El robot submarino SUBastian, del Schmidt Ocean Institute, recorrió ayer la entrada de uno de los cañones submarinos más importantes de la Argentina, en la segunda transmisión en vivo del lecho oceánico nacional a bordo del (too).
La misión forma parte de una serie de expediciones que, hasta el 29 de octubre, llevará adelante un equipo integrado por miembros del Servicio de Hidrografía Naval (SHN), investigadores de la UBA y del Conicet. El objetivo: conocer a fondo el Mar Argentino y, sobre todo, una zona que se presume entre las más ricas en vida del planeta.
La jefa de la expedición, Silvia Romero, directora del Laboratorio de Dinámica Oceánica del SHN, la definió como una “bomba biológica” que se extiende a lo largo de los 1500 kilómetros del Talud Argentino
A diferencia de la primera expedición —popularmente conocida como el stream del Conicet—, esta vez no recolectarán animales. En cambio, medirán distintas variables del agua para entender por qué esta región marina es capaz de generar tanto alimento y, además, absorber grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera.
“En la campaña anterior trabajaban con organismos vivos; nosotros tomamos datos digitales”, explicó Romero.
“Aunque no tengamos la cosa visual, nuestro objetivo es esencial: estudiar el ambiente donde esos organismos crecen. Si plantás una semilla en el desierto, no va a prosperar; acá todo florece. Queremos entender por qué.”
Con más de tres décadas de experiencia en misiones similares, Romero lidera el equipo junto a sus colegas y compañeras de ruta, las oceanógrafas Ana Paula Osiroff y Marcela Charo. “Somos las más grandes del grupo y estamos disfrutando este viaje que hacemos juntas”, agregó Osiroff.
La mayoría de la tripulación científica es joven, pero eso no impide la convivencia. Comparten cenas, charlas y rutinas a bordo del barco, incluso las menos glamorosas, como la limpieza semanal de camarotes. Cada domingo, el capitán inspecciona los cuartos y premia —si todo está en orden— con una suerte de reconocimiento naval que ya se volvió tradición. Esa camaradería convive con una diversidad de enfoques científicos: mientras las experimentadas oceanógrafas analizan corrientes, acidez y temperatura, el equipo incluye biólogos, cartógrafos e incluso una artista.
“Tenemos a Valeria Guinder, especialista en fitoplancton”, señaló Romero. Este microorganismo, base de la vida marina, capta dióxido de carbono y lo transforma en “nieve marina”, residuos que caen lentamente hacia el fondo y alimentan a una gran variedad de especies. “Acá vemos ballenas, lobos marinos y una infinidad de peces. Eso es lo que provoca esta bomba biológica”, explicó.

El sitio donde trabajan está atravesado por dos corrientes —una fría y otra cálida— que se encuentran y forman un frente oceánico, fenómeno clave para la reproducción marina, la pesca, la restauración de ecosistemas y la captura de carbono. El océano absorbe el 26% del dióxido de carbono del planeta. “Es mucho más eficiente que los bosques y el Mar Argentino es aún más potente”, destacó Osiroff.
Aunque los animales no son el foco principal, aparecieron de todos modos: decenas de criaturas se cruzaron en el camino del robot.
Durante nueve horas, el canal de YouTube del instituto estadounidense transmitió un espectáculo hipnótico: medusas fluorescentes, anémonas que se abrían como flores bajo el agua, peces que reptaban sobre la arena… y, entre ellos, latas de cerveza. Los científicos aprovecharon la inmersión para recolectar muestras de agua y sedimento a distintas profundidades.
Los resultados son preliminares, pero un hallazgo ya destaca: microplásticos dispersos por todo el fondo submarino. Más allá de la preocupación ambiental, las imágenes revelaron una vida vibrante y luminosa. Un recordatorio de que incluso en las profundidades más remotas, el Mar Argentino sigue respirando. Entre la belleza y la basura, esto fue lo que el robot encontró en las profundidades
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Medusas blancas
“Qué zoom impresionante”, exclamaron algunas de las científicas durante la transmisión. A 325 metros bajo el agua, donde la temperatura no superaba los seis grados, la cámara de SUBastian mostró una medusa alargada, blanqueada por la luz del robot, que parecía danzar sobre el fondo oscuro del horizonte marino. Sus tentáculos, finos como cabellos canos, seguían el vaivén de su cuerpo translúcido.
Los ejemplares observados se asemejan a la especie Desmonema gaudichaudi, habitual en el Atlántico Sur. Mientras flotaban entre las sombras, ofrecieron un espectáculo privado para los tripulantes del Falkor (too).

El pez escorpión
A 135 metros de profundidad, SUBastian detectó lo que parece ser un pez de la familia Pontinus, comúnmente conocidos como peces escorpión. De ojos saltones, lomo rojizo y labios carnosos, suelen esconderse bajo las rocas en zonas profundas, donde acechan crustáceos que abundan entre los campos de anémonas del lecho marino, a la altura de Almirante Brown, en Chubut.

Estas anémonas se alimentan de plancton y pequeños peces. Según los investigadores, este ejemplar desplegaba una lengua extensible que enroscaba a sus presas con precisión antes de devorarlas.

El pez anguila
Casi al final de la transmisión del miércoles, el equipo detectó un pez difícil de identificar. Por su forma alargada, podría pertenecer a la familia Pholidichthys, similar a las anguilas. Son animales pequeños que, en su etapa juvenil, se alimentan de plancton y, en la adulta, de crustáceos y gusanos marinos. Como los Pontinus, buscan refugio entre las rocas, donde encuentran alimento y protección.

Latas y microplásticos
Uno de los elementos que más sorprendieron durante la transmisión fueron las latas de cerveza y fragmentos que parecían microplásticos mezclados con los sedimentos. “Por aquí circulan barcos pesqueros, sobre todo en el Agujero Azul, donde operan sin regulación después de la milla 200”, explicó Romero, aunque aclaró que no pueden confirmar el origen de los desechos. “Podrían ser de cualquier pesquero”, supuso.

En esta época del año, cientos de embarcaciones —en su mayoría de bandera china, surcoreana y española— se concentran en la zona. Diversas organizaciones ambientales, científicos e incluso tripulantes han denunciado violaciones al ambiente y a los derechos humanos en parte de estas flotas.
Lo que viene
La expedición finalizará el 29 de octubre, sin retrasos previstos. Ahora la tripulación se dirige al norte, a unos 500 kilómetros, frente a la ciudad de Viedma, en Río Negro. Allí lanzarán boyas especiales que medirán corrientes, salinidad, temperatura y otras variables para entender mejor las dinámicas oceánicas de la región.
Hoy, a las 20.30, transmitirán en vivo el proceso por Instagram. Quedan todavía dos inmersiones más del SUBastian programadas para el fin de semana.
Fuente: Matías Avramow, La Nación