Guillermo Francella. “Nuestra forma de vivir es dramática”

Una charla con Francella: el miedo por el futuro de sus hijos y por qué sigue optimista

Frangella. Ese era el apellido, antes de que “el abuelito de Cosenza”, como le dice Guillermo, de un pueblo llamado Falconara, en Calabria, Italia, cruzara el océano en busca de una mejor vida. Doménico Frangella tenía 17 años cuando desembarcó en Buenos Aires. En el registro, el mismo al que el actor y director pudo tener acceso en el Hotel de Inmigrantes [donde funciona el Museo de la Untref] anotaron: “Doménico Francella, profesión bracciante [peón o asistente de albañil]. La “G” se transformó en “C” en este lado del Atlántico y el apellido Francella hizo su recorrido para transformarse en sinónimo de éxito. Hablar de Doménico no es azaroso, la bella Italia, la herencia, la idiosincrasia de aquellas tierras aparece antes de encender el grabador. “Un hermano lo esperaba en el puerto. La América [gesticula], Argentina en ese entonces era la panacea, la tierra de trabajo. En casa siempre se contaba que apenas llegó, una de las cosas que más le impresionó fue ver cómo tiraban el pan. Él venía de pasar hambre, eso era incomprensible. Preguntaba por qué. La respuesta, ‘es de ayer’, era lo que más lo desconcertaba”, dice el nieto, la celebridad que asegura no podría irse del país. “Tengo muchos amigos que se fueron, por distintas razones. No es fácil el desarraigo, esa es la realidad, se hace muy cuesta arriba. No te hablo del mate, del dulce de leche… En mi caso, tengo la posibilidad de ir y trabajar en distintos lugares. Filmé en España, en Nueva York, las películas también viajan mucho y me encanta que así sea, pero… en el día a día somos tan diferentes. Siento que me costaría mucho vivir en otro lado, me encanta estar acá. Así que voy, filmó dos, tres meses afuera, y vuelvo. Nosotros somos una familia muy unida, nos ayudamos entre todos, estamos atentos a lo que nos pasa. Nico [su hijo mayor] también está viajando mucho por trabajo. Va y vuelve. Johanna [la menor], todavía no tuvo oportunidad de viajar tanto a nivel laboral, pero creo que haría lo mismo…Ojo, hay veces que los miro y me pregunto: ¿querrán irse? ¡Ay, Dios mío! No es tan sencillo, no es como muchas veces la cuentan. Mis hijos y yo somos muy arraigados a nuestras raíces, a nuestros vínculos de vida”.

–Sostenés que la actuación es una profesión de riesgo. De hecho, lo hablaste con tus hijos cuando decidieron seguir tu mismo camino [dato curioso: cuando ambos debutaron en el cine, lo hicieron de “hijo”. Nicolás en Corazón de León (2013) y Johanna en El robo del siglo (2020)] –Es así, es una profesión de riesgo. Encontrar una estabilidad económica, una constancia, es muy difícil de lograr. Siempre lo hablo con mis hijos: arranca un programa, sale, no le va bien y lo levantan. Filmás una serie, una película, y después te podés quedar un año parado, sin trabajo. No está bueno, no es para desalentar, sino para tomar conciencia, para tener perseverancia y control. La clave está en la tenacidad, en no bajar los brazos, porque no es fácil manejar todo lo que pasa por la cabeza, todo ese tiempo que estás inactivo. Va y viene, es una profesión muy especial. A veces es frustrante en muchos sentidos, como en el económico. Me pasaba cuando era jovencito de ir al banco a pedir un crédito y cuando les decía que era actor no me lo daban por la inestabilidad salarial. Ganabas dinero un trimestre, pero ellos veían que eso no era algo estable, algo que se pudiera sostener.

–La estabilidad no es algo que caracterice la economía de los argentinos. –Es difícil: vivimos tan castigados. No podés tener la tranquilidad del ahorro, digo, si te va bien para ahorrar algo, porque a los dos días te generan algo impositivo, la inflación… Cuando era jovencito y hacía teatro, me daban un porcentaje de la recaudación. Me pagaban el día mismo de la función. Era la época de la hiperinflación, una locura. Me iba a dormir y cuando me levantaba tenía menos dinero que el que había cobrado esa noche. Mientras dormía perdía todo. Entonces iba a la casa de cambio a comprar dólares, porque no quería seguir perdiendo. Algo que hoy se sigue haciendo, porque no te queda otra. Cuando me casé, fui con mi mujer [Marynés Breña a quien conoció en el cumpleaños de su único hermano, Ricardo Ernesto] hasta San Juan y Boedo a comprar una heladera. Caminamos, preguntamos precios. En un lugar nos dijeron 30 pesos –digo un número para poner de ejemplo–; en otro negocio, el de la esquina, nos dijeron 34 pesos, a no más de 100 metros ya había aumentado… Volvimos al que nos había dicho 30 y esa misma heladera, minutos después, costaba 36. El valor de las cosas cambiaba por minuto. Así fue siempre la vida del argentino. Un horror, pero es la que nos tocó. Esto de estar siempre luchando, tratando de encontrarle la vuelta, de saltar de crisis en crisis… Es la nuestra. Yo trabajo desde muy joven. Hice de todo [vendió seguros, trabajó en una tienda de ropa, en una inmobiliaria, estudió periodismo y escribió en la revista Gente] y me sirvió para conocer personas de todo tipo. Desde 1981, o sea, hace 42 años trabajo en esta profesión. Siempre fue una pesadilla. Por momentos sentía cierta tranquilidad, cuando te rendía un poco más el dinero que ganabas, pero después venía una debacle. Y así fue siempre. Los que nacimos acá, los que vivimos acá, lo sabemos. Nuestra forma de vivir es dramática. Ya sabemos cómo es: no se puede proyectar. Hace una pausa. Se acomoda en el sillón. Ofrece agua y de la misma botella sirve en los dos vasos. El celular vibra y se ilumina. Lo mira, casi de reojo, a lo lejos. Es su forma de demostrar la incomodidad del momento: “Me preocupa [dice sin poder contenerse]. Me preocupa la ausencia de trabajo, la imposibilidad de proyectar. A los que tenemos hijos, todavía más. Me causa mucho dolor que nadie pueda proyectar, que no se pueda encontrar equilibrio. Cuando nosotros éramos jovencitos, podías hacerlo, digo, esto de proyectar, si te movías había forma de ir hacia adelante. A mis hijos, a otros jóvenes, se les hace difícil pensar en el futuro. Cada vez me pone más triste lo que nos pasa. Uno se cansa de escuchar siempre lo mismo, las frases hechas, esas que dicen que lo tenemos todo para estar bien. Pero, ¿por qué no estamos bien? Es como estar en una batalla perdida todo el tiempo. Pero bueno, no hay que perder las esperanzas. Yo nunca bajé los brazos, no los bajo. Sigo siendo un tipo optimista. No soy una persona escéptica, porque la desesperanza es lo peor que te puede pasar. Dios quiera que el país salga adelante, pero nunca nos resulta sencillo. Veo lo que pasa, yo no estoy aislado, no vivo en una burbuja ni en una nube de pedos, tengo familia, amigos que viven al día, compañeros”. Detrás de Guillermo, una gran pantalla repite en alta definición el tráiler de La extorsión, la película dirigida por Martino Zaidelis que se estrenó en cines con muy buena repercusión y que desde la semana pasada está disponible en la plataforma HBO Max. “Se ve muy bien acá”, dice el protagonista de esta producción en la que por detrás también se encuentran Juan José Campanella, con 100 Bares, y Axel Kutchevasky, con Infinity Hill, la fórmula que, junto a Francella, ganó el Oscar en 2010 con El secreto de sus ojos. El actor pone el cuerpo a Alejandro Petrosián, un piloto aeronáutico que ama su profesión, pero que esconde un secreto que, si se descubre, implicaría su retiro inmediato. Los servicios de inteligencia conocen su punto débil y lo extorsionan, exigiéndole que transporte unas misteriosas valijas en la ruta Buenos Aires-Madrid sin hacer preguntas. Pablo Rago, Andrea Frigerio, Guillermo Arengo, Carlos Portaluppi, Alberto Ajaka y Mónica Villa forman parte del elenco del thriller.

