Federico D’Elía y Diego Peretti protagonizarán en teatro la comedia El jefe del jefe. Santiago Filipuzzi2
Hace 23 años (junto con Martín Seefeld y Alejandro Fiore) formaron parte de uno de los programas más exitosos de la televisión argentina, Los simuladores, aquel éxito creado y dirigido por Damián Szifron donde cuatro socios resolvían problemas inéditos de sus clientes simulando situaciones inexistentes. Desde entonces, y aunque el traslado de la serie al formato película estuvo por hacerse realidad varias veces, Diego Peretti y Federico D’Elía no volvieron a trabajar juntos. Ahora, finalmente, los actores se reencontrarán sobre un escenario, el de la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, para protagonizar desde el jueves 17 de abril la comedia El jefe del jefe, adaptación teatral de Jack McNamara de The Boss of it All, film de 2006 del controvertido cineasta danés Lars Von Trier (Los idiotas, Bailando en la oscuridad, Rompiendo las olas, Dogville), que cuenta con dirección de Javier Daulte y producción de Pablo Kompel, Ricardo Hornos y Adrián Suar.
A días del estreno, las expectativas son muchas. “Creemos que vendrá el público de Los simuladores, sí, pero fundamentalmente el teatral. Porque el teatro es el teatro. Para ver simplemente a los actores de Los simuladores el público puede acercarse hasta la puerta de la sala, a la salida, tomarse una foto y punto. Sin embargo, suponemos que nos acompañará más la gente interesada en ver una obra de teatro bien escrita, actuada y dirigida. Se trata de un combo atractivo, de un espectáculo que, de no protagonizarlo, nos gustaría mucho ver”, señalan Peretti y D’Elía en el inicio de su diálogo con LA NACION.
-La obra es la adaptación de una película del director danés Lars Von Trier. ¿Eran seguidores de su cine?
Diego Peretti: -Sí, por las tres o cuatro películas que vi de él, y por algunos reportajes que escuché, me parece un provocador interesante. Y su cine, muy de autor, tiene una posición muy conceptual en cada una de las películas que hace. Me gusta mucho. De él recuerdo haber visto Los idiotas, El anticristo y Ninfomanía 1 y Ninfomanía 2.
Federico D’Elía: -Lo descubrí con Los idiotas, cuando se hablaba del Dogma (el manifiesto fílmico vanguardista de mediados de los 90, que, entre otras reglas, imponía el rodaje en 35 mm, cámara en mano y la exclusión de efectos especiales) y de su manera tan especial de trabajar. Me parece que es un tipo muy especial, no es uno más del montón. Ha hecho varias películas de ese tipo y después esta comedia, la única que filmó hasta ahora.
-¿La comedia mantiene el estilo feroz y controversial de toda su filmografía?
Peretti: -No sé si es feroz. Tal vez no sea esa la palabra que más le quepa. Pero creo que es disruptiva porque intenta un lenguaje muy particular, muy absurdo. Su historia también es conceptualmente disruptiva.
D’Elía: -No tiene esa ferocidad que tal vez tienen sus otras películas. Porque es una comedia. De cualquier manera hay algo ahí, en el fondo, que tiene ese olorcito, aunque no aparezca claramente. Así que por momentos es salvaje.
-¿Cuál es su argumento?
D’Elía: -Es bien sencillo. El jefe de una empresa de informática, que encarno yo – pero que nunca les dije a mis empleados que lo era por una cuestión de fobia, y por tratar de ser un par más y evitar conflictos de jerarquía; bah, por comodidad-, un día pone en venta la empresa y algo cambia. Es que, entonces, no puede decir que él es el jefe porque siempre lo ha ocultado. Entonces contrata a un actor, que interpreta Diego, para que haga de jefe. Él llega prácticamente a hacer un trámite para que luego yo continúe con todo lo que hay que hacer. Pero las cosas se complican y en una semana pasa de todo.
Peretti: -Más que un argumento hay distintos puntos de vistas de algo puntual que sucede. También se podría describir la obra como la historia de un actor que es contratado por un empresario para hacerse el jefe y termina identificándose con el personaje a tal punto que provoca un descalabro. Y los otros personajes, que son cuatro oficinistas (interpretados por Juan Isola, Ariadna Asturzzi, Andrea Lovera y Cristian Jensen), podrían contar algo diferente, según sus distintas ópticas. Son todas tangentes que se van armando con base en una empresa y generan una historia muy absurda. Pero el absurdo se llama así, paradójicamente, por ser hiperrealista. Al respecto, muchos dicen que Ionesco es absurdo porque es disparatado, mientras que otros aseguran que es absurdo por ser de un realismo tal que incorpora lo absurdo de la existencia. En definitiva, la historia de El jefe del jefe es por un lado empresarial y por otro lado tiene que ver con la actuación, y esos dos mundos se mezclan de una forma muy particular.
-¿Es de las comedias con mensaje?
Peretti: -Sí, tiene un mensaje sobre el poder. Pero no es Ibsen, ¿eh? Y no digo esto para menospreciar la comedia, lo digo porque las obras de Ibsen tienen al final un mensaje social bien claro. Acá no te vas a encontrar con algo así, pero sí lo tiene y dependerá de la lectura de cada espectador.
