.

“Ya la vi, la vi una sola vez y me encantó. Y eso que es difícil que me guste desde el vamos una película en la que estoy yo”, regala a lo Norma, con el manual de la exigencia en el radar de su autocrítica,

-Ah, pensé que te gustabas fácil.

-No, para nada. Soy espantosamente crítica conmigo.

-¿Ni siquiera en “La historia oficial” te gustaste?

-Sí, después me gustó. Pero la primera vez que me veo me sale, siempre, algo así como ‘Uy, hubiera hecho esto’ o ‘Hubiera hecho aquello’. Siento que pude haber hecho todo mejor.

En tiempos en los que actúan muchos que no tienen formación, ni oficio ni talento, pero tal vez sí una multitud de seguidores, da -cuanto menos-  ternura su frase.

-Una de las virtudes de la película pasa porque cuenta un cuento personal, en el marco de un pasado terrible, pero no le saca punta al lápiz del impacto.

-Es eso. Cuando leí el guión me encantó una cosa hermosa que tiene: la idea de presentar algo horrendo, como fue la tragedia de Armenia, y hacer una pequeña película dulce, tierna, llena de amor, sin venganza. Simplemente es No olvidemos lo que pasó para que no vuelva a pasar y No olvidemos a los que quedaron allá. Pero no es llorona ni te está mostrando algo siniestro para shockearte.

"El secreto de Maró" cuenta cómo vive en la Argentina una inmigrante armenia. Y buena parte de su colectividad.

«El secreto de Maró» cuenta cómo vive en la Argentina una inmigrante armenia. Y buena parte de su colectividad.

-Aborda la historia, pero no tiene registro de ensayo ni de documental. Acá se habla de Maró y, si uno quiere, puede ir espiando entre capas.

-Claro, y todo contado con dulzura. No como a veces se cuenta este tipo de hechos. Acá ves la historia de unos inmigrantes que han venido hace mucho tiempo y que se han adaptado. Y la Argentina se ha adaptado a ellos. También se cuenta eso: el abrazo fraternal de este país para tanto inmigrante.

-Antes del rodaje, ¿cuanto sabías del pueblo armenio?

-Mirá, conocía su realidad muy por encima y me puse a estudiar un poco más. Pero fijate vos qué cosa más rara lo que me pasó. Yo viví en Montevideo hace muchos años y en el ‘81 adapté y actué una versión de Medea. Yo quería poner algunas frases en armenio antiguo y busqué durante mucho tiempo a alguien de quien aprender.

Hija de actores -de María Luis Robledo y Pedro Aleandro-, sabe generar clima teatral, tanto para cuando actúa, como cuando recrea telefónicamente una escena: “De pronto di con un viejito sacerdote, que era un conocedor profundo de toda la historia armenia y él me iba enseñando frases en su idioma para que yo pudiera decir en el escenario».

Y le pone moño al recuerdo: «A 40 años de eso, ese encuentro me termina sirviendo mucho ahora. Hay que estar atentos a esas cosas».

En la piel de una mujer de 90 que no se le parece mucho

Rodada en la previa a la pandemia de coronavirus, la película tiene la mejor promoción en boca de su protagonista: “Tanto el guión (también de Magnone) como la dirección, que es inteligente y profunda, suavemente nos van contando cosas terribles. Y termina, incluso, en una historia de amor de gente grande, cosa que en general no sucede en cine”.

-Se nota una gran trabajo de composición desde lo corporal para hacer a esta mujer de 90.

-Trabajé en eso, porque no estoy tan envejecida. Envejecida sí, no te voy a mentir.

-En las fotos que se hicieron para esta nota se te ve muy bien.

-Bueno, entonces llamame una vez por día par decirme sólo esto. Todos los días, eh.

Norma Aleandro y Héctor Bidonde, en una escena clave de la película.

Norma Aleandro y Héctor Bidonde, en una escena clave de la película.

-Lo que digo es que no se te ve como a Maró…

-De verdad que estoy bien. Ya tengo todo el pelo blanco, cosa que me vino muy bien para la película. Me lo dejo así porque me encanta, no pienso teñirme.

