“Agradezco sus preguntas, pero quisiera decir algo que está dando vueltas por mi mente… No quiero sonar como una publicidad pero me parece que puedo decirlo, porque no soy el director de la película sino uno de sus actores. Aquí va: todo en este film fue hecho para disfrutarlo de una manera comunitaria, que solo se consigue con la experiencia en las salas de cine. Realmente espero que el público vaya a verla a los cines. Es decir, está filmada en VistaVision; las locaciones, la música y el sonido lo ameritan. En el contexto de esta época, en la que somos constantemente inundados por todo tipo de contenido, muy bueno en algunos casos, esta es una de esas ideas originales que espero que la gente apoye. Fue creada para ser vista rodeados de otros homo sapiens, en el cine. En ese sentido es un film muy especial y espero que ustedes puedan comunicarlo así. Realmente amaría que los espectadores vayan a verla a las salas”. El pedido sincero y apasionado que Leonardo DiCaprio le hizo hace unos días al grupo de periodistas de todo el mundo en una conferencia de prensa virtual podría interpretarse como una campaña en favor de la supervivencia del cine, y de alguna manera lo es.
Pero también se trata del actor más reconocido de su generación, abogando por la película que tal vez le consiga su segundo Oscar. Y, más allá de los laureles personales, uno de los films del año: Una batalla tras otra, la esperada obra de Paul Thomas Anderson, el director más reconocido de su generación.
Es la primera vez que DiCaprio y Anderson trabajan juntos y los resultados, una comedia negra inteligente, plena de acción, absurdo, ideas, personajes fascinantes y despreciables están a la altura de las ambiciones creativas de ambos. Una apuesta artística enorme que desde su concepción fue pensada, como señala su protagonista, para ser vista en la pantalla de cine más grande disponible, que le haga honor al mencionado sistema Vistavision en la que fue filmada.
“Para explicarlo sencillamente, es como ver una película en 3D sin necesidad de usar anteojos. Es un formato de alta resolución que utiliza película de 35 mm corriendo horizontalmente en la cámara y crea un negativo más grande, que resulta en una imagen de gran calidad. Te mete dentro de la película. Es maravilloso porque puede hacer dos cosas al mismo tiempo: te acerca a los actores al punto de exponerte a sus caras e interpretaciones de un modo que las cámaras tradicionales no pueden hacer y al mismo tiempo te mete en las secuencias de acción de manera única. Es lo que utilizaron Alfred Hitchcock para rodar Intriga internacional y Vértigo y John Ford para Más corazón que odio, films clásicos que lo son por sus brillantes actuaciones pero sobre todo por ser verdaderas experiencias cinematográficas. Es una tecnología antigua que nunca debería haber pasado de moda y es muy lindo que esté resurgiendo. Y solo tiene sentido si lo ves en la pantalla más gigante y al volumen más alto posible”, explicó Anderson que pasó casi 20 años pensando en llevar esta historia al cine.
“Mi objetivo inicial era escribir una película de acción, con persecuciones de coches. Cada dos o tres años volvía a ella. Al mismo tiempo, a principios de la década de los 2000, tuve la idea de adaptar la novela Vineland, de Thomas Pynchon, un libro sobre los años 60 que escribió en los 80. La tercera idea que rondó por mi cabeza en ese momento era un personaje, una revolucionaria. Así que, durante muchos años, tiré de todos estos hilos diferentes y, en cierto modo, ninguno de ellos me abandonó nunca. Siendo realista iba a ser difícil adaptar Vineland. En su lugar, robé las partes del libro con las que me identificaba y empecé a juntar todas estas ideas”, detalló el director en la conferencia de prensa que compartió con los actores de su película: DiCaprio, Sean Penn, Benicio del Toro, Regina Hall, Teyana Taylor y la debutante Chase Infiniti.
No es la primera vez que el realizador de Boogie Nights, Magnolia, Petróleo sangriento y Licorice Pizza, entre otras obras fundamentales del cine norteamericano de las últimas décadas, decide adaptar una novela de Pynchon. Ya se había encomendado a filmar lo imposible en Vicio propio (2014) sin embargo, lo que aquella vez había quedado en un intento valioso aunque caótico, ahora se transformó en un relato despojado de pretensiones que cuenta la historia del vínculo entre un padre y su hija, la imposible búsqueda de un mundo mejor y las decepciones que esos intentos traen consigo.
Viva la revolución
La trama comienza con un grupo de activistas encabezado por Perfidia Beverly Hills (Taylor) y Rocket Man (DiCaprio) -también conocido como Gueto Pat y más tarde como Bob-, que decide llevar sus ideales de justicia e igualdad a la acción.
Las iniciativas de los revolucionarios incluyen liberar a las familias inmigrantes encerradas por el gobierno, robos de bancos y ataques con bombas. Cuando su accionar clandestino sale a la superficie, Pat adopta el nombre de Bob y escapa con la beba que tuvo con Perfidia. Escondidos por más de 15 años, de un día para otro Bob y la niña, ya una adolescente llamada Willa (Infiniti), que desconoce los detalles más escabrosos de su pasado, quedan envueltos en una persecución que involucra al coronel Steven J. Lockjaw (Sean Penn), su implacable perseguidor y al sensei Sergio St. Carlos, interpretado por Del Toro.
