Por qué Brandoni quiere que su última función llegue en un buen momento

A los 85 años, Luis Brandoni reflexiona sobre su vida, el oficio del actor, su relación con Alfonsín, del éxito y de esa búsqueda íntima por convertir cada función, y cada recuerdo, en una forma de permanecer

“Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”, cita Luis Brandoni como puerta de entrada a esta conversación: la de un actor que, a los 85 años, sigue pisando el escenario con la misma convicción, entrega y curiosidad que cuando empezó. Hoy prepara una temporada en Mar del Plata con Quién es quién, la comedia que interpreta junto a Soledad Silveira. Entre funciones, ensayos y recuerdos, Brandoni vuelve a mirarse en retrospectiva sin dejar de pensar en lo que vendrá. Habla de su infancia en Dock Sud, de su amistad con Raúl Alfonsín y de los años de compromiso político y cultural que atravesó con intensidad. Recuerda el exilio, el regreso, sus grandes personajes del cine y el teatro, la vigencia de Made in Lanús, el ritual del público, el éxito y también el fracaso.

Voy a arrancar con fotos. Mirá esta foto: está Germán Palacios, está Ricardo Darín, estás vos. Es de cuando hacían Art. Y acá mirá tu camiseta: la del Sportivo Dock Sud. ¿Qué te genera Dock Sud?

Brandoni, Darín y Palacios: hinchas apasionados
Brandoni, Darín y Palacios: hinchas apasionados

Mi barrio de nacimiento y de crianza.

Siempre decís que el recuerdo de tu infancia es muy fuerte y muy bueno.

Mi papá fue presidente del Sportivo Dock Sud y fue, según me contaron, la primera cancha de fútbol que tuvo el club. En aquel entonces todos teníamos dos equipos: uno de Primera B y uno de Primera. Nosotros, mi viejo y yo, éramos de la Isla Maciel y del Dock Sud. Era todo muy familiar.

Leí en una nota que decías: “Tengo hermosos recuerdos de mi infancia en Dock Sud. Mis padres y mi hermano. Jugábamos al fútbol todo el tiempo en la calle y hacía muchas travesuras”.

Sí. Era lo más divertido del mundo. Era parte de la vida. Jugábamos a la pelota en la calle, pero si venía el autito de la policía rajábamos todos.

Hablando de tu vida, esta imagen con Alfonsín. ¿Cómo fue tu relación con él? ¿Cuán profunda?

El presidente electo, Raúl Alfonsín junto a su esposa, Lorenza Barreneche de Alfonsín, se encuentra reunido con representantes de distintas áreas de la cultura, entre otros Luis Brandoni y Carlos Gorostiza. 28 de noviembre de 1983.
El presidente electo, Raúl Alfonsín junto a su esposa, Lorenza Barreneche de Alfonsín, se encuentra reunido con representantes de distintas áreas de la cultura, entre otros Luis Brandoni y Carlos Gorostiza. 28 de noviembre de 1983.Ochoa, Alejandro

Muy estrecha. Tuve la enorme dicha de conocerlo y de poder decir que fue mi amigo, y que yo fui amigo de don Raúl Alfonsín. Fue una etapa muy dichosa de mi vida. Lo recuerdo con mucho cariño, con muchísimo cariño.

¿Cómo era esa época? Por un lado los valores democráticos indiscutibles de Alfonsín, pero también una crisis económica difícil para quienes estaban en el poder.

Sí, fue muy difícil. Pero era tan evidente que había un empeño muy grande por parte del peronismo en perjudicarlo, en que no terminara su mandato. Y no pudo terminarlo su mandato, nada menos que Raúl Alfonsín. Si hoy lo pensamos parece mentira, parece que uno está macaneando. Pero ese gobierno hizo cosas muy importantes. Él cambió muchas cosas: por ejemplo, terminó con el partido militar en la Argentina, entre tantas otras. E hizo cosas que nos hicieron mucho bien como país.

Vos estabas en comunicación con él, además de ser su amigo.

Sí. Tuve el cargo ad honorem de asesor en el área de Cultura.

Te acordás que hacía así con las manos en la campaña, “Ahora Alfonsín”, el RA… ¿Sabés cómo surgió eso?

