Ricardo Arjona: aires de Lord inglés y espíritu de Redonditos de Ricota

Lo nuevo del cantautor guatemalteco, más independiente que nunca, sólo se puede escuchar completo en su propia plataforma. La primera parte de “Blanco y Negro” la grabó en los estudios Abbey Road, en Londres.

En octubre de 2011, Ricardo Arjona anunció que tras casi 20 años de relación laboral con las discográficas transnacionales emprendería una nueva etapa en su carrera, con base en su propia compañía, Metamorfosis. “Ser independiente no te convierte en un enemigo de la industria musical”, decía por entonces el cantante y autor guatemalteco. Y agregaba: «Uno puede dedicarse a quejarse o a intentar cambiar las cosas. Yo elegí parar de quejarme, intentarlo por mi cuenta y por eso estamos aquí”.

A casi una década de aquella decisión, Arjona canta: “Un financiero será el director / y quien decidirá el repertorio. / Plan de mercado / Lanzamiento mundial / Compren los views y la red social / después escuchamos el disco”. El Blues de la notoriedad, en el que su voz es acompañada por una armónica acrobática, es uno de los temas de Blanco, el nuevo lanzamiento del artista, que desde este viernes 29 de mayo está disponible en su propia plataforma digital, y que de a poco irá desvelando en todas las demás.

¿Cómo es eso? Pues bien, el hombre decidió que si es cuestión de ser independiente, mejor hacerlo del todo. Y apostó a que quienes quieran escuchar el disco nuevo entero ya mismo, tengan que ser parte de su club. “Si antes era una locura adquirir una membresía, hoy es una locura no hacerlo”, dicen desde www.mundoarjona.com, alentando su plan de fidelización. Si no, a esperar a que, a razón de una canción por semana, se vaya completando el combo en las plataformas habituales.

De los cafés de Buenos Aires a los bares de Londres. Un viaje que Ricardo Arjona reflejó en las canciones de "Blanco". (Foto: Gentileza Prensa)

De los cafés de Buenos Aires a los bares de Londres. Un viaje que Ricardo Arjona reflejó en las canciones de «Blanco». (Foto: Gentileza Prensa)

En la gacetilla de presentación del álbum, Arjona explica que Blanco es la primera mitad de un proyecto que se completará con Negro, y que desde el inicio de su realización su lema fue “díganme qué hay que hacer, para no hacerlo”, en relación directa con la idea de “ir por el camino de la dignidad aunque esto signifique topar con pared constantemente en un mundo donde la música es manejada más por financieros que por la emoción”.

“Estamos todos locos por suerte; nos garantizan un fracaso rotundo, por eso estamos todos tan animados”, escribió el cantautor, frente a las críticas por esa determinación.

Pero no es ese el único lujo que se dio Arjona con Blanco“Básico, como el blanco y negro de las cosas, fui grabar en el legendario estudio Abbey Road donde tantas obras maestras vieron luz, contar a 1, 2, 3, y 4  y grabar como en los viejos tiempos 24 canciones nuevas, dispuestas de buena manera a hacerse viejas en las manos de quien las haga suyas. ¿Afuera?, no sé bien qué es lo que pasa. No sé bien qué es lo que suena, pero sé perfectamente que me importa un carajoBlanco y Negro es el mejor disco de mi vida, y sin duda el mejor trabajo de los Arjona desde aquel 1855 (?) cuando nací”, cuenta en una miniautobiografía que acompaña el lanzamiento.

Será por eso, porque se seteó más que nunca en un plan “beatle”, que en su nuevo disco la instrumentación rockera impone su presencia desde el mismísimo comienzo, con Morir por vivir.

Después, claro, el álbum hace un zig zag que va del Arjona más clásico a algunas aventuras por fuera de su registro más acostumbrado. En el primer grupo, destacan temas como El amor que me tenía –“No quiero nada / después quiero todo / Después ya no sé”, canta sobre cuerdas, desde una Macondo personal, con su Arcadio Buen Día propio-, y también Tu retrato y No es el momento –“No es el momento, no es por cobarde, lo sabrás”-, otras dos baladas de Blanco.

Ni hablar de Hacer patria, con ese típico juego de palabras y de situaciones arjoniano que divide aguas entre quienes lo adoran, y quienes lo odian o desprecian casi por deporte.  “Está de moda la injusticia / y ya no sé si vengo o voy / Hacer patria es hacernos el amor”, canta. «No me sumaré a la gente solo por sobrevivir / Con mi mundo entre tus piernas y tus brazos por cuartel”, sigue. 100% Arjona.

El invisible es la historia del “suplente” que tercia en una relación, una historia que cuenta sin detalles escatológicos y con buena gracia; Hongos ya es una vieja conocida en la que el cantante se mete hasta con el mismísimo Dios, que parece que no tuvo un buen trip, y así nos hizo.

Tarot es el relato de una muerte en clave poética. “Era solo otra noche de esas, de un viaje por el miedo y el dolor / No pudieron ni el ácido y cervezas / inventarte un mundo mejor / Y se apagó la luz, y no volviste más”, dice la letra, sin destinatario directo. En cambio sí lo tiene Ella baila sola, en la que en clave tanguera Arjona dedicó a Verónica Luque, una niña curuzucuateña que se la peleó al cáncer, y con quien cantó una canción cuando fue a visitarla cinco meses antes de que murieran en noviembre de 2018. “La vida es un guacho que a veces te apaga/ No quiso rendirse como una entre mil / Quiso despedirse con la luz de abril”.

Como en todo disco, hay una fórmula que aplica a Blanco: una base instrumental potentísima que suena de manera impecable, algo que no es novedad en el universo del guatemalteco; un repertorio bien balanceado entre capítulos dedicados al amor más apasionado, a los desencuentros y las idas y vueltas de cualquier relación más o menos viva y a lo que pasa más allá de las paredes del propio encierro; una orquestación ambiciosa pero que afortunadamente no lo cubre todo de la típica miel de mil violines; y Arjona, que a pesar de sus diferentes versiones nunca deja de serlo.

Sobre el final, un mellotrón que bien podría uno imaginar que es el mismo que usaron los cuatro más famosos de Liverpool para Strawberry Fields Forever, algunas menciones de The Rolling Stones, una guitarra slide al estilo de George Harrison, un piano que parece que ya escuchamos tantas veces, varias secuencias de acordes beatles que son parte del ADN de varias generaciones y una coda a lo Hey Jude nos recuerdan que la química de Blanco se completa con la atmósfera mágica de Abbey Road que reconstruye cada guiño de Batichica, el tema que cierra el álbum.

Un pequeño gran gusto que se dio el artista, y que seguro le va a encantar a sus fans. Así funciona; y está muy bien.

Fuente: Clarín