La industria audiovisual argentina está atravesando un período de transición que se agudiza por la contracción del mercado publicitario. Los servicios de streaming ofrecen un montón de posibilidades, pero no llegan a cubrir la capacidad productiva de todo el sector, y se vuelve imperiosa la necesidad de que el país implemente desde el Estado planes de incentivos fiscales y económicos para estimular el desarrollo de proyectos que, además de identidad generan ingresos económicos al país. Esas fueron las conclusiones que surgieron de “Un encuentro con hacedores”, una serie de charlas que la Cámara Argentina de Productores Independientes de Televisión (CAPIT) organizó con la participación de diversos referentes del audiovisual nacional.
“Es un momento difícil para hacer muchas cosas en Argentina. Hacer ficción en el país siempre fue complicado porque tenemos una industria chica. Pero ahora es un poco más complicado”, afirmó Malena Pichot, creadora y protagonista de Viudas negras: p*tas y chorras, la serie de TNT, Flow y HBO Max. La fuerte caída del consumo masivo (que provoca una contracción en el mercado publicitario), el abandono del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) como ente fomentador de producciones y los altos costos de producción del país ante el dólar intervenido por el gobierno son las razones de un coctel explosivo que provocó que la histórica y reconocida industria audiovisual argentina esté atravesando una de sus crisis más profundas.
“Producir siempre fue difícil pero ahora cambió mucho la dinámica de lo que uno hacía”. La afirmación es de Adrián Suar, el productor audiovisual que a través de Polka realizó ciclos para TV y actualmente se concentra únicamente en la producción de cine y series para las plataformas con Kapow y Preludio, como Envidiosa. “En el imaginario -analiza- la ficción argentina está asociada a la TV y al haber menos en la pantalla chica, se convirtió en un problema porque la pantalla chica ordenaba la salida laboral, porque el cine nunca fue para todos. Las plataformas empezaron a ocupar ese lugar, pero no termina de alcanzar. Hay mucho más talento de jóvenes, que tienen muchas ideas y ganan premios, pero que la Argentina no da abasto porque es un mercado chico, con una torta publicitaria pequeña”.
El productor y director Daniel Burman tiene respuestas “contradictorias” para definir el momento que vive la producción audiovisual. “Cuando empecé estábamos los que queríamos contar una historia y del otro lado había otra gente, y tres de cuatro puertas estaban cerradas. Era muy difícil hacer antes. Debías tener muchos amigos que conocieran a alguien. A la vez, los que podíamos trabajar bien podíamos vivir de lo que hacíamos. Hoy en día hay distintas puertas. YouTube es la mayor plataforma de consumo. El tema es cuánto de esos creadores pueden pagar los pañales o una Cindor con Chocolinas hoy. Todos podemos expresarnos con un teléfono, pero la cuestión es cómo hacemos para morfar. Es mucho más fácil producir, pero mucho más difícil monetizarlo, generar un valor que permita la subsistencia. Los que rompemos cierta barrera accedemos a cierta membresía y nos arreglamos. El tema es qué pasa en las bases”.
Adaptarse para no morir
Ese panorama complejo que describen distintos hacedores del audiovisual argentino requiere, entonces, de respuestas concretas para recuperar una actividad que crea identidad nacional, puestos de trabajo y mueve a la economía. Una industria que hoy se sostiene casi exclusivamente por los servicios de streaming, que se asocian a productoras locales para producir contenido argentino que viaja por el mundo. “La aparición de las plataformas permitió producciones que antes eran impensadas y que viajen de manera inesperada y que puedan ser vistas en Taiwán”, celebra Burman, el hombre detrás de Iosi, el espía arrepentido o Las maldiciones. “Eso -agregó Suar- es un avance infernal. En diez días una producción argentina puede convertirse en éxito en cualquier parte del mundo. Eso es una ventaja enorme que ahora tenemos”.
Probablemente, por una cuestión de presupuesto y escala de mercado, adaptaciones como El Eternauta o Cien años de soledad hubieran sido impensadas con la calidad que se realizaron si se hubieran limitado a la pantalla chica local. El poderío económico de los servicios de streaming, sumado a su alcance global, abren un mundo de posibilidades que todos los hacedores de la industria reconocen. Una realidad mundial, pero que en Argentina alcanza un impacto mayor a a otros países ante el vaciamiento del Incaa y de todas sus políticas de promoción. El retiro del Estado nacional de la industria audiovisual es -además de un absurdo ideológico de consecuencias nefastas- un enorme golpe para comunidad artística y técnica argentina.
