Delivery de títulos y promos: cómo enfrentan la crisis las librerías

Con las persianas bajas, perdieron el principal canal de vinculación y venta con los lectores. Sus estrategias.

Ciudad desconocida. Con el aislamiento, los negocios perdieron el contacto directo.

Las librerías están cerradas: la “coronacrisis” arrasa con el mundo del libro. ¿Cómo subsisten esos comercios, en particular medianos y pequeños, a la crisis editorial causada por la pandemia? La venta de libros por Internet con entrega a domicilio fue sumada este lunes a las actividades exceptuadas del aislamiento obligatorio, a través de la decisión administrativa 490 que emitió el Gobierno en el marco de la cuarentena.

Previo a esta medida, surgieron iniciativas diversas para combatir problemas globales y situaciones desesperadas -que exigen medidas a tono- a nivel mundial como las compras de libros pagados por adelantado, envíos por mensajerías permitidas y dropshipping -estos últimos de reciente aparición en España-: propuestas creativas que fomentan solidarizarse, mientras se diversifican, reinventan y repiensan nuevas formas de mitigar la malaria. Tecnología de por medio, emprendedores, gestores culturales, libreros y editores se unen para “cranear” ideas o vender online, con o sin entrega a domicilio.

En la industria librera surgen crowdfundings -recaudaciones de fondos- que financian colectivamente proyectos solidarios, en este caso, culturales. Entre las librerías porteñas que conformaron una red de subsistencia están Corneja, Rodríguez, Céspedes, Musaraña, Mandrágora, Brezal, Suerte Maldita; otras en Mercado Libre ofrecen envíos a todo el país y aseguran una mínima demora (un día) como Venta de Libros Palermo, Alfaomega y Librenta.

La decisión oficial habilitó la venta virtual de libros y solo con entregas por delivery, un aliciente -requiere para el personal de los negocios tramitar el Certificado Unico Habilitante para Circulación (CUHC)- pero a pesar de esa medida, persisten algunos problemas: la restricción de abrir los locales a la calle y atender al público cara a cara reduce la fuente principal de ingresos.

Tras el primer aislamiento preventivo, el gestor cultural Sebastián Lidijover tuvo consenso en crear “Mi librería”: un emprendimiento online de librerías y editoriales que ofrece un abono mensual de $250, canjeables poscuarentena en esos comercios “amigos” y barriales.

Así, se los ayuda a cubrir compromisos fijos y a cambio otorgan beneficios: sorteos semanales de libros y rebajas, entre otros.

La iniciativa -milibreria.com.ar- ya cuenta con 500 inscriptos, 22 locales que participan y aportarán libros Siglo XXI Editores, Mardulce, Godot, Leteo, Eterna Cadencia y Sigilo, junto a otros sellos. El monto queda disponible para que el cliente lo use dónde y cuándo quiera.

Juan Kehia, dueño de librería Corneja y editor de Dualidad, detalla su adhesión al proyecto: “Nos iguala a todos los que se unan y puede generar mucho entusiasmo a los clientes, más considerando que es una cuota súper baja. Los sorteos también ayudan a visibilizar los libros de cada editorial. Además habrá varias opciones, descuentos y la gente circulará más por la librería elegida, donde tendrá saldo a favor. Por ahora, vendemos vía Instagram, entregamos por apps de mensajerías como Rappi o Glovo, funciona pero está muy lejos de la venta presencial”.

Explica Lidijover: “Las acciones colectivas tienen fuerza en lo que pueden lograr, al juntarse personas con los mismos intereses. Con “Mi librería” se busca reforzar vínculos con los libreros de barrio”.

Otra propuesta incipiente es la del sitio Comprafutura.com: creado a fines de marzo ya suma casi 2.000 locales de varios rubros de todo el país, incluyendo a las librerías. Algunos locales están adheridos a ambos proyectos.

