Series y películas: la pantalla como máquina del tiempo

Distintos críticos de espectáculo analizan y recomiendan films y series que nos sumergen en nuestra la historia reciente.

Una película sobre la Segunda Guerra, sin una sola escena de combate

Por Marcelo Stiletano

Una vida oculta (A Hidden Life) es la contracara perfecta de Hasta el último hombre, otra película reseñada en estas páginas sobre hechos reales ocurridos en tiempos de la Segunda Guerra Mundial alrededor de casos de objetores de conciencia. La mirada piadosa y beatífica que la obra de Terrence Malick fue adoptando en los últimos tiempos aparece como el vehículo ideal para retratar desde el cine el calvario de Franz Jägerstätter, un granjero austríaco casado con una mujer de profundas convicciones religiosas y con tres hijos, cuya vida tranquila en un pequeño pueblo rural quedó alterada para siempre con la llegada del ejército nazi.

Desde el comienzo de un relato que transcurre durante casi tres horas, Malick observa el derrotero de Jägerstätter y su cada vez más profundo enfrentamiento con los nazis a través de esos planos majestuosos y cargados (a veces con exceso) de trascendencia que denotan de inmediato cuál es la sensibilidad que quiere atrapar en sus personajes. Así como Mel Gibson recurre a la crudeza más extrema para mostrar con espíritu religioso la profundidad del sacrificio de un hombre hacia sus semejantes en peligro, Malick opta por el camino opuesto, que adquiere la misma radicalidad y el mismo sentido: no hay en toda la película ni una sola escena de combate. La ocupación del pequeño enclave rural austríaco por parte de las fuerzas alemanas, la desconfianza que va creciendo entre los pobladores frente a la actitud de Jägerstätter y el destino trágico del protagonista expresan desde otro lugar, menos realista y más poético, el sinsentido y la crueldad de toda guerra. (Disponible en Claro Video y Google Play)

El film sobre la trama de Umberto Eco en la Edad Media: un clásico por partida doble

Por María Fernanda Mugica

«Un palimpsesto de la novela de Umberto Eco«. Así se presenta El nombre de la rosa, de Jean-Jacques Annaud. No como una adaptación ni como un film inspirado en la obra del escritor y especialista en semiótica italiano. La declaración tiene algo de ingenio, un guiño al espíritu de la novela, pero también es un descargo. Uno que, tal vez, valga para todas las adaptaciones cinematográficas: se trata de borrar el viejo texto para volver a escribir encima de él. La versión fílmica del libro se concentra en la trama detectivesca. En pleno siglo XIV, el monje franciscano William de Baskerville (Sean Connery) y su discípulo Adso (Christian Slater), cumplen con sus papeles de Sherlock Holmes y Watson en la investigación de una serie de crímenes en una abadía benedictina en Italia. La pesquisa es central pero también funciona como excusa narrativa. Tentando al espectador con la simple curiosidad de saber quién cometió los asesinatos y por qué, se lo expone a un abanico de temas filosóficos y religiosos, además de múltiples referencias literarias.

La exhaustiva recreación de la Edad Media de la novela histórica tiene su correlato en la película, que representa a la época de forma visceral, con tendencia hacia lo grotesco. Pero más allá de la detallista representación visual del pasado, son los temas centrales del film los que incitan a la labor historiográfica de mirar hacia atrás para entender el presente. Lo que está en juego a cada momento es la verdad y la discusión de tópicos tan actuales como los fanatismos y el desprecio al conocimiento, confrontados al apego a la razón y el afán por aprender. (Disponible en HBO Go)

Nueva temporada de intrigas palaciegas en la monarquía británica

Por Natalia Trzenko

Hace cuatro temporadas que la serie de Netflix permite a los espectadores espiar algo de lo que sucede detrás de las puertas de los palacios de la monarquía inglesa y aporta varias respuestas a la morbosa curiosidad que genera en el público la intimidad de la reina Isabel II y su familia. Claro que todas esas revelaciones quedan en el terreno de la ficción. Peter Morgan, creador de The Crown, puede conjeturar sobre los vínculos de los Windsor, pero lo cierto es que no existen certezas sobre su comportamiento fuera del ojo público. En cambio, los acontecimientos históricos retratados en los episodios sí fueron documentados por la prensa y escritos académicos que analizan a la sociedad británica. Y esos hechos, menos glamorosos tal vez que las desventuras de la realeza, son los que constituyen la columna vertebral de todo el relato.

En la primera temporada John Lithgow interpretaba al poderoso Winston Churchill que, elegido para un segundo mandato, debía adaptarse a la joven reina, un cambio sustancial para el mandatario acostumbrado a lidiar con su padre, Jorge VI. En las siguientes temporadas, un personaje menos conocido del pasado político de Gran Bretaña, el primer ministro laborista Harold Wilson (Jason Watkins), demostró la limitada comprensión que tenía la reina de su imagen pública. Y aun en los episodios recientemente estrenados, repletos de hechos y personajes contemporáneos, la serie se toma el tiempo para profundizar en el contencioso lazo con Margaret Thatcher (Gillian Anderson) y en un recorrido narrativo que permite conocer en detalle las motivaciones de esos personajes fundamentales para la historia del siglo XX. (Disponible en Netflix)

El drama bélico de Desmond Doss, un soldado que se juega entre la religión y las armas

Por Marcelo Stiletano

No debe haber otro caso como el de Desmond Thomas Doss en la historia de las personas comunes y corrientes llamadas a servir a su país (Estados Unidos) en caso de guerra. Doss obtuvo en 1944 una medalla al mérito por haber arriesgado su vida para salvar a 75 de sus compañeros que luchaban bajo fuego en la terrible batalla de Okinawa, uno de los enfrentamientos claves del frente japonés en la Segunda Guerra Mundial. Doss logró esa proeza sin disparar un solo tiro. Y no disparó en ningún momento porque sus convicciones religiosas le impedían manejar un arma. Así y todo, nunca quiso tomar distancia de la guerra y mantuvo todo el tiempo su decisión de sumarse a las filas del ejército en ese momento crucial del siglo XX.