–Estás casado desde hace 33 años con Marynés [lo hicieron por civil el 27 de septiembre de 1989 y por iglesia, al día siguiente], cuando la conociste ella trabajaba como azafata. ¿Te ayudó a entender cómo es el particular universo en el que se mueve tu personaje? –Fue azafata muchos años, así que aportó un montón. Estuvo atenta a los detalles, al vestuario, a la forma de movernos. Me decía cómo llevar la corbata, la valija, cómo moverme en Ezeiza, cómo son los compartimientos del avión. Aprendí cómo identificar a un piloto de un copiloto. Estuvimos muy atentos. Las manos que ves en el avión, en la cabina, la que toma la palanca, la que aprieta los botones son las mías. Me enseñaron, no quería tocar cualquier cosa. Buscamos que fuera lo más real posible.

–La película funcionó muy bien en cartelera y ahora se posicionó como uno de los títulos más vistos en streaming. ¿Es una oportunidad para el cine argentino tener estas dos ventanas? –Sería maravilloso que así fuera. Para Netflix hice Granizo [dirigida por Marcos Carnevale], una película que fue un infierno de convocatoria en el mundo hispanoparlante, pero no pudimos estrenarla en cines. Hubiera sido maravilloso poder verla en las salas. Se estrenó directamente en la plataforma y sinceramente fue un suceso mundial que no esperábamos. Intuíamos que en la Argentina le iba a ir muy bien, pero nunca imaginamos que iba a viajar de ese modo tan masivo. Por eso digo que me hubiera encantado que Granizo tuviera su lugar en las salas. Cuando se da la oportunidad, claramente pueden convivir las dos, porque la idea es que el cine no muera. Después de la pandemia la vuelta al cine se hizo muy difícil, no sólo acá, en el mundo. La gente sí volvió al teatro, a los recitales, al encuentro con el artista en vivo, que es diferente a una película que la podés ver desde la comodidad que te ofrece el streaming, en tu casa. En Estados Unidos está lleno de promociones para que vayas al cine, las que te imagines, porque buscan sumar espectadores, más allá de los que van a ver las sagas de Marvel o Mario Bros. Este cambio ya se veía antes de la pandemia y después, bueno, cambió todo. El streaming llegó para quedarse y me gusta, se generan muchas fuentes de trabajo. Hubo épocas, cuando se volvió a trabajar con todos los cuidados de la pandemia, que no encontrabas a un asistente de dirección ni a un jefe de fotografía ni a un asistente de arte, porque todos estaban trabajando en películas, en series. Se produjo mucha ficción local. Ahora la situación está más parada. Algunas de las que se hicieron están saliendo recién ahora, otras no funcionaron muy bien y las plataformas necesitan recuperar de alguna manera. Es importante que las películas vuelvan a los cines y después pasen a la plataforma. Para mí ganan los dos. No tenemos que perder ese terreno, el del cine, que es nuestro. Las salas no son sólo para ver a Mario Bros, las de Marvel, que están muy bien. Todas las películas pueden convivir.

foto AML
“La desesperanza es lo peor que te puede pasar”

