En el Perú, en el fundo San Andrés, rodeado de colinas áridas, hay un hogar-granja -en el que viven decenas de niños y adolescentes provenientes de situaciones de extrema vulnerabilidad- que nace de una apasionante y conmovedora historia de amor y vocación de servicio. ¿Quién es la mujer que preside, desde hace más de 30 años, la Fundación Achalay? Por: Adriana Muscillo

 

Fernande Aubert Cagigao nació en Lausana, Suiza. Llegó a Lima por tres semanas, en 1971 y –“ayudada por la providencia”, como ella misma confiesa, se quedó allí para toda la vida.

Lleva más de 30 años, junto a su esposo Paco Cagigao, al frente de la Fundación Achalay, que alberga a niños y adolescentes provenientes de situaciones de extrema pobreza, abandono, violencias físicas, sexuales o morales. Muchos de ellos vivían en la calle antes de ingresar al hogar. Otros tantos, padecen de transtornos físicos o mentales.

Día tras día, esos niños aprenden, en colaboración con un grupo de profesionales, a curar sus heridas, a recuperar la estabilidad en sus vidas y a construir para sí mismos un futuro más prometedor antes de poder reintegrarse social y profesionalmente a la sociedad.

“Hacer algo”

Adriana Muscillo: – ¿Cómo nace tu vocación de servicio?

Fernande Aubert Cagigao: – Desde siempre, desde pequeña, probablemente heredada de mi madre: “En los genes”. Yo quería ser enfermera, cuidar, ayudar, calmar. Jugaba “a la muñeca” como enfermera más que como mamá. Mi mamá me había confeccionado un bandó blanco con la cruz roja en la frente. Estuve hospitalizada dos veces en Lausana: a los 8 años, por una hernia y a los 10, por una cirugía de apéndice. Esas dos estadías han fortalecido mi “vocación”.

Como terminé la escuela superior a los 15 años y era necesario tener 18 para comenzar la Escuela de Enfermería, la Oficina de Orientación Profesional de Lausana me orientó hacia el aprendizaje de Administración, que duraba 3 años: 5 días por semana de práctica en un Estudio contable y un día intensivo de cursos emocionantes. Esa excelente formación me permitió encontrar puestos de trabajo interesantes, especialmente en la ONU (Organización de Naciones Unidas), en Ginebra. Paralelamente, me seguí interesando por todo lo que concierne a la profesión de mis sueños: la enfermería. Leía y seguía cursos que me apasionaban: Primeros Auxilios (para casos de enfermedades o accidentes) dados por profesionales generosos con su saber; médicos, enfermeros de Lausana…

Es entonces cuando la providencia vino en mi ayuda. El Congreso de la CNUCED (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) –PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)- en Lima, que tuvo lugar en octubre de 1971, con una duración de 3 semanas, contrataba secretarias francés-español y tuve la oportunidad de participar y aterrizar en Lima con mis colegas: traductores y secretarios.

Sumergida en otro mundo, del Palacio de las Naciones (en Ginebra) al centro de Lima, palpé las imágenes de la miseria: mamás que mendigaban sentadas en las veredas, bebés en sus brazos, en los alrededores del Congreso, atrapadas por la policía, entre otras.

Mi estatus privilegiado en el seno de la ONU, con todas las ventajas que eso supone (viajes, etc.) no colmaba, sin embargo, mi ambición profunda. Al término del Congreso, decidí quedarme en el Perú e intentar “hacer algo” por los más desprotegidos y desdichados. Acompañé a mis colegas al aeropuerto, les deseé buen regreso y me quedé sola en Lima, sin preocupaciones financieras, gracias a mi excelente salario.

“Mientras viva, te ayudaré”

A.M.: – : ¿Y cómo fueron esos primeros pasos en tu intento de « hacer algo »?

