Del pasado al futuro hay un solo paso, el presente, y de eso habla en sentido profundo la decimoquinta edición de BAphoto, que reúne a 29 galerías del 6 al 8 de septiembre, en La Rural. En esta disciplina que avanza tan rápido hacia nuevas tecnologías y materialidades, pero en la que a la vez cotizan cada vez más las copias manuales de laboratorio de viejos maestros, el tiempo es mucho más que relativo: es una gran paradoja.
«El futuro (nuestro presente) podía intuirse en esas imágenes del pasado», se lee en el libro Mala memoria. Diario de un fotógrafo, de Daniel Merle. Publicado por ArtexArte sobre la base del blog que Merle publicó durante una década en lanacion.com y que ahora continúa desde su página personal ( www.danielmerle.com.ar), se presenta en la feria el domingo, a las 20. Y continúa en ese artículo, titulado «Fotografiar el futuro»: «La fotografía es la última caja de sorpresas de la memoria. Nadie repara demasiado en ella hasta que alguien la pone en el lugar indicado, la abre y nos permite adivinar el porvenir». El lugar indicado, esta vez, es una feria de fotografía que con vocación curatorial deja vislumbrar lo que se viene desde lo que fue.
En la sección Fuera de Foco, en la que se estiran los límites de la fotografía y se invita a participar a artistas contemporáneos, hay un ejemplo claro. El domingo pasado se pudo conocer la obra del artista español Alfredo Rodríguez durante la presentación de la muestra con un estudio abierto en la Residencia Urra, donde se encuentra trabajando. Allí armó un laboratorio para copiar sus imágenes de cuerpos humanos… sobre jarrones de vidrio. Tal como en los inicios de la fotografía, cuando los negativos eran placas de vidrio, Rodríguez impregna de sales de plata los jarrones y revela sobre ellos sus imágenes.
Otro caso: la obra de Gabriela Muzzio. En el límite de la veladura, sus fotos se escurren como arena entre los dedos. «Remite a la relación precaria que tiene la memoria con la historia», señala el curador, Alfredo Aracil. «Hay que acercarse para verlas. Invitan a la lectura política, en torno de lo que aparece y desaparece. También, en relación con el archivo de la fotografía, lo que se guarda y para qué», dice.
Wunderkammer, el espacio dedicado a los inicios de la fotografía, presenta por primera vez una artista contemporánea, la fotógrafa nicaragüense María José Guerrero, que trabaja con procesos antiguos. Entre otras obras, presenta un retrato del maestro Javier Silva-Meinel hecho con una impresión al carbón sobre un soporte de vidrio y con respaldo de láminas de pan de oro. Una artesanía antigua hecha en 2002. Otra paradoja temporal es la obra de Roberto Huarcaya, que experimenta con técnicas de antaño:Padres Danzantes de Tijeras fue realizado durante este año a través de un proceso complejo de fotogramas emulsionados sobre los que apoyó telas precolombinas de más de mil años para incorporar textura.
Un link con los más jóvenes
Sobre las nuevas generaciones de fotógrafos investigó Valeria González para curar junto con Mercedes Claus la exposición de Links Project, que recorre los 15 años de BAphoto y tiene por hilo conductor el borramiento de las jerarquías que separan lo humano de lo no humano. «Me sumergí de lleno en la obra de los jóvenes y fue increíble notar que ese tema es casi como el aire que respiran, algo natural. Se ve una indistinción entre el retrato y el paisaje. Y una tendencia a la fusión entre la figura y el fondo», explica.
Frente a las nuevas tecnologías, González aclara: «Entre los más jóvenes, hay un enorme predominio de la toma directa. Cuando hablamos de valorar la vida de manera horizontal y holística estas materialidades vuelven a importar mucho. En esta muestra las fotos más photoshoperas son las que no tienen Photoshop, como los Sueños de Grete Stern. Cuando estos artistas modernos desnaturalizaban lo antropocéntrico -y mezclaban cuerpos con plantas, animales y piedras-, tenían una mirada crítica, pero desde el surrealismo. Para los jóvenes, esto es tan natural que ya no necesitan esta ficción, humor o ironía».
El homenaje a Pedro Otero, con su famosa serie La fotografía y la música (1953-1956), es otra clave en este diálogo de imágenes en el tiempo. El artista de Avellaneda, un manipulador analógico, buscaba «interpretar visualmente diferentes piezas musicales a través de la experimentación con superposiciones de negativos y una ampliadora casera construida a partir de latas de aceite», explica Francisco Medial en el texto curatorial. Sobre el final de su vida, Otero donó un ejemplar completo de esta serie al Teatro Colón. Veintiséis fotografías que, luego de pasar por diferentes reparticiones, se perdieron para siempre en algún sótano. Las fotos de la feria son copias actuales realizadas a partir de los negativos. Y ese es un problema: el mercado valora las copias vintage realizadas en vida por sus autores, los fondos documentales guardan cartas y catálogos, pero a nadie le interesa conservar los negativos. «El futuro de la fotografía es también el futuro del patrimonio público. Un fotógrafo sin memoria, ¿a partir de qué construye? Falta una política pública para un montón de artistas consagrados que están llegando al epílogo de su vida y no saben qué hacer con sus archivos», dice Medail.
En la sección musical, Fine Art Music Show, hay un contraejemplo milagroso: la editorial Atlántida aporta imágenes anónimas, de prensa, de figuras del Club del Clan, gracias a que en su reconversión tecnológica no se deshizo de sus negativos. Los conservó. Copias con marcas de edición de Sandro, Palito o Favio emergen de esa caja de sorpresas, abierta en el lugar justo para dar pistas para el futuro.
Cómo, cuándo, dónde, cuánto
BAphoto
La edición 2019 de la feria de fotografía reunirá trabajos de artistas representados por 29 galerías.
Abierta al público
6 al 8 de septiembre, de 14 a 21.
La Rural
Av. Sarmiento 2704, Pabellón ocho.
Entradas
Precio general: $200 / Jubilados, menores de 12 años y estudiantes universitarios: $100.
Fuente: María Paula Zacharías, La Nación