Un argentino en Brasil: “Madame Satá»

MUCHO MÁS QUE UN TRANSFORMISTA – Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Es muy común que las grandes ciudades, esas que hacen la diferencia, tengan personajes que se destacan y Rio de Janeiro no es la excepción.

Su nombre era Joao Francisco dos Santos, nacido el 25 de febrero de 1900, en Gloria do Goitá (RJ), hijo de Don Manoel Francisco dos Santos y Fermina Teresa da Conceiçao, criado en una familia de 17 hermanos.

De joven fue a Recife, donde vivió de pequeños servicios prestados. Posteriormente, se mudó para Rio de Janeiro, al Barrio de La Lapa.

Era analfabeto y el mejor trabajo que encontró, fue el de entregador de marmitas, aunque él se decía cocinero de los mejores y declaraba haberse lucido preparando recetas de peces para guardas y directores de la prisión de “Ilha Grande”, donde estuvo presor y cumplió una pena de 16 años por haber matado a un policía en 1918.

En el barrio donde vivía, La Lapa, conocido como reducto carioca de malandras y de la bohemia de los años 20, muchas veces trabajó como seguridad de casas nocturnas en las que cuidaba que las meretrices no fueran víctimas de violaciones o agresiones. Muchos lo tildaban de marginal por ser negro, pobre y homosexual.

Fue un asiduo huésped de varias prisiones y se enfrentaba frecuentemente con la policía, que lo detenía por insolencia a las autoridades y por defender en muchas ocasiones a mendigos, prostitutas, travestis y negros, quienes eran corridos, golpeados e insultados por las fuerzas policiales.

Era considerado una referencia de la cultura marginal urbana del siglo XX, dotado de una índole irónica y extrovertida. Adoraba el carnaval carioca y fue allí donde en 1942 comenzó a desfilar como transformista en los bloques de rúa –calles- y surgió su apodo de “Madame Satá”, como se lo conocería por el resto de su vida.

En abril de 1976 falleció luego de su última salida de prisión, víctima de un cáncer de pulmón.

Su ficha criminal fue vasta: en total pasó 28 años y 8 meses en prisión, por 13 agresiones, 4 resistencias a prisión, 2 hurtos, ultraje público al pudor, portación de arma y otros cargos.

Se definía como hijo de Iansa y Ogúm en la doctrina del candomblé y adoraba a Josephine Baker. «Madame Satá” fue mucho más que un transformista.
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