El día que alcance los 65 abriles vividos, desperté con una nostalgia de domingo con lluvia.
Escapé del colchón unos minutos antes que lo habitual para cortarle a mi barba desordenada el cúmulo de años que pasan en un abrir y cerrar de ojos.
El frío de la baldosa me recordó que el invierno se siente en los huesos.
Me enfrenté a mi imagen, me piqué un ojo y me dije para levantar el ánimo… “Feliz cumpleaños guapo”… y el espejo respondió –¡porque no te vas a comer mierda boludo! Tapé mi boca como lo hace un niño cuando se le escapa una palabrota, como si las puteadas las hubiera pronunciado yo.
Luego de unos segundos me relajé a la posición inicial para notar que del otro lado se perdía toda obediencia a mi reflejo.
El retrato comenzó a proyectar mi rostro en cuenta regresiva, a los 65, 64…54, a los 53,… a los 40, a los 39… cuando llegó a los 10 ya no pude ver más, no quería ver por fuera al niño que aún sentía por dentro; cerré mis ojos y mi corazón transformó en veneno la única gota de alegría que amaneció en mi cuerpo.
El vidrio laminado dijo con voz de niño adulto – ¡abre tus ojos, mierda!– y ahora mírate envejecer que quiero recordarte cómo llegamos hasta aquí.
Empecé a dudar de mi cordura. Me preguntaba acaso si estaría soñando… pero no.
El baño olía a caño, los productos cosméticos conservaban sus colores, y el goteo de la ducha no paraba me perforar mi tímpano. Todo era casi normal, a excepción de que me sentía preso en una puta y terrible pesadilla que olía a piel envejecida.
Desesperé. Me dio tanta rabia que cogí el arma del crimen y gritándole ‘¡detente!’ ‘¡que aquí el que se va a la puta mierda eres tú!’, le partí la cabeza en dos con el frasco de perfume.
El golpe fue tan contundente que me vi morir primero y caer después.
La proyección se estancó llegando a mis 20.
Resulta que cambia más un rostro en 45 vueltas de la tierra al sol, que el astro luz en 4.6 billones de años.
Cuando encontraron el cuerpo muerto del joven que supe ser en mi baño, no me reconocieron. Acto seguido, la justicia me abrió un expediente por haberme dado a la fuga.
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«Algún día tendrás la curiosidad del adulto como para leer un cuento sin que te lo pidan en la escuela» … Hernán Diego Moyano. No solo escribo porque me apasiona, escribo porque tiene que ver con todos los que me leen. En este espacio, Made in Lanús, les propongo compartir más que una columna, más que unas líneas, vamos a compartir la imaginación… más allá de sus formas.
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