–La ficción local ganó terreno en las plataformas, no así en la televisión tradicional, la que solemos llamar “abierta”. –Sí, hoy pareciera ser que la televisión abierta está más para los reality shows, los programas de cocina, de noticias. Las ficciones no logran ese encendido porque se ven de otra manera, en el momento que uno quiere, poniéndole pausa. Son varios los temas. Hoy, las series y las películas tienen un tratamiento estético diferente, más cuidado. También está el acostumbramiento, los nuevos códigos. Las nuevas generaciones consumen de otra manera. Los chicos ni siquiera tienen un televisor en su cuarto, no miran tele. Está la computadora, la tablet, el celular. Son nuevos códigos. Hay que encontrar el equilibrio. Lo gestual y lo no gestual de Alberto Sordi, Nino Manfredi, Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman, entre otros, lo formaron. Aquel lenguaje corporal que lo emocionaba desde las pantallas de los cines de Zona Norte: California, de Béccar; el Astro y el Bristol de Martínez; el Centenario de San Isidro, o el York de Olivos, donde creció, lo impactaron, dejaron secuelas en su forma de querer actuar. Se educó como espectador con directores como Mario Monicelli, Vittorio De Sica, Dino Risi, Ettore Scola, con películas inolvidables: Nos habíamos amado tanto, Una giornata molto particolare (Un día muy particular), Feos, sucios y malos, Amici miei (Amigos míos), La armada Brancaleone; con el neorrealismo italiano. “Maravillosos aquellos recuerdos, esos monstruos, hacían un cine convocante, con humor, pero con una crítica social detrás. Qué historias, qué actuaciones. Ese cine es el que marcó mi vida, ese modo de decir, de interpretar”.

–Tu formación como actor fue en aquellas salas, con esas películas y tantas otras. Hoy existe un gran debate referido a cómo se forma un espectador, una “audiencia” que se interese por el cine argentino. –Es un momento muy diferente, todo cambió, no es tan sencillo. Hay variedad de ofertas, formas de mirar, por eso es tan importante sostener que el cine no muera, que el cine argentino tenga su lugar. Sería maravilloso que pueda darse esa convivencia cine-plataforma, porque hay interés por nuestras producciones. Que esté esa posibilidad de elegir, de ver una película sin pausar, comiendo tu palomita o en tu casa. Equilibrio, de eso se trata. Con La extorsión conseguimos estar en los cines, y ahora en HBO, pero no es tan sencillo, porque no todas las plataformas lo conceden. Y ese lugar no hay que perderlo.

–Si hay algo que sorprende en tu recorrido es que siempre fuiste tu propio representante. –Lo fui toda mi vida, nunca tuve problemas en sentarme con los empresarios, directores, para hablar de trabajo de igual a igual. Me gusta estar en las reuniones, estar presente en el proceso, defender mi punto de vista. Me ayuda a tener confianza en mí. Siempre fui un buen vendedor. En Madrid, en el Palacio Municipal IFEMA, Guillermo Francella ganó el Premio Platino del público a Mejor Interpretación Masculina por la miniserie El Encargado [disponible en Star+], creada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, con quien ya había trabajado en Mi obra maestra, de 2018]. “Para los artistas, poder pasar de un ser angelado a alguien oscuro y siniestro en una sola línea es algo que celebro”, expresó desde el escenario de la décima edición de los premios que reconocen a las mejores películas y series de habla hispana. “Es como nuestro Oscar –traza el paralelo con los premios Platino–. Así que feliz. Uno toma dimensión de lo que pasa con estas producciones que viajan y llegan a otros lugares y gustan mucho. Es lo que pasó con El encargado [este año se estrenará la segunda temporada], con Granizo y espero ocurra lo mismo con La extorsión”.

