Claudia Piñeiro: «La clave para aprender a escribir es leer, leer y leer».

Celebrando el Día Internacional del Libro, Daniel López y Adriana Muscillo entrevistaron a la escritora más leída de la Argentina en la 42º edición de la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires, durante el programa de radio Ruta Nacional, que se emite los sábados de 16 a 18 horas por Radio Nacional de Argentina.

La autora de numerosos éxitos como Las viudas de los jueves (2005), Betibú (2011) y Un comunista en calzoncillos (2013), solo por citar algunos, se acercó al móvil que la emisora tiene instalado frente al pabellón verde de la Feria y conversó con los periodistas sobre su experiencia en la métier.

DL: – Estás como en tu casa, es la fiesta de cada año.

CP: – Este año es la tercera vez que vengo.

DL: – La primera vez en tres días, osea, todos los días prácticamente. La invitada permanente. Además sos una muy conocedora de las ferias del mundo.

CP: – Sí, me ha tocado ir a unas cuantas.

DL: – Y ¿cómo comparás la feria de Buenos Aires con las de otras partes del mundo?

CP: – Todas son muy diferentes. Si tuviera que elegir una, a la que es más parecida es a la de Guadalajara. Porque son ferias que están pensadas para el lector. La de Guadalajara también tiene muchos negocios, mientras que la de Buenos Aires tiene menos. Pero la gran diferencia con la Feria de Francfurt o la de Londres es que son ferias para hacer negocios. Van a comprarse derechos, van los agentes. Ahora, con la existencia de internet, vos decís: ¿para qué siguen viajando?, parecen mesas de dinero donde tienen mesitas chiquititas, uno se sienta, le habla rápido, le quiere vender el libro, vos mirás las agendas de los agentes y tienen reuniones cada diez minutos. Parece la bolsa, es todo negocios. Y vos decís: ¿esto qué tiene que ver con el libro?

DL: – No es una fiesta popular como acá…

CP: – No, por ejemplo, en la de Francfurt el último fin de semana el público tiene libre acceso. Además, hay un evento al que van disfrazados porque es un evento de cómics, ves a un hombre de 60 años disfrazado de Batman y es muy gracioso y la de París es una mezcla pero, al lado de la de la Buenos Aires, parece chica. Y lo otro que tiene la Feria de Francfurt es que el último día regalan los libros porque el flete es carísimo, no les conviene llevárselos de vuelta. Cuando fuimos, estábamos todos desesperados a ver qué nos podíamos llevar.

DL: – Este año no presentas un libro nuevo.

CP: – Sí, mañana presento una reedición de Las viudas de los jueves que es nueva, en el sentido de que tiene una nueva tapa, tiene algunas intervenciones de personas que hablaron sobre el libro, es un libro diferente, muy bonito, hicieron una edición preciosa pero es el mismo contenido. Pasaron diez años y el libro sigue vivo.

DL: – Y la película lo reimpulsó…

CP: – La película lo reimpulsó y a mí me llaman mucho de los colegios, que lo están leyendo en 5to año y, también, en algunas universidades osea que siguió vivo pero por otros motivos también y vale la pena festejarlo.

DL: – ¿Y en qué estás trabajando para presentar en la próxima Feria del Libro?

CP: – Estoy escribiendo una novela que me está llevando mucho trabajo. Hoy hablaba con Ricardo, mi pareja, que hay novelas que vos te sentás y ya sabés por dónde sigue y, más o menos, ya sabés cuánto te falta en tiempo.

DL: – Fluye con cierta facilidad…

CP: – Más allá de si fluye o no, vos sabés más o menos cuántos capítulos más tendrá y hacia dónde va. Con esta novela, tengo tanto en la cabeza -y no es que no fluye- pero me falta tiempo para bajar todo lo que tengo en la cabeza. Me está preocupando. Mi idea era terminarla para fin de año.

