¿Saber mucho de algo o un poco de todo? Qué necesitamos para que nos vaya bien en el siglo XXI

Hubo etapas donde mandó la especialización y ahora se valora la capacidad de relacionar distintos campos. Pero alertan que es difícil ir profundo en más de un área.

¿Saber un poco de todo o mucho de algo? Así como las ideas en torno a qué cuenta como conocimiento hoy pueden ser muy distintas respecto del pasado, algo que también ha evolucionado es la definición de los polímatas, aquellas personas versadas en distintos saberes.

Si en el Renacimiento la definición incluía a «grandes de la erudición» como Leonardo Da Vinci, a medida que el conocimiento requiere cada vez más colaboración entre disciplinas y actores y lecturas más integrales sobre el mundo, cabe preguntarse: ¿qué es ser un polímata en la actualidad? ¿El que mucho aprieta poco abarca?

De sabios y saberes

Probablemente, una de las primeras formas de abordar estas preguntas sea indagar en la idea misma de conocimiento, y de acuerdo a quién se le pregunte y su contexto habrá distintas respuestas. Incluso muchos académicos y estudiantes reconocen que su educación es, en el mejor de los casos, parcial.

Uno de ellos, el historiador británico Peter Burke -autor del reciente The Polymath: A Cultural History, From Leonardo da Vinci to Susan Sontag- se basó en un estudio cultural de la historia de los polímatas. Él explica que fueron ciertas figuras del Renacimiento como Leonardo “con una curiosidad legendaria y una habilidad para ponerla a trabajar” quienes configuraron el estándar del polímata como lo conocemos hoy.

Para Robert Twigger, poeta, escritor y explorador, los humanos somos “polímatas naturales” que explotamos mejor nuestras capacidades cuando nos dedicamos a varias cosas

Burke sitúa el comienzo de este tipo de intelectual con un amplio rango de intereses en el período 1400-1600, refiriéndose a Da Vinci, el “hombre universal”, como un experto en varios tópicos (pintura, ciencia, ingeniería, etc), pero también como alguien cuya gran impaciencia le impedía terminar algunos de sus proyectos (el síndrome Leonardo).

Estos polímatas modernos eran monstruos de la erudición, coleccionaban cientos de libros, aprendían varios idiomas y combinaban ciencias blandas y duras. Eran viajados, aventureros, coleccionistas, y algunos, incluso, futuristas apasionados con los problemas de su época que hacían predicciones sobre lo que vendría.

En el siglo XVIII, sin embargo, el historiador explica que las condiciones para la polimatía cambiaron rotundamente cuando la industrialización y automatización se abrieron paso. Esto, sumado a los procesos de especialización, derivados tanto de ideas políticas como económicas, hizo que un saber global fuera más necesario aún, pero cada vez menos común.

«La mayoría de las profesiones que se requerirán cuando los niños que hoy están en edad escolar dejen el sistema educativo aún no fueron siquiera inventadas”
Valentín Muro

La especialización trajo consigo la tragedia de cerrar filas en términos de acceso a la información con jergas y métodos de aprendizaje aptos solo para algunos (los especialistas). En los últimos setenta años, según Burke, la tendencia comienza a revertirse con el aumento de programas interdisciplinarios y una necesidad de ver el cuadro completo y mostrar las conexiones que muchos especialistas se perdían, abriendo camino a nuevos descubrimientos e invenciones. “Nos hemos trasladado de la era de especialización institucionalizada a una era de anti-especialización institucionalizada en la segunda mitad del siglo XX y más allá”, señala Burke.

De la biblioteca de Babilonia a la Internet de todos

Para Robert Twigger, poeta, escritor y explorador, los humanos somos “polímatas naturales” que explotamos mejor nuestras capacidades cuando nos dedicamos a varias cosas. En este sentido, cabe preguntarse qué rol juega la educación tradicional y sobre todo cómo estamos estimulando -o desestimando- a los más chicos a seguir su instinto de curiosidad y explorar distintos caminos.

Si bien en los últimos años el paradigma educativo ha ido modificando algunas cuestiones centrales en la forma de concebir el aprendizaje y la transmisión de saberes, de la mano de Internet y el crecimiento del autodidactismo, todavía sufrimos el impacto de nuestro pasado culto al “monómata”.

“Nadie puede entender por sí solo a esta hidra de varias cabezas que es la crisis del COVID”

Pero resulta que éste quizás sea el mejor momento de la historia para aprender sobre casi cualquier cosa, sumado a una creciente complejidad que demanda tanto en el mercado como en la vida la necesidad de adquirir una multiplicidad de habilidades, o mejor dicho, una mente versátil y flexible para poder aprender de todo un poco y adaptarse a lo que cada situación requiera.

“Incluso de acuerdo al más feroz capitalismo, la fuerza laboral que es necesaria es una que pueda desenvolverse creativamente y con absoluto dinamismo. La estabilidad se convirtió en un cuento que nos contaban antes de irnos a dormir, las empresas que tenían una vida promedio de 75 años ahora no llegan a los 15 y así. La mayoría de las profesiones que se requerirán cuando los niños que hoy están en edad escolar dejen el sistema educativo aún no fueron siquiera inventadas. Por estos y muchos otros motivos tenemos que educar pensando en la habilidad más importante que podemos darle a nuestros estudiantes: la habilidad de adquirir nuevas habilidades”, explicaba Valentín Muro, autor de Cómo funcionan las cosas, programador y filósofo, en una entrevista que resuena cuando seguimos ofreciendo tests vocacionales o preguntándoles a los chicos qué quieren ser cuando sean grandes, pero esperamos que nos den solo una respuesta inequívoca.

