El 3 de junio de 2001, 38 años después de su muerte, el cuerpo del “Papa Bueno” fue sacado de las catacumbas de la Basílica de San Pedro, colocado en una urna de bronce y cristal y llevado ante una multitud en la Plaza vaticana. Pero la ovación se transformó en grito -”¡Milagro, Santo!”- cuando todos vieron que Juan XXIII estaba intacto, inmune ante la fiereza de la muerte