F.A.C.: – Luego de varios años, conocí a Edmond Kaiser, el fundador de « Tierra de hombres »[1], movimiento que socorre a la infancia maltratada, creado en Lausana y dediqué una parte de mi tiempo libre a ayudarlo, junto a otros voluntarios, como secretaria. Él regresaba de Vietnam, traía fotos terribles –niños quemados por el napalm, entre otras y dictaba sus reportes para alertar al mundo sobre esta situación, con pasión y elocuencia; luego, regresó de Biafra…

Entonces, absolutamente decidida a quedarme del lado de los que más sufren, le escribí una carta a Edmond Kaiser para pedirle un consejo.  Me respondió, también por carta (solo nos comunicábamos por correo postal): “Mientras viva, te ayudaré”.

Sola, me las arreglé en este ambiente limeño palpitante, sin comparación con Lausana y con Ginebra. Primero, visité la prisión de mujeres en Chorrillos[2], donde no había previsiones para los bebés que vivían al lado de sus madres y sufrían de diarreas a causa de la mala alimentación.

Después de permanecer en una habitación con una claraboya con vistas al cielo, alquilé un departamento decente y comencé a recibir a niños en situación de abandono. El primero era autista, venía del hospital de la beneficencia del Callao. Tenía 5 años: Luis, al que llamaban “Lucho”[3]

Es entonces cuando un semanario suizo-francés escribió un artículo con mi foto y una chica joven de Palézieux[4] me preguntó si podía venir a ayudarme: Martine, mi primera voluntaria, que estuvo 4 años a mi lado y, por su generosa alegría de vivir, esta aventura ha contribuido largamente al desarrollo del conjunto de lo que hemos llamado “Tierra de hombres/Perú, Hogar Temporario”, pequeño velero navegante entre el Hospital del Niño, la prisión de mujeres, la Escuela para discapacitados físicos “La alegría del señor”, al azar de mis búsquedas de contactos.

Siempre vestida con una blusa de enfermera, con una audacia natural contrastante con mi timidez y la ventaja de ser blanca y tranquilizadora, podía introducirme casi en todas partes y Martine, con el mismo ímpetu, me escoltaba.

Nuestra vida era extraordinaria, radiante y debimos mudarnos a una casa más espaciosa, con jardín, para albergar a más pequeños sobrevivientes, lisiados, desnutridos, abandonados que a asistentes sociales.

En hospitales, parroquias y otros lugares nos suplicaban la ayuda temporaria. La dirección del Hogar Temporario de Tierra de Hombres/Perú era conocida, los servicios sociales la daban discretamente a las mamás necesitadas y la casa palpitaba con idas y venidas, ayudantes, visitantes amistosos, organizándose para ofrecer un lugar de vida con ambiente familiar y paramédico de buen nivel.

Todas cosas impensables en Suiza sin diplomas ad hoc, evidentemente. Con aplomo, me presentaba como «asistente social» y Martine siguió mi camino.

Fuimos incansables, eficientes, felices y admiradas, dos mujeres a la cabeza de un movimiento con el nombre incongruente: «Tierra de hombres»[5].

« Amar es actuar »

A.M.: – Pero, seguramente, habrás debido sobrellevar dificultades en el camino…

F.A.C.: – Debo hacer un esfuerzo de memoria… ¡No había nada que sobrellevar! De la mañana a la noche, a menudo de madrugada, por los bebés desnutridos, trabajábamos con pasión. Martine y yo no sentíamos la fatiga y transmitíamos esa energía a nuestras ayudantes, jóvenes colaboradoras que querían, como nosotras, a los niños y cuyo progreso era nuestra recompensa. Recibíamos leche en polvo NIDO a través de la Embajada de Suiza (¡Gracias Nestlé!) que hacía maravillas. Un joven pediatra del Hospital de Niño venía regularmente a ayudarnos, según sus horarios.

Yo escribía mucho y enviaba mis reportes y fotos a Tierra de Hombres. Recibía de ellos el dinero necesario para los gastos y presenté proyectos de guarderías de niños preescolares en las villas de emergencia de los alrededores de Lima, ese “cinturón de pobreza” donde todo es injusticia, desolación y, con frecuencia, sordidez.

Entonces, el sello «Hacer bien a los otros» que había hecho confeccionar Edmond Kaiser para que se aplicara en el dorso de cada sobre, con el fin de movilizar a la gente, asumió toda su importancia.

Entre las fotos que él traía de Biafra, Vietnam, etc que me conmovían y los bebés esqueléticos, las miradas de los ancianos que ahora me miraban intensamente, sentí cada vez ese dolor que me invadía.

Adelgacé durante los primeros meses, de vergüenza, de rabia, casi de odio. Pero amar es actuar y superé ese estado del alma incompatible con mi temperamento y mis ambiciones.

Creo que respondí a la pregunta, porque a mi alrededor, de nosotros, de los niños, solo hubo aliento y admiración por parte de los peruanos.

“La vida está hecha de encuentros”

A.M.: -Cuéntame sobre tu historia de amor con Paco Cagigao.

F.A.C.: – « La alegría del señor » es una institución que recibe a niños en edad escolar con problemas físicos. La directora, de origen austríaco, Rose-Marie Stemler, sensibilizada por mi orientación y por “mis niños” me ofreció aceptarlos, según su discapacidad. En este caso, 3 casos de poliomielitis pero también, un pequeño de unos 6 años, abandonado y con retraso mental (había una logopeda que logró enseñarle a hablar…) y un niño con parálisis facial, quienes pudieron ingresar a esta excelente escuela, ubicada en un entorno adecuado y verde.

Paco trabajó allí como psicólogo y profesor de arte, historia y español. Asumió las relaciones con los padres de los alumnos, quiso conocer el Hogar Temporal de TDH / Perú, etc. etc. Las vacaciones de verano se acercaban, se ofreció a aprovecharlas para ayudar a los escolares en casa, una colaboración bienvenida y de donde rápidamente saqué la conclusión…

¡La vida está hecha de encuentros!

Fernande y Paco son una institución en Lima. Son personas imprescindibles, de las que hacen la diferencia en la vida de los otros. Literalmente, han salvado y salvan las vidas de infinidad de niños, ofreciéndoles la posibilidad de integrar una familia. He estado en San Andrés, los he visto interactuar con “sus chicos” y puedo decir que son una familia, incluso mucho más armoniosa y civilizada que muchas consanguíneas que conozco. Su historia me conmovió y la figura de Fernande se alza frente a mí como un enorme ejemplo de vocación y amor que quisiera imitar. Es ella quien ha inspirado el nacimiento de esta sección y a quien se la dedico, con toda mi admiración: Cherchez la femme!

[1] Edmond Kaiser nació en París en 1914 y se dedicó a lo largo de su vida a la defensa de los débiles, los oprimidos y los más desamparados: la infancia y la mujer. En 1941 se instala en Lausana y se nacionaliza suizo, manteniendo su nacionalidad francesa. Apasionadamente comprometido contra todo tipo de injusticias, fundó en 1960 “Tierra de hombres”.

[2] El distrito de Chorrillos es uno de los 43 que conforman la provincia de Lima, ubicada en el departamento homónimo en el Perú. Limita al Norte con el distrito de Barranco y el distrito de Santiago de Surco, al Este con el distrito de San Juan de Miraflores y Villa El Salvador; y al Sur y al Oeste con el océano Pacífico. El penal de mujeres de Chorrillos.

[3] “Lucho” cumplió ya 50 años, permanece al lado de Fernande y Paco, a quienes considera sus padres.

[4] Palézieux es una comuna suiza del cantón de Vaud, situada en el distrito de Lavaux-Oron. Limita al norte con las comunas de Oron-la-Ville, Oron-le-Châtel y Chesalles-sur-Oron, al este con Ecoteaux, al sur con Bossonnens y Granges, y al oeste con Les Thioleyres y Les Tavernes.

[5] El nombre “Tierra de hombres” está inspirado en el libro “Terre des hommes” del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor también de la obra “El principito”. El pensamiento del autor en la redacción del libro Terre des hommes (Tierra de hombres, 1939), contrapone los excesos políticos e ideológicos de la moderna sociedad industrial a los valores «eternos» del ser humano, que él cifraba principalmente en el espíritu de sacrificio, la justicia, amistad y el honor.