No exactamente. Lo que sé es que en mi casa, en una cena donde estaba Carlos Gorostiza, surgió que él tenía una idea publicitaria. En la mesa le dije: “Gorostiza tiene una idea de un eslogan para la campaña”. Se lo contó a Alfonsín brevemente, desde su experiencia como publicista, y dijo: “Lo que corresponde como eslogan es: Ahora Alfonsín”. Y así quedó. Fue aceptado y se hizo “Ahora Alfonsín”.

¿Te acordás de esa época también, cuando surgió lo de Herminio Iglesias prendiendo fuego el cajón? Y cada vez que alguien se manda alguna importante, se recuerda ese momento.

El peronismo inventó que Alfonsín ganó por eso, y no es cierto. La primera manifestación en el Obelisco la hizo Alfonsín, la hizo el radicalismo. Y el cierre de campaña de Alfonsín fue en Rosario, en el Monumento a la Bandera, antes de que Herminio prendiera fuego el cajón. Eso fue después. Por supuesto fue penoso, pero no fue la causa de la derrota.

¿Cuánto se sufrió desde adentro el final del ciclo de Alfonsín en el poder?

Con mucho dolor, con mucha tristeza, con mucha frustración. Teníamos conciencia de lo que había hecho Alfonsín y lo que había significado para el país. En términos culturales también: Argentina estaba de moda en el mundo de la cinematografía, se ganaron muchísimos premios internacionales. Él terminó con la censura en menos de dos meses de presidencia. Eliminó el Ente de Calificación Cinematográfica, que no protegía a la minoridad como se decía: todo lo contrario.

¿Cuándo decidiste ser actor? ¿Cuándo dijiste: mi vida va a ser la actuación?

No hubo un momento puntual, pero siempre me gustó. De pibe escuché muchísima radio, porque todavía no existía la televisión. En la radio pasaba todo: cine, teatro, obras transmitidas en vivo, cómicos, dramáticos, historias. Y yo iba mucho al cine. En Dock Sud había dos cines. En Avellaneda había nueve. Iba todo el tiempo. Había uno que daba casi exclusivamente películas argentinas. Eso siempre me gustó.

Si te llevo al cine: Juan que reía, Esperando la carroza, Made in Argentina, 100 veces no debo, Un lugar en el mundo, Mi obra maestra. ¿Qué te dio cada uno de esos personajes?

Algunas me dieron la satisfacción de haber sido muy exitosas. Más allá de la participación en festivales (no iba mucho a festivales porque hacía mucho teatro): para ir a un festival había que faltar al teatro y al teatro no se falta. Las funciones no se suspenden. Si nos enfermamos, nos enfermamos los lunes, que es el día de descanso.

¿Qué es el éxito para vos?

El éxito es la aceptación. Vaya a saber por qué. Yo no lo sé, nunca lo sabré. Una obra en cartel promueve la participación del público. Uno siente un entusiasmo, una voracidad que no se explica. ¿Por qué razón es? Estoy haciendo un espectáculo ahora, Quién es quién, y me gustaría saber cuál es la motivación por la cual vienen desde otras provincias y desde otros países a ver teatro. Todos dicen de dónde son. ¿Qué misterio tiene el teatro? Pero eso es muy lindo. Y así como es tan lindo el éxito, es muy doloroso cuando las cosas no salen bien, cuando los espectáculos no son aprobados por el público. Eso es muy doloroso y forma parte indestructible e indefendible del teatro y de ser actor: están los fracasos también. Es verdad, es doloroso, pero se aprende de eso.

Hablabas de Quién es quién con Solita Silveyra. Atraviesan distintos escenarios de una relación: la gente se ríe, presta atención, por momentos es una comedia y por momentos te hace pensar, y mucho. ¿Qué tanta importancia le das a los vínculos?

Mucha. Uno pone bastante en juego en el teatro, sobre todo cuando es una temporada exitosa, cuando se suman representaciones. Se crea una relación muy estrecha e íntima entre los actores. En esta obra somos dos: Soledad Silveyra y yo. Es una complicidad enorme la que compartimos. Compartimos las buenas funciones y las que no son tan jocosas o tan divertidas. Es algo muy difícil de explicar, pero uno lo necesita.

