A mediados de marzo, la comunidad artística se debatía entre el pánico, el desconcierto, la contención solidaria -vivos gratuitos para compartir la angustia ante lo desconocido- y los primeros y tímidos intentos por fomentar una economía a la gorra en el desierto que se abría bajo nuestros pies.
El escritor Hernán Casciari recibe por correo electrónico las preguntas de mi entrevista. Duda —imagino— durante un momento. Y teclea su respuesta con otra pregunta: ¿me puedes dar tu número de teléfono y te respondo con un archivo de audio por WhatsApp?