El Flautista de Hamelin   (Parte 1)  Por: Estela Telerman, especial para Diario de  Cultura

Hameln  (*) (Hamelin en castellano)  es una  pequeña, antigua  y muy pintoresca ciudad  de 58.000 habitantes  situada en Baja Sajonia, Alemania, a orillas del río Weser. En el pavimento de sus calles podemos encontrar miles de animalitos  pintados que nos  indican el camino hacia  diversas atracciones que ofrece la ciudad.

Varios personajes  están asociados con  Hamelin. En  1725 , un niño  había sido  “cazado” en los bosques de los alrededores de  la ciudad. Lo llamaron Peter de Hamelin (*).  No tendría más de 14 años e iba desnudo, andaba a cuatro patas y trepaba  ágilmente por los árboles.  De aspecto  sucio y descuidado,   no entendía lo que le decían ni era capaz de articular palabra. Con el tiempo, aquel niño se convertiría en una celebridad de su época y sería objeto de numerosas teorías que intentarían explicar su misterio.

También  en esa ciudad vio la luz Heinrich Bürger  (1804?- 1858) (*) , médico, japonólogo, biólogo,  botánico y  gran emprendedor, reconocido por sus estudios sobre  la fauna y flora de Japón.

Pero  no asociamos a ninguno de ellos  con los “animalitos-flechas”  que vemos en el pavimento de las calles de Hamelin.  Más bien, ellos  nos remiten  a  un personaje  legendario  cuya fama perduró a través de los siglos en cuadros, esculturas, libros, films, dibujos animados   e innumerables manifestaciones del arte: “El Flautista de Hamelin”  (*)

En 1284 Hamelín había sido invadida por una plaga  de ratas. Un día apareció un desconocido vistosamente vestido  que ofreció sus servicios a los habitantes del pueblo. A cambio de una recompensa, él los libraría de todas las ratas,  cosa que los aldeanos aceptaron.   Entonces el misterioso  desconocido empezó a tocar su flauta, y todas las ratas salieron de sus cubiles y agujeros y empezaron a caminar hacia donde sonaba la música. Una vez que todas las ratas estuvieron reunidas en torno al flautista, éste empezó a caminar y todas las ratas lo siguieron hasta  el río Weser donde  perecieron ahogadas.

Cumplida su misión, el hombre volvió al pueblo a reclamar su recompensa, pero los aldeanos se negaron a pagarle. El cazador de ratas, muy  enojado , abandonó el pueblo para volver poco después, el 26 de junio (Festividad de San Juan y San Pablo), en busca de venganza.

Mientras los habitantes del pueblo estaban en la iglesia, el hombre volvió a tocar  sus extrañas  melodías. Esta vez ciento treinta niños y niñas lo  siguieron al compás de la música.  Abandonando el pueblo los llevó hasta una cueva  y nunca más se los volvió a ver. Según algunas versiones,  tres  niños se habrían  quedado  atrás: uno rengo, uno sordo y uno ciego, y fue  a través de ellos que los aldeanos supieron lo ocurrido.

En otra versión,  una vez que los aldeanos le pagaron lo que le prometieron, el flautista devolvió a los niños. Y según otra versión, los niños  fueron  arrojados  al río Weser, en el que se ahogaron.

El origen de la leyenda del flautista está poco claro. Se acepta con bastante seguridad que la sección sobre los niños es el núcleo original de la historia, a la que se añadió como complemento la relativa a la expulsión de las ratas a finales del siglo XVI.

Sobre el rapto de los niños se han ofrecido varias interpretaciones. Una de las más plausibles menciona la expansión hacia el este de los habitantes de la Baja Alemania entre los siglos XII y XV. Los niños de Hamelín serían los jóvenes de la ciudad que fueron reclutados para  esa empresa.

Las primeras menciones de esta historia parecen remontarse a un vitral que existió en la iglesia de Hamelín alrededor del año 1300. Este vitral está descrito en diferentes documentos entre los siglos XVI y XVII y al parecer fue destruido alrededor del siglo XV.

Durante muchos siglos el  Flautista fue considerado un vampiro o un agente del demonio. En el siglo XVIII surgió la interpretación de que los niños iban a integrar el ejército de las Cruzadas (*) pero nunca lograron llegar a Tierra Santa.

Desde 1952 un maestro de la región, Hans Dobbertin, ha estado intentando descifrar la leyenda. Después de estudiar cuidadosamente gran cantidad de registros locales llegó a una evidencia que  quizás revelaría la verdadera identidad del Flautista. Se trata del  vitral de una antigua iglesia construida dieciséis años después de la desaparición de los  niños. En él se observan tres ciervos , que eran los símbolos del escudo de armas del Conde Nicholas von Spiegelberg (*) un rico caballero teutónico que en 1284   había reclutado a jóvenes para enviar a poblaciones cristianas en el Este de Polonia, cerca de la frontera con Rusia.

En las próximas entregas veremos cómo este personaje , que con su flauta encantaba a animales y niños  al igual que Orfeo con su lira, fue inmortalizado a través de todas las artes.

(*) Los autores y manifestaciones artísticas en negrita señaladas por un asterisco pueden encontrarse en buscadores de internet.

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ESTELA TELERMAN  pianista,  docente, difusora de la música argentina, es columnista en Diario de Cultura [email protected]   https://es.wikipedia.org/wiki/Estela_Telerman