-El tema de la vejez, ¿lo asumís tan naturalmente como lo hablás?

-No hay más remedio que asumirlo y conformarte. Incluso, dar las gracias porque estás vivo. Pero confieso que es raro. Con mi marido siempre decimos que somos niños que han vivido mucho tiempo. Porque tenemos muchas cosas de chicos y, con los años, te vas dando más permisos para ser un niño.

Y regala la clave de la receta: “En ese sentido depende de cómo estás rodeado, de quién te rodeaste para soportar el cambio tan grande que va de la juventud a la vejez. El salto es enorme. Prepárense”.

Cómo cambian las cosas los años

-En la juventud se habla de la vejez como algo lejano, como que los grandes fueron nuestros abuelos y ahí quedó la cosa.

-Totalmente, se habla de algo muy lejano e, incluso, no entendemos el idioma. Pero, seriamente, reconozco que bastante bien lo llevo, porque voy bien acompañada y eso tiene mucho que ver. Hace 50 años que estamos juntos y nos divertimos todavía. Eso es fundamental.

Más allá de la pandemia, sale poco de su casa.La semana pasada fue parte de la presentación del filme. Foto Emmanuel Fernández

Más allá de la pandemia, sale poco de su casa.La semana pasada fue parte de la presentación del filme. Foto Emmanuel Fernández

Habla de su marido, el médico y analista Eduardo Le Poole, militante de los rituales tanto como su mujer. Juntos juegan mejor.

Y, generosa a la hora de los créditos ajenos, agrega que “el grupo de amigos que tenemos de mi edad, o cercana a mi edad, es muy estimulante. Vernos trabajar nos hace bien. En la primera parte de la pandemia me decían ‘Claro, ¿estás encerrada, no?’. ‘Sí, encerrada, pero trabajando‘. Estábamos ensayando una obra que no pudimos hacer, pero la vamos a estrenar el año que viene”.

Se refiere a Mi abuela, la loca, que en un principio iba a coprotagonizar con Oscar Martínez y ahora lo hará con Jorge Marrale, dirigidos por Claudio Tolcachir y con producción de su amigo Lino Patalano. La intención es estrenarla en el Metropolitan, por los días de abril.

La dibujante menos pensada

Y, en zona de proyectos, cuenta el detrás de escena del oficio que hizo público hace poco tiempo: “Yo pinto y dibujo desde siempre, pero no lo sabía nadie, salvo a mis amigos, a quienes les regalaba cada tanto lo que hacía. Y de golpe una amiga se los mostró a dos amigas de la Editorial Fera. Yo me opuse a publicar mis dibujitos, porque eran sagradamente secretos».

Y, entonces, ¿cómo llegaron a ser impresos?: «Bueno, charlas, convencimientos… Cuestión, que hicieron un libro precioso”.

En pocas semanas, Confieso que pinto será presentado como corresponde (no puede adelantar fecha ni sitio). Algunas de sus obras ya habían sido adelantadas el año pasado en Clarín, a cuento de una entrevista con ella por los podcast que hizo para Film&Arts. Sí, a los 84, Norma es una chica tecno.

“Veo Confieso que pinto y la verdad es que quedó una versión hermosa. Están más lindos en el libro que cuando los hice yo, es una edición muy bella, con muy buena tinta y muy buen papel. Así que mis dibujitos están desparramados, orgullosos ellos, y yo temerosa”, dice y la deja picando.

-¿Temerosa?

-Siempre me gustó hacer eso en secreto, me gustó dibujar y pintar para divertirme yo. ¿Viste cuando uno baila tap en su casa, pero ni se le ocurre hacerlo arriba de un escenario? Bueno, eso me pasaba con los dibujitos. No me interesaba la opinión de nadie, pero ahora andan por ahí a la vista de todos, enloquecidos.

Uno de los "dibujitos" de Aleandro: "Éste es sobre la gente del mundo del espectáculo, un cuadrito con humor".

