Con menos actividades concentradas en oficinas, restricciones de las propuestas culturales y una reducción de las visitas turísticas producto de la pandemia, el centro porteño dejó de ser escenario de conglomeraciones y muchas de sus librerías tuvieron que repensar sus formas de comercialización y rediseñar estrategias para solventar su funcionamiento, aunque en muchos casos quedaron cerca de un posible e inminente cierre.