El Puma Rodríguez, el hombre que volvió de la muerte: «Soy un milagro de Dios»

«Todo aquel que pide, recibe. Y el que busca, halla», dijo el Apóstol Mateo. Aquella frase del Evangelio define, en gran medida, lo que ha sucedido en la vida de José Luis Rodríguez, quien menciona a Dios una y otra vez para transmitir su mensaje cristiano. Apela a Dios como símbolo y metáfora. El Puma está atravesado por la fe. Su feY por esa cercanía con una espiritualidad soberana que conduce hoy sus pensamientos y sus actos.

Permanentemente agradece a la divinidad su presente. Y no reniega del pasado. Al contrario, parece celebrar ese trasplante doble de pulmón al que se sometió hace menos de dos años y que lo salvó de la muerte. Su estado era grave. Terminal. Sin embargo, como un Ave Fénix que aún tiene mucho para dar, y gozar, se recuperó de manera asombrosa y en muy poco tiempo.

«Existen los milagros. Yo soy un milagro de Dios y doy testimonio de ello. Los trasplantes de pulmón se realizan, supuestamente, hasta los 65 años. Si pasas de esa edad, te dicen que no hay chances y que ya no estás en la lista de prioridades. En mi caso, los médicos tenían que pensarlo mucho más. Pero Dios les puso en el corazón que tenían que realizar esta operación. Hubo un team de profesionales muy fuertes del Hospital Jackson Memorial de Miami que se arriesgaron», explica el cantante a LA NACION, ni bien concluye su almuerzo y se apresta para renovar su outfit para lucir impecable frente al lente del fotógrafo. El cambio de ropa no es necesario, pero, coqueto como pocos, no descuida el más mínimo detalle de su aspecto en medio de los preparativos que lo llevarán a presentarse frente al público de Buenos Aires, luego de un tiempo de ausencia debido a su grave enfermedad. Este sábado 24 de agosto, El Puma volverá a pisar el escenario del Teatro Gran Rex para revalidar sus títulos con el show Agradecido. Y volver a demostrar por qué es una de las grandes estrellas de la canción latina.

La Fibrosis Pulmonar Idiopática diezmó su vida. «Se trata de una enfermedad que afecta a ambos pulmones, es silenciosa y no se detiene nunca. Sigue avanzando hasta que la persona muere por asfixia. Compadezco a quien esté pasando por esto y oro a Dios para que pueda conseguir donante».

-Cuando se profesa, como en tu caso, una fe en Dios tan profunda, ¿también se tiene miedo a la hora de enfrentar una intervención como la que tuviste que atravesar?

-¿Quién no tiene miedo? Uno tiene miedo a lo desconocido. El cuerpo es un traje de carne, hueso y sangre bien perfecto que Dios diseñó. Toda la creación de Dios es perfecta. Pero cuando el cuerpo tiene ya un determinado tiempo, se tiene que pasar por la instancia de la muerte que no quiere decir que es dejar de existir, significa separación de tu cuerpo y de tu espíritu. La segunda muerte es la más difícil: es la separación eterna de Dios.

-¿Cuándo aparece Dios en tu vida?

-A los 33 años.

-Edad muy simbólica, en términos cristianos.

-Así es.

-¿Cómo fue?

-Se convirtió un hermano mayor al que yo no le creía nada. Era vulgar, grosero, tenía armas blancas y de fuego, había estado preso. Un demonio en miniatura. Pero, en un viaje a Caracas, lo encontré muy cambiado. «¿Qué te pasó, hermano?», le pregunté. Y me respondió que lo había salvado el Señor. «¿Qué Señor?». Me explica que fue Cristo. No le creí.

-¿Por qué?

-Es que me había engañado tanto en su vida… Pero, en mis sucesivos viajes a Caracas, fui comprobando su estabilidad espiritual. Ahí me di cuenta que había algo muy fuerte en ese cambio, en esa transformación suya. Así que empecé a leer la Biblia, a indagar. Y llegó un momento en el que me convertí. Hay convertidos convencidos y otros convenidos. En el camino hay golpes, te caes, te resbalas, pero Dios te levanta. Esa es la dialéctica del cristiano.

"El acercamiento con Dios me cambió en mucho"
«El acercamiento con Dios me cambió en mucho» Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Cichero/AFV

-¿En qué se sostiene la dialéctica del cristiano?

-Nunca se termina de crecer en esto. Te caes y Dios te levanta. Desobedeces y Dios te perdona. Lo importante es reconocer que has traspasado una ley, un límite.

-Ese acercamiento a Dios, ¿cómo incidió en la persona y en el artista? ¿Modificó tu punto de vista sobre la vida y sobre la muerte?

-Me cambió en mucho. Uno cambia por dentro totalmente, se empieza a ver la vida diferente. La otra persona pasa a ser tu hermano y no tu enemigo. Yo utilizo mucho la palabra «hermano». La gente se tiene que dar cuenta que somos todos hermanos entre sí. A veces no comulgamos con la ideología o forma de ser de la otra persona, pero estamos todos inmersos en esta creación de Dios y en esta evolución espiritual.

-Al momento del trasplante, ¿te encomendaste a Dios o al profesionalismo de los médicos?

-Ciento por ciento a Dios. Él hizo el milagro a través de los médicos. El proceso es angustiante, uno no sabe si amanecerá al día siguiente. ¿Seguiré viviendo? ¿Amaneceré?

-¿Pensabas en tu finitud?

-Sí, claro. Cada vez requieres más oxígeno. Llegué a veinte litros. Lo necesitaba para bañarme, para moverme. Estaba enchufado a una bombona de oxígeno, atado. Tenía una manguera muy extensa para poder circular por la casa. Y, cada día, declinando más.

-Tu operación salió muy bien, sin embargo, en el proceso de recuperación, tuviste que atravesar situaciones cercanas a la muerte. ¿Qué te sucedió?

-De la operación salí perfecto, pero luego, para un tratamiento de rutina, me tuvieron que dar un medicamento del que ninguno de nosotros sabía que yo era alérgico. Era un spray para dormirme un poco la garganta para que no moleste el entubamiento del tratamiento. Fueron cuatro spray. Cuando me estaba despertando de la anestesia, el corazón se me salía por la boca. Era una palpitación muy grande. Había diez médicos en el cuarto, los escuchaba, pero no podía hablar. Estaba respirando muy fuerte, mientras me daban masajes en el corazón. Me estaban trayendo de vuelta, y yo sentía que me iba.

"Dios me trajo de la muerte literalmente. Y aquí estoy, hermano"
«Dios me trajo de la muerte literalmente. Y aquí estoy, hermano» Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Cichero/AFV

-¿Cuánto tiempo duró ese episodio?

-Alrededor de cuarenta y cinco minutos.

-Demasiado…

-Una vida, un mundo… En medio de ese operativo, escucho que los médicos dicen: «Hay que ponerle el tubo». Me iban a hacer una traqueotomía. En ese momento pedí: «Dios mío, no permitas que yo pase por eso».

El Puma le deja paso a un José Luis que se quiebra. Exhala aire, se seca las lágrimas que comienzan a humedecer su mirada. Lejos está del ídolo de sonrisa permanente que arenga a las masas con su «agárrense de las manos». Hombre de fe al fin, su «Diosito Santo» bajó del cielo, emulando a su popular hit. Una bocanada de vida. Un nuevo milagro se estaba por cumplir. «Dios me trajo de la muerte literalmente. Y aquí estoy, hermano».

-Es sorprendente el estado de conciencia que tenías vivenciando tu propio camino hacia la muerte…

-Se evitó la traqueotomía y el corazón comenzó a calmarse a medida que yo clamaba a Dios. Volví al cuerpo, abrí los ojos y los vi a todos.

El último domingo, el cantante visitó el living de su amiga Susana Giménez. Relató los dramáticos momentos de salud atravesados y juntos recordaron cuando la diva argentina fue su madrina de bodas.

-Los médicos, seguramente, abrieron los ojos más que vos.

-¡Y respiraron! Los médicos daban gracias, mi esposa estaba por allí llorando.

-¿Cuánto tiempo después del trasplante sucedió este acontecimiento?

-A los cinco días porque tenían que revisarme los pulmones para ver cómo estaban, si no había rechazo, si no había infección. Hermano, un trasplante es algo cruel porque requiere que alguien muera para que tú vivas, pero con una muerte, son muchos los que pueden vivir.

-Es cruel, pero es, también, un acto de amor.

-De mucho amor.

Aquel 17 diciembre de 2017, cuando fue sometido a un trasplante, significó un antes y un después. Una bisagra en su vida. «Voy a cumplir dos años de edad». Y así se lo ve. Enérgico. Joven. Su clásica melena renegrida y peinada de manera impecable y detallada; ropa sport que lo asemeja a los turistas que conviven con él en el hotel de Puerto Madero, donde se hospeda; y una figura, sin un gramo de más, y con una agilidad que desmienten sus años de vida. A la hora de posar, sentado sobre una mesa de estilo, propone posturas que bien podrían ser las de un avezado contorsionista. «Me siento bien. No sé cuánto tiempo me va a regalar Dios, pero quiero aprovechar cada día, cada momento, cada segundo. Yo sé que no tengo ni el pasado ni el futuro, pero cuento con el presente para disfrutar de las personas, motivarlas, aumentar su fe, sobre todo la del que está caído».

Éxodo

"Yo sé que no tengo ni el pasado ni el futuro, pero cuento con el presente para disfrutar de las personas, motivarlas, aumentar su fe, sobre todo la del que está caído"
«Yo sé que no tengo ni el pasado ni el futuro, pero cuento con el presente para disfrutar de las personas, motivarlas, aumentar su fe, sobre todo la del que está caído» Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Cichero/AFV

-José Luis, los millones de pobres son mayoría en el mundo. En este sentido, alguien puede leerte y relativizar tus palabras. ¿Cómo se cree en Dios en medio de la adversidad?

-Si respiras, si tienes agua, si despiertas cada mañana, eso es un regalo de Dios. Lo demás se busca como sea. El que busca, encuentra. Al que pide, se le da. Al que toca, se le abre.

-Hoy, nuestro país recibe a cientos de compatriotas tuyos, ¿qué mirada tenés de la situación de Venezuela en la actualidad?

-Al país más rico de América Latina llegó una aplanadora que se llama Chávez. Entre Fidel Castro y Hugo Chávez acabaron con el país. Lo destrozaron. Esta gente que lo está gobernando es delincuente. Son ladrones. Están arrancando a pedazos la riqueza de los venezolanos. Hay cuatro millones de venezolanos fuera del país, mucha gente joven con talento que se está escapando. La mejor inversión de un país es en el ser humano, en la juventud, en la educación. Ves niños que carecen de medicina y se mueren; ancianos que no tienen ni para la diálisis o los remedios; gente que busca comida en la basura en el país más rico de América Latina…

-¿Esa realidad no pone en crisis tu fe?

-Dios tarda, pero no olvida. Ellos van a pagar. Tanto los cubanos que están gobernando Venezuela, como los venezolanos que están delinquiendo descaradamente ante el mundo. No se puede tapar con un dedo lo que están haciendo. La derecha no es buena, pero la izquierda es peor. Hay que buscar el balance, el equilibrio, de esas dos corrientes. Sueño con un país sin políticos y con servidores públicos a los que se les paga para que te sirvan, no comerciantes de la política.

-¿Cómo ves a nuestro país?

-Amo a la Argentina, pero creo que se equivocó el Gobierno con las medidas económicas. Están las obras, pero no se ocupó del estómago de la gente y en lugar de achicar, se agrandó el Estado. No era el camino. Además, hay que darle seguridad jurídica y social a la empresa privada para que venga a invertir.

-El arte es parte de una militancia y un compromiso. ¿Lo vivís así?

-Uno no puede ser indiferente al hambre, a la pobreza, a la desigualdad. Nunca hay igualdad del todo, pero se tiene que aspirar a una igualdad de oportunidades para las personas.

Cantar de los cantares

"Uno no puede ser indiferente al hambre, a la pobreza, a la desigualdad"
«Uno no puede ser indiferente al hambre, a la pobreza, a la desigualdad» Fuente: LA NACION – Crédito: Santiago Cichero/AFV

-Volviste a grabar, otro acto de resurrección.

-Así es, hermano. Se trata de un disco acústico con temas que tenía ganas de grabar hace tiempo, con tres canciones inéditas, entre ellas «Agradecido».

-Un bello texto que te define y resume.

-Recoge en tres minutos, 56 años de carrera. Cada línea es una pintura de mi vida y lo que cuenta le puede suceder a cualquiera que le dedica tanto tiempo a lo que hace y termina descuidando a la familia, a los amigos, el amor, la fe, porque está envuelto en hacer dinero. La lección me costó mucho, casi la vida.

-¿Descuidaste tus afectos por priorizar la carrera profesional?

-Me pasó. Sé que perdí mucho el tiempo y quiero recuperarlo, si es que Dios me permite. Quiero reparar ciertas cosas, tuve tiempo de meditar muchísimo sobre estas cuestiones.

-¿De qué te arrepentís, puntualmente?

-De tantas cosas… Algo curioso que me sucedió es que, meditando, me venían recuerdos desde mis seis años. Era como una película que me estaban pasando de lo que había hecho. Perdoné y pedí perdón. Lloré mucho por cosas que había hecho. Fue como una limpieza espiritual que me estaba haciendo el Espíritu Santo. Fueron doce meses de ir del hospital a casa y de casa al hospital porque no tienes otra salida.

-Luego de esa experiencia catártica, ¿qué sucedió?

-Comencé a sentirme ligero, liviano. Como dice la canción: «Sigo siendo el mismo, pero vivo diferente».

-¿Qué pasó con los amigos durante la enfermedad?

-En «Agradecido» digo: «Bendito el que prefirió quedarse». Dios me limpió hasta de los amigos tóxicos.

-Los amigos del éxito, de la fama.

-Es como el político que está ejerciendo el poder y está rodeado de aduladores. Cuando cae del poder, no se queda nadie a su lado. O le quedan uno o dos.

-¿Te sucedió algo de eso?

-Sí, pero le doy gracias a Dios que me quitó a los que no eran amigos de verdad.

-A partir de tu fama internacional, de los millones de discos vendidos, ¿te mareaste seguido?

-Hay tres tipos de desobediencias: una es contra Dios, la otra contra el prójimo, y la tercera contra ti mismo. Eso es lo que se llama pecado. Fui mucho contra mí mismo, pero muy poco contra el prójimo. El «sí» me ha llevado a la destrucción. Viví para complacer a los demás, para no ser rechazado, para que me quisieran. Y esa es una forma de ego brutal. Buscaba quedar bien con todos para ser aceptado.

-Pero no quedabas bien con vos mismo…

-Me estaba matando hasta que aprendí a decir «no», a regalarme un «déjame pensarlo». Decir «no quiero», «no me gusta», es sano. Complacía a los demás y me estaba matando.

-En ese complacer al otro, ¿qué se enfermó más: la carrera o el ser humano?

-Me afectó en todo. El «sí, cómo no», me estaba llevando a la muerte. El «no» es vida. El «sí» es muerte.

-¿Es necesaria una cuota de egoísmo?

-El primer mandamiento te dice: «Ama a Dios por sobre todas las cosas». Y el segundo: «Ama a tu prójimo, como a ti mismo». Si tú no te amas a ti mismo, no puedes ayudar a los demás. Cuando se despresuriza un avión te exigen que te pongas primero la máscara y luego ayudes a los demás porque, a la inversa, estarías en problemas. Entonces no es egoísmo. Si tú no estás bien, no puedes ayudar.

Hablar de música implica que, indefectiblemente, el cantante vincule su arte con la fe que lo envuelve. Cada referencia al flamante Agradecido estará asociada a una reflexión espiritual. Incluso, cuando se refiere al cariño del público local: «Jamás me sentí extranjero acá. Nunca. Pero nadie es dueño del público, hermano. Decir ´mi público´ es escribir sobre el agua. El público es de quien lo venga a buscar y le dé cariño. Tengo que volver a recomenzar y conquistar al público argentino como la primera vez. No es que doy por sentado nada. No existe eso. El éxito no se construye por email o mensaje de texto. Es con la presencia, con el abrazo… Bueno, ahora no puedo abrazar mucho porque tengo las defensas bajas».