Funciona pagando un voucher por adelantado de algún producto o servicio allí ofrecido, canjeable al fin del aislamiento. Acá también ayudar tiene recompensa: buenas promociones y descuentos que duplican el valor del cheque adquirido al retirar la compra.

Mientras el sector esperaba la nueva medida que ahora permite vender online, ese mismo día Godot subió a su web un listado abierto para que se sumen más participantes, con todas las librerías de Argentina que venden vía delivery.

Federico Rodríguez -encargado de la librería de Villa Crespo que lleva su apellido en la vidriera-, argumenta: “Respetamos la cuarentena, descartamos estar enfermos y desde ahí empezamos con estos vales de compras futuras, para tener algún ingreso y pagar gastos mínimos del local. No podemos subsistir cerrados dos o tres meses y después va a ser muy difícil continuar. Cuando abra todo, los proveedores querrán cobrar lo que les corresponde, tendremos que comprar libros que faltan y el poder adquisitivo de la gente no será el mismo. La idea de “Mi librería” es muy buena porque necesitamos estar despiertos, creativos, atentos a generar nuevas formas de trabajo, nosotros y en conjunto”.

Alquileres, impuestos, servicios, sueldos. La dificultad para sostener esos gastos es evidente. Miguel, propietario de la Librería de Ávila, la más antigua de la Ciudad, en Monserrat, dice: “Desde que empezó el parate, hablan de buscar líneas de créditos blando pero aún no hay nada concreto. Lo que más preocupa son los compromisos firmados. Los libreros siempre buscamos paliativos, hago sorteos, catálogo de obras curiosas que suelen agotarse por redes o venta online”. Con la novedad de poder volver a abastecer el local, al menos ahora podrá entregar lo ya vendido.

En un comunicado del 31 de marzo firmado por editores, libreros, distribuidores e imprentas gráficas, la Cámara de Libreros y Editores Independientes (Caledin) y la Federación Económica de la provincia de Buenos Aires (FEBA) pedían que les permitieran trabajar aunque sea a puertas cerradas y con envíos a domicilio. En esos puntos, se dio el avance.

Quedan pendientes otras demandas: “Trabajar autorizados a vender desde nuestros lugares con ingreso acotado por cantidad de personas y distanciamiento pertinente. Habilitar a las imprentas para seguir la cadena de impresión y distribución de novedades”.

Por su parte Cecilia Fanti, dueña de la librería Céspedes, cuenta su experiencia: “Con la compra futura no violamos la cuarentena y si se flexibiliza recibiremos a nuestros clientes para cambiarles sus cheques por libros, en el negocio: deseo poder hacerlo pronto. Vendimos 100 tickets de los que ofrecemos, una cifra interesante que se mantiene tras el pico del anuncio inicial. Cómo continúa, depende de la duración del confinamiento”.

Los crowdfundings libreros son globales: en Colombia, “Salva una librería”; España e Italia, “Adopta una librería”. “Somos librerías de una sucursal y funcionamos como centros culturales barriales, dependemos de los clientes: su sentido de pertenencia y apoyo nos mantiene vivos cuando las puertas están abiertas y ahora también. La crisis hace pensar en una salida colectiva, proponer en conjunto, establecer acuerdos, plantear desacuerdos, conversar en detalle ideas y proyectos: esto tiene un impacto muy real y concreto. Quizá es un tiempo de pensar la industria, el oficio, las reglas de juego, cómo seguimos”, reflexiona Fanti.

Cerrar las librerías representa un golpe de gracia al sector, ya muy debilitado por la caída del consumo y el aumento de costos fijos, según concluyó un reciente relevamiento a los actores de la cadena de valor del libro realizado por Alejandro Dujovne, investigador del Conicet, y Heber Ostroviesky, de la Universidad de General Sarmiento. Es tiempo de resistir -un poco más- y dar la pelea. ■

Un sitio web ofrece pagar un abono de $ 250 canjeable por libros al terminar la cuarentena.

Instagram es un nuevo espacio para acordar una venta y luego enviar -en moto- el ejemplar.