DL: – E irte de vacaciones tranquila…

CP: – Yo tengo casi una cábala: termino en año par y publico en año impar. Hasta ahora, todas mis novelas fueron así. Pero, bueno, a lo mejor este no es el caso. Tengo mucho material, mucho para seguir trabajando, para retrabajar.

DL: – ¿Es un policial?

CP: – Tiene algo de policial, como todo lo que yo escribo, donde siempre matan a alguien, pero yo no diría que es una novela policial. Mempo Giardinelli, en una conferencia que dio en México sobre el policial, decía que, en Latinoamérica, cualquier escritor que esté más o menos atento, escribe novela social y novela policial porque, mirando para los costados, siempre tiene material. La novela policial da mucha cuenta del estado de la sociedad. Antes, en la novela policial, para averiguar quién mató a alguien tenías que ir a las pistas. Ir viendo quiénes eran los sospechosos, como los personajes de Agatha Christie. Después vino la época de Chandler, donde el investigador salía a la calle a embarrarse, a ensuciarse, a emborracharse, para dilucidar qué pasó. Y ahora, todas las novelas policiales tienen mucho de psicológico pero también mucho de social, Mankel para contar  determinados asesinatos en Suecia tiene que contar la sociedad donde vive. Vos no terminás de contar una sociedad si no contás los crímenes que allí se cometen. Y, para contar un crímen, también. Por ejemplo, en Oslo, hace unos años, un tipo entró a un campamento de jóvenes, sacó una pistola y mató a no sé cuántos, todos nos horrorizamos, por supuesto, ellos también pero es un tipo de crimen –como los que ocurren también en Estados Unidos, que son de otra sociedad, que a nosotros no nos pasa y que nos llama la atención. Y a ellos les llama la atención que acá se hayan apropiado bebés, que haya desaparecido tanta gente durante la dictadura. Digamos que las sociedades nos tenemos que hacer cargo de esos crímenes que se producen dentro de lo que somos nosotros.

DL: – ¿Y cómo estás viendo la realidad argentina y latinoamericana en este momento tan especial y que, como decís, influye en tu novela?

CP: – Yo veo que está todo como el agua en ebullición. Hay mucha ebullición por todos lados y todavía cuesta saber cuándo va a ser la próxima calma. Con el tema de la corrupción en distintos países, uno no termina de entender. Si hubo corrupción en Brasil, está muy bien que hagan juicio pero después ves a los diputados votando, las cosas que dicen en el Congreso de Brasil, uno votó por Fulminense y decís, ¿qué está pasando acá?

DL: – En todo caso, están por correr a una presidenta por un caso muy lejano a la corrupción, porque se trata de una maniobra por un manejo presupuestario, justamente se acusa a uno de los personajes políticos que no está implicado en casos de corrupción.

CP: – Es realmente impresionante lo que pasó en el Congreso en Brasil y está toda Latinoamérica así, sin saber cuándo viene el próximo remanso.

AM: – Claudia, hay algo que me llama la atención que es cómo se originan las cosas, cómo nacen, cómo es que uno se convierte, por ejemplo, en escritor. He leído que, en un viaje de trabajo a San Pablo donde tenías que hacer una auditoría, como Gerente de administración, decidiste que ibas a dedicarte a escribir. ¿Cómo fue ese momento?

CP: – Yo escribo desde que sé escribir, me parece que, para algunos escritores, la escritura es casi ontológica. No podés ser la persona que sos si no escribís. Después, ante esa necesidad de escribir, tuve que aprender a escribir porque una cosa es escribir y otra cosa es hacerlo bien.

AM: – ¿Y cómo se aprende a escribir?

