Diego Capusotto hace todo para pasar inadvertido. Para poder ser un ciudadano común más, acaso si eso es posible dada la popularidad alcanzada a través de los desopilantes personajes que supo construir con fina sintonía social, cultural y política. Esa búsqueda lo lleva a convocar a Página/12 a un antiguo bar alejado del ruido, de esos donde los colores chillones no forman parte de su decoración y las palabras en inglés brillan por su ausencia en el menú de cafés y minutas, a pocas cuadras de su casa y en un horario de baja concurrencia. Pero comete un error, o dos: la campera inflable naranja elegida para abrigarse llama demasiado la atención y su deseo fantasmagórico resulta imposible de cumplirse a esta altura de su reconocimiento popular. Los saludos, los pedidos de fotos y videos de admiradoras y admiradores de todas las edades, se suceden una y otra vez en la hora y media de charla con Página/12 en la que habla sobre su nueva obra de teatro, la política y la realidad argentina en la era Milei.
Capusotto está de vuelta. Aunque en realidad nunca dejó hacer cosas, abocado en los últimos años a la publicación de un libro de poesía y a un ciclo de charlas por todo el país. Pero el actor retornó a las grandes luminarias con el reciente estreno de Tirria, una obra de teatro de texto que sube a escena de jueves a sábado en el Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343). La historia, escrita por Lucas Nine y Nancy Giampaolo, gira en torno a los Sobrado Alvear, una familia patricia argentina que en la década del ´50 atraviesa las penurias de un incipiente ocaso económico. Sin intención de revelar a sus pares su realidad, todos los veranos los Sobrado Alvear fingen viajar a Europa pero en realidad se encierran en baúles que juntan polvo en su mansión. Nadie sabe su secreto, salvo Hilario (Capusotto), su leal criado que se ocupa de que esa farsa pueda realizarse a base de discreción y arroz con leche. Dirigida por Carlos Branca, Tirria cuenta con las actuaciones de Andrea y Galo Politti, Rafael Spregelburd, Daniel Berbedes, Juan Arana y Eva Capusotto, hija de Diego.
“Es una familia patricia venida a menos, que funciona como una especie de grupo que quiere aparentar eso que no tienen, lo que en un momento tuvieron y no está más», define Capusotto. «Tirria tiene mucho que ver con las disposiciones en ese momento, y que aún se repiten, de clases sociales acomodadas frente a lo que viene, frente a la posibilidad de perder ese estatus, de algo que contamina eso que quieren ser, pero están derrotadas. Se lo cuenta como un grotesco, por lo cual los personajes terminan siendo casi caricaturescos y hasta casi simpáticos”.
-¿Simpáticos o patéticos?
-El género permite que ese patetismo se traduzca de una manera graciosa. Los autores son fanáticos de las películas de la época del teléfono blanco, solo que ahora ese teléfono se convirtió en un peligro, no en una cosa glamorosa o que forma parte de esa élite, sino en algo donde interviene la posibilidad de ser desenmascarados. Están anclados entre mantener la apariencia y no aguantar más la situación. La obra avanza como comedia a partir del vínculo de la familia con ese criado, que va a hacer todo lo posible para que se siga cumpliendo el mandato de apariencia, para sostener la mentira. Son como grandes vampiros aparentando estar en Europa.

-Un sostenimiento de algo que es muy argentino. La idea de ser más de lo que se es, hasta incluso creernos los “europeos” de América.
-Sí, eso sigue sucediendo. En esa época parecían estar más cercanos a esa idea. Hoy hay una decadencia más estructural, hay más población y más demandante. Esta familia sí tiene una pertenencia, no es el tilingo de barrio que quiere tener más que el vecino. Hay una cuestión de clase social que estuvo muy presente en la Argentina, con esa mirada hacia el afuera, con esto de representar lo europeo, y la pregunta es: ¿frente a quién?
-Es una familia patricia y transcurre en la década del ’50, ¿esa decadencia tiene que ver con el auge del peronismo en ese momento?
