Adriana Muscillo entrevista a Gustavo Bernstein, alma mater de «Thálassa», film homenaje a Jorge Acha.

Film-homenaje a un cineasta de culto.

Por Adriana Muscillo

Paradigma del realizador independiente, Jorge Acha forjó una obra tan original como marginal.  Ninguno de sus largometrajes tuvo apoyo estatal ni estreno comercial. Circularon por fuera de todo marco institucional, de modo clandestino, propulsados por una secta de cinéfilos que lo ha ungido como un realizador de culto. Un grupo de esos devotos, paradójicamente, decidió institucionalizarse conformando la Asociación Civil Jorge Luis Acha, dedicada a preservar y difundir su filmografía. También, a relevar su vasta obra pictórica y a publicar sus textos inéditos. En el marco de esa labor han finalizado recientemente el documental Thálassa, un autorretrato de Jorge Acha, “un mosaico de imágenes en el que conviven el cineasta, el pintor, el escritor y ese ingenioso y lúdico narrador oral que fue Acha”. Así lo define Gustavo Bernstein, factótum del proyecto y co-director del film junto a Carlos O. García y Alfredo Slavutzky.

AM: –¿Por qué Thálassa, un vocablo que  en griego antiguo alude al mar primordial?

GB: – Sí, a un mar que operaba como patria y como destino. Jenofonte, en su Anábasis, relata la zozobra de un escuadrón extraviado en la árida geografía del Peloponeso hasta que uno de los soldados sube a una colina y divisa el mar. “¡Thálassa! ¡Thálassa!”, grita, y la soldadesca estalla de dicha porque de pronto se siente a salvo, porque habían hallado el camino a su hogar. Ver thálassa era recuperar el rumbo, dejar de estar perdidos, haber dado por fin con las coordenadas de la propia identidad. Thálassa, el film, se propone navegar por la geografía de un artista que fundó su patria poética en torno a las posibilidades expresivas del mar. Acha nació a orillas del mar, pasó su niñez jugando en el mar, pintó y veneró el mar, y retornó a morir a orillas de ese mismo mar que albergó su infancia. Me gusta pensar que murió oteando el horizonte que inspiró sus sueños y utopías.

AM: –Me interesó que el film esté planteado como un autorretrato, que no haya narradores, explicadores, relatores, esos “bustos parlantes” tan típicos del documental.

GB: – Sí, la idea era que Acha se narrara a sí mismo, sin intermediarios. Que no hubiera terceros que lo expliquen. Que hablaran de él sus propios testimonios, sus reflexiones, sus anécdotas, sus films, sus poemas, sus ilustraciones, sus pinturas, sus fuentes de inspiración. Que su poética surgiera a partir de un collage en el que se entrecruzan los distintos registros de su repertorio expresivo.

AM: –Aunque el elemento ordenador pareciera ser la entrevista, ¿no?

GB: – Sí, es una entrevista extraordinaria que le hicieron Rodrigo Tarruella y Carlos García en el 88, que además está muy bien filmada por Slavutzky porque la cámara conserva la frescura y complicidad de un diálogo entre amigos. Creo que esa conexión es la clave, porque permite a los entrevistadores interpelarlo sin inhibiciones y a Acha expresarse con total desenfado y una dosis grande de histrionismo. Se lo ve muy cómodo, y eso hace que afloren réplicas muy lúcidas, muy ingeniosas.

AM: –En un momento Acha dice que descubrió que el cine es una mentira, que es muy perjudicial. ¿Qué opinás? ¿Qué te parecen esa definición?

GB: – Creo que una de las gracias del discurso de Acha es esa llaneza, esa simplicidad en la que sorpresivamente irrumpe la hipérbole. Tiende a magnificar para lograr un efecto perturbador, para descolocar. En esa frase habla del cine y del arte en general. El cree que el arte es un síntoma de la incompletud del hombre, que el arte viene a cubrir ese vacío, que necesita del arte para restaurar la armonía, para recuperar el paraíso del que fue expulsado. Pero al continuar la entrevista se advierte que la frase tiene también un sentido vital: privilegiar la vida al arte, priorizar la experiencia. Dice que en lugar de mirar una película sobre el Amazonas, vayas al Amazonas, que el arte te sumerge en el mundo onírico de su autor pero que el desafío es que uno sueñe por sus propios medios, que no habite los sueños de los otros. Y si hurgamos más vemos que eso mismo postula su último film, Mburucuyá, que comienza con el llamado del yaruro al jaguar para que lo libere porque está atrapado en el sueño de Humboldt, en el sueño del europeo. Está atrapado en esa construcción ficcional que Europa hace de América, en los dispositivos de representación en los que el hombre blanco encierra el universo. Aunque te aclaro que debo este hallazgo a Martha Penhos y María Alba Bovisio, dos historiadores del arte que hicieron un análisis muy minucioso del film.