–Y con Casados con hijos, que ya se sumó a Netflix. –Lo de Casados… es algo único.

foto AML
“Siento que me costaría mucho vivir en otro lado, me encanta estar acá”

Tras el suceso de la sitcom que Telefe emitió por primera vez el 12 de abril de 2005 (fueron en total 212 episodios) y que aún hoy sigue sumando fanáticos, Guillermo Francella, Florencia Peña, Luisana Lopilato, Darío Lopilato, Marcelo De Bellis y Jorgelina Aruzzi (como la nueva pareja del personaje de De Bellis, en lugar de Erica Rivas, la inolvidable María Elena Fuseneco) se subieron al escenario del Teatro Gran Rex con una versión, dirigida por el propio Francella, que fue suceso: 195 mil espectadores en 95 representaciones. El 5 de marzo último fue la última función en la avenida Corrientes, luego de dos meses en cartel. Un fenómeno que, como bien señaló Gustavo Lladós en el suplemento Espectáculos de este diario, “no se veía desde hacía décadas, incluso llegó a superar a la histórica e imbatible temporada marplatense de Alberto Olmedo con El negro no puede (que había registrado una venta de 118.500 entradas, en el verano de 1987)”. Pepe Argento, Moni, Paola [la presencia en vivo de Luisana al momento del cierre estaba en duda y se hablaba de una posible participación virtual], Coqui, Dardo y Azucena volverán en vacaciones de invierno, en la ciudad de Córdoba, en La Plaza de la Música (con capacidad para 2300 personas), del 7 al 16 de julio y con dos funciones diarias. Para Guillermo, se trata de la despedida de Pepe. Pero los seguidores no están seguros de que así sea. Sueñan con un cierre, ¿por qué no hacerlo? Las cinco temporadas de la serie están en Netflix y, si su éxito se propaga de igual manera por otras regiones, quizá amerite uno de esos tan populares reencuentros nostálgicos especiales, al estilo Friends o por qué no, con una película. Guillermo escucha sobre los posibles regresos de los Argento. Sus ojos, siempre tan expresivos, está vez no permiten develar una posible respuesta.

–Camino a nuestro encuentro, leí un artículo que destacaba que de las 18 películas nacionales que superaron el millón de espectadores en los últimos 20 años, seis fueron protagonizadas por Ricardo Darín, cinco por vos y cuatro, por Adrián Suar. A eso le podemos sumar que, en estos primeros meses del año, La extorsión fue el film argentino más visto. Los directores, productores, el público mismo, no dudan en decir que tu presencia es sinónimo de éxito, de convocatoria por encima del título en cuestión, y citan el clásico: “voy a ver la de Francella”. –Siempre busqué hacer personajes con los que los espectadores pudieran identificarse. Por eso me encanta estar metido en contenidos heterogéneos. Con el tiempo busqué hacer cosas que no se parezcan, historias diferentes una de otra. Hoy soy piloto, fui encargado, meteorólogo, carnicero, Pepe Argento. Disfruto cruzar los géneros. Me gusta que los proyectos, que las películas, que las series, convoquen, sean populares, porque lo popular no está reñido con la calidad. Que tu pareja, tu papá, tu tío se identifiquen, que encuentren esa cotidianeidad, aunque sea en un thriller como La extorsión, es algo que busco, es intencional. Una popularidad que cruzó fronteras y que, en 2003, le confirmó al actor lo que sospechaba, lo que realmente ocurría con sus programas en Latinoamérica, en Cuba, donde el mismísimo Fidel Castro le dijo, según Francella, la mejor frase que escuchó y que logró emocionarlo: “¿Tú eres consciente de lo que es hacer feliz a un pueblo? Tú haces feliz a mi pueblo”.

–Tal es la identificación del público con tus personajes que te convertiste en un meme. –Es una relación que mantengo hace más de 40 años. Es extraordinario que una frase quede, que se repita, que se genere esa complicidad, esa picardía. Es popular, como te decía antes, y es maravilloso que ocurra. Pero esto me pasa desde la época de Brigada Cola, De carne somos, de Naranja y media, de Poné a Francella… Es cultura popular.