-¿Sentís que parte del público argentino te olvidó?

-No lo sé. Acabo de llegar de Chile y debo reconocer que el amor fue muy grande. Estuve ante siete mil personas y me hicieron llorar y reír. Pensaron que no iba a ir más y fui. Y aquí estoy, dando testimonio de que Dios existe.

-A partir de la operación, ¿cómo se encuentra tu capacidad de canto?

-Estoy bien, gracias a Dios. Moviéndome más, pero no puedo bailar como antes, lógicamente. Soy un empecinado cuando quiero algo, y muy riguroso.Si tú no estás bien, no puedes ayudar

-¿Me autorizás a develar tu edad?

-Claro que sí, chico.

-¿76?

-¡Sí!

-No solo estás muy bien, sino que mejor que el promedio de las personas de tu edad. ¿Cuál es el secreto?

-Tener buenos pulmones es importante.

-En el show, ¿estarán los temas de siempre?

-Serán dos horas y media de concierto con todas las canciones que la gente quiere escuchar.

-Sandro no tuvo la suerte que tuviste vos, aunque sus fans hubiesen querido tenerlo mucho más tiempo.

-El fumó mucho y lo suyo fue pulmón y corazón. Sandro fue un capo.

-En un versículo, Santiago dice que la vida es «neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece». ¿Qué importancia le otorgás al tiempo?

-¿Qué te entrega Dios? Un cheque en blanco. ¿Qué es eso? El tiempo, desde que naces hasta que mueres. Tú decides sobre tu tiempo. Yo malgasté una fortuna. Lo reconozco. Por eso, con mi enfermedad, me aislé. Hice ayuno de televisión. Antes, era adicto a la televisión. Perdí tanto tiempo viendo televisión para matar el tiempo, y el tiempo me estaba matando a mí.

-Conformaste un matrimonio fabuloso, tenés una mujer bellísima y tu salud, en plena recuperación. A tu edad, ¿cómo se vive el compañerismo, el erotismo y la sexualidad con Carolina?

-Todo tiene un tiempo, hermano. Todo tiene un tiempo bajo el sol. Hay tiempo para reír, hay otro para llorar, como dice el salmo. Hay un tiempo para dormir con la manito agarrada, y otra noche en la que te das la espalda, pero todo pasa. ¿Qué matrimonio no discute? El asunto está en respetar la privacidad de la otra persona y de aceptarla como es, con sus defectos y virtudes. No trato de cambiar a mi esposa ni ella a mí. Nos damos consejos. La escucho mucho porque la mujer tiene un instinto increíble. Si ella me dice: «Cuídate de tal persona». Eso no falla, no se equivoca.

-¿Te han traicionado mucho?

-Ella no se equivoca…

-¿Le hacés caso?

-¡Claro! No soy el macho y el resto no existe. Eso no es así. Cuando Dios creó a la mujer, no la sacó de nuestro intelecto para que la dominemos, ni la sacó de nuestros pies para que la pisemos. Hay mucho descaro de los hombres que agreden a la mujer. ¡Basta ya de eso! Eso da rabia. Dios la sacó de un costado nuestro para que fuese nuestra compañera.

-Con Ricardo Montaner mantienen caminos paralelos de estelaridad, matrimonios duraderos y fe cristiana.

-Ricardo es un hermano, al igual que Juan Luis Guerra, damos testimonio al Señor. A algunos no les gusta y a otros sí, pero a mí me importa la opinión que Dios tiene de mí. Converso mucho con el Espíritu Santo y tengo respuestas.

-¿Cómo se manifiestan esas respuestas?

-Por actos sencillos. Dios utiliza personas para darte señales o revelaciones. Dios utilizó al donante, a la familia del donante, a los médicos, a mi esposa, a mi asistente, al público que oró por mí. Dios utiliza a las personas para crear los milagros.

Fuente: Pablo Mascareño, La Nación