Un argentino en Brasil: El café

UN NOBLE Y LEGENDARIO CULTIVO EN LA ECONOMÍA DE BRASIL – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

El café fue el principal producto de exportación de la economía brasileña durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX. Garantizado las divisas necesarias para el sustento del imperio de brasil y también de lo que se consideraba la república vieja.

Las raíces del café en Brasil fueron plantadas en el siglo XVIII, cuando las mudas de las plantas fueron cultivadas por primera vez, por Francisco de Melo Palheta, en 1727, en el estado de Pará.

A partir de ahí, el café fue difundido tímidamente en el litoral brasileño, rumbo al sur, hasta llegar a la región de Río de Janeiro, allí por el año 1760.

En tanto, su producción en escala comercial para exportación fue ganando fuerza apenas en el inicio del siglo XIX. Tal dimensión de producción cafetera fue posible con el aumento del consumo en los mercados de Europa y los EEUU.

Y este consumo se acrecentó en esos países luego de un largo viaje que la planta recorriese desde la antigüedad, un trayecto que la trasladó desde las planicies etíopes africanas hasta las mesas de los bares de los países industrializados del siglo XIX.

Para eso fue necesaria una expansión del consumo en el imperio Árabe y el mundo islámico y, posteriormente, fue presentado a los europeos, que tornaron su consumo como un hábito más expresivo durante el siglo XVII.

La producción de café en Brasil se expandió a partir de la «Baixada Fluminense» y en el «Vale do Rio Paraiba», que atravesaba los estados de Rio de Janeiro y San Pablo.

La cultura del café en Brasil se benefició con la mano esclava en el país, incorporada al sistema de plantación de los ingenios, caracterizados básicamente por el mono cultivo en grandes latifundios volcado a exportar.

También en esa región de Brasil, la producción de este noble producto, fue bendecida por el clima y el suelo para su gran desarrollo. Además, el hecho de ser esas tierras, rutas de transporte de mercaderías entre el estado «Carioca» y las zonas mineras, facilitó a los hombres desempleados, a adoptar la cultura de la labor en las plantaciones de café, facilitando inicialmente la expansión de la aromática infusión.

Los capitales iniciales para la producción del café vinieron de los propios hacenderos y comerciantes, principalmente de los que habían conseguido acumular capital luego del impulso económico ocurrido luego de la llegada de la Familia Real al Brasil, a partir de 1808.

Las técnicas de producción cafetera eran simples; se preparaban las tierras para colocar las nuevas mudas de plantas en áreas apropiadas y luego de cinco años comenzaban a producir. En la espera, durante ese lapso, otros cultivos apoyaban el entorno a los cafetales.

La colecta de los granos de café era hecha manualmente por los esclavos, que después de la tarea, colocaban lo recogido sobre el terreno. Una vez seco, se les retiraba esa pequeña cáscara protectora en una primitiva maquina e madera.

Luego de este proceso, el producto era transportado en lomo de mulas hasta el puerto de Río de Janeiro, desde donde era exportado.

El cultivo cafetero, llevó a Brasil la modernización del ferrocarril, ya que por la necesidad de poder trasladarlo rápidamente, se construyeron muchas vías de comunicación férrea y las grandes urbes europeas -principalmente-, contaron con el sabroso producto que viajaba desde Sudamérica.

Entre los años 1836 y 1837, la producción del café superó a la de azúcar, tornándose el oscuro brebaje en el principal producto de exportación del imperio. Con este beneficio, los grandes latifundiarios productores, fueron llamados los “Barones del Café”.

El café fue uno de los principales estamentos de la economía brasileña del Siglo XIX e inicios del Siglo XX, porque garantizó el acumulo de capitales para urbanizar muchas ciudades como Río de Janeiro, San Pablo y muchas del interior paulista.

En la actualidad, nuevos emprendimientos se realizan en torno a este noble y característico café brasileño; pequeños productores trabajan en la calidad de esta bebida que se tornó esencial en muchas sociedades del planeta.
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