CP: – Leyendo, en mi caso, al menos. Hay gente que hizo la carrera de letras y, seguramente, eso la habrá ayudado, si bien la carrera de letras no está pensada para enseñar a escribir, el hecho de la cantidad de información y la cantidad de literatura que leés, y de cómo la leés, me imagino que te ayudará. Para los que no hicimos ese camino, es leer de una manera caótica, bulímica, todo lo que te llega, siguiendo los pasos que te va marcando un maestro. Yo hice mucho taller literario. Primero, con Enrique Medina pero con el que hice más tiempo y a quien yo reconozco como mi gran maestro es Guillermo Saccomano. También estudié con Mauricio Kartun dramaturgia. Vas haciendo caminos por fuera de lo institucional. Pero, sobre todo, leer, leer y leer. Y, cuando iba a San Pablo, iba leyendo el Ámbito Financiero, que es el diario que leemos los contadores, y vi el recuadrito chiquito que decía Editorial Tusquets, concurso de novela y dije: “¡bueno, basta! Vuelvo y pido una licencia y escribo una novela”. Y, cuando volví, pedí la licencia, en ese momento no había internet, no podías rápidamente buscar las bases del concurso fácilmente, tuve que irme hasta Tusquets que, en ese momento quedaba pasando Barracas, era lejisimos, para pedir las bases y era un concurso que se llamaba “La sonrisa vertical”, que ahora van a lanzar de nuevo la colección, que era sobre literatura erótica. Así que, además de escribir la novela, tenía que ser erótica y eso ya me agregó una complicación más.

DL: – ¿Te sorprendió tener tanto éxito pronto, o estabas preparada?

CP: – No, nunca estás preparado. Las viudas de los jueves vendió más de 500 mil ejemplares. Yo creo que ningún escritor debe estar preparado para que pase algo así. Y lo que pasó es una suma de cosas. Está el libro pero también hay una suma de cosas que hicieron que ese libro lo quisiera leer tanta gente…

DL: – Sí, como la película. ¿Te gusta que tus libros vayan al cine?

CP: – Sí, me gusta.

DL: – ¿Te gusta estar atenta a cómo se modifica el libro?

CP: – No, me gusta que me muestren, al final, cuál es el guión y sorprenderme con la película pero me parece que es meterte demasiado en el trabajo del otro. El libro es la base que toma el director para hacer otra cosa. Si vos estás demasiado encima del director estás metiéndote en el trabajo de él.

DL: – Pero, ¿te enoja que te cambien mucho?

CP: – Sí, pero en privado.

(Risas)

AM: – Es que una vez finalizada la obra, el escritor murió, simbólicamente. La obra está finalizada, ahora es de ustedes: tómenla, interprétenla, háganla…

CP: – Eso que decís es tal cual. Yo lo noté, por primera vez, acá, en la feria del libro porque, cuando salió La viuda de los jueves, el libro salió cerca de diciembre, vino todo el verano, hubo presentaciones pero todavía la gente lo empezaba a leer. Cuando llegué a la feria en marzo, en la feria del libro, cuando se hizo la presentación oficial, después de todo el verano, que lo había leído todo el mundo, me siento y la gente me empieza a hacer preguntas y me empieza a decir cosas del libro que, para mí, no tenían nada que ver con lo que yo había escrito. Y ahí sentí que el libro ya no era mío. Porque, aparte, yo no le podía decir: No, no es como vos pensás porque es una conclusión que sacó la persona. Sartre decía que, si no estuviera el lector, que mete las palabras escritas en su cabeza, lo que escribimos no sería más que manchas negras sobre un papel.

AM: – Exacto, cada lector hace su propia interpretación y, entonces, existen tantas historias, tantos libros, tantas posibles versiones como lectores.

CP: – Y, en ese sentido, el director de una película es un intérprete más.

DL: – ¿Te gusta el contacto con la gente cuando firmás libros y demás? ¿Te enriquece o te molesta que tanta gente te quiera hablar?

CP: – Hay de todo. Hay gente que te enriquece y hay gente que te viene con un montón de libros que quiere que los leas. A veces es difícil satisfacer lo que el otro te viene a pedir.

