Daniel Barenboim: «La música es una escuela para la vida»

«Si tengo mal carácter, lo tengo desde hace mucho tiempo. Voy a cumplir 77 años, no es cosa nueva».

Traje y corbata gris, tiradores debajo, el maestro Daniel Barenboim, 76 años y uno de los mejores directores musicales del planeta, no está para nada alterado por las acusaciones sobre supuestos malos tratos que le habría dado a sus músicos, una noticia que dio la vuelta al mundo esta semana. Para él, esas denuncias forman parte de una campaña para desplazarlo del Teatro de la Ópera de Berlín, cuya orquesta dirige desde 1992.

Daniel Barenboim
Daniel Barenboim

«No me preocupa para nada el tema», aseguró, de muy buen humor, el eximio pianista argentino-israelí, en una entrevista de una hora a cuatro medios argentinos -entre ellos, La Nación-, para anunciar el programa de la edición de este año del Festival Barenboim de Música y Reflexión. Este por primera vez se llevará a cabo íntegramente en el CCK, del 23 de julio al 7 de agosto.

Acompañado por el ministro Hernán Lombardi, titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Barenboim se mostró muy entusiasmado ante esta iniciativa. Más allá de una parte musical extraordinaria, que incluirá conciertos sinfónicos, recitales, acompañado por su legendaria orquesta West-Eastern Divan -formada por árabes e israelíes-, su amiga Martha Argerich, la violinista alemana Anne-Sophie Mutter y el tenor mexicano Rolando Villazón, este año el objetivo del Festival es que la reflexión sea a 360 grados. De hecho, habrá muchas conversaciones con intelectuales y artistas -moderadas por Barenboim- abiertas al público.

«El sentido es reflejar los grandes debates de nuestro tiempo en el marco de un programa musical maravilloso especialmente elegido por el maestro», apuntó Lombardi, que destacó que también habrá un gran concierto al aire libre y que, a partir de hoy, estarán a la venta on line las entradas, que costarán entre 400 y 2000 pesos.

«La parte de la reflexión va a tener una amplitud mucho más grande y más importante. La pregunta inicial va a ser por qué la música es importante. Y no se sabe por qué, porque en realidad no podemos hablar de la música, porque cuando hablamos de la música hablamos de nuestra reacción para con la música», adelantó Barenboim.

-¿En qué sentido?

-Si yo traigo un disco de la sinfonía en sol menor de Mozart y usted está en estado de ánimo melancólico, la música le parece melancólica. Traigo el mismo disco y está alegre, contenta y libre de espíritu, la música le parece eso. No se puede hablar sólo de la música, sino del efecto que la música tiene sobre el ser humano.

-Para recordar el 30° aniversario de la caída de Berlín, el 9 de noviembre próximo, la programación del Festival incluye la séptima sinfonía de Beethoven. Qué recuerda de cuándo dirigió a la Filarmónica de Berlín en el histórico concierto de la caída del muro, el 12 de noviembre de 1989?

-Lo que más recuerdo es que una vez terminado el concierto, una señora con un chico joven se acercó y me dio un ramo de flores. Y me contó que había tenido a su hijo 30 años antes, pero que su marido se lo había llevado a los seis meses al oeste. Nunca más lo había visto, pero todas las noche había encendido una vela esperando verlo otra vez. La mujer me contó que el día anterior habían tocado el timbre y había aparecido un chico que decía ser su hijo. Para celebrar el reencuentro me dijo que habían pensado que lo mejor era ir a escuchar la Filarmónica de Berlín conmigo. Nunca tuve un cumplido que me haya emocionado tanto. Esto es algo también que la música puede hacer.

-Es la primera vez que sale del Colón para presentarse exclusivamente en el CCK. ¿Por qué?

-En el Colón no encontré la flexibilidad necesaria, ningún interés en toda la parte de reflexión, dificultades de fechas para los conciertos y cuando nos pusimos en contacto con el ministro Lombardi encontré otro clima de cooperación y de voluntad y aquí estamos.

-¿Qué le parece la Sala Sinfónica del CCK?

-El Teatro Colón es un milagro acústico y lo será siempre. Ahí no hay nada que criticar. La Sala Sinfónica del CCK, donde hice ensayos y conciertos, igual me pareció magnífica. Muy agradable visualmente y con una acústica muy buena.

-Usted muchas veces dijo que la música es lo que nos iguala ¿que tan lejos están los políticos de entender eso?

-Muy lejos, porque la música, por lo menos en Europa, donde siempre he vivido, es considerada por muchos como una cosa elitista, que es lo más ridículo que hay en el mundo porque si hay algo que es todo lo contrario a lo elitista es la música, que está al servicio de todos, en todos los países del mundo. La música perdió un poco de su sentido en la percepción de la gente porque no hay educación musical. Creo que la gente siente la música, no sé si lo entiende. Se puede sentir el mensaje de la música, sin saber por qué. La música tendría que formar parte de la educación general, no para que haya más concertistas, sino para darle al público la posibilidad de tener una relación más íntima con ella.