–Con el Mundial, el clásico “buen día, hermosa mañana, ¿verdad?” [frase que pronunció en Extermineitors 3, comedia estrenada en 1991] se convirtió en un hito. –Sí, soy un meme. La de buen día la usan muchos los futboleros. Está muy instalado. [El propio Francella simuló la escena vestido con la camiseta de Racing, luego de que la Academia le ganara a Boca la Supercopa Internacional, el 20 de enero de este año, en Abu Dabi]

–Es cierto que se popularizó en el mundillo futbolístico, pero la imagen de Lautaro Martínez [exjugador de Racing] diciendo “Buen díaaa…”, después de que Argentina se consagrara campeón del Mundo en Qatar… –Ay, Dios mío. Sí, Lautaro con sus anteojos de sol y las tres estrellas [hace alusión al video compartido]. Lo adoro, Fue increíble. Ver a la Selección así me puso muy feliz.

–Como hincha de Racing, sos uno de sus seguidores más reconocidos en el país. No puedo dejar de preguntarte por la actual situación de Independiente. –Nosotros vivimos una muy parecida, casi desaparecimos, pero por suerte se revirtió todo. Fue muy doloroso y claramente es muy doloroso lo que vive Independiente y todo esto es por las conducciones. No puede ser que haya pasado lo que pasó con el dinero dentro del club. Lo mismo le ocurrió a Racing y hoy, Racing es un club enorme. Ojalá puedan salir de ese pozo. Es horrible. Como hincha sé lo que se siente atravesar un momento así. Es lo peor. El celular vuelve a vibrar, se ilumina. Esta vez Guillermo lo toma. “¿Sabés lo que tengo acá grabado?”, pregunta, quizá con la intención de no hablar de lo dicho en la entrevista con José Chatruc en TNT Sport. Días atrás, el periodista comentó que, a pesar de su identificación con Racing, había decidido aportar a la colecta para Independiente que realiza el influencer Santiago Maratea y aprovechó para preguntarle al actor si él iba a hacer lo mismo. “No –respondió Francella, sin titubear–, porque nos han verdugueado toda la vida, porque nosotros vivimos lo que vivieron ellos, y nos lastimaron mucho, siempre cargadas, y nosotros nunca tuvimos peso en la AFA”. El secreto, no tan secreto de lo guardado en el celular nos traslada a lo vivido la noche del domingo 7 de marzo de 2010, en plena ceremonia de los premios Oscar, el lugar en el que Francella siempre soñó estar. Allí estaba, en el Kodak Theatre [como se lo conoció hasta 2012], pero no junto a Campanella en la platea. “Me tocó en el gallinero, pero yo estaba dispuesto a estar lo más cerca posible para cuando dijeran quién era el ganador. Empecé a bajar, en el camino me encontraba con la gente de seguridad y la identificación que tenía no me dejaba moverme mucho. Pero yo quería estar ahí, cerca. Hasta que llegué justo al límite de lo que eran las bambalinas. No se podía ir más allá –lo cuenta poniéndole una cuota de misterio a la historia ya spoileada–. Hasta que uno de seguridad, uno grandote, me mira y me dice: ‘¡Francella!’. Yo no lo podía creer, cómo me conocía. El tipo era mexicano y me había visto en Rudo y cursi [la película que hizo con Gael García Bernal y Diego Luna y dirigió Carlos Cuarón]. Dije: esto no es azar. Le conté que estaba con Campanella, con la película nominada. Me hizo pasar y me puso a un costado del escenario.

–La realidad supera la ficción. –Si lo contás en una película, no te lo cree nadie. Allí estaba Francella, ansioso, al costado del escenario, a la espera del anuncio del ganador que iban a dar a conocer Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino. “Cuando Almodóvar dice El secre…, no termina de anunciarlo, justo ahí, grito con todo como si fuera un gol. ‘¡Vamos!’. Se escuchó al aire y lo tengo grabado. Si ponés el video en YouTube lo vas a escuchar. Fue un momento inolvidable y ese ‘¡vamos!’ es mío. Lo tengo acá. De vez en cuando lo escucho”.

–Puede ser un buen ringtone. –Puede ser.

–No apto para todas las llamadas y mensajes. –Es cierto, ese “vamos” es especial.

Fuente: Fabiana Scherer  , La Nacion