Su voz ronca y su imponente 1,88 metros de altura lo consagraron como «el chico rudo de la industria» sin embargo, a lo largo de su trayectoria, Hackman ha demostrado ser uno de los intérpretes más carismáticos y versátiles de su generación, acumulando varios reconocimientos y premios Oscars, BAFTAS y Globos de Oro.
Ahora bien, hace mucho que no lo vemos en alguna nueva producción, ni televisiva, ni cinematográfica, ni teatral. Tampoco por streaming. ¿Las razones? Este californiano -que en enero cumplió 90 años- le dijo adiós a la actuación hace mucho tiempo. Si bien por 2004 ya era un hombre mayor y no le hacía ninguna gracia terminar su carrera haciendo «papeles de abuelo», sus 76 años no fueron un impedimento para que pueda seguir deleitándonos con sus grandes y variadas interpretaciones.
Conocido por su carácter y tendencia a enfrentarse con los directores, dejando de lado sus instrucciones para interpretar los roles «a su manera», el actor confesó, en más de una oportunidad, estar cansado de las exigencias de la profesión. «Esta industria es muy estresante para mí. Tenés que hacer sacrificios para filmar películas y llegué a un punto en que ya no quería hacerlos más», confesaba cada vez que le preguntaban por su regreso a los sets.
Así fue como, bajo una gran convicción, uno de los hombres que marcó una gran época del cine decidió ponerle punto final a su carrera, aunque su nombre no desapareció del todo. Talentoso y multifacético, Hackman aprovechó su nueva vida lejos de los libretos para alimentar sus otras dos pasiones: la pintura y la escritura.
Un poco de historia
Sin dudas, su gran éxito profesional se debió a su versatilidad actoral y a su técnica que consistía en «relajarse y dejarse transportar a ciertos momentos o situaciones de su vida que le produjeron un determinado sentimiento». «Familias con problemas han sido la cuna de numerosos buenos actores», afirmaba el artista, que fue víctima del abandono de su padre en su adolescencia y de la inesperada muerte de su madre en un incendio.
Oriundo de San Bernardino, Eugene Allen Hackman nació el 30 de enero de 1930. Fruto de un matrimonio cristiano ortodoxo, a los 16 años -y mintiendo sobre su edad- se alistó en la marina norteamericana, donde se desempeñó como operador de radio. Si bien la vida militar no era lo suyo, esta experiencia le sirvió a la hora de personificar algunas historias bélicas a futuro.
Aficionado al periodismo, Gene pasó por algunas emisoras de radio de Florida e Illinois, aunque enseguida se dio cuenta que su verdadera vocación estaba en la actuación, oficio que exploró de manera tardía recién a los 30. Fue así como empezó a estudiar arte dramático en Los Ángeles, donde conoció y forjó una gran amistad con otra promesa de Hollywood, Dustin Hoffman.
Pero la repentina muerte de su madre en un incendio en 1962 cambió sus planes y Gene volvió a Nueva York. Sin intenciones de abandonar sus sueños, este incipiente actor llegó a Broadway de la mano del director George Morrison, de quien aprendió su método de actuación. La comedia Any Wednesday, estrenada en 1964, sin dudas le abrió las puertas del cine.
Su primer papel significativo en una película fue en Lilith (1964), tuvo un rol en el clásico de 1967 Bonnie & Clyde y fue parte de varios ciclos televisivos hasta que, en 1970, llegó su primer protagónico en el drama Mi padre, un extraño, papel que le costó interpretar, ya que lo obligó a revivir la dolorosa relación afectiva que tuvo con su progenitor.
En 1971, protagonizó Contacto en Francia, film que le significó su primer Oscar, un Globo de Oro, un BAFTA y el reconocimiento a nivel internacional. Considerado como un actor de carácter, sus actuaciones junto a grandes del cine como Al Pacino en El espantapájaros o bajo la dirección de Francis Ford Coppola en La conversación le valieron las mejores críticas por parte del público y la prensa especializada. Sin embargo, la fama siempre fue un peso para él; de hecho, hasta el día de hoy prefiere no verse en pantalla.