Los momentos que comparten padre e hija en su pequeña cabaña escondida contrastan con las escenas de acción que ponen a los personajes, una combinación inédita en el cine de Anderson que para el público resultará sumamente entretenida aunque para el realizador, según él mismo cuenta, fue más bien aburrida de hacer. “Cuando rodás una escena con dos personajes en la mesa de la cocina te podés sentir muy contento con cómo quedó, o quizás un poco decepcionado. Pero es muy diferente cuando estás en la ruta, filmando a los autos que pasan a gran velocidad. Para mí esa parte no es muy satisfactoria, pero son las piezas fundamentales que, a la hora de editar, te aportan el material para montar secuencias emocionantes para los espectadores. Lo que aprendí haciendo esta película es que filmar esas escenas es mucho más aburrido de lo que parece cuando ves la película terminada. Ciertamente estar en el rodaje no te aporta la misma satisfacción que se obtiene filmando un mano a mano entre actores. Para mí, esa es la parte más divertida de mi trabajo”, detalló el director en un rapto de sinceridad pocas veces visto en Hollywood.
Como El gran Lebowski
Y la candidez de Anderson parece haber contagiado a su elenco, empezando por DiCaprio. “Tan pronto como leí el guion de Paul me di cuenta de que mi personaje estaba planteado para que, en principio, se pareciera al tipo de héroe tradicional que ya hemos visto muchas veces antes. Pero a medida que la película avanza, él evoluciona. Me encantó la idea de que el que identificamos como el héroe, el que se supone que aplicará las lecciones de su pasado revolucionario para volver a la batalla, en realidad encuentra su verdadero heroísmo, aunque sus habilidades ya no sean las mismas, en la lucha implacable para proteger a su hija. Ese héroe imperfecto que Paul escribió es un concepto brillante, un personaje profundamente humano que toma las decisiones más inesperadas”, cuenta el actor, que dice haberse inspirado en dos personajes icónicos del cine norteamericano a la hora de encarnar a Pat/Rocket Man/Bob. Uno resulta evidente: durante la mayor parte de la película, DiCaprio aparece vestido con una raída bata más apropiada para estar sentado en su sillón mirando viejos films como La batalla de Alger y fumando marihuana sin pausa que para encabezar una misión de rescate. Un look que remite directamente al Dude de Jeff Bridges en El gran Lebowski. El otro es menos visible pero igual de importante.
“Mientras filmábamos pensaba en la película Tarde de perros y en el personaje de Pacino y el fanatismo que lo empuja a hacer lo posible para salvar a la persona que ama. Al principio de Una batalla tras otra, Bob y Willa están lidiando con la desconexión entre padre e hija. Ella es de otra generación, él es un desastre como padre que de repente tiene que salvarla”, explica DiCaprio, que no fue el único del elenco en buscar referencias del pasado para construir su personaje. Aunque en el caso de Del Toro, la exploración actoral para encontrar el tono indicado para el peculiar maestro de artes marciales con el peculiar nombre de Sergio St. Carlos fue más bien personal.
“Creo que hay una línea que une a este personaje con otros que interpreté en el pasado. Tiene algo del Che Guevara de la película Che-El argentino y tal vez un poco de los papeles que hice en los que me tocó manejar autos a gran velocidad pero en este caso fue distinto porque llevaba a Leo colgado de la ventana y tenía que protegerlo. Es una dualidad, porque más allá de los puntos en común, cada personaje es distinto; cada historia, cada elenco y cada director son distintos”, contó Benicio del Toro, que en Una batalla tras otra encarna la calma en medio del huracán, un justiciero que admira a Bob o más bien al revolucionario que solía ser. “Sergio es un fan algo que a mí me resultó fácil de interpretar porque gracias a Paul, no solo formo parte de esta película sino que la comparto con dos de mis viejos héroes de Hollywood: Leo y Sean Penn”, agregó el actor puertorriqueño, que aprovecha al máximo cada una de las escenas que comparte con DiCaprio (un festival de comedia absurda, física y oscurísima fascinante) como las del villano que interpreta Penn, un actor admirado universalmente, aunque pocos lo señalarían por su capacidad para el humor, con excepción de Anderson, aparentemente.
“Ya había trabajado brevemente con Paul en Licorice Pizza, pero lo conozco hace muchos años y tengo mucha fe en él, como todo actor que haya trabajado con él. Se me ocurre que lo que sentimos trabajando con él es similar a lo que hubiera sido intentar escribir una canción con Brian Wilson. No creo que sea posible, honestamente. Él encuentra el tono y uno tiene que prestar atención a qué instrumentos quiere utilizar. Con una mirada te va indicar lo que busca, o tal vez diga algo como: “Voy a hacer como si no hubiera visto nada” cuando tomás un camino que no es el correcto. Cuando pasa eso, lo escuchás e intentás otra cosa. Desde que leí el guion empecé a escuchar su música y bailé a ese ritmo, mientras Paul monitoreaba la energía de mis movimientos, hasta que salió lo que quedó en pantalla”, concluyó Penn sobre el malvado coronel que encarna como un peligroso pusilánime que se resiste a abandonar la batalla.
Fuente: Natalia Trzenko, La Nación