-El peronismo es algo que ha irrumpido en esa época y que pone a esta familia y a toda una clase social en alerta, y a cierto pensar que lo ven como un acecho. A través del peronismo empieza a intervenir en la sociedad algo que no estaba previsto, como fue el 17 de octubre o la clase trabajadora yendo a Mar del Plata… Hay algo que empieza a aparecer, que se hace estímulo, y que esta familia y los que pertenecen a esa clase social ven como una amenaza. ¿De dónde salió finalmente todo esto? Hay algo que la obra replica, sin que intervenga el hecho político en sí. Pero Tirria es una historia muy particular, no es un retrato sobre la situación política de esa época. No estamos contando a la Argentina, sino a una familia que a su vez cuenta un poco el país. Funciona como una comedia, como si fuera trasladada a películas de esa época, como Jettatore. En toda obra artística siempre hay un reflejo de algo, aquí afectado por el grotesco.
Humor, Milei y el peronismo
-¿Hacer humor en el país de Milei es imposible, porque ya está muy presente en la realidad?
-No, no es imposible. Depende la referencia de humor que se haga. Si vas a hacer un humor paródico de Milei, ya está, porque te lo parodia él. Con Pedro (Saborido) hacíamos humor de un montón de cosas, desde lo político, de lo macro, hasta lo que le puede pasar a una persona en su vida cotidiana. En el programa se nombraban a un montón de almas que circulan por la vida. Como es ficción, siempre es mucho más interesante, porque se puede permitir cosas que lo cotidiano inhabilitaría. El humor permite que las formas sean subvertidas. Hay algo como de un juego alocado, necesario, para quien hace humor.
-¿Hoy podrías satirizar a la política y sus protagonistas?
-Sí, ¿por qué no? Si no estaríamos obturados por personajes que no nos dejan hacer nada, que no nos dejan contar porque ya lo están contando ellos de manera patética o trágica. Además, las ideas que aparecen para ser trasladadas a un programa no tienen que ver estrictamente con lo político, tienen que ver con lo social, cultural, con lo existencial. El humor siempre es la modificación de una escena que uno ya conoce, porque desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir nos pasa más o menos lo mismo. Salvo que te pise un colectivo. Ese traslado a lo metafísico no se da en la realidad. Siguen apareciendo personajes. No hay nada que me inhabilite correr algo hacia el lado de lo fantástico o de lo paródico. Porque si no estaría limitado a la voluntad del otro. O a la escena sociopolítica del momento.
-¿Creés que es un momento en que se inhabilita cierto humor desde el poder, ante los ataques que muchos artistas reciben?
-No, yo en principio no tengo redes, no tengo nada, así que me pueden escribir todo lo que quieran que me chupa la japi.
-¿No hay miedo a hacer humor?
-No. Si tuviera miedo de hacer humor, me estaría sacrificando a mí mismo. ¿De quién tendría miedo? Tampoco estamos en 1977, donde capaz que tenías que irte… Acá, lo que hay es un varieté berreta, una especie de karaoke desaforado. No, no podría tener miedo a eso. Ni a ellos ni a los propios.
-¿Por qué definís al gobierno de Milei como un “varieté berreta”?
-Es un varieté berreta que está doliendo a mucha gente. Pero convengamos que son los mismos de siempre. No es nuevo. Encontraron un personaje que andá a saber qué le resignificó a mucha gente, que irrumpió en una coyuntura que lo permitió. No apareció de golpe. Como lo que precedió fue tan dramático, aparece alguien que viene a hacer su propia narrativa, que confronta con la que estuvo. Y mucha gente que capaz la está pasando mal con este muchacho, no quiere otra cosa. Habría que preguntarse por qué. Prefieren, finalmente, ver qué modelo de resistencia pueden tener o la idea siempre de proyectar la esperanza de que puede cambiar… Que pasó en todas las épocas y con todos los gobiernos y que algunos, por fuera de Milei, también lo proyectan con el kirchnerismo, con Cristina, esperando otra vez que vuelva algo de golpe y porrazo que nos sea más favorable e intervenga frente a lo que nos amenaza. Bueno, yo creo que no es tan así la cosa.
-¿Te interesa el debate público que se da hoy en la sociedad argentina?
-Es un debate en un medio que permite que ese debate quede ahí y no intervenga en nada. Porque lo que interviene son las políticas que se efectivizan. El debate político me parece bastante berreta. De todos lados. Acá lo que interviene son las maneras de hacer y a quiénes eso perjudica y a quienes beneficia, que son siempre más o menos los mismos. Es decir, la idea de la sociedad de los más aptos, que eso a mucha gente la engancha. La idea de un Estado que proteja vs. un Estado que no. Ahora, cuando empiezan a pensar que ese Estado no los protege, que no les da lo que les tiene que dar, entonces si tienen que ir al caos, van a ir al caos. Porque no encuentran otra cosa que pueda resolver su realidad.
-La sociedad del hartazgo ante una realidad que no mejora.
-Eso hay que tenerlo en cuenta porque el fenómeno aparece siempre por algo. No aparece per se. Tiene que pasar algo que haga que se empiecen a modificar el estado de las cosas. Hoy, ese estado de las cosas pertenece a un conjunto de personas que en la Argentina estuvieron siempre y que, finalmente, son los cadetes de las dos embajadas. Ya sabemos qué es eso. Hay una manera nueva porque el personaje se instala de una manera muy disruptiva y que evidentemente a mucha gente le atraviesa.
-¿Qué sentís cuando las actitudes del presidente o de sus funcionarios son asociadas a algún personaje de Peter Capusotto y sus videos?
-Lo que hacemos nosotros es humor y es un lenguaje que siempre tiene ese signo de formalidad: estás viendo un programa de humor que le puede gustar a muchos y molestar a otros. Pero es una convención clara del registro. Cuando eso se toma desde el poder estamos hablando ya de otra cosa. Lo otro es un simple programa de humor. Puede haber una mirada sobre lo que hacemos que sea cómplice de otra, pero también hay gente que se ríe con lo que hacemos que no vota al kirchnerismo. Muchos de los que se ríen con nuestro programa votaron a Milei.
-¿Te sorprende?
-No, porque afectamos de todo y eso trasciende… Lo que pasa ahora es otra cosa. Incluso, como miembro “de la cultura” en tanto actor, tampoco me debería preocupar por ese sector que está siendo atacado por el gobierno. Porque lo que está siendo atacado es un todo. Ahí es donde hay que poner el foco de atención y ver cómo se resuelve. Ahora se está esperando a que se caiga algo en vez de proponer algo que pueda reemplazarlo, que pueda dirimir contra eso. Eso es porque te has quedado sin algo para decir. La situación para mí es harto difícil, pero también para el trabajador, para ese sector que fue abandonado. Que es el sector más conservador, en tanto lo único que necesita es tener un trabajo digno y poder cubrir sus necesidades. Un sector que no habla de la ultraderecha y que fue abandonado en su momento.
-¿Abandonado por el peronismo?
-Lo que fueron los cuatro años anteriores de Alberto (Fernández), que incluso hasta invisibilizaron los de Macri. Porque apareció una pandemia y porque en tu mejor momento de imagen aparece una fiesta en Olivos… Todo lo que había que confrontar, ni más ni menos que la distribución de ingresos, no se hizo. Entonces, cuando uno se pregunta por qué hay un sector amplio que sigue bancando esto… Bueno, siguen bancando a este porque no tienen confianza en ninguna otra cosa. Y ese voto, a lo mejor, fue para otro lugar.
-En los jóvenes parece haber penetrado la pandemia y lo que pasó alrededor en el gobierno de Alberto Fernández. Para ellos, esos cuatro años son “el kirchnerismo”, porque no vivieron los procesos anteriores.
-No solo no vivieron, sino que a lo mejor ven algo pintoresco en ese personaje que irrumpe y que combate las formas de comunicación política, que estuvieron también tan “cuidadas” con esa cosa de no correrse, no ir un poquito más allá…
-Para no hacerle «el juego a la derecha».
-Bueno, eso te lleva muchas veces a la derrota… Aparte esta cosa de estar pensando todo el tiempo en la derecha o en la izquierda… El trabajador no sé hasta qué punto se pregunta si es de izquierda o de derecha… Si tiene que tener tres laburos y no le alcanza para vivir, te va a mandar a la concha de su madre. La derecha o la izquierda son motes que podemos discutir los que no pasamos ninguna necesidad… Son discusiones más de centro cultural.
-¿Entendés a los jóvenes que votaron a Milei?