-Martha Argerich también estará en el Festival: ¿cómo explica esa química que tienen juntos?

-Ella es mujer y yo hombre (risas). Bromas aparte, pianísticamente ella toca mucho mejor que yo, sin dudas. Pero físicamente la manera de tocar es muy similar y llevamos 70 años de amistad. Nos conocimos en 1949, en la calle Talcahuano 1257.

-Viéndolos tocar juntos, uno se pregunta si hay que irse del país para triunfar…

-Depende cómo definimos «triunfar». Para ser conocidos en el resto del mundo, claro, hay que irse. Pero creo que se pueden crear condiciones para el desarrollo musical en la Argentina mucho más de lo que hay hoy.

-¿Cómo ve a la Argentina?

-Honestamente, crecí en una familia judía argentina en Israel, donde nos mudamos porque mi padre pensó que tenía cierto talento y que podía tener futuro en la música. Pero viendo a través de los años cómo fue empeorando la posición del Estado de Israel en cuanto al conflicto con los palestinos, poco a poco mi sentimiento de pertenencia a este país fue disminuyendo. Comencé a ir más a menudo a la Argentina y a sentirme más argentino. Pero nunca entendí por qué la Argentina, considerado el país más europeo de América latina, el país más importante intelectualmente y económicamente, nunca jugó el papel de liderazgo que debería jugar visto lo que representa. Si hay algo que puedo hacer, muy pequeño, para ayudar a que cambie esto y para poner a la Argentina, no en una posición de influencia, pero en una parte más orgánica del universo, me encantaría. Por eso el esfuerzo de hacer, paralelamente a los conciertos, las charlas públicas donde vamos a tratar todos estos temas.

-Se fue de la Argentina a los 9 años. ¿Qué hábitos argentinos le quedan?

-Los chistes, la comida. Siempre digo que en la Argentina hay muchísimos vegetarianos, con todas las vacas (risas). Me gusta el sentido del humor que tenemos casi todos los argentinos, aprecio un poco menos el lado un poco autodestructivo de tantos argentinos, pero siento gran afecto.

-¿Se planteó alguna vez volver a vivir a la Argentina?

-No, no. Yo tengo mi vida aquí, pero quiero mantener el contacto.

-¿Cree que estas acusaciones sobre presuntos maltratos suyos a músicos, salidas esta semana, pueden estar relacionadas a su postura en cuanto al conflicto palestino-israelí?

-No, no creo.

-¿Pueden estar relacionadas con el creciente antisemitismo y auge de partidos de extrema derecha en Alemania y en el resto de Europa?

-Que yo lo sienta, francamente no. El crecimiento del antisemitismo en Europa me preocupa mucho, en Francia más que en Alemania, pero no creo.

-¿Qué cree que pueda haber pasado con estas acusaciones?

-Es muy simple. El teatro me contrató en 1992. La orquesta después me eligió director vitalicio, a lo mejor no pensaban que iba a durar tanto (risas). Pero son ya 28 años y todo el mundo sabe que estoy negociando ahora la renovación del contrato (como director general, que vence en el 2022) y creo que hay fuerzas que no lo desean, algo que es perfectamente aceptable.

-¿Tiene mal carácter usted?

-Si tengo mal carácter, lo tenía hace seis semanas, seis meses, seis años. Yo luché mucho por la posición del Teatro, por sus fondos y por los sueldos de los músicos, algo que no me creó solo amigos. Nadie pone en duda mi talento musical, ni los resultados que he conseguido. Y si tengo mal carácter lo tengo hace mucho tiempo. Voy a cumplir 77 años, no es cosa nueva.

-En este marco ¿qué piensa del movimiento #me too?

-La justicia es totalmente lo contrario de lo que pasa hoy en las redes y medios sociales. En la justicia uno es inocente hasta que se compruebe la culpabildad. En las redes y medios sociales es totalmente lo contrario. Te acusan y ya está. Y es muy difícil comprobar la inocencia. Y eso es una campaña hecha ahí. Pero no es algo que me preocupa.

-¿Es una utopía pensar en un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes?

-Al gran filósofo italiano Antonio Gramsci, que yo admiro mucho, cuando le preguntaron en los años treinta si era optimista o pesimista, él dio una respuesta perfecta. Dijo: ‘intelectualmente soy pesimista’,porque era un desastre, estaba por subir Hitler, ‘pero emotivamente soy optimista porque quiero seguir viviendo’.

Michael Barenboim
Michael Barenboim

«Mi padre jamás cruzó ninguna línea en la que uno podría decir que eso está mal»

BERLIN.- Le dicen «el otro Barenboim». Michael Barenboim (34) es uno de los hijos que Daniel Barenboim tuvo con su última esposa, la pianista rusa Elena Bashkirova. Como su padre, vive en Berlín y también está casado con una rusa, con quien tiene dos hijos. Profesor de violín y de música de cámara, también estará en Buenos Aires para el Festival que se hará en el Centro Cultural Kirchner, acompañando a su padre como violín principal junto a la West-Eastern Divan Orchesta, con un programa de Beethoven.

Muy parecido físicamente a su padre, afable y diplomático, en diálogo con La Nación -en inglés-, confesó estar arrepentido de no haber aprendido español, la lengua de su padre. «Fui un idiota», dijo. Y por supuesto defendió a su papá de las acusaciones salidas esta semana de malos tratos a sus músico.

-¿Cómo es ser el hijo de Daniel Barenboim?

-Para ser honesto, no conozco ninguna otra situación (risas). Nací y era el hijo de Daniel Barenboim, así que para mí esto siempre fue así. Lo que no sé es cómo sería no ser el hijo de Daniel Barenboim… No sé cómo contestar…

-Siendo también músico ¿no es difícil llevar el peso de semejante apellido?

-Sí. Pero depende de cómo uno lo ve. Él es un talento único de al menos una generación, sino más. Él es una de las personalidades más importantes del siglo XXI en cuanto a música clásica. Si ése es el objetivo que yo debería alcanzar, sí, admito que es complicado. Pero quizás no es necesario, si yo hago lo mejor que puedo hacer y toco lo mejor que puedo tocar, quizás puedo acercarme al objetivo, pero no todos necesariamente tienen que ser las figuras más importantes del siglo XXI… Soy muy ambicioso y quiero ser lo mejor posible, pero no es justo que me pidan que sea mejor que él o cualquiera. Para mí lo importante es tratar de mejorar y alcanzar el mejor resultado posible.

-Al margen de eso ¿cómo padre normal, cómo es Daniel Barenboim? ¿Qué nos puede contar?

-Nunca sé como responder esta pregunta y nadie nunca me cree, pero es verdad. No conozco otra situación, no puedo comparar. Claro, tengo amigos que tienen padres, pero no sé…

-Y cómo músico, qué consejos y recomendaciones le dio a lo largo de estos años?

-En este sentido reconozco ser extremadamente afortunado porque habiendo crecido con él tuve la oportunidad de trabajar con él y ahora también puedo hacerlo. Si tengo que tocar un concerto de Beethoven que él conoce muy bien, por ejemplo, también en Buenos Aires, puedo ir, preguntarle, tocar con él y esto lo fui haciendo durante toda mi vida profesional. He aprendido muchísimo con esto y por supuesto en este sentido me siento muy afortunado de tenerlo como padre.

-Usted habla inglés, francés, ruso, pero no español. ¿Se arrepiente de no hablar la lengua materna de su padre?

-Sí, mucho. Pienso que fui un idiota cuando era chico al no aprender español porque es uno de los idiomas más importantes del mundo y tuve la oportunidad no sólo porque es la lengua materna de mi padre, sino también porque íbamos de vacaciones a Marbella, en España… Y pese a ello no hablo! (risas) Pero entiendo un poco, aunque no puedo hacer una entrevista.

-¿Cómo es su relación con la Argentina?

-Es curioso, porque yo toqué por primera vez en un escenario verdadero en la Argentina, en el año 2000, cuando mi padre fue y en el Gran Rex hubo algo de tango y yo toqué. ¡Y fue mi primera vez! Al margen de eso puedo decir que suelo ir a la Argentina para tocar y ahora iré para el Festival Barenboim a fines de julio y estoy muy contento. Me pareció maravillosa la Sala Sinfónica del CCK donde una vez hicimos un ensayo y donde tendrá lugar el festival. Buenos Aires es un lugar maravilloso para estar, con muchas cosas para ver y para descubrir, muy grande, me falta ver la mitad, confieso, pero disfruto mucho de ir. Crecí en Europa, pero cuando voy a Buenos Aires tengo la sensación de ver Paris, Milán y Madrid puestos en un gran contenedor, es muy interesante, pero es una ciudad que tiene un carácter propio, especial, argentino.

-Esta semana salieron noticias sobre su padre acusado de supuestos malos tratos, insultos, humillaciones a los músicos… ¿Qué piensa de estas denuncias? ¿Cree que hay una campaña en su contra?

-Mire, estuve tocando en la orquesta West-Eastern Divan casi veinte años. Y sí, es verdad que él muy exigente porque, como cualquier director quiere que los músicos den lo mejor. Sin embargo, jamás cruzó ninguna línea en la que uno podría decir que esto no está bien. Él nunca fue más allá de lo profesional. Por eso no estoy para nada de acuerdo con todo lo que salió.

-¿Qué impacto tuvo todo esto en su padre?

-No fue seguramente agradable, pero él sabe que él no hizo nada ilegal y que nunca le hizo bullying a nadie.

El gran Daniel Barenboim
El gran Daniel Barenboim
Fuente: Por  Elisabetta Piqué – La Nación