Leonardo Da Vinci.  Leonardo Da Vinci pintor e inventor

Leonardo Da Vinci. Leonardo Da Vinci pintor e inventor

De hecho, una de las personas más citadas en materiales que reflexionan sobre el futuro del trabajo y lo que muchas empresas y proyectos de innovación buscan, es, precisamente, un generalista. “Creo que esta ‘nueva era de los polímatas’ se basa en dos avenidas de cambio que se están acelerando. Una es la de la mayor complejidad del mundo (‘complejidad’ en el sentido matemático, no de ‘complicado’): aumenta muy rápido la interconexión de todo, y eso hace que los cerebros especializados tengan cada vez más limitaciones para entender cómo bailar en esta coreografía de hiperincertidumbre. Nadie puede entender por sí solo a esta hidra de varias cabezas que es la crisis del COVID (que tiene una cabeza biológica, una social, económica, política etc). La otra avenida son las nuevas tecnologías que reemplazan muchos trabajos especializados, con lo cual la habilidad humana más relevante es la de «unir puntos» entre distintos planos del conocimiento”, contextualiza Sebastián Campanario, economista y periodista, autor de cinco libros sobre innovación, creatividad y cambio.

Distintas clases de polímatas

Queda claro que una visión integral, interés en múltiples campos y la habilidad para conectar puntos es lo básico que debe tener un individuo preparado para el futuro, pero ¿basta esto para ser un polímata, o es un poco un abuso del término?

Para Marcelo Rinesi, científico de datos y miembro del Instituto Baikal -un polo atractor de polímatas por excelencia que este año aumentó por 10 sus alumnos-, existen distintas clases de polímatas.

Einstein tocaba el violín. Ciencia y arte, combinadas. Foto AFP

Einstein tocaba el violín. Ciencia y arte, combinadas. Foto AFP

Uno es «el polímata que lee de manera superficial resultados en diferentes áreas y los aplica más o menos metafóricamente en otros lados. Es culturalmente muy influyente, el problema es que lo que le da valor a un resultado técnico son los detalles de vocabulario, técnica, y contexto; vaciados de eso uno puede escribir un best-seller, pero está transmitiendo en el mejor de los casos una metáfora disfrazada de aplicación científica. El polímata real, alguien que es activo simultáneamente en la frontera del conocimiento en más de un área, es extremadamente raro. Especialmente en las ciencias se está volviendo casi imposible: a algunas de las personas más inteligentes del mundo les toma décadas de estudio llegar a la frontera de conocimiento de un área específica, simplemente no hay tiempo para dos”.

También está el polímata “asimétrico”, que es más frecuente ya que es alguien con legítima autoridad en un área, pero que «transfiere» esta autoridad a otra área en la que su conocimiento es más superficial, seguido del polímata «operacional,» que es medianamente familiar en más de un área, y por tanto más realista y menos impresionante, pero muy útil.

“Hay un quinto tipo de polímata, el más novedoso, que potencialmente puede tener un impacto muy fuerte en negocios, ciencia, y en la sociedad en general – el «polímata cyborg». A medida que programamos en las computadoras habilidades cada vez más sofisticadas, incluso superando las humanas en campos puntuales, una habilidad genérica clave pasa a ser el saber cómo utilizar y coordinar inteligencias artificiales. El polímata real es raro y tal vez imposible, pero estamos empezando a poder entrenar polímatas híbridos en números significativos, y eso va a tener un impacto», concluye Rinesi.

¿Adonde vamos no hay especialización?

Quizás esta sea una pregunta difícil de responder, lo que es seguro es que como el propio Twigger plantea, la sobreespecialización lleva a refugiarnos y defender lo que sabemos y no ayuda a ir en busca de lo novedoso o hacer nuevas conexiones. A la par de cambiar nuestra idea de lo que es conocimiento o lo que constituye aprender, según sesgos culturales y de época (que el talento es natural, que sólo podemos aprender hasta cierta edad, o que los ciclos de aprendizaje en la vida no pueden ser continuos), tal vez haya que empezar a considerar otras ideas como contemplar diferentes articulaciones entre la tecnología y lo humano.

Otros señalan que un cambio institucional también es importante, en tanto muchos ámbitos profesionales o académicos están organizados (jerarquías, premios, publicaciones, investigación) para beneficiar a los especialistas en detrimento de los generalistas, con una constante tensión hacia la polimatía que hace no se beneficie y estimule lo interdisciplinario.

Asimismo, al contrapunto de que tener todo a un click genera distracción o falta de foco que hace que mucho se abarque y poco se absorba, no debemos olvidar que la facilidad en el acceso para muchos de los polímatas que hicieron historia fue crucial; ya sea por estatus, riqueza o herencia, varias de estas figuras reverenciadas pertenecieron a clases privilegiadas lo que les permitió explorar diversos intereses y desarrollar sus carreras. Es posible que sea imposible pensar en la polimatía sin democratización del acceso a la información y la tecnología.

Por último, acaso el placer del polímata sea otro gran aliciente que olvidamos a menudo. Cierra Campanario: “A nivel personal, mucho de esto es contraintuitivo porque estudié Economía, que es una carrera que hace muchos énfasis en autores clásicos, en las ventajas de la especialización. Pero hay un aspecto hedónico y de disfrute en ser generalista, más allá de qué conviene o qué no. Si sos una persona curiosa, es un norte irresistible”.

Fuente: Clarín