Por el hall del Teatro Nacional Cervantes fueron llegando los nominados e invitados a los Premios María Guerrero, que entrega la Asociación de Amigos de la única sala que depende del gobierno nacional. Con un espera de una hora, matizada por copas de champagne antes del inicio de la ceremonia, inevitablemente las conversaciones giraban alrededor de la marcha que ya copaba el microcentro porteño en defensa a la educación universitaria y al financiamiento de la salud pública.

A lo largo de las dos horas, en la se premiaron en 19 categorías a creadores escénicos de todos los circuitos teatrales (desde el comercial al comunitario), hubo varios momentos especiales, que marcaron la tarde en medio de una cuidada ceremonia que contó con la dirección y dramaturgia de Mariángeles Bonello, Natalia Casielles y Yanina Gruden, con música original a cargo de Pablo Viotti y la participación de varios invitados.
Ya avanzada la fiesta del teatro llegó el turno del rubro actuación protagónica y coprotagónica. Las ganadoras fueron Belén Blanco, por su trabajo en Clandestina; y Sofía Gala Castiglione, por Lo que se pierde se tiene para siempre.
Cuando llegó el momento de premiar a esta última, apareció en el escenario Moria Casán, su madre, frente al aplauso de todos. “El escenario es nuestro útero, nuestro líquido amniótico. El teatro es balsámico, sanador, creativo. Las fiestas del teatro, como en este caso, tienen otra vibra, otro registro. Yo he estado en todas las fiestas de premiación, pero las de teatro tienen otra cosa, que es lo que nos une […]. El teatro es algo que nadie va a poder voltear jamás”, dijo Casán, en medio de los aplausos y la mirada de su hija.
Emocionada, Castiglione respondió: “Gracias por enseñarme este oficio desde que nací, cuando me llevaban al teatro siempre vos y mi padre, que no sé dónde donde debe estar… En el cielo y vaya a saber…”, expresó, mientras su madre apuntaba jocosamente -en referencia a Mario Castiglione- que debía estar en un bar, tomando whisky.
Luego de los agradecimientos de rigor, la ganadora hizo un importante llamamiento en defensa de la cultura, que se fue repitiendo después en las voces de varios de los premiados por el jurado de los María Guerrero.
Las referencias a la compleja situación del teatro, con el INT incluído, fue permanente durante la ceremonia. Cuando Juanse Rausch, premiado por su trabajo dramatúrgico en Saraos uranistas, tomó el micrófono y luego de una referencia a su admiración por Moria Casán le dedicó el premio a “las locas de antaño y actuales, en este momento de asfixia total”. Mariano Bragán, galardonado por su adaptación de Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón; al subir al escenario con toda su compañía, dijo: “Estamos rodeados de crueldades y nosotros hacemos amor”.
Un emocionado Mariano Saborido, premiado por el unipersonal Viento blanco, apuntó: “Deseo ternura, una realidad que nos haga sentir mejor”. En este marco, cuando el público que llenó la sala escuchó que el nombre de las entidades públicas ternadas al premio Instituciones, toda la sala estalló en un aplauso. Ese premio fue para la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD), a sus 50 años.

Cerca del final, luego una emotiva secuencia dedicada al biodrama, de una cita al universo creativo del Instituto Di Tella y de una lectura en conjunto entre actores y público de un poema de Alejandro Urdapilleta, la bailarina y coreógrafa Margarita Bali recibió el Premio Trayectoria. “Hace 50 años, yo bailé en este mismo escenario, en un ciclo de danza. Sorprendentemente, era un escenario muy inclinado. No solo eso, tenía una lona verde, que cuando uno giraba se enganchaba”. Tras contar eso, esta gran dama de la danza contemporánea de 82 años hizo en escena un giro que despertó el aplauso de todos. En medio de proclamas diversas, al final se coló otra como un gesto de reivindicación: “¡Viva la danza!“.
Y así se cerró esta fiesta del teatro.
Todos los ganadores
Actuación unipersonal: Mariano Saborido, por Viento blanco; y Julieta Zylberberg, por Prima facie.
Actuación revelación: Manuel Di Francesco, por Saraos uranistas; Luis Rodríguez Echeverría, por El principito, una aventura musical y Nicole Kaplan, por Desertoras.
Actuación de reparto: Marita Ballesteros, por Lo que se pierde se tiene para siempre y Jorge Thefs, por Las lágrimas de los animales marinos.
Actuación protagónica y coprotagónica: Belén Blanco, por Clandestina; Sofía Gala Castiglione, por Lo que se pierde se tiene para siempre.
Instituciones: Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) (50 años).
Premio especial: Compañía de danza aérea Brenda Angiel (30 años de vida), la Revista Llegás (con 20 años de trayectoria) y Teatro x la Identidad La Plata (una década de trabajo).
Trayectoria: a la bailarina y coreógrafa Margarita Bali.
Música; Guadalupe Otheguy, por Clandestina
Espectáculo internacional: Tierra, dirigido por Sergio Blanco en una producción de Uruguay, Chile, Argentina y España.
Danza y artes del movimiento: Luciana Acuña y Carla Di Grazia, por Bailarinas incendiadas.
Teatro para las infancias y adolescencias: Moliendo a Molière, dirigida por Emiliano Dionisi.
Teatro de títeres y objetos: Paula Quintana, Fernanda Bohigues, Tatalo Muzzín y Paula Quintana, por Expediente Ofelia.
Fotografía: Irish Suárez, por Saraos uranistas.
Realización audiovisual/multimedia: Alejo Moguillansky, por Bailarinas incendiadas.
Vestuario: Victoria Molotok, por Gwen.
Iluminación: Matías Sendón, por sus puestas en Bailarinas incendiadas, Clandestina, Quiero decir te amo y Viento blanco.
Escenografía y diseño espacial: Gonzalo Córdoba Estévez, por Cuando Frank conoció a Carlitos y por Las lágrimas de los animales marinos
Adaptación: Mariano Bragán y Compañía Payasos del Matute, por Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón.
Traducción: Andrea Garrote, por Prima facie.
Dramaturgia: Juanse Rausch, por Saraos uranistas.
Dirección: Paula Sánchez, por 24 Toneladas y por Tercer cordón del conurbano, una tragedia marrón.
Fuente: Alejandro Cruz, La Nación.


