Mercedes Morán: su protagónico en un film extranjero, su rol como abuela y la escena más difícil de toda su carrera

En La búsqueda de Martina, que se estrena el jueves 29 de mayo, la actriz se pone en la piel de una Abuela de Plaza de Mayo que no duda en viajar a Brasil tras un dato esperanzador

Es sin dudas una de las grandes actrices argentinas y, desde hace años, la que más filma. Hoy Mercedes Morán cuenta en su haber con una treintena de películas, a cual más reconocida, tanto a nivel nacional como internacional. Entre ellas: La ciénagaLuna de AvellanedaCordero de DiosBetibúSueño FlorianópolisEl amor menos pensadoNorma y Elena sabe. Y ha sido acreedora, por su desempeño en estos films, a varios premios Cóndor de Plata y Sur (en el país) y al Globo de Cristal en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary (en Checoslovaquia), entre otros.

Y aunque hoy la industria cinematográfica nacional se encuentre semiparalizada, se da el gusto de estrenar este jueves 29 un nuevo film, solo que esta vez se trata de una producción brasileña: La búsqueda de Martina, que ganó el premio al Mejor Film Internacional en último Festival de Cine de Mar del Plata. En esta ópera prima de la directora Marcia Faria situada en 2010 -en la que también participan Adriana Aizemberg y Cristina Banegas- interpreta a una abuela de Plaza de Mayo que lleva más de 30 años buscando a su nieto, nacido en cautiverio durante la dictadura militar. La necesidad de encontrarlo se vuelve más urgente cuando un diagnóstico le confirma que padece Alzheimer. Justo en ese momento recibe el dato de que su nieto podría estar en Brasil; entonces no lo duda y emprende, sola, como puede, un viaje en el que pasado y presente se mezclan, transformando su búsqueda en una lucha contra el olvido.

—¿Cómo se gestó el proyecto? ¿Cómo te contactó la directora? ¿Se conocían de antes?

En realidad, mi primer conocimiento de Marcia fue cuando hace años hicimos la película Diarios de motocicleta con Walter Salles. Ella era su asistente y lo siguió siendo por largo tiempo. Después empezó a dirigir cortos y series de televisión, hasta que se contactó conmigo y me envió el guion de La búsqueda de MartinaLo primero que me sorprendió fue el tema y que una directora no argentina quisiera contar una historia sobre una abuela de Plaza de Mayo. Me gustó porque de alguna manera confirmó lo que significan las abuelas y la trascendencia que tienen más allá de nuestro país. Son referenciales e inspiradoras para todo el mundo. Después me resultó muy atractivo el tratamiento del tema. Me pareció muy original lo que cuenta para hablar de la memoria. Por último, los encuentros que tuve con Marcia me terminaron de confirmar su sensibilidad para tratar un tema de esta naturaleza y el móvil personal que la impulsaba: su madre estaba padeciendo un cuadro de Alzheimer y tenía una gran necesidad de hablar de esa instancia en la que solo te sostiene el afecto de los otros, y en la que aunque ya no sabés quién sos, sí sabés todavía a quién querés y a quién no querés. Me pareció un planteo original.

-Se trata de una ópera prima. ¿Te gusta alternar entre directores experimentados y noveles? ¿Tu aporte es el mismo o distinto en cada caso?

En realidad, yo más que aportarle a ellos, lo que busco, egoístamente, es lo que ellos me pueden aportar a mí. En el caso de los operaprimistas, creo que es una experiencia que no se vuelve a repetir. Aunque después sus siguientes películas puedan superar y con creces los resultados de la primera, creo que hay algo que es muy precioso en ese primer intento que no se vuelve a repetir, que sólo sucede esa vez. Y en el caso de los directores y las directoras más experimentados, bueno, lo que me transmiten es justamente eso: su experiencia, su sabiduría. En ambos casos yo, humildemente, lo que les aporto es una actitud que tengo cuando hago películas: de entrega total, de confianza, el mío siempre es un voto de confianza ciega. Porque, a diferencia del teatro, donde soy muy participativa y muy controladora de todo -del material, de la obra, de la adaptación del director, del elenco, de la sala, de cómo se comunica el espectáculo, etc- en el cine, en cambio, hago un ejercicio de docilidad extrema, porque en el cine sé que el verdadero responsable del producto es el director.

Mercedes Morán protagoniza La búsqueda de Martina, una película dirigida por Márcia Faria
Mercedes Morán protagoniza La búsqueda de Martina, una película dirigida por Márcia FariaSoledad Aznarez

-¿El film está basado en un caso real?

No, es pura ficción, pero tuve oportunidad de hablar con Estela de Carlotto cuando vio la película y me dijo que tenían conocimiento de algunas abuelas que por distintos motivos -algunas porque vivían en otro país- llevaron la búsqueda en forma solitaria; así que una historia así bien podría ser cierta. También me dijo que muchas veces se preguntaban qué habría sido de esas búsquedas, cuáles habrían sido sus destinos y cómo habrían terminado. Estela quedó muy conmovida con la película, sobre todo porque la acercó a esas historias y a esas mujeres que, como te dije, a veces escapan al trabajo constante y al seguimiento de las Abuelas.

-Acabás de nombrar a Estela de Carlotto. A propósito, ¿recurriste a la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo en busca de asesoramiento para construir el personaje?

 No. Yo tengo un vínculo con Estela y con Taty (Almeida) bastante cercano, para mí son muy referenciales e inspiradoras, las quiero mucho, y por eso cada tanto conversamos. Pero no acudí a ellas para armar el personaje. Sí me pareció muy importante que vieran la película y observar qué les pasaba con ella. Mi duda era: ¿cómo les pegará la historia? Porque La búsqueda de Martina cuenta la historia de una abuