Un argentino en Brasil: La Cachaça

 PATRIMONIO HISTÓRICO CULTURAL – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Son varias las interpretaciones existentes sobre el origen de la “Cachaça” en Brasil.
De todas maneras, podemos decir que su historia comenzó cuando los portugueses trajeron desde “Hilha da Madeira”, la caña de azúcar y las técnicas de destilación.

Una de las versiones cuenta que el destilado habría surgido en el estado de Pernambuco, cuando un esclavo que trabajaba en un ingenio, dejó almacenada la llamada “cagaça”,-se llama así a un caldo verde oscuro que se forma durante el hervor del caldo de caña-.

Ese líquido fermentaba naturalmente y, debido a los cambios de temperatura, se evaporaba y condensaba, formando pequeñas “pingas”, (gotas), de “Cachaça”, en los techos del ingenio. Inclusive, el origen del sinónimo “pinga”, para decir: vamos a beber una “Cachaça”, habría surgido de ese comentario popular del origen del destilado.

Otra versión apunta a que la primera “Cachaça” fue destilada allá por el año 1532 en San Vicente, donde manaron los primeros ingenios azucareros de Brasil. En este relato, indican que fueron los portugueses quienes aprendieron las técnicas de extractado, con los árabes, que produjeron los primeros litros de la bebida.

Pero como un dato no menor, podemos decir que la “Cachaça” acompañó la historia de Brasil desde sus principios, pasó por el ciclo del azúcar el crecimiento de sus fronteras territoriales y llegó hasta la urbanización del país.

Primitivamente, la “Cachaça” era destinada a que la ingieran los esclavos, pero no tardó mucho tiempo en convertirse en el gusto popular de mucha gente, tornándose un importante componente de la emergente economía nacional y, como consecuencia, proliferó su producción en todo el litoral brasileño.

Llevado por los comerciantes, este licor comenzó a hacer suceso también en Europa y África, donde era usada como moneda de canje para adquirir esclavos que luego trabajarían en las haciendas de la colonia.

Por su relevancia económica, esta nueva bebida, que era el deleite de propios y extraños, fue vista como una amenaza para la metrópoli, ya que ayudaba a enriquecer a quienes eran considerados enemigos de la corona; los piratas Holandeses que se habían establecido en el Nordeste brasileño.

En esa misma época, Portugal producía un destilado de uva llamado “Bagaceira”,(aguardiente de orujo al que no se le puede añadir alcohol etílico de origen agrícola), pero el aumento de la producción de cachaça hacía que los colonos omitiesen cada vez más en consumir la bebida portuguesa.

Y surge un hecho curioso, para inhibir la producción de la “Cachaça”, Portugal estableció un excesivo impuesto  a los productores del aguardiente que, insatisfechos con la alta tasa, se rebelaron contra el país luso y marcaron un episodio conocido como la “Revuelta de la Cachaça”, en 1960.

Después de los siglos XVI y XVII, en que hubo significativa multiplicación de “Alambiques”, (instrumento de metal utilizado para la evaporación y posterior condensación de los alcoholes de diferentes mezclas), en los ingenios de Pernambuco y Sao Paulo, la “Cachaça”, se propagó por los estados de Rio de Janeiro y Minas Gerais, debido al descubrimiento de los yacimientos de piedras preciosas y oro.

Durante el siglo XVIII, la economía del azúcar entró en decadencia y pasó a ser remplazada por el trabajo minero.

En los inicios del éxodo hacia Minas, las “Cachaças” blancas (puras) eran colocadas en barriles de madera para ser transportadas y, en el tiempo de viaje, el líquido alcohólico al tomar contacto con la madera adoptaba un color amarillento y con sabores propios. Por eso, hay quienes dicen que allí surgió el hábito de envejecer la “Cachaça”, mediante su stock.

En la actualidad, se observa que en ciudades del litoral, como Paraty, Río de Janeiro, hay una supremacía de producción de “Cachaça” blanca, pero en otros estados, los productores continúan acopiando el líquido en barriles de madera para que adquieran rasgos sensoriales, como su color y sabor.

A partir de 1850, con el declive del trabajo esclavo y la intensificación económica del café, surgió en Brasil una nueva fracción social: “Los Barones do Café”, quienes traían ideales elitistas, como queriendo huir de las usanzas rurales y con una identificación más acentuada en los hábitos europeos. Esta “nueva elite” brasileña se resistía a los productos nacionales, como la “Cachaça”, vista como algo sin valor, destinada a personas incultas, pobres y generalmente negras.

Contra ese posicionamiento discriminatorio, surgieron intelectuales, artistas y estudiosos con el compromiso de rescatar los valores culturales de esa población criticada y vulgarizada por ese nuevo estamento social, que veía con buenos ojos todas las costumbres que venían del “Viejo Mundo”.

En las últimas décadas, acontecimientos importantes contribuyeron a valorizar la “Cachaça” y obtuvo su reconocimiento como “Patrimonio Nacional”. En 1966, el entonces presidente Fernando Enrique Cardoso, legitimó a este producto como “Típicamente Brasileño” e instauró criterios de fabricación y comercialización.

En 2012, una ley transformó la “Cachaça” en “Patrimonio Histórico Cultural” del estado de Río de Janeiro.

Hoy, hay más de 4 mil alambiques expandidos por casi todo el país, resultado de un fenómeno único, propio del destilado nacional: Si bien la cultura de la caña de azúcar se desplegó en grandes latifundios, la popular “Pinga”, siempre se caracterizó por la elaboración artesanal en pequeños destiladeros familiares, lo que ocasionó una enorme cantidad de marcas expandidas por todo el territorio brasileño.
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