Plácido Domingo cantó y fue ovacionado en el Teatro Colón después de 24 años

El mítico cantante español, de 81 años, fue parte del ciclo Grandes Intérpretes. El público colmó la sala y lo aplaudió de pié. El domingo hará un concierto a beneficio de los damnificados por la guerra en Ucrania.

Plácido Domingo retornó al Teatro ColónEste jueves a las 20, a 24 años de su última presentación en el gran teatro argentino -cuando interpretó el papel de Loris en la Fedora de Umberto Giordano-, el mítico cantante español ofreció un recital en el marco del ciclo Grandes Intérpretes. Con él estuvieron la Orquesta Estable del Teatro Colón, dirigida por Jordi Bernàcer, y la soprano uruguaya María José Siri.

Fue largamente ovacionado, de pie por un teatro colmado, apenas salió al escenario.

El programa incluyó páginas de Giuseppe Verdi, Jules Massenet y Giordano, entre otros.

Muy emocionado, interrumpió con un gesto amable los largos aplausos y la tensión emocional recorrió de punta a punta la interpretación de la primera aria de la velada, Nemico della patria, de la ópera Andrea Chénier, la más popular de Umberto Giordano.

La leyenda del canto lírico estuvo acompañado por la soprano uruguaya María José Siri. También brindó una máxima emotividad en La mamma morta, de la misma ópera de Giordano. La velada musical comenzó con el color verdiano con la obertura I vespri siciliani.

El programa incluyó más de Giuseppe Verdi: Madamigella Valery (La traviata). Y​ Udiste?… Mira, d´acerbe (Il trovatore). De Héctor Berlioz, El corsario, Op. 21. También, O vin, dissipe la tristesse (Hamlet), de Ambroise Thomas. Y Pleurez pleurez, me yeux (El Cid), de Jules Massenet.

El público, que ovacionó al extenor y barítono varias veces, contó con la presencia estelar de la conductora Mirtha Legrand. El telón final fue especial. El cantante dijo: “No puedo cerrar el concierto sin cantar un tango”. Se escuchó Volver. Más aplausos y ensordecedores.

Plácido Domingo fue ovacionado en el Teatro Colon. Foto Emmanuel Fernández

El domingo a las 17, con la misma compañía, a la que se sumará la mezzosoprano argentina Guadalupe Barrientos, Domingo será protagonista de una gala a beneficio de los damnificados por la guerra en Ucrania. En esta oportunidad el programa, además de páginas de Verdi, Giordano y Francesco Cilea, incluirá un nutrido segmento con pasajes de zarzuelas célebres.

Considerado “El mejor de todos los tiempos”, según un jurado de dieciséis críticos convocados por la revista BBC Music Magazine en 2008, Domingo es sin dudas uno de los cantantes líricos más importantes de las últimas seis o siete décadas. El siglo XX lo tuvo como el elegido entre varias generaciones de figuras de la lírica que a través del disco conquistaron fama planetaria. El siglo XXI lo encontró consagrado e indiscutible en el mundo de la música internacional, prudentemente corrido al registro de barítono, profundizando su trabajo como director de orquesta y empeñado en cargos de gestión. Entre 1996 y 2011 fue director artístico y después director general de la Washington National Opera, y desde 1986 asesor artístico y después director general de la Ópera de Los Ángeles, cargo al que debió renunciar en octubre de 2019, acusado de acoso y abuso sexual, según una investigación de Associated Press.

Efectivamente, meses antes, el prestigio artístico del cantante se había visto comprometido, cuando la agencia norteamericana de noticias dio a conocer que una veintena de mujeres manifestaron haber sido víctimas de acoso y abuso de parte de Domingo en los últimos treinta años. El asunto no llegó a instancias judiciales ni en Estados Unidos ni en otra parte del mundo, aunque la investigación que la Opera de Los Ángeles encargó a un bufete de abogados independientes consideró “creíbles” las acusaciones, mientras el American Guild of Musical Artists (Sindicato Estadounidense de Artistas Musicales) concluyó que como funcionario Domingo abusó de su poder.

En febrero de 2020, el cantante aceptó públicamente “toda la responsabilidad” de sus acciones, tras “varios meses” de reflexión, y pidió perdón “por el dolor causado” a todas las mujeres que lo acusaron de abuso sexual. Según él, siempre creyó que todas sus “interacciones y relaciones” con mujeres eran “bienvenidas y consensuadas”. Exactamente lo opuesto a lo que indican los testimonios que, sin embargo, no llegaron a constituirse en denuncias.

Con el público dividido y bajado de cartel en numerosas casas de ópera, era fácil presumir el ocaso de una carrera artística sensacional. Sin embargo, después de recuperarse de la Covid, que contrajo a comienzos de 2020 y por la que estuvo internado-, Domingo relanzó su carrera. En diciembre de ese año participó de la inauguración de la temporada en la Scala de Milán y en enero del año pasado celebró sus 80 años cantando Nabucco de Verdi en la ópera de Viena, además de ofrecer numerosos recitales y galas líricas. Recibió el 2022 con actuaciones en el Teatro Massimo de Palermo, en Italia, donde interpretó Simón Boccanegra, en la ópera homónima de Verdi. También dirigió la orquesta en la reapertura de la Ópera de Budapest, aunque el Teatro Bolshói de Moscú canceló a último momento la Gala prevista para el 8 de marzo.

