El próximo jueves 13 de noviembre marca el esperado debut en Flow de Yiya, una miniserie que promete desentrañar los oscuros secretos de María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como Yiya Murano o “la envenenadora de Monserrat”.
Protagonizada por un elenco encabezado por Cristina Banegas y Julieta Zylberberg como Murano y Pablo Rago como el periodista que logra el último testimonio de Yiya, no es solo una ficción de true crimen, sino una inmersión profunda en la psique de la mujer que la crónica policial catalogó como la primera asesina en serie del país.
La ficción, una producción de Flow, Kuarzo e Idealismo Contenidos, cuenta con 5 episodios de 30 minutos y un especial en formato documental que aborda la vida y los crímenes de Murano en el contexto de un país convulsionado por la dictadura militar y la crisis económica, con una perspectiva de la investigación real.
La historia de Yiya no solo es la de tres homicidios, sino el relato de una profunda patología social: la codicia y la ambición desmedida camufladas bajo un velo de respetabilidad burguesa.

La envenenadora de Monserrat
Yiya Murano nació el 20 de mayo de 1930 en Corrientes. Ya en su adolescencia, al mudarse a Buenos Aires, quedó subyugada por los “brillos y el lujo” de la gran ciudad, un estilo de vida que anhelaba, pero su familia de origen humilde no podía sostener. Su matrimonio con el abogado Antonio Murano le dio el apellido y la fachada social que deseaba. Sin embargo, los rasgos de una personalidad marcada por el narcisismo, la búsqueda de constantes halagos y una intensa vida social —incluida una vida sexual de la que ella misma presumía tener más de 200 amantes, otra muestra de ostentación, para mantener su imagen de mujer sofisticada y socialmente superior— requerían un flujo constante de dinero.

A pesar de haberse recibido de maestra, Yiya Murano nunca ejerció como docente. En cambio, se dedicó a ser prestamista y usurera con un socio que, según testimonios de la época, era también su amante. Convencía a sus amigas y conocidas de darle su dinero con la promesa de reembolsarles altas ganancias, que aseguraba poder generar gracias a sus “contactos” en las altas esferas del poder. Una operación de estafa y usura a pequeña escala que con el tiempo terminó por derrumbarse.
Por entonces, en pleno 1979, el país vivía bajo el régimen de la última dictadura militar y el auge de la llamada “Plata Dulce”, un período de volatilidad financiera y gran especulación. Así las cosas, cuando las deudas de Yiya se volvieron impagables y el reclamo de sus acreedoras empezó a oírse más fuerte, tomó la decisión de asesinar para silenciarlas y evitar la devolución del dinero.
Tres muertes, un mismo modus operandi

Lo que convirtió sus crímenes en un homicidio agravado fue la absoluta traición a la confianza. Yiya eligió el veneno como el arma silenciosa camuflada en el ritual más inocente de la amistad: el té con masitas. El cianuro, servido en ese contexto amistoso, no daba advertencia alguna a sus víctimas, transformando un momento afectuoso en una trampa mortal de alevosía extrema.
El 11 de febrero de 1979 Murano envenenó a Nilda Gamba de Lardone, su vecina del mismo edificio y amiga. La autopsia no se realizó inicialmente, ya que, al tratarse de una persona mayor, se la consideró una muerte por causas naturales. Irónicamente, Yiya se ofreció a cuidarla cuando comenzó a sentirse mal después de la merienda, solo para rematarla con una segunda dosis de veneno en la madrugada.
La segunda fue Lelia Formisano Ayala, amiga de su madre y acreedora, que murió tras ir a visitarla el 24 de marzo de 1979. El médico de la funeraria, a pedido de Yiya —que le pagó para ello—, certificó un “infarto de miocardio no traumático”, por lo que tampoco se hizo autopsia.
La tercera víctima, asesinada el 29 de marzo de 1979, fue su prima Carmen Sulema “Mema” Del Giorgio de Venturini. Se descompensó y fue llevada al hospital, donde murió a las pocas horas. Fue la única a la que se le realizó autopsia que reveló con exactitud la presencia de cianuro alcalino en sus vísceras. Una vez confirmada la muerte por cianuro de la prima y establecido el patrón criminal (tres muertes de acreedoras tras un “té con masitas”), el juez a cargo de la causa ordenó la exhumación de los cuerpos de Nilda Gamba y Lelia Formisano de Ayala. Al realizar las autopsias de los cuerpos exhumados, los forenses también detectaron la presencia de cianuro, como parte del mismo modus operandi criminal.
El patrón de muertes repentinas, sumado al dato de que Yiya había sido la última persona en ver las víctimas antes de su muerte y que tenía deudas con todas ellas, despertó las sospechas. El hallazgo de cianuro alcalino en el cuerpo de Mema Del Giorgio y el posterior descubrimiento del mismo veneno en el departamento de Yiya en la calle México 1100, la incriminó de forma definitiva.
Para más datos, el portero del edificio alertó a las autoridades sobre un detalle crucial que ayudó a la investigación, cuando advirtió que había visto a Yiya Murano llevar unas masitas al departamento de Nilda Gamba el día antes de su muerte y, lo más importante, que luego la había visto retirar las masitas sobrantes en un paquete. Este testimonio fue clave porque conectó a Yiya con el modus operandi y señaló su actitud sospechosa, ya que llevarse consigo los restos del alimento envenenado reforzó la hipótesis de que estaba tratando de eliminar pruebas.
Yiya Murano fue detenida el 27 de abril de 1979. El proceso judicial fue largo y tuvo un giro dramático en junio de 1982, cuando el juez Ángel Mercado la absolvió inicialmente debido a que solo una autopsia (la de Mema) era concluyente. Fue liberada en medio de la conmoción pública. Sin embargo, tres años después de su liberación, el 16 de mayo de 1985, el tribunal revocó la sentencia y finalmente fue condenada a prisión perpetua por los tres cargos de homicidio calificado por el método insidioso (envenenamiento) y estafa.
A pesar de haber sido condenada a prisión perpetua, Yiya Murano solo cumplió 13 años de prisión efectiva. Su pena fue conmutada a 25 años en 1993 por el presidente Carlos Menem. Adicionalmente, se benefició de la aplicación del “2×1” (cómputo de pena por el tiempo que estuvo detenida sin condena firme), lo que redujo significativamente su detención. Estuvo recluida, principalmente, en el penal de Ezeiza y siempre sostuvo su inocencia.
Salió en libertad condicional en 1995, a los 65 años, y lejos de ocultarse, se convirtió en una figura mediática. Dio entrevistas y tuvo apariciones estelares en televisión, incluyendo el famoso programa de Mirtha Legrand. La locutora Nelly Trenti la presentó con una frialdad quirúrgica: “Almuerzan hoy con la señora Mirtha Legrand… Yiya Murano. Estuvo presa, acusada de envenenar a sus amigas”. Entró al estudio con una caja de masitas de confitería como regalo para la conductora. Visiblemente incómoda, la “reina de los almuerzos” nunca llegó a probarlas.
Triste y solitario final
Yiya Murano pasó sus últimos años en una residencia geriátrica en el barrio porteño de Belgrano, donde continuó concediendo entrevistas a la prensa. Murió el 23 de junio de 2014 (otras fuentes citan el 26 de abril de 2014), sola, en el geriátrico. Su fallecimiento fue discreto y pasó casi inadvertido. Tenía 83 años. Fue sepultada en el Cementerio de la Chacarita.
Fuente: Alejandro Rapetti, La Nación