DL: – Otros autores que tratan de aprovechar la situación…

CP: – Sí, yo lo entiendo, todo el mundo quiere ser leído. Lo que pasa es que el tiempo es limitado y, entre los libros que vos querés leer, los de tu trabajo, los de tus amigos más los que te traen ellos, es imposible.

DL: – ¿Leés mucho, habitualmente?

CP: – Leo mucho pero la verdad es que no llego a leer la cantidad de cosas que debería leer.

DL: – Pero ¿tenés una especie de obligación que te imponés a vos misma, de tantas horas por día o lo hacés por placer?

CP: – No, sabés que ese es un buen método que lo voy a adoptar. He viajado varias veces con Martín Cohan. Él, por ejemplo, va hasta la Patagonia en un colectivo. Yo voy descompuesta y él va con el librito apretado contra la ventana leyendo y le digo:”Por qué hacés esto?” Porque él tiene un método que consiste en leer, como mínimo, una hora por día y una hora por día es mucho. Parece que no pero hay que dedicarle una hora por día, todos los días de tu vida, a la lectura. Es un montón.  Y, quizás, es más que eso pero, como obligación, me pareció un método extraordinario. Siempre digo que hay que aplicarlo como cuando decís, no sé, hago gimnasia, u otra cosa. Daniel Pennac, que tiene libros muy interesantes sobre el derecho del lector, sobre el derecho de editar un libro, etcétera, dice que la lectura es tiempo robado. Que hay gente que dice: “Yo no leo porque no tengo tiempo” y que eso es falso en el sentido de que siempre le tenés que robar el tiempo a otra cosa para leer y es como si vos dijeras, no me enamoro porque no tengo tiempo. Hay que hacerlo igual y robarle el tiempo a otra cosa.

AM: – Como decías antes, la lectura es para los escritores -y para los lectores- una necesidad, como una necesidad fisiológica. No podés no leer, siempre tenés que tener un libro en la mano…

AM: – Y ese mismo método de dedicar una hora por día a la lectura, ¿se puede aplicar a la escritura, como mínimo, escribir una hora por día?

CP: – Yo tengo esa idea. Obligarse, no en el sentido de venir con un silicio a y me voy a flagelar en la espalda pero yo no creo en eso de que hay que esperar la inspiración para sentarte a escribir. Porque, por ejemplo, yo ahora estoy escribiendo una novela. Si yo me siento tengo cosas para hacer. A lo mejor no sé la próxima hoja que voy a escribir pero tengo para corregir, para buscar material, tengo para hacer un montón de cosas sobre lo que ya escribí, tengo ciento y pico de páginas escritas, que las corrijo permanentemente entonces, si no voy para adelante, puedo seguir recorrigiendo y revisando para atrás. Me parece que eso de sentarse, esa cosa del 10% de inspiración y el 90% de sudor es así. Me parece que el que está fuera de la escritura cree que uno se inspira y te dice: “Claro, vos eras contadora y un día se te ocurrió escribir”. No, te la pasas escribiendo como un trabajador.

AM: – Claro, es parte de tu vida. Y, ¿hay un momento del día ideal para escribir?

CP: – Antes, cuando mis chicos eran chiquitos, el momento para escribir era cuando los dejaba en el colegio. Ahora que ya son grandes y no me dan bolilla, me desordené un poco. Me pongo a escribir en cualquier horario. Me quedo dormida con facilidad pero soy capaz de despertarme a las 4 o a las 5 de la mañana y, a esa hora, ponerme a escribir.

AM: – Porque a esa hora el inconciente estuvo trabajando en los sueños y usás ese material.

CP: – Sí, es muy buena esa hora para escribir.

AM: – Te despertás y tu inconciente está todavía a flor de piel…

DL: – Claudia, muchas gracias por estar con nosotros. Ahora tendrás el baño de la multitud que te espera.

AM: – Muchas gracias, Claudia, un gusto enorme.

CP: – Gracias a ustedes.