¿Qué puede aportarle Billie Eilish a la gran historia musical de James Bond?

MIRÁ LOS VIDEOS. Después de Sam Smith, 007 se inclinó por la talentosa Billie Eilish para la canción de su película número 25. Recordamos las canciones anteriores de la saga.

Billie Eilish nació en Los Ángeles el 18 de diciembre de 2001, exactamente un año y un mes antes del estreno en Londres de Otro día para morir ( Die Another Day), la vigésima película oficial de James Bond y la última protagonizada por el quinto 007 de la historia, el irlandés Pierce Brosnan.

La vida de Eilish coincide en el tiempo con el recorrido completo del sexto Bond en la pantalla grande. Daniel Craig se hizo cargo del papel en 2006 y después de atravesar la etapa de refundación del personaje con Casino RoyaleQuantum of SolaceOperación Skyfall y Spectre está por despedirse en su quinta aparición. Que además tiene un valor simbólico muy poderoso: es la película número 25 en la historia del agente secreto más famoso del mundo.

Sin tiempo para morir ( 007: No Time to Diese estrenará en la Argentina el 9 de abril. El título tiene visibles reminiscencias con el de aquélla aparición final de Brosnan. No podría ser casualidad, sobre todo si tenemos en cuenta la calculada y meticulosa planificación que Barbara Broccoli y Albert G. Wilson (los verdaderos dueños de la marca Bond) le imponen a la evolución de ese nombre para preservar su identidad y asegurarla de la mejor manera posible.

Más allá del hilo argumental de la nueva aventura en el cine, lo que el título sugiere a primera vista es que tenemos Bond para rato. Algo que no nos sorprende porque 007 viene logrando una y otra vez la proeza de vencer al tiempo, un enemigo mucho más poderoso de los que aparecen dispuestos a enfrentarlo en la pantalla (el próximo será Rami Malek, el Freddie Mercury de Bohemian Rhapsody). De no haberse hecho tantos esfuerzos en esa dirección, James Bond hubiese quedado en la historia como una reliquia de la Guerra Fría. Con Jason Bourne y Ethan Hunt como sus legítimos y nobles herederos.


Pero Bond sigue en carrera, a la par del inoxidable Hunt de Tom Cruise (hay dos películas más de Misión Imposible, la 7 y la 8, que llegarán en 2021 y 2022, respectivamente) y del siempre probable regreso de Bourne. Y elecciones como la de Eilish tienen muchísimo que ver con la búsqueda de esa vigencia. Y la necesidad de afirmarla todas las veces que sea posible.

No es casual tampoco que los productores de Bond se hayan guardado hasta el final el anuncio del tema musical y de su intérprete para completar la presentación en sociedad de Sin tiempo para morir. Si algo identifica en plenitud al universo 007 y le otorga características únicas es lo que podríamos llamar su «envase sonoro», que incluye la banda de sonido original ( score), el tema que acompaña la secuencia inicial de títulos con una partitura también original ( theme song) y la obligatoria asimilación en estos dos materiales del inconfundible «James Bond Theme», compuesto por Monty Norman. Una pieza musical que siempre aparece en el momento en que la pantalla se reduce a un círculo con barras casi siempre teñidas de rojo, dentro del cual se instala un James Bond que llega caminando de perfil al centro de la escena y en ese momento descerraja varios disparos a la velocidad del rayo. Allí suele ponerse en marcha la escena de los títulos iniciales, con animaciones distintas según cada nuevo título.

La música original de James Bond encontró a John Barry (1933-2011) como su constructor definitivo. Con una virtuosa inspiración como compositor y una mezcla muy eficaz de estilos (pop, jazz, sinfónico) en su trayectoria, Barry llegó al mundo Bond en 1963 para iniciar con la segunda película de su historia ( De Rusia con amor) un recorrido extraordinario durante el cual le impuso las notas esenciales a la identidad de 007 desde la banda sonora.

Sabiamente, Barry supo combinar todos los elementos de su impecable bagaje musical en la definición del estilo Bond en las partituras de sus películas. En las composiciones orquestales de Barry aparece todo lo que se espera del personaje: elegancia, seducción, voluptuosidad, intriga, arrebatos de ímpetu y de rudeza propios del mundo en el que Bond se mueve. El detalle más interesante del trabajo musical de Barry pasa por la incorporación a la música incidental (por lo general suntuosas composiciones para grandes orquestas de cuerdas) del leit motiv de cada aventura, es decir de la canción original con la que cada película se pone en marcha. Varias de esas piezas se coronan con poderosas apariciones de la sección de bronces y efectos de percusión siempre en primer plano.

Toda esa imponente orquestación encontró siempre su complemento en las canciones originales, que forman parte de un cuerpo venerado por los fans de la serie y muy valorado fuera de ella. Su gran abanderada es, por supuesto, la gran Shirley Bassey, única interprete de la historia en ponerle voz a tres películas de James Bond: Dedos de oro (1964), Los diamantes son eternos (1971) y Moonraker, misión espacial (1979). La poderosa voz de contralto de Bassey, a la vez notable en el empleo de los agudos, es la medida perfecta en términos musicales de lo que significó el personaje desde su aparición de la mano de Sean Connery hasta el momento en que Roger Moore, en el medio de sus siete películas como 007, decidió volcarse casi a la autoparodia.