-Hay otra manera de presentar lo político hoy. Que en este caso tiene más que ver con las redes que con la oficialidad del discurso. La coyuntura hizo que haya surgido un personaje que tuvo una conexión con un sector importante de la Argentina que había quedado afuera. Es el famoso cuento de que el Estado no te da nada, que vos tenés que capitalizarte a vos mismo con tu esfuerzo que haga que nadie intervenga en tu deseo. Los que necesitan del Estado y quedan afuera… lo lamento. Así piensan. Es la sociedad de los más aptos, que esa siempre fue la idea de estos muchachos, que ya sabés a quiénes le van a sacar. Le sacan a los jubilados… Siempre hicieron lo mismo. ¿A quiénes le van a sacar? ¿A las corporaciones? ¿Al grupo que maneja las cosas? Que no es Milei… que apenas es un aliado.
-¿Lo que cambió, entonces, es el títere del «poder real»?
-No sé si títere. Es alguien que aparece y sostiene la cosa. Si apareció y genera eso es por algo y habría que preguntarse por qué. Uno puede intuir las razones: hay un sector muy fuerte en Argentina que quedó afuera, que es un sector que a lo mejor antes votaba al peronismo y ahora decidió hacerlo por Milei. Las discusiones internas, cierta cosa de gueto que se arma respecto a un proyecto político, que se olvida de un sector importante, hace que después muchos te voten en contra.
-¿No creés que un sector de la población votó a Milei porque, como dicen algunos, es de «derecha»?
-Tratar de entender es siempre más difícil. Hay gente que en un momento vota porque quiere pertenecer a una idea. Pero hay otros que sí te pueden votar y después quedan afuera. Esto lo digo irónicamente: nunca se nombró tanto a Perón como después de la derrota. Pero Perón también es una figura en blanco y negro para los pibes. Hay pibes que no tienen ninguna responsabilidad política ni tampoco lectura. Hay que entender que algunos personajes que aparecen, lo hacen precisamente para eso: para que quien no tenga lectura política pueda poner su adhesión ahí. Si lo que se le opone al poder termina siendo lo que pasó… y entonces, muchachos… Hay que ver cuál es tu disposición frente a los poderes reales, a Estados Unidos, cuán dependiente querés ser… Qué sé yo… Si el chabón se saca foto con Rocky, más de uno va a decir “qué groso, a mí también me gustaría sacarme una foto con Rocky”. Es una disposición de liderazgo que opera de otra manera, a través de redes. Y ahora las redes te colocan más en un adentro que en una afuera, porque estamos todo el tiempo metidos… Con muchos odiadores… Igual, prefiero que los odiadores estén por ahí y no en la calle, porque si tienen calle son capaces de romperte la cabeza. Eso dificulta un proceso que debería ponerse en marcha pero que hoy no está. Uno lo vive como una situación trágica. Pero, por otro lado, también uno tiene cosas para hacer. Tampoco quiero ser dependiente de todos estos muchachos.
-Tenés una vida.
-No voy a ser un espectador continuo de los debates entre sectores. Hay algo nuevo que tiene que tener un vocero, un personalismo, que el peronismo también tuvo. Perón, Eva, después Néstor y Cristina… Ahora viene por otro lado. Me resulta ingenua esa idea de que “si el peronismo dijera lo que dice este muchacho saldría en cadena nacional en todos los medios…” Es así y hay que recomponer desde una derrota. No es que estaba todo bien y de golpe te quedaste afuera del boliche porque te empujaron. Y… no, amigo, estuviste rompiendo todo y a lo mejor vinieron 5 más y te sacaron a patadas. Pero bueno, están Bullrich, Sturzenegger, figuras que ya estuvieron en el menemismo, la Alianza, macrismo… . Tampoco nos vamos a sorprender. Y cuanto más te victimizás frente a esto con la idea de los malos frente a lo buenos -como si fuera una serie de Netflix– peor es. En la política las buenas intenciones están bien, pero la ingenuidad no. Eso no significa que no te comprometas a la pelea. Pero sabé que te noquearon dos veces y que en el rincón -mientras te tiran agua- tenés que más o menos analizar por qué te noquearon. Y cambiar la estrategia.
Fuente: Página12