La extraordinaria historia de Doss, un objetor de conciencia dispuesto al mismo tiempo a alistarse como soldado, fue elegida por Mel Gibson para su quinta película como realizador, Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge). Detrás de las cámaras, Gibson siempre mostró una sensibilidad especial por representar en imágenes el sacrificio religioso y el heroísmo como hechos inseparables. Con su gigantesca voluntad, sin el apoyo de ningún gran estudio, Gibson logra aquí una formidable pintura de guerra con un realismo pocas veces visto y extrae de su protagonista, un Andrew Garfield comprometido al máximo, todo lo que puede dar. La incomprensión que despierta la actitud de Doss entre sus semejantes (el resto de los soldados y sobre todo sus oficiales superiores) es paralela a la que todavía despierta Gibson como cineasta. Obtuvo en 2016 seis nominaciones al Oscar y ganó dos (edición y edición de efectos de sonido). (Disponible en Netflix, HBO Go, Movistar Play y Amazon Prime Video)

Dickinson, una mujer moderna encerrada en un mundo que no puede comprenderla

Por Natalia Trzenko

Figura emblemática de las letras anglosajonas, heroína de la poesía y personaje histórico cuya leyenda aporta muchas conjeturas pero escasas certezas, Emily Dickinson es el centro de esta comedia que, como su obra, toma riesgos creativos inusuales para contar su historia. Protagonizada por Hailee Steinfeld, la serie imagina la vida de la escritora moldeada por los mandatos familiares y la sociedad de mitad del siglo XIX y como aun en ese contexto hostil para el desarrollo artístico femenino acumuló una obra brillante que solo se conoció después de su muerte. La tragedia de esa genialidad condenada al anonimato es tomada por Alena Smith como punto de partida para construir al personaje que parece existir entre las palabras y las frases de sus poemas. Para hacerlo utiliza un tono cercano a la comedia y un estilo de escritura rupturista, un homenaje al cuadrado. Así, liberada del corset de los relatos biográficos, Dickinson hace que su personaje central hable con modismos y expresiones actuales, una mujer moderna encerrada en un mundo que no puede comprenderla.

En la primera temporada -habrá dos más-, cada episodio lleva el título de un poema y ensaya una hipótesis sobre sus fuentes de inspiración. La muerte, el deseo y la opresión ponen en marcha la imaginación de la escritora que Steinfeld interpreta con notable habilidad. Ese espíritu peculiar se contagia a la puesta en escena de esta ficción que juega con la expectativa de los espectadores, sean o no conocedores de la escritora, al musicalizar sus desventuras con canciones de hoy que integran una banda de sonido exquisita. (Disponible en Apple TV+)

El retrato de Jackie Kennedy, frente y perfil de un personaje que fue más que un ícono

Por María Fernanda Mugica

Jackie toma vodka; se prueba ropa y joyas; escucha el disco del musical Camelot; fuma; llora. Su marido, el presidente de los Estados Unidos, acaba de ser asesinado de un tiro en la cabeza, al lado de ella, mientras recorrían Dallas en un descapotable. Durante el día, la saliente primera dama intenta guardar la compostura, mantener su idea de dignidad en el dolor, cuidar de sus hijos y asegurarse de que el legado de su marido no quede opacado por la tragedia. Pero esa noche tiene un tiempo para ella misma, para dar rienda suelta a esa explosiva combinación de estrés postraumático, desolación por la pérdida del hombre que amaba y tristeza por tener que abandonar la Casa Blanca.

Sobre esa dualidad se asienta el retrato de Jaqueline Bouvier Kennedy que presenta Pablo Larraín en su película Jackie, escrita por Noah Oppenheim. Detrás del mito, no solo hay una mujer: hay una mujer que terminó de construir al mito. Natalie Portman hace una interpretación con algún elemento de imitación (sobre todo en la peculiar forma de hablar), pero que se aleja del naturalismo para extraer una esencia cruda del personaje. Es difícil saber cómo fue la verdadera Jackie; se mantuvo lo más reservada posible dentro del escrutinio al que estuvo sujeta desde que se casó con John Fitzgerald Kennedy. Pero en la potencia y vulnerabilidad que expresa Portman, apoyada por un guion y puesta en escena precisos, parece acercarse a cierta verdad antes desconocida. Como muestra la película, la mujer que se convirtió en uno de los íconos de estilo más admirados del siglo XX, tuvo enorme coraje a la hora de exponerse en un funeral público con tal de que JFK tuviera una despedida legendaria, digna de un rey Arturo moderno. (Disponible en Netflix).

Fuente: La Nación