En sus canciones originales, las películas de James Bond buscaban el equilibrio entre la flemática y seductora elegancia del personaje y el momento en que entra en acción. Es lo que le aportaron, sucesivamente, Tom Jones en Operación trueno (1965), Paul McCartney y Wings en Vivir y dejar morir (1973) y Lulu en El hombre del revólver de oro (1974). Esta tendencia se prolongó en la convocatoria a grupos muy populares como Duran Duran (En la mira de los asesinos, 1985) y A-Ha ( Su nombre es peligro, 1987)

La otra variante es más romántica, con canciones originales con definidas características baladísticas en una historia que se inició con Matt Monro en De Rusia con amor (1963) y siguió con Nancy Sinatra en Sólo se vive dos veces (1967), Carly Simon en La espía que me amó (1977) y Sheena Easton en Solo para sus ojos (1981).

Con Rita Coolidge en Octopussy (1983), Gladys Knight en Licencia para matar (1989), Tina Turner en GoldenEye (1995) y Sheryl Crow en El mañana nunca muere (1997) se retoma la tendencia de las canciones con aire seductor en el arranque y una explosión de ímpetu en el estribillo. Las dos caras del personaje.

De allí en adelante, la nueva impronta de la banda de sonido se acercará a alguna experimentación electrónica y a un sonido más rockero que encontró en David Arnold, responsable del soundtrack bondiano entre 1997 y 2008, a su intérprete más adecuado. Arnold conservó las grandes marcas originales de la fórmula creada por Barry sobre todo en términos sinfónicos y le agregó un envoltorio más rockero y electrónico, con el agregado de efectos de sonido (sobre todo percusivos). La elección de los intérpretes del tema original se asocia de manera directa con este nuevo estilo. Así desfilan sucesivamente Garbage ( El mundo no basta, 1999), Madonna ( Otro día para morir, 2002), Chris Cornell ( Casino Royale, 2006) y el dúo Jack White-Alicia Keys ( Quantum of Solace, 2008).

La experiencia culminó en este último caso a la manera de un sonoro fracaso. «Another Way to Die», la canción escrita e interpretada por Keys y White, es fuera de toda duda la peor de toda la historia de la música bondiana. Los dos intérpretes sumaron con fórceps el tema principal de Bond y trataron de adaptarlo a su composición. El resultado es un híbrido casi inescuchable, que forzó a los productores de la serie a revisar de allí en adelante las líneas sonoras básicas. Había que recuperar cierta identidad extraviada.

Lo consiguieron con la formidable Skyfall, escrita e interpretada por Adele. La portentosa voz de la cantante británica parece sostener una canción a través de la cual es posible reconstruir y recuperar casi toda la historia musical de James Bond. Esa aparición coincide con la llegada a la música incidental de Thomas Newman, el compositor predilecto de Sam Mendes (director de Operación Skyfall y de Spectre), hábil equilibrista entre la tradición sinfónica de las bandas de sonido previas y la actualización sonora de las aventuras del personaje. Esas dos bandas de sonido no estarán entre lo más brillante de Newman, pero su profesionalismo resulta indiscutible.

Lo que además aporta Spectre fue la llegada al mundo Bond de Sam Smith, el joven cantante británico cuya presencia también puede verse como un anticipo del desembarco de Billie Eilish. En «Writing’s on the Wall», la canción que Sam Smith compuso e interpretó para el Bond 24, se observan en la letra los detalles introspectivos y de complejidad psicológica de las aventuras que enfrenta un personaje que, en esta etapa, parece estar todo el tiempo mirándose en el espejo y preguntándose sobre su identidad, su destino y su papel en el peligroso tablero que lo tiene como actor principal.

En la continuidad de ese perfil deben haber pensado Broccoli y Wilson al convocar a Eilish. Más allá de sus ocasionales rivales, el Bond del siglo XXI encarnado por Craig es un agente secreto que reconstruye sus rasgos esenciales y cumple su misión (con licencia para matar otorgada por el gobierno británico) en un mundo que se desmorona y aparece expuesto a la violencia más extrema y devastadora. Ese dolor contenido y expresado en el rostro cada vez más circunspecto y amargo de Daniel Craig tal vez encuentre correspondencia en su aventura final con la partitura que se aprestan a componer, si ya no lo hicieron, Billie Eilish y su hermano Finneas.

El desafío mayor de la jovencísima y talentosa Eilish será encontrar el punto de conexión ideal entre su identidad musical y la tradición bondiana. Deberá eludir la tentación en la que cayeron Keys y White y, en cambio, procurar desde la música un encuentro virtuoso entre su historia y la del personaje, que por supuesto difieren en el tiempo. Pero hay que detenerse un momento en lo que Eilish y su hermano dijeron al confirmar la novedad de que se suman a la aventura 25 de James Bond. Ambos reconocen el valor extraordinario de esa tradición y lo que significa sumarse a ella. Podemos imaginar en ese sentido una primera aproximación de Eilish a lo que podría ser, al menos rítmica y estéticamente, su acercamiento al mundo Bond desde canciones tan logradas como «Six Feet Under».

Veremos qué nos revelan las próximas semanas. Por lo pronto, la entrada de Billie Eilish en el universo musical de James Bond y de la música para el cine es uno de los grandes acontecimientos de la temporada 2020. Entre los 18 años de Eilish y los casi 60 de 007 puede surgir un nuevo tiempo. Y una razón más para entender por qué James Bond no tiene hoy tiempo para morir.

Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación.