Una ola de renuncias y cancelaciones marcan el pulso de la guerra entre Rusia y Ucrania en la cultura

Con postergaciones, cancelaciones y renuncias variadas además de cesantías laborales y finalización de contratos entre instituciones y artistas, distintos espacios de arte contemporáneo rusos y personalidades de la cultura de los grandes teatros de ese país, como el Bolshoi, manifiestan por estos días su rechazo a la guerra con Ucrania.

Mientras, puertas afuera del territorio se amplía la lista de referentes culturales que han sufrido sanciones laborales por no posicionarse en contra de la ofensiva de Vladimir Putin.

A una semana de la guerra, la cultura sufre bajas y sanciones que acompañan el devenir del conflicto bélico. Tal es el caso del Museo de Arte Contemporáneo Garage -inaugurado en 2008 con el apoyo de la coleccionista Dasha Zhukova-, que el pasado 26 de febrero decidió suspender las exposiciones programadas, «hasta que cese la tragedia humana y política que se está desarrollando en Ucrania», expresó la dirección del museo en un comunicado. Y agregó: «No podemos mantener la ilusión de normalidad cuando tales eventos están ocurriendo».

«Garage siempre ha sido una institución internacional abierta a diferentes voces, y estamos categóricamente en contra de las acciones que dividen y aíslan. Nos vemos como parte de un mundo más grande que no está dividido por la guerra», acotaron.

Entre los proyectos postergados por la institución hay exposiciones de Lidia Masterkova, otra de Anne Imhof -artista ganadora del León de Oro en la Bienal de Venecia 2017 que debía inaugurarse el 5 de abril- y una de Helen Marten, ganadora del Premio Turner, según informa el periódico español El Mundo.

Por su parte, otra institución cultural rusa, el GES-2 Casa de la cultura, comunicó también la cancelación de las actividades: «En la trágica situación actual, hemos decidido finalizar la temporada de ‘Santa Bárbara’ el 28 de febrero», afirma el espacio de la Fundación V-A-C, que igualmente permanece abierto al público porque «queremos seguir siendo un espacio donde todos puedan encontrar apoyo y atención».

Este flamante centro cultural de 20.000 metros cuadrados inaugurado en diciembre y adaptado por el arquitecto italiano Renzo Piano en el espacio que ocupaba una central eléctrica de 1907, tenía hasta el 13 de marzo el proyecto artístico multidisciplinario «Santa Bárbara», una «escultura viviente» del artista islandés Ragnar Kjartansson.

«No es posible tener esta obra cuando empieza este horror», sostuvo Kjartansson. El GES-2 también tuvo que cancelar el ballet experimental «No Tomorrow» porque los participantes no podían llegar a Moscú.

Mientras tanto, fuera del territorio ruso continúan las sanciones a las figuras de la cultura que no se expiden sobre el conflicto, como el director de la Filarmónica de Múnich, Valery Gergiev, que fue despedido de su cargo por su apoyo al presidente ruso Vladimir Putin y por no rechazar la invasión de Ucrania, según el alcalde de esa ciudad alemana.

También el Carnegie Hall de Nueva York se sumó al boicot cultural con la cancelación de los conciertos de Gergiev, así como la Filarmónica de París, además de sufrir la rescisión de su contrato en la Scala de Milán.

Otra «damnificada» fue la soprano Anna Netrebko, que publicó en sus redes que lamentaba la guerra pero que «obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria es inaceptable».

Por lo cual la Ópera Estatal de Baviera canceló sus compromisos futuros con la cantante y ella misma canceló sus actuaciones programadas como las de la Scala y la Ópera de Zúrich.

«Este no es un momento para mí para hacer música y actuar. Por tanto, he decidido dar un paso atrás por el momento», explica Netrebko, citada por el diario El País.

Otro hecho de repercusiones internacionales fue la cancelación del pabellón ruso en la 59ª edición de la Bienal de Venecia luego de que los artistas Kirill Savchenkov y Alexandra Sujareva, y el curador lituano Raimundas Malasauskas -quien dijo que esta guerra «es política y emocionalmente insoportable»-, renunciaran a representar al país en el evento como protesta.

Entre las figuras críticas a la ofensiva rusa está Elena Kovalskaya, que se alejó de su rol como directora del teatro estatal Meyerhold de Moscú, tras hacer pública su posición en Facebook sobre la guerra y el mandatario ruso: «No se puede trabajar para un asesino y recibir un salario de él», indicó.

Por su parte, el francés Laurent Hilarie renunció a la dirección del Teatro Stanislavsky, mientras que el coreógrafo de origen ucraniano Alexei Ratmansky, ex director artístico del Ballet Bolshoi y artista residente en el American Ballet Theatre, canceló el estreno de un nuevo ballet en el Bolshoi, informa El Mundo.

Un día después de que la Ópera Metropolitana rompiera los lazos con todos los artistas y organizaciones apoyados por el gobierno ruso y avisara de que la coproducción con el Bolshoi, «Lohengrin», probablemente se vería afectada, distintos representantes teatrales y musicales difundieron su postura: «Actuamos no sólo como figuras del mundo de la cultura sino como personas comunes, ciudadanos de nuestro país, de nuestra Patria», expresaron en un comunicado.

«La memoria genética de la guerra vive en todos nosotros. No queremos otra guerra, no queremos ver morir a la gente. El pasado siglo XX ha traído demasiado dolor y sufrimiento a la humanidad», explican. Y concluyen: «Hacemos un llamamiento a todos aquellos de los que depende, a todas las partes del conflicto, para que cesen las hostilidades y se sienten a la mesa de negociaciones. Pedimos que se preserve el valor supremo de la vida humana».