Uno de los «dibujitos» de Aleandro: «Éste es sobre la gente del mundo del espectáculo, un cuadrito con humor».

-¿Y con eso se abre una puerta de pintar a pedido?

-No, no, para nada. Ojalá nunca lo necesite. Digo no porque, si no, no me divierto más. Yo me siento y hago puntillismo, y aparece un ojo, una boca, aparece la cabeza, un auto, pasan cosas porque van surgiendo en el momento. No me lo impongo. No sé qué va a salir cuando me siento. Y eso es lo que me divierte: no saber qué va a salir de ahí. No podría recibir encargos.

-Cuando surge ese ritual ¿ya tenés un espacio preparado o ahora mientras hablamos podés ir dibujando algo?

-Cuando pinto es como cuando escribo: me meto para adentro y me concentro en eso. Me pongo especialmente en esa situación.

Otros, en su lugar, hablarían de la obra pictórica. Y ella insiste con lo de “los dibujitos”. Lo mismo cuando sale el tema de sus podcast para Film&Arts, disponibles en Spotify.

“Eso nació así: le estaba leyendo un cuento a mi marido, escrito en un viejo cuaderno mío, y mi nieto, que estaba al lado arreglando la computadora, dice ‘Abuela, ¿por qué nunca publicaste eso?’. ‘Porque no es para publicar’. ‘Pero ¿por qué no los llevás a la TV y se los leés a la gente?’. Me dijo de hacer eso que se llama podcast y le puso Norma en la nube,Si siempre estás en la nube, abuela’«.

Así se la ve en "Norma en la nube", donde lee sus cuentos. La producción de Film&Arts está disponible en Spotify.

Así se la ve en «Norma en la nube», donde lee sus cuentos. La producción de Film&Arts está disponible en Spotify.

Y sigue repartiendo laureles, mas no colgándose ninguno: «Fue todo idea de Iván, que ahora está en Barcelona”.El material fue filmado por su hijo, Oscar Ferrigno, en un cálido rincón de su casa, desde donde ahora comparte la semilla del proyecto.

Los días pandémicos: hogar dulce hogar

-La vida de estos días, sin cuarentena pero con pandemia, ¿sigue siendo más adentro que afuera?

-Sí, pero siempre fue así. Yo no tengo una vida social activa, se activa con amigos y mi familia, cada tanto. Pero no voy a estrenos, aunque trabajen amigos míos, a los que adoro y voy a ver después. Ahora tengo que ir a al estreno de la película, porque corresponde.

-¿Maró cocina mejor que vos?

-Maró es cocinera. Yo, no. Si me pongo me sale algo rico, pero lo cierto es que no me gusta cocinar. Mi abuela, por ejemplo, sí que era cocinera.

Ahí entra en cancha Pepita, su gran referente, la que la crió, la que siempre aparece en sus recuerdos, en sus acotaciones al margen, la que le acaramela la voz. Carraspea y sigue hablando de la mujer que le marcó en el camino en la vida. “Amaba cocinar y siempre decía que jamás va a saber cocinar aquel al que no le guste hacerlo. Si te gusta terminás haciendo ricos platos”.

-¿Y qué sabor inolvidable te quedó de Pepita?

Un budín de pescado muy rico y muy raro, y el puchero y… Los platos comunes no parecían comunes cuando cocinaba la abuela.

-En la película parecés una gran cocinera.

-Cocino para la cámara. Mi hijo sí sabe cocinar.

-¿Qué especialidad tiene Oscar?

-Cocina cosas diversas y muy ricas, todo le sale muy bien. Los hombres, cuando se ponen, en general cocinan bien, arman buenos rituales. Yo me engancho y digo que fui yo quien le enseñó a cocinar Pero sabe que es broma. Bueno, justo ahora me está mirando con cara de ¿Qué decís, mamá?

No hubo estornudo ni tos que la llevaran a cortar la charla telefónica. Con alergia y todo, te deseo una charla con Norma Aleandro. Hace bien.

Fuente: Clarín