El ejemplo de España y Uruguay
En ese sentido, hay dos casos cercanos de producción audiovisual que demostraron en los últimos años cómo la sinergia público-privado es clave para la generación de una industria y de virtuosismo económico. Por un lado, está España, que en el último tiempo ha logrado transformarse en una usina productiva de series que recorren el mundo, gracias al apoyo de las plataformas, pero también a incentivos económicos estatales. El productor de La zona, Luis Ferrón (8 apellidos vascos, Mar adentro) explica las razones por las cuales el audiovisual español pudo trascender sus fronteras nacionales.
“Cuando Netflix -comenta el productor español- ve que La casa de papel, que en Antena 3 no había ido bien con capítulos de 90 minutos, puede ser una serie de episodios de 45 y alcanza un público global, el resto de las plataformas también deciden apostar a contenidos con productoras locales. Esa mezcla de capacidad de distribución global, talento local y financiamiento se unió a los incentivos económicos, cuando el gobierno decide que el audiovisual puede ser un motor de empuje y crea el Spain Audiovisual Hub, con distintas líneas de financiamiento e incentivos fiscales que permite sumar a talento argentino, mexicano y latinoamericano a la industria española”. En España, los servicios de streaming deben reinvertir en producciones de series y películas nacionales el 5 por ciento de sus ingresos.
Otro caso de éxito, aunque de distinta magnitud, es el de Uruguay. El país lanzó en 2019 el Programa Uruguay Audiovisual (PUA), un paquete de incentivos fiscales y beneficios económicos que le otorgan a Uruguay competitividad relativa para que muchas producciones latinoamericanas -especialmente argentinas- se filmen del otro lado del Río de la Plata. El mecanismo establece que las productoras extranjeras que gasten entre 300 mil dólares y 3 millones de dólares pueden acceder a un reembolso (cash rebate) del 25 por ciento de lo que inviertan en Uruguay (con un tope de 750 mil dólares) y del 20 por ciento si el monto invertido supera los 3 millones de dólares (con un tope de un millón). Además, el PUA contempla IVA Cero e incluye un desembolso de dinero extra de parte del Estad del 5 por ciento de la inversión para casos en los que la producción contrate directores o guionistas uruguayos y que participen al menos en el 50 por ciento del proceso de producción.
Burman es testigo en primera persona de lo que ocurre en Uruguay con la producción audiovisual. “Filmé cinco o seis series y pasé mucho tiempo en Uruguay. La primera fue Iosi… en pandemia. Vi todo el proceso motorizado por Cimarrón y otras productoras. Fue impresionante ver cómo en un país que solo tenía una pequeña tradición publicitaria se fue desarrollando en una industria. La calidad técnica que hoy encontrás es igual a la argentina. Con un apoyo muy inteligente del Estado, ha logrado una actividad económica importante. Por cada dólar que pone el Estado vuelve un dólar y algo. Todas las áreas conexas al audiovisual crecieron: desde el catering hasta la hotelería. Nosotros tuvimos una industria audiovisual extraordinaria, pero si no la cuidamos, puede pasar que no la tengamos más. Tenemos que aprender de los hermanos uruguayos”.
El futuro de la industria argentina
¿Puede Argentina recuperar el andar de la industria audiovisual, más allá de la visión ideológica y cortoplacista que tiene el gobierno actual? Tanto España como Uruguay tienen un denominador común: todos los gobiernos, más allá de su densidad partidaria, mantuvieron la política de incentivos a la producción de contenidos. “Está la idea -se lamenta Pichot- de que la cultura no es industria y no genera dinero. Eso es una pavada. La dificultad actual es que tenemos un gobierno que no apoya a ninguna industria, no solo a la audiovisual, que tiene como cierto desprecio a todo lo que tenga que ver con la identidad nacional, con lo propio, con lo autóctono.”