¿Por qué necesitas ir a trabajar al teatro? ¿Por qué necesitas que se levante el telón y que la función no pare, que nunca se cancele?

Porque son muchas las razones, que desconozco, pero sé que son muchas las razones por las cuales un espectador va al teatro. ¿Por qué se visten de una manera especial? ¿Por qué tratan al boletero de una forma distinta que al del cine? En el cine no te ponés a hablar con el boletero. En el teatro sí: le preguntás cómo está, a qué hora termina, etc. Siempre hay una ilusión en el teatro. Y aún hoy, cuando algunas convenciones sociales han caído, la gente sigue vistiéndose distinto para ir al teatro, sobre todo las mujeres, que son quienes suelen llevar la iniciativa. Es una ceremonia hermosa.

Made in Argentina como película, Made in Lanús como obra de teatro, que reestrenaste con Cecilia Dopazo y un gran elenco: ¿por qué se mantiene siempre actual?

Porque es una obra extraordinaria. Made in Lanús es una de las grandes obras dramáticas de la historia del teatro argentino, sin ninguna duda. Por eso salió de gira, ahora está con un éxito extraordinario por todo el país. No hay manera de sentirse ajeno a ese espectáculo. Es muy conmovedor, muy nuestro, muy argentino. Está escrito con una inteligencia extraordinaria y con una verdad indiscutible. Por eso pasa lo que pasa con esa obra. El 1 de enero del año que viene se cumplen 40 años del estreno universal de Made in Lanús. Vamos a hacer algo con Carlos Rottenberg, algún recordatorio, porque vale la pena. Y ahora va a estar en cartel también en el verano.

Para quien no la vio, sin spoilers: muestra la nostalgia por el lugar de origen, y también el falso éxito, cuando se expone cuán vacío puede ser estar lejos de los afectos, de la familia, de las raíces. Por eso nunca envejece: es universal.

En la reposición que acabamos de hacer aclaramos al público en qué momento transcurre la obra. No es hoy, aunque parezca. Y lo aclaramos porque incluso hay un personaje que menciona a Raúl Alfonsín, tal como lo escribió Nelly Fernández Tiscornia: él regresa a su casa después del momento más crispado de la dramaturgia y le dice a ella que le va a escribir una carta a Alfonsín para pedirle que la mande a la ONU a dar un discurso como el que dio ahí.

Varias preguntas que tienen que ver con tu historia: La fiaca, Parque Lezama, Convivencia, La extraña pareja, ahora Quién es quién. ¿Parque Lezama es la obra que más satisfacción te dio en tu carrera?

No sé si la que más, pero una de las que más, sin ninguna duda.

¿Por qué?

Porque es muy nuestra, nos toca muy de cerca, muy argentina. Y lo más dichoso fue la experiencia en España, invitados por el Ministerio de Cultura de España. Llevamos dos obras, una era Made in Lanús, e impactaba muchísimo al público. España también tiene su historia de emigración e inmigración. Y hubo una anécdota fuerte: estábamos en Barcelona y nos dijeron que iba a venir a ver el espectáculo el referente máximo del teatro moderno en España. Terminó la función, yo estaba en el camarín y golpean la puerta. Dije “adelante” y era él. Se presenta y me dice: “Mire, ya sé, una cosa de los años 50, entiendo… el problema del taller, esto, lo otro… viejo, lo de siempre, lo de siempre. Pero no pude dejar de llorar”.

¿Cómo te llevás con el paso del tiempo, con crecer?

No puedo evitarlo. Nadie puede. Ese es el problema. Me llevo bastante bien con el paso del tiempo porque, por el momento, no tengo de qué quejarme. Disfruto de buena salud, y para mí eso es realmente muy importante. Tengo 85 años, y es inevitable que algunas cosas empiecen a tocarme de cerca o que puedan pasarme. No es grato pensarlo, y menos grato es pensar en el final de esta historia de todos. Pero dentro de lo posible, me llevo bien. Mi buena salud me permitió trabajar todo lo que trabajé; suspender una función por una gripe es espantoso y doloroso. Así que lo paso muy bien con la buena salud. No sé hasta cuándo, pero mientras tanto lo disfruto. Y el hecho de tener por delante una temporada más en Mar del Plata a partir del 2 de enero me ilusiona mucho.

