Un argentino en Brasil: El Zeppelin

CUANDO EL GRAF ZEPPELIN SURCÓ EL CIELO DE BRASIL- Por Alberto Curia, especial para Diario de Cultura.

 

Existen hechos muy significativos en la vida de los pueblos que van bordando el rumbo de la historia. Uno de ellos fue lo que marcó en la era de la aeronavegación el dirigible «Graf Zeppelin». Era la primera vez que un aerostato de aquella naturaleza se posaba en América del Sur y fue justo decretar feriado municipal, actitud que decidió el intendente de Recife, don Francisco da Costa Maia. «Graf Zepellin» debía ser recibido con todas las pompas y honores.

Cuando ese majestuoso balón dirigible apareció en la punta del horizonte, al este de la ciudad, la multitud -estimada en unas 15 mil personas- ya lo esperaba ansiosa, los barcos accionaban sus bocinas, las iglesias hacían sonar sus campanas y la algarabía del público se manifestaba por lo importante de esta visita.

Era el 22 de Mayo de 1930 y este adelanto de la aeronavegación dirigible llevaba el nombre del Conde Ferdinand Adolf Heinrich Von Zeppelin, de origen Alemán. El dirigible era El D-LZ127, de color plateado, provenía de la base de Friedrischsthafen, Alemania y allí se apreciaba al majestuoso volador surcando los cielos de Recife, conducido por el comandante Hugo Eckner, que lo conducia desde Sevilla, España, de donde había partido.

Si bién el Zeppelin cruzaba a 110 Km/h, sus cinco motores Maybach VL2 de 12 cilindros y 500 Hp movidos a Benzol –gasolina azul-, funcionaban a marcha lenta.

En tanto, en tierra firme, se había convocado a decenas de auxiliares reclutados, algunos días antes, para ayudar en el amarre de la unidad, hecho que no fue fácil para los lugareños debido a la inexperiencia en esa actividad.

El publico estaba estaciado y llamaba la atención ese gigante volador con forma de cigarro, de 117,35 mts de largo, que visitaba por primera vez Brasil

Luego de esa primera incursión en tierras pernambucanas, siguió viaje hacia Rio de Janeiro. El dirigible arribó a los cielos cariocas el 25 de Mayo; el Zeppelin deslumbró a toda la población y tuvo la resultante de que los alemanes, ante el entusiasmo brasileño, decidieron establecer una línea regular de viajes entre Frankfurt y Rio de Janeiro, previa escala en Recife.

En 1933, técnicos de la empresa Luftschiffbau Zepellin llegaron a la entonces capital Rio de Janeiro, en búsqueda de lugares apropiados para instalar campos de aterrizaje y construir hangares.

El área elegida fue el barrio de Santa Cruz, en la zona oeste de Rio. Las obras comenzaron al año siguiente con un proyecto, técnicas de montaje y la mayor parte de los materiales traídos de Europa.

El 26 de diciembre de 1936, el entonces presidente de Brasil Don Getulio Vargas, inauguró el aeródromo Bartolomeu e Gusmao, con un hangar de 270 metros de largo, 52 metros de ancho, 58 mts de altura, portones en ambas extremidades y una fábrica de hidrógeno, además de oficinas, alojamientos, un predio para mezcla y depósito de gases y una línea férrea para trasladar a los pasajeros hasta el centro de la ciudad. En esta obra trabajaron cerca de 5 mil hombres.

Esta base fue utilizada luego por otros dirigibles, de abril a mediados de noviembre de 1935, la unidad realizó 16 viajes a Brasil y trasladó a unas 572 personas.

El 31 de octubre de un año más tarde, aconteció algo inédito en la historia de los dirigibles alemanes: cuando el Hindenburg hacía el viaje de regreso a Alemania, se encontró en pleno Océano con el Graf Zeppelin, apartándose de la costa de Cabo Verde rumbo a Brasil. Conforme el mensaje telegráfico que fue enviado en aquella ocasión, aquella noche la luna brillaba en todo su esplendor permitiendo el saludo y brindis de los ocupante de los dirigibles.

En los 7 años de viajes de los dirigibles a Brasil, solo existió un accidente y fue con un operario que aseguraba las cuerdas en tierra, que resultó con quebraduras y contusiones.

Viajar en el Zeppelin, era un lujo permitido solo a pocas personas y el estimativo es a unos 10 mil euros de la actualidad, unir Alemania con Brasil, la aeronave tenía como máximo 35 lugares comodamente disponibles y, generalmente, no viajaban más de 20 personas.

Estos viajeros disponían de cabinas dobles, con camas, salas de estar y cena y salón de fumadores, correctamente apartado para prevenir incendios, ya que recordamos la aeronave se movía a hidrógeno.

Estaba prohibido viajar con fósforos o encendedore y los pasajeros eran rigurosamente controlados a la hora de embarcar.

El servicio a bordo era comparable con los naviós de pasajeros de primera clase; debido a su tamaño, era muy estable su navegación por los aires.

La altitud de crucero era de 3 mil pies, pero cuando sobrevolaba ciudades o lineas litoraleñas, era muy común observarlo mucho mas abajo, entre 300 y 1000 pies, para que los turistas observaran el paisaje.

El viaje entre Rio de Janeiro y Alemania duraba 5 días, de los cuales solamente dos jornadas eran necesarios para atravesar el Atlántico. La veloidad máxima era de 128 km/h, mucho más rapida que la de los navios de pasajeros de la época, que variaban entre 25 y 40 Km/h.

El último viaje del Zeppelin D-LZ129 a Brasil, fue en diciembre de 1936.

El Graf Zeppelin completó en total, 147 vuelos al Brasil, siendo 64 trasatlánticos, entre los 590 vuelos de su larga carrera por los cielos del mundo. Fue el máximo exponente entre los dirigibles de la historia de la aviación, con una impecable carrera al servico de la humanidad, para una aeronave proyectada y construida como prototipo.

Fue tan perfecto que finalizó prestando la utilidad mencionada. En su historial se cuenta que transportó 34 mil pasajeros, 30 toneladas de carga, incluyendo dos aeronaves de pequeño porte, un automovil y cerca de 40 mil sacos postales, todo con seguridad y sin accidentes.

 

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