AM: –Pareciera que esa idea del encierro y liberación se repite en la obra de Acha. En Hábeas Corpus de manera literal aborda la fuga existencial de un joven encerrado en un centro clandestino de detención. Los obreros de Standard también parecen autómatas oprimidos. Y ese antecedente se ve en sus cortos de juventud: pienso en la adaptación que hace de “No se culpe a nadie”, el cuento de Cortázar, donde ese pulóver que en el texto atrapa y somete al personaje se transforma en una camiseta argentina.

GB: – Me gusta que lo señales porque haber recuperado esos cortos permite ver no sólo la precocidad técnica del Acha adolescente sino precisamente que las nociones que pueblan sus largometrajes estaban en germen ya en esa época. En este punto fue muy valioso el aporte de Daniel Choclín, un amigo de la infancia de Acha que preservó esos cortos durante décadas. Y además tuvimos la suerte de que Guillermo Silveira, el músico de sus largometrajes, accediera a musicalizarlos, dotándolos de esa sensibilidad sonora exquisita que irradian sus films de madurez. Con unos complementos muy significativos como los coros del Grupo Vocal de Difusión, dirigido por Mariano Moruja, uno de los sonidos más exquisitos del país en música sacra, y el aporte de un músico muy joven y talentoso como Genaro Garbarino que hizo un trabajo muy puntilloso sobre el documental del pueblo y la sociedad miramarense que Acha registró en 1963.

AM: –¿Cómo definirías vos el cine de Acha?

GB: – Con palabras de otros. Pablo Piedras, por ejemplo, que es uno de los primeros que escribió sobre su cine, plantea que Acha es un marginado del mainstream de cineastas locales, un excluido del sistema que emerge como figura de contraste en el contexto del cine argentino de la post-dictadura. Su obra se posiciona en las antípodas estéticas del realismo testimonial y el énfasis verbal –ese subrayado discursivo tan característico de esa época– para promover un cine más bien alegórico que prescinde de la palabra o la incluye de modo encriptado.

AM: –¿Pero en qué linaje de autores lo insertarías?

GB: – Es difícil otorgarle un linaje, tiene un lenguaje muy propio, muy singular. Aunque si me apurás te diría que tiene de Bresson esa capacidad para crear un universo con nada, para hacer de la escasez una exuberancia expresiva. Pero también veo que su cine está muy atravesado por Glauber Rocha en esa preocupación por el pasado mítico latinoamericano, muy presente en Standard y Mburucuyá, y sobre todo por aquello que Rocha llamaba la “estética de los sueños”. Eso lo subrayó Jorge Sala: el cine de Acha es un cine onírico, responde a la lógica del sueño. De ahí también su alejamiento del realismo y su vocación por una poética del artificio. Trabaja con la idea de la falsedad de la representación que en lugar de ocultarse se delata. Abjura del verismo. Sus personajes son construcciones ficcionales, estampas, ilustraciones que parecieran adherir al distanciamiento brechtiano. Como dijo Magalí Mariano, ahí hay una cierta tangente con ese Pasolini que le ponía un gorro a cualquier chico de la calle y lo convertía en una figura mítica. Acha trabaja en esa línea. No le interesa tanto el devenir interior del personaje como su iconografía. Tal vez porque no narra historias: es un cine ensayístico. La materia de su cine son las ideas, ideas condensadas en imágenes, donde el montaje resulta clave para trazar asociaciones y disrupciones.

AM: –Mencionaste una serie de autores que han examinado el cine de Acha. ¿Dónde se pueden encontrar esos trabajos?

GB: -Hay distintas publicaciones que pueden rastrearse individualmente en la web y que hemos compilado en un libro titulado Jorge Acha, una eztetyka sudaka que saldrá en Agosto. Te doy la primicia.

@AdrianaMuscillo