Mientras que Hackman aseguraba «ser un actor con pocos vericuetos», la crítica resaltaba su gran versatilidad en escena: «Hackman confiere a sus personajes un perfil que el público inmediatamente capta con credibilidad». Esta actitud le permitió alejarse de los estereotipos, lo cual quedó en evidencia cuando encarnó al villano Lex Luthor en Superman: la película; experiencia que repitió en la secuela de 1980.
Hacia finales de los ’80, su carrera ya estaba afianzada. Hackman se había convertido en uno de los actores más convocados de su generación y era respetado por la prensa, sus colegas y el público. Sin tener que demostrar nada, fue alternando papeles secundarios con papeles principales, e incluso apariciones cortas, escogiendo siempre los guiones cuidadosamente.
Tras interpretar a un agente del FBI en el film Mississippi en llamas,en 1987, el actor tuvo que someterse a una intervención de corazón por una afección cardíaca, de la que se recuperó satisfactoriamente; esta dolencia lo alejó de su trabajo durante casi dos años. Su segundo Oscar lo ganó a su regreso, en 1992, cuando se puso en la piel de un comisario fascista en Los imperdonables, película dirigida y protagonizada por Clint Eastwood. Esta segunda estatuilla cimentó su reputación ante una nueva generación de espectadores.
Tom Cruise (The Firm: Fachada), Sharon Stone (Rápida y Mortal), Denzel Washington (Marea Roja), Paul Newman (Crepúsculo), Will Smith (Enemigo público) fueron algunos de los artistas que lo acompañaron en su época de apogeo como actor. Sin embargo, poco a poco Hackman comenzó a discontinuar sus apariciones para darle prioridad a su otra faceta oculta: la de escritor. En 1999 sorprendió con su primera novela, Wake of the Perdido Star. Sus últimos proyectos en la pantalla (Un plan perfecto, Los excéntricos Tenenbaums, Tras líneas enemigas, Tribunal en fuga), le resultaron interesantes pero sumamente agotadores. «Un plan perfecto ha sido uno de los trabajos más intensos que he realizado en los últimos años. Me agotó emocionalmente, no físicamente», dijo el actor para justificar su retiro de los sets.
Finalmente, esa idea que venía dando vueltas en su cabeza se hizo realidad. En 2004, e incluso antes del estreno de su última película Candidato por siempre, Hackman anunció en una entrevista a Larry King que no tenía proyectos futuros, y que probablemente su carrera como actor había terminado.
Sin embargo, fue recién en 2008 que el actor confirmó que abandonaba definitivamente la industria debido a que hacer películas le resultaba ya muy estresante. «Me cansé y no lo echo de menos», argumentaba firme en su postura. Y aunque fueron muchos los seguidores y colegas que lamentaron su decisión -incluso su amigo Clint Eastwood intentó persuadirlo-, Gene no cambió de opinión.
De actor a pintor y escritor
Si bien fue un hombre muy reservado en cuanto a su vida privada, Hackman nunca escondió sus grandes pasiones. Gran coleccionista de cine, el actor disfrutaba de su tiempo libre pintando cuadros, escribiendo historias, piloteando aviones o participando de carreras de coches. Sin embargo, y tras su decisión de alejarse de los sets, esta estrella californiana encontró en las letras y los cuadros una nueva salida laboral.
«Valorando la libertad del oficio literario», y tras el éxito de su primera novela, Gene volvió a demostrar sus habilidades como escritor en Justice for None y Escape From Andersonville. A pesar del éxito de esta trilogía, años más tarde, decidió cambiar de género con Payback at Morning Peak, una novela histórica del oeste norteamericano y Pursuit, un thriller policíaco.
Su faceta como artista plástico comenzó durante sus primeros años en Nueva York, donde pintaba cuadros para solventar sus gastos mientras estudiaba actuación. La única diferencia con la literatura es que no conocemos muchas pinturas de su autoría, debido a que Hackman no vende su arte, solo lo cede para fines benéficos.
Padre de tres hijos y con dos matrimonios en su haber, Gene Hackman es un claro ejemplo de cómo -a pesar de su edad- pudo reinventarse y seguir alimentando su talento, por fuera de los flashes de Hollywood.
Fuente: Cynthia Caccia, La Nación