D’Elía: -Lo tiene. Habla un poco de estas empresas que no sabemos muy bien qué son. De golpe son tecnológicas, pero la gente no conoce más. De hecho en la obra tampoco se habla mucho de su naturaleza, se dice que es tecnológica, pero no mucho más. Es como cuando ves un aviso que dice: ‘Vendo una productora de contenido’. ¿Qué es eso? Salvo que tenga dos o tres proyectos bien claros y definidos, eso es… humo.
-¿La obra, por su estilo y por el ámbito en el que se desarrolla, guarda puntos de contacto con la serie The Office?
D’Elía: -Sí. Porque transcurre en una oficina y por lo disparatado de lo que sucede. The Office apunta al humor refinado, basado en los vínculos en la oficina y en el timing textual; en El jefe del jefe el humor parte de las situaciones.
Otros trabajos
-Antes de ser actores, ¿tuvieron un trabajo formal, con un jefe? ¿Cómo fue esa relación?
D’Elía: –Yo me fui de mi casa para no tener de jefa a mi mamá. Después quise ser actor para no tener un jefe puntual, aunque al final siempre tenés alguno, ya sea el productor o el director de un proyecto, pero no es lo mismo que un jefe formal, el vínculo es bien distinto. Alguna vez, mientras que trataba de ser actor, trabajé de cadete y en una casa de pollos. Pero no tengo un recuerdo particular de aquellos jefes.
Peretti: -Yo también tuve algunos trabajos formales. Trabajé como preceptor en un colegio y en una fotocopiadora. Y después como médico en una guardia, mientras hacía la residencia. Según mi experiencia, cuando un jefe no es bueno no genera un buen clima de trabajo. Y yo creo que el respeto al jefe, o a la jerarquía, tiene que deberse a una admiración más que a un cargo burocrático. Así las cosas funcionan; si no, no. Cuando me he topado con un mal jefe, he huido de esa situación. Pero desde que soy actor no me ha tocado vivir ninguna mala experiencia al respecto.
D’Elía: -¡Ahora me acordé de un jefe en particular! Es el que tuve hace muchos años en un bar de Villa Gesell, donde yo cargaba heladeras. Era insoportable, un tipo con el que no querías estar ni un minuto. Pero curiosamente, cuando terminaba el horario de laburo, era otro, y entonces nos matábamos de risa, tomábamos cerveza y hablábamos de fútbol. Por eso yo creo que el rol de jefe, muchas veces, confunde. Cuando el jefe quiere imponerse sólo porque es jefe, ahí empiezan los problemas. Pero cuando vos ves que el jefe tiene otra capacidad y sabe cómo entrarle a cada uno de sus empleados, la experiencia laboral es absolutamente otra.
-¿Alguna vez fueron jefes? ¿Qué tipo de jefes fueron?
D’Elía: -Nunca fui jefe, sí tal vez ocupé un lugar donde era jefe de alguno, pero no el gran jefe. Yo soy de intentar generar la mejor onda posible y de trabajar de una manera muy fluida, a no ser que se llegue a un lugar donde haya que poner los puntos, y decidir entre blanco y negro para que todo no termine en un descalabro.
-Vos, Diego, dirigiste una película (La muerte de un comediante, aún por estrenar). De alguna manera ejerciste el rol de jefe. ¿Cómo fue la experiencia?
Peretti: -Cuando uno sabe lo que quiere transmitir, las órdenes casi no son ordenes. Yo me encargué de explicar todo al detalle y me hice cargo del set como si fuera mi familia. Si alguien necesitaba algo en especial, yo mismo me ocupaba de conseguirlo. Fue como estar en setecientos lugares distintos a la vez. Como director, o jefe, si lo querés ver así, fui motivador y conciliador, pero a la vez determinante. Es que conozco muy bien el mundo del cine. El tema es cuando llegás a jefe por una cuestión burocrática, por obsecuencia o porque te impone alguien. Entonces terminás cag… al de abajo para quedar bien con el de arriba y así todo se trastoca.
D’Elía: -El tema es el poder, me parece. Porque más allá del jefe o no jefe, hoy vas a estacionar un auto en un estacionamiento y el tipo te trata como… Te dice: ‘Vaya allá, más acá, ahí no´. Es el momentito de poder que tiene ese tipo, en ese lugar y en ese momento. Por eso el tema es cómo se lleva uno con el poder.
-En términos generales, ¿cómo se llevan con las relaciones de poder asimétricas?
Peretti: -Y… son indignantes, verdaderamente indignantes. Hay que alejarse de ahí porque producen úlceras. Algunos podrán decir lo contrario, o que las manejan bien. Pero yo disiento; cuando hay un poder que afecta tu vida diaria… por más que te resbale todo, solo seguís trabajando ahí porque te conviene o porque no podés salir de ahí. Te ves envuelto en un poder tan asimétrico que apelás a la disociación como mecanismo de defensa. Vos podrás decir igual que todo eso te resbala, pero vaya a saber qué costo terminás pagando en el futuro.
