Un Argentino en Brasil: Puente Río de Janeiro-Niteroi

El más grande del país. Por Alberto Curia, especial para DiariodeCultura.com.ar

Existen obras de ingeniería que, miradas a simple vista, parecen de fácil construcción.  Para quienes a diario transitan de Niteroi a Rio de Janeiro o viceversa no deja de ser una vía más de tránsito adaptada al paisaje que lo rodea.

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Nos referimos al puente que une las dos ciudades y  que se ha constituido en otro de los cartones postales de la región, y este nuevo escenario no deja de ser una necesidad que marca un antes y un después para el gran flujo de personas que se movilizan en este sector del norte fluminense.

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En la década del 70, quienes querían dejar Rio en dirección a Niteroi o hacia las playas del norte, solamente tenían dos alternativas: se armaban de paciencia y aguardaban en las interminables filas para abordar las balsas que cruzaban la Bahía de Guanabara, que solían demorar más de dos horas, o contornar la bahía por un camino de más de 100 kilómetros de extensión, atravesando la ciudad de Magé, hasta arribar a Niteroi.

Esta idea sobre la construcción del mayor puente en tierras brasileñas se concretaría 100 años más tarde, precisamente en 1875, cuando el regente Dom Pedro II contrató al ingeniero ingles Hamilton Lindsay-Bucknall, para que realizara los estudios de viabilidad para la construcción de esa obra de envergadura.

En un primer momento la idea de Dom Pedro era la edificación de un gran túnel en aguas de la Bahía de Guanabara, fascinado por las obras del metro de Londres, y cuya idea creía posible. Luego de presentada la opción que existe en la actualidad, la obra fue juzgada como impracticable debido a los altos costos que demandaba la cimentación.

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La idea fue dejada de lado por varios años, pero con el firme propósito de llevarla a cabo.

Continuaron las conversaciones entre empresarios y autoridades y hasta se llegó a licitar su realización a mediados del siglo XX, pero la obra no se materrializó porque la constructora vencedora quebró económicamente.

En realidad, el debate en serio sobre la posibilidad de la ejecución del puente se retomó durante el gobierno militar.

Si bien en la época del imperio no existían soluciones posibles para erguir un puente sobre 9 kilómetros de agua que separaban una ciudad de la otra, a fines de 1960, esto ya era posible, más allá de las dificultades del caso.

El primer problema fue garantizar que las rocas oceánicas del fondo de la bahía, soportasen el peso de la estructura.

A partir de ese momento, las perforadoras fueron llevadas hasta las islas flotantes y colocadas en tubos para poder perforar las piedras y en las aberturas se instalaban estructuras metálicas hasta la superficie.

Encima de esas estructuras se construyeron las bases del puente, donde posteriormente, se erigieron los pilares de sustentación de ambas manos de la pista.

Este puente –el más grande del Brasil-, tiene 13 kilómetros de extensión, 9 de ellos son sobre el agua. Los mismos fueron construidos a partir de bloques, elevados por grúas que se instalaban en los pilares del puente soldados unos a los otros.

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Lo curioso es que esta estructura que sustentaban las pistas demoraba 4 días para ser levantadas por las grúas y durante ese lapso, debía ser monitoreada la obra bien de cerca, ya que estas piezas se contraían y expandían de tamaño por la variación de la temperatura.

Otra dificultad solucionada por los ingenieros y un gran equipo tecnológico fue la altura de la abertura central, mucho mayor que el resto del esqueleto, para permitir que grandes embarcaciones pudiesen deslizarse debajo del puente. Su punto más alto está ubicado a 72 metros sobre el nivel del mar.

Si usted lector le pregunta a alguien sobre el “Puente Presidente Costa e Silva”, seguramente le dirá que no lo conoce. Ahora bien si lo hace por su nombre popular: “Puente Niteroi”, cualquiera le va saber indicar el camino a seguir…

Alberto Antonio Curia. Especial Para Diario de Cultura.

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