Suar coincide en la necesidad de que el Estado colabore. “Uruguay se desarrolló por el cash rebate, que permite crear una industria. Es una plata que moviliza a la industria. Y ni hablar el rol de la cultura con la identidad nacional, como la ciencia o la medicina. La cultura -con la buena gestión y con las malas- es fundamental. Hay que arreglarlo. Se mejora… Para tener industria tenés que tener escala. Si no la tenés, sos un local que vende fiambre boutique para pocos. Los incentivos son importantes. Yo soy pro industria, le hace bien a la cultura popular, al cine, con la ideología que fuera. Las plataformas ahora lo permiten. Y no solo pasa en Uruguay, lo ha hecho Colombia también. Creo que Argentina lo puede hacer. Están dadas todas las condiciones.”
Esas condiciones de las que habla Suar parecen fundamentales para desarrollar una industria que genere cultura, identidad, trabajo y también divisas para el país. “Lo que un productor y las plataformas necesitan -apunta Ferrón- es que haya marcos legales estables. El 80 por ciento de los incentivos en España van a producciones internacionales. Ese incentivo atrae a que vengan producciones de gran nivel. Es decir: el marco estable no puede depender del signo del gobierno de turno. El apoyo al audiovisual es uno de los mejores ejemplos de colaboración público-privado. Los incentivos y los fondos de Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales (ICAA, el Incaa español) van en esa línea. Lo mismo sucede en Portugal… Ni hablar de Estados Unidos. Si no hay estabilidad, lo primero que sucede es la paralización de la industria audiovisual”.
La libertad creativa en la era del streaming
¿Cómo es el trabajo de los productores locales con las plataformas? ¿Cuál es el nivel de libertad que tiene los talentos locales en al nueva era? La pregunta se viene sucediendo desde que los servicios de streaming llegaron al país y modificaron el flujo habitual que una idea hacía hasta llegar a la pantalla. Otro sistema, decisiones locales con proyección internacional, y nuevas caras y formas de pensar los contenidos. Pichot cuenta su experiencia detrás de Viudas negras… “Hay que negociar, aceptar y ceder. Obviamente, hay un montón de cosas que yo quería decir y no se podía. Eso es una negociación. Algunas dan miedo contar porque está mi productora presente”, confesó, entre risueña y realista, sobre su debut como creadora de contenido para Flow, TNT y HBO Max, que tendrá una segunda temporada en 2026. “No había hecho nada a ese nivel de producción y quizás había un poco de incertidumbre sobre lo que íbamos a hacer, una tensión a ver si lo podíamos hacer. Y por suerte pudimos. Ahora confían un poquito más”.

Burman no cree que sea tan distinto a como era previo a la llegada de las plataformas. El productor y director contó que cuando volvió del Festival de Berlín premiado por El abrazo partido fue a buscar apoyo a los canales de TV para el estreno y no lo consiguió porque la película “no era para nosotros”, como le afirmó un director de una señal sin haber visto la película pero imaginándosela. “Eso no existe más. Ahora te leen el guión y te pueden decir que no les interesa. Pero también me pasó con Iosi…, que propusimos como protagonista a Gustavo Bassani, que no era un actor popular ni tenía Instagram, y Prime Video lo aceptó. La última serie, Las maldiciones, sobre un libro de Claudia Piñeiro, propusimos que sean tres capítulos de géneros diferentes -entre ellos el western- y lo aceptaron. No tienen aversión por el riesgo, sino un instinto de supervivencia, haciendo cosas que saben que pueden funcionar. Pero las métricas son posteriores. Nadie tiene certezas. Nadie se imaginó que El juego del calamar iba a ser todo lo que fue en América latina”.
En este panorama, mientras confía en que las plataformas se asocien a los canales para producir ficción que se pueda ver por la pantalla chica, Suar considera que los servicios de streaming no son todo lo arbitrarios que el imaginario social cree. “Uno tiene el privilegio de que lo puedan escuchar, presentar proyectos, pero si no les interesa o no les gusta, no salen. Ellos van aprendiendo en el andar. Hay muchas veces que las decisiones de contenidos tiene que ver con el instinto, más allá del trabajo y la planificación. Obviamente, nadie puede asumir grandes riesgos en todos los proyectos ni toda la plata, pero hay que dejar lugar al instinto. Para generar industria hay que darle lugar a los nuevos talentos, a las nuevas ideas. Eso también hay que tenerlo en cuenta”.
Fuente: Página12