D’Elía: -Un caso totalmente opuesto es el que vivimos hoy con Javier Daulte, el director de la obra, de alguna manera nuestro jefe. Es muy buen jefe porque sabe lo que quiere, sabe lo que quiere contar, pero a la vez tiene muchas dudas y las comparte, las expone en voz alta. Y eso nos ayuda muchísimo. Es un jefe de los buenos.
Peretti: -Yo ya había trabajado con Javier en Los vecinos de arriba y tengo la misma opinión de él que Federico. Tiene una manera de dirigir muy disciplinada, creativa y abierta. Entonces los ensayos son muy lindos, muy agradables. Al respecto, recuerdo cuando (Juan Román) Riquelme jugaba en el Barcelona y Van Gaal no lo ponía en el equipo titular porque decía que no corría para recuperar la pelota. Sin embargo, Riquelme nunca dejó de reconocer que los entrenamientos con Van Gaal fueron de los más divertidos que tuvo en toda su carrera. Y es que los entrenamientos, para el futbolista, no tienen que ser simplemente una puesta a punto física sino entretenidos, creativos y motivadores. Bueno, eso es lo que nos pasa con Javier.
Futuro de Los simuladores
-Ustedes no trabajaban juntos desde Los simuladores. ¿Cómo fue el reencuentro laboral luego de 23 años?
D’Elía: -Muy bien. Desde lo personal nunca perdimos contacto, y desde lo laboral, en cuanto terminó Los simuladores, cada uno de los cuatro hizo su carrera. A él, particularmente, le fue muy bien. Por ejemplo, hizo mucho cine y del bueno. Así que estábamos al tanto de lo que estaba haciendo cada uno. Una de las motivaciones para hacer esta obra fue justamente que estuviese Diego, además de poder trabajar por primera vez con Daulte y en el Paseo La Plaza, que es –siguiendo con el tono futbolero- como jugar en primera. Con respecto a Diego, no puedo hablar solo de lo laboral, se me mezclan más cosas. Es parte importante de mi vida. Al igual que Alejandro (Fiore) y Martín (Seefeld). Nos veamos más o nos veamos menos, no importa. A Diego siempre lo tengo ahí, siempre muy presente.
Peretti: -A mí me gusta mucho trabajar con él y estamos haciendo una pareja de jefe y de actor/empleado que me parece dará qué hablar, muy rica y con muchos matices. Lo quiero mucho a Fede y lo respeto como actor, por eso nosotros empezamos a trabajar mucho antes que el resto, en el verano. Yo estaba filmando en Ushuaia (la película Risa, de Juan Carlos Cabral, con la cantante Cazzu como co protagonista) y nos mandábamos videos y nos llamábamos para ir pasando la letra.
D’Elía: -Nos entendemos muy bien pese a que tenemos una manera de laburar diferente. Pero hay algo de la confianza… Yo a veces le digo ciertas cosas a Diego que no sé si se las diría a otro actor. Y yo sé que se las puede tomar bien, mal o regular, pero que es mi amigo. De última me va a decir: `¿Sabés qué, boludo? Tal y cual cosa´. Y seguiremos siendo amigos igual. Y ensayando, claro. Pero hasta ahora eso no ocurrió. En fin, lo bueno entre nosotros es que nos podemos manejar con mucha libertad porque existe el conocimiento mutuo y la confianza.

-¿En qué estado se encuentra la película de Los simuladores, de la que tanto se ha hablado?
D´Elía: –Stand by, absolutamente. Está parada. No se hace, en un principio no se va a hacer la película porque Paramount no tiene los recursos para hacerla, entonces todo queda en la nada. Ahora estamos saliendo de la situación contractual que teníamos con Paramount. Ese es el punto en el que estamos.
-Y luego de que salgan de esa situación contractual, ¿qué podría pasar?
D’Elía: -No sé. Pensá que pasaron veintipico de años desde que terminamos de hacer Los simuladores y siempre el deseo de hacer una película estuvo, pero ya estamos más grandes, tenemos muchas mañas y pasaron muchas cosas en el medio. Sinceramente, no sé qué puede pasar. Hoy mentiría tanto si digo que la vamos a hacer como que no.
-Por último, ¿qué opinan de la actual explosión teatral porteña? ¿Es un fenómeno absolutamente positivo?
D’Elía: -Siempre hubo mucho teatro en Buenos Aires, pero nunca como ahora. Actualmente no hay salas libres en ningún lado, si querés estrenar un espectáculo tenés que pedir turno y esperar. Por un lado eso es fantástico, pero por otro no, ya que significa que los actores, salvo excepciones, no tenemos trabajo en otros medios, ni en la televisión ni en el cine ni en las plataformas. Por eso las grandes figuras, que en general antes no se subían a un escenario, ahora están todas haciendo teatro. Yo festejo eso, pero no el por qué. En fin, el teatro es hoy el único refugio para los actores.
Para agendar
El jefe del jefe. Comedia de Lars Von Trier. Sala: Pablo Neruda, Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660). Funciones: miércoles y jueves a las 20:15, viernes a las 20, sábados a las 19:45 y 21:45 y domingos a las 19:15.
Fuente: La Nación