Aquel 20 de septiembre de 1997 un estadio de River colmado era testigo privilegiado de una noche marcada por las sensaciones y la música de Zeta Bosio, Charly Alberti y un Cerati al que todavía se lo extraña demasiado
Es el quinto disco de estudio, que lejos de inaugurar una instancia nostálgica a nivel musical, actuó como una suerte de envión para la etapa «sónica» que llegaría con su posterior producción.