Quiero preguntarte por algunas anécdotas de tu vida. ¿Es cierto que durante un robo el ladrón empezó a hablarte porque era fanático tuyo?

Sí. Estaba robando y empezó a hablar de una película. Le di mis cosas. Y me dijo que le gustaba mucho la película, que se había divertido. No deja de ser agradable: te afanan, pero te afanan con gracia.

¿Cuánto sufriste el exilio?

Muchísimo. Enormemente. La amenaza de la Triple A llegó de golpe y hubo que irse del país en contra de mi voluntad. Nos habíamos mudado hacía muy poco tiempo y mis hijas eran pequeñas. Elegí México porque tenía un compañero del servicio militar que sabía que me iba a cobijar, Patricio Henry, que nos recibió y nos ofreció su casa. México se portó muy bien con nosotros, fueron muchos los argentinos que fueron a México corridos por la política. Viví el exilio con enorme tristeza, pero con algunas alegrías que hicieron más soportable la angustia de faltar de mi casa.

Esta es una foto histórica de ustedes. Marta Bianchi, actriz, tu mujer durante más de 30 años. ¿Qué lugar ocupan las relaciones de pareja en tu vida?

El más importante de mi vida. Más de 30 años de matrimonio, la familia, los hijos, y después los nietos, que son una cosa extraordinaria. Convertirme en abuelo me rejuveneció. Me hizo feliz, dichoso. Fue una época hermosa y sigue siéndolo. Ahora ya son señoras, señoritas y algún que otro señor, que son mis nietos.

Si te muestro esta foto con China Zorrilla, ¿qué te genera?

Brandoni y Zorrilla, en una escena de la película Darse cuenta, de Alejandro Doria
Brandoni y Zorrilla, en una escena de la película Darse cuenta, de Alejandro Doria

Muchos recuerdos. Muy lindos. Poder recordar con cariño y nostalgia. China era un personaje extraordinario: encantadora, divertida, muy graciosa. Podía contarte un viaje entero con historias que no existían. Era inolvidable. Y ahora va a haber un barco que va a llevar su nombre, como homenaje.

Hay frases que quedan en la historia. “Tres empanadas”. ¿Cómo surge?

Estaba escrita. Cuando hicimos la escena nadie se rió, porque era una escena tremenda en términos dramáticos y de cinismo. La filmamos sin imaginar la trascendencia que tendría. Fue muy entretenido filmar esa película, con una dirección muy seria como la de Alejandro Doria, que hizo una puesta extraordinaria.

Y cuando ves a los “carroceros”, fanáticos repitiendo las frases de Esperando la carroza, ¿qué te genera?

Me genera curiosidad, admiración y orgullo. Es encantador para un actor que una frase quede incorporada al lenguaje de todos los días. Y además afirma mi condición de actor argentino. Esas frases ya no son del guion: las hace propias la gente.

¿Te gustan más los villanos o los personajes buenos?

No tengo preferencia. Nunca fui galán ni actué como tal. Me gustó cualquier género. Hice policial también, y era muy divertido darle verosimilitud. Que el público creyera que era un pistolero, un ladrón, un delincuente. Pero también disfruté los buenos personajes. Era muy divertido hacerlo todo.

Tres últimas preguntas. ¿Qué es para vos el futuro?

El futuro es algo para lo que voy a intentar encontrar un final dichoso. Ver si puedo armarme un futuro en el que, llegado el momento de dar las hurras, sea un buen momento para mí y para el país. El país fue gran parte del porqué de mi vida. La suerte —o la mala suerte— y el contexto del país siempre me importaron, todos los días. Los resultados de la última elección fueron muy impactantes y se abre un futuro desconocido, pero con buenos propósitos por delante. Sería muy lindo terminar la última función con un buen momento para el país.

Cuando uno no está, se habla de uno. ¿Qué te gustaría que digan de vos cuando no estás?

Hubo un autor que escribió un solo libro, Voces. Antonio Porchia. Y escribió una frase maravillosa: “Se vive con la esperanza de llegar a ser un recuerdo”.

Si tuvieras que ponerle un título a la obra de teatro de tu propia vida, ¿cuál sería?

El actor argentino.

Fuente:  José Del Rio, La Nación