Bajo el karma de la perfección

Nota a la escritora Tatiana Goransky sobre su libro “Los impecables”. Por: Matías Crowder, desde Girona, España, para Diario de Cultura.

La excelencia como el horizonte remoto y lleno de espejismos al cual dirigirse, es allí donde se halla el purgatorio de las obsesiones narradas en la novela “Los impecables”, de Tatiana Goransky (Buenos Aires, 1977). Se trata del último libro de la escritora y cantante de jazz argentina, partitura sincopada y atrapante de las obstinaciones humanas. 

El ball boy sigue atento el set al final de la cancha de polvo de ladrillo. En su mente se dispara la imagen de Roger Federer, a quien idolatra, el repaso de una rutina segura y confortable de entrenamientos y el sueño de llegar a ser un ball boy de Roland Garrós. Ha dejado su carrera de tenista profesional para dedicarse a ello, y su obsesión le pide ser el mejor “atrapapelotas” de la historia en el fascinante relato “Ball boy, tragedia en polvo de ladrillo”.

La segunda novelle es una verdadera conjunción de estilos y formas. Swami Nettan funda una comunidad en el interior remoto de Argentina y requiere del albino Saulito para encontrar agua. El albino Saúl tiene el don de hallar agua bajo tierra, de saber dónde está sin oírla ni velar. Juan, el Capitán, hijo de Saulito, terminará de marino en Mar del Plata en busca de un tesoro. El otro hermano será Abel, el buzo, sometido a un riguroso entrenamiento de sumersión en aguas turbias. La periodista Luisa Blumes es la encargada de escribir sobre la tragedia del barco y un mapa biográfico de los Expósitos cuya autora titula “El don del agua”.

Dos historias que giran en torno a un mismo tema, el de la perfección. Protagonistas neuróticos que rozan la psicosis, las narraciones se funden en un acantilado de manías y situaciones límite. Impecables son aquellos que no tienen máculas, o cuya obsesión por la perfección las esconde.

La autora, Tatiana Goransky, afirma que, al menos en la vida cotidiana, ella no es una perfeccionista al límite como sus personajes, aunque sus textos y su perfección al narrar le pongan en evidencia. “La vida diaria me reclama, por suerte, cintura e imaginación. Sortear los obstáculos de vivir en una sociedad como ésta, demanda tener en claro al menos una premisa: nada sale exactamente como uno lo espera. A la hora de escribir, la búsqueda de la perfección es un motor, una construcción que utilizo para proporcionarme largo aliento”.

Las obsesiones siempre esconden pulsiones oscuras del alma humana, a lo que la escritora argentina comenta: “mis obsesiones quedarán en el ámbito de lo privado, pero si supiera lo que esconden dejaría de escribir”. “Sé que el espacio de control y descontrol que me permite la hoja en blanco es un lugar que no me gustaría perder. Es interesante pensar por un lado que la escritura es libertad en su estado más puro, cuando, al mismo tiempo, creo que no hay lugar en dónde me ponga más restricciones y arme más estructuras que al encontrarme frente al papel”, afirma.

Heterogénea al límite, Tatiana  Goransky comenzó en sus inicios escribiendo reseñas de libros eróticos y películas porno. Durante trece años llevó la columna Séxodo, traducida a varios idiomas. Autora de las novelas Lupe María T (2005), comenzó a llamar la atención de los radares literarios tras la publicación de ¿Quién mató a la cantante de jazz? (2008), donde  sobresale su habilidad por saber introducirse en mundos distintos en cada narración. El jazz, otra de sus pasiones, le ha acompañado durante toda su vida y se conjura en su pluma.

“Nunca pude amigarme con la idea de que hay que concentrarse en una sola cosa, creo que hay que explorar todo lo que nos interesa, todo lo que despierta nuestra curiosidad”, dice la autora confirmando su variedad narrativa. “No tengo miedo de ganarme el derecho de piso una y mil veces, no mientras tenga la energía suficiente para poder seguir saliéndome de la página. Al final, en mi caso, los diferentes oficios terminan cruzándose para alimentarse entre sí”.

El tempo, el manejo de la cadencia, las estructuras que dan lugar a los solos, los silencios y los textos corales se entretejen armando melodías y estructuras narrativas, claro ejemplo de escribir explorando el mundo como si se desentrañara parte de su misteriosa partitura.

Por: Matías Crowder, desde Girona, España.

Fotografía: Ale Meter.