Con el antiguo Mercado y el arte urbano, las calles cuentan su historia. Además, abrió una muestra sobre su rol como semillero de artistas. Postal. Una versión de la eterna sonrisa del Morocho del Abasto, en un mural de Marino Santa María.
Siento que no tengo a quién contarle que tengo miedo, o angustia, o que me siento mal», dice Ana, de 28 años, publicista. «No es que no tengo amigas, tengo… pero es como que si decís que estás mal te dicen que seas positiva, que pienses en lo bueno, que te mejores… y a veces me dan ganas de contestar: ¿no hay permiso para estar triste?».