Plácido Domingo fue ovacionado en el Teatro Colon. Foto Emmanuel Fernández

Una vida para el canto

José Plácido Domingo Embil nació en Madrid el 21 de enero de 1941, en una familia de cantantes de zarzuela. Cuando tenía 8 años, sus padres, Plácido Domingo y Pepita Embil, emprendieron con la compañía de Federico Moreno Torroba una gira por México, donde más tarde se asentaron creando su propio grupo de zarzuela. Ahí comenzó la formación musical del niño Plácido -canto, piano, dirección-, que antes de decidir definitivamente su vocación fue jugador de fútbol y aspirante a torero, además de asomarse al periodismo, el teatro y el cine, sin dejar de participar en el coro de la compañía de zarzuela de sus padres y acompañar en grabaciones a cantantes comerciales.

En 1959, Domingo cantó como barítono en Guadalajara y dos años más tarde debutó como tenor en Monterrey, como Alfredo en La traviata, de Verdi. Poco después, se estableció junto a su segunda esposa, la soprano mexicana Marta Ornelas, en Israel, donde como miembro de la Ópera Nacional en poco más de dos años cantó 280 funciones con doce títulos diferentes. En 1966 fue protagonista en el estreno norteamericano del Don Rodrigo, de Alberto Ginastera, y al año siguiente, convertido en una promesa de la lírica, cantó en Hamburgo, Lima, Berlín, Santiago de Chile y Viena. En 1968 debutó en el Metropolitan de Nueva York, como Maurizio en Adriana Lecouvreur, de Cilea y al año siguiente inauguró la temporada de la Scala de Milán con Ernani de Verdi.

Domingo fue considerado “El mejor de todos los tiempos” por los criticos.

A partir de entonces, el tenor español desarrolló la carrera operística más importante realizada por un cantante no italiano. Cantó en los escenarios más importantes del mundo y supo poner a su arte por sobre clases sociales e incluso gustos musicales. Interpretó más de 150 roles diferentes -como tenor y barítono- y dejó registro discográfico más de cien óperas completas, además de una inmensa cantidad de trabajos dedicados a otros géneros, entre ellos el tango, la canción mexicana y la italiana, además de la zarzuela, género al que se dedicó con pasión y que llevó a importantes salas del mundo. Ganó varias veces el Grammy por sus grabaciones, es doctor Honoris Causa en numerosas universidades y fue reconocido con premios que van desde el Príncipe de Asturias a las Artes -que recibió junto a sus colegas Victoria de los Ángeles, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Pilar Lorengar y Alfredo Kraus en 1991- a la Insignia de Oro y Brillantes del Real Madrid Club de Fútbol, que le otorgaron en 2011. Desde 1993 tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.

El artífice

La dicción perfecta y el implacable sentido musical por sobre cualquier cuestión técnica hicieron de Domingo un cantante más amigo de la belleza que de las piruetas canoras. Entre el barroco y la música de su tiempo, como tenor o barítono encontró su zona de confort en la ópera italiana y francesa, -Donizetti, Rossini, Verdi, Berlioz, por ejemplo- aunque supo abordar a Wagner con personalidad, además de ser reconocido como un ejemplar Florestán en Fidelio, de Ludwig Van Beethoven. El repertorio ruso lo vio brillar como Herman en La dama de picas,de Tchaicovski, y el español en Margarita la Tornera, de Ruperto Chapí. También fue protagonista en el estreno de las óperas Goya, de Gian Carlo Menotti (1986), Divinas palabras, de Antón García Abril (1997), Nicholas and Alexandra, de Deborah Drattell (2003), y The First Emperor, de Tan Dun (2006).

En 1990, con motivo del mundial de fútbol en Italia, formó Los Tres Tenores, junto a José Carreras y Luciano Pavarotti. El trío marcó un hito en la música de su tiempo, dio la vuelta al mundo, cautivó a cientos de miles de espectadores, y vendió millones de discos y videos. El interés de Domingo por la divulgación de la ópera y el apoyo a jóvenes cantantes se tradujo también en el concurso de canto itinerante Operalia, que fundó y preside desde 1993, una usina de nuevas voces que ha tenido sede en París, Ciudad de México, Madrid, Tokio, Los Ángeles, Washington y Pekín, entre otras ciudades.

La relación de Plácido Domingo con el Teatro Colón y Buenos Aires comenzó hace 50 años, cuando el tenor ya consagrado llegó para interpretar a Don Alvaro en La Forza del destino, de Verdi. La Fanciulla del West en 1979, Otello en 1981 -en aquella visita también grabó un disco de tangos con arreglos de Roberto Pansera-, Tosca en 1982, Sansón y Dalila en 1997, y Fedora en 1998, además de un concierto multitudinario al pie del Obelisco en 2011, son las etapas salientes de la relación entre el gran cantante y una ciudad que renueva las expectativas por su regreso.

Fuentes: Agencias y Página 12.