Angelina Jolie siempre considerada más una celebridad que una actriz, incluso hoy que el concepto de estrella está en crisis. En la extensa entrevista con The Guardian que brindó hace un mes, a propósito del estreno de Eternals –su nueva película para Marvel que se estrena el próximo jueves en nuestro país– el centro de la atención es su lugar como activista por los derechos humanos, la publicación del libro Know Your Rights, escrito junto a la abogada Geraldine Van Bueren y el auspicio de Amnistía Internacional, su controvertido divorcio de Brad Pitt, su rol como madre de seis hijos, la distante relación con su padre, Jon Voight, y la experiencia de crecer en Hollywood, pero nada demasiado importante sobre su trabajo como intérprete. En los perfiles que se escriben sobre ella se mencionan los cachets o contratos millonarios, sus fracasos en la taquilla, su mansión en Los Feliz, los amores que protagonizó en sus rodajes, pero nunca el porqué de la elección de cada uno de sus proyectos, el cambio de rumbo con el correr de los años entre las películas de acción y los dramas más comprometidos. Incluso su tarea como directora fue siempre vista a través del prisma de su compromiso humanitario antes que en virtud de sus aspiraciones profesionales, sus inquietudes estéticas o su lugar como artista detrás de su condición de ciudadana del mundo.
Esa sombra no solo definió la cobertura mediática de su figura sino también su propia reflexión sobre el lugar que ser actriz ocupa en su vida, rol que ella misma tiende a minimizar en relación a su responsabilidad como embajadora de la ONU o de enviada especial del organismo para atender a la situación de refugiados. Pero lo cierto es que Jolie debutó a los siete años en El gran golpe en Las Vegas (1982) de Hal Ashby, interpretando a la hija de un jugador en fuga hacia la Ciudad del Pecado -personaje encarnado por su propio padre-, luego filmó varios cortos musicales, se convirtió en modelo a los 16 años, y a los 20 protagonizó Hackers, piratas informáticos (1995, disponible en Google Play y Apple TV) junto a Jonny Lee Miller, quien se convertiría en su primer marido. Los inicios de su carrera inicial estuvieron impulsados por las formas de popularidad de los años 90, que incluían el combo perfecto entre la belleza física y la rebeldía juvenil en una década en la que el cine amalgamaba el lenguaje del video, la crisis de la postmodernidad y la dinámica de una nueva juventud que sintetizaba las ambiciones de esa nueva era. Incluso en el preámbulo de su despegue como estrella, Jolie condensó en Foxfire (1996), basada en la novela de Joyce Carol Oates, las claves de su personaje fuera de la ficción: la sangre de sus amantes en un collar, coqueteos con las drogas y asumía la incipiente adultez como un camino de emancipación.
Si bien los años que siguieron se vieron contagiados por la turbulenta relación con su segundo marido, Billy Bob Thornton, del que la separaban veinte años, fueron películas como Gia (1998, disponible en DirecTV Go, HBO Max y Movistar Play) para la TV, en la que daba vida a la trágica historia de la modelo Gia Carangi, e Inocencia interrumpida (1999, disponible en DirecTV Go, HBO Max y Movistar Play), por la que ganaría el Oscar como mejor actriz de reparto, las que demostraron que Jolie podía hacer más incluso de lo que ella imaginaba. “No tenía timón. Buscaba libertad, verdad, sentimiento. Quería sentir profundamente y experimentar profundamente”, explica a The Guardian en relación a aquel tiempo en el que los límites entre la realidad y la ficción se tornaron difusos. Jolie nutría a sus criaturas de cierta ferocidad que expandía sus interpretaciones, las hacía sobresalir incluso en películas como Gia, que tenían un destino más modesto. “Crecí en Hollywood. Esta ciudad es muy inquietante. Me lastimaron de muchas maneras a lo largo de mi vida”.
El crepúsculo de los 90 instaló la moda de los salarios astronómicos como sinónimo de estrellato, la exigencia física como medida de la demanda de un papel –los entrenamientos de Demi Moore para Striptease y Hasta el límite habían fijado la vara-, y la reconfiguración de la industria de cara a la era digital. Allí Jolie inició su etapa de heroína de acción, resignando la corporalidad de sus propios traumas por una virtualidad de la exposición, el cine de videojuego consagrado a su máxima expresión. En los 2000, el empoderamiento femenino parecía ser el de una mujer dando golpes y patadas en un mundo de hombres, asumiendo ese liderazgo narrativo en virtud de una clara apropiación de roles que hasta ahora le eran esquivos. Sin embargo, la ambición subyacente en la elección de películas como Lara Croft: Tomb Raider (2001, Google Play y Apple TV), Se busca (2008, disponible en Netflix, Amazon, DirecTV Go, HBO Max y Movistar Play) o Agente Salt (2010, disponible en Netflix) no era la calidad de las producciones ni los desafíos interpretativos que implicaban. Lo que propulsaba esos protagónicos era la conquista de una voz a partir de la visibilidad y por supuesto el respaldo económico. “Su elección de papeles sugiere que actúa principalmente por el dinero, salvo algunas anomalías como Todo corazón (2007, disponible en Flow, Google Play y Apple TV) -afirmaba The Guardian– en la que interpreta a Marianne Pearl, la esposa del periodista del Wall Street Journal desaparecido en Paquistán”.
Pero fueron varias las excepciones a esa carrera vertiginosa dedicada a la acción de los 2000: la desgarrada madre en El sustituto (2008, disponible en Netflix, Amazon Prime y Movistar Play) bajo la dirección de Clint Eastwood, su extravagante Olimpia en la Alejandro Magno (2004, disponible en HBO Max) de Oliver Stone, uno de los hitos camp del comienzo del milenio; el retrato de las entrañas de la CIA en El buen pastor (2006, disponible en Flow, HBO Max y Movistar Play) dirigida por Robert De Niro. Incluso su trabajo en Señor y Señora Smith (2005, disponible en Netflix, Amazon, Star+ y Movistar Play), opacado por el terremoto “Brangelina”, demostró que podía explorar sus dotes como comediante, poniendo esa misma ambición física al servicio de su parodia. Fue entonces cuando el personaje mediático se comió a la actriz, acaso definitivamente. A partir de allí sería la femme fatale que había despojado a Jennifer Aniston de su marido, la madre con adopciones seriales, la que vendía las fotos de sus hijos recién nacidos a People o Hello!, la que progresivamente se retiraba de la pantalla para entregarse a nuevas causas, ya fuera detrás de las cámaras, en la escritura o en la escena política.
En estos últimos años, Angelina Jolie reapareció como actriz en proyectos de animación como Kung Fu Panda 3 (2016, disponible en Netflix, HBO Max y Movistar Play) o El magnífico Iván (2020, disponible en Disney+), en las versiones en solitario de la villana Maléfica (Disney+), en la precuela de las historias de Peter Pan y Alicia en el país de las maravillas que fue Érase una vez (2020). Todas películas que la conectaban con los intereses de sus hijos, un cordón umbilical indirecto con su rol de madre y “protectora de los niños del mundo”. De hija rebelde en su adolescencia pasó a ocupar el rol que había admirado en la figura de su madre, muerta tempranamente por el cáncer: se decidió a sostener ese deber de formar una familia amplia e integrada, de defender los derechos de la niñez en la realidad y en la ficción. Otra vez un poco de Angelina Jolie se filtraba en sus personajes y Maléfica podría ser la mejor síntesis: la villana por fin convertida en hada buena.
Los desafíos como cineasta, tarea en la que tuvo importantes logros como Invencible (2014, disponible en Netflix), quedaron en suspenso debido a los extensos tiempos que demanda su trabajo como activista humanitaria en regiones de creciente convulsión como Siria o Afganistán. Por ello su regreso a la actuación de la mano del gigante Marvel, en una película con la exposición que supone Eternals, fue toda una noticia. Su mejor papel del último tiempo había sido el de Hannah, rescatista del cuerpo de bomberos de un pueblo de Montana que intenta proteger a un niño de una cruenta cacería humana en Aquellos que desean mi muerte (2021, disponible en HBO Max y Movistar Play) de Taylor Sheridan. Jolie juega allí la supervivencia junto al dilema moral de manera sólida y autoconsciente, arraigando su interpretación en las mismas preocupaciones que hoy definen su figura pública. Ser actriz se ha convertido en un trabajo formal esporádico pero administrado como un sostén de ese personaje que ha reinventado su vida definitivamente.
Fuente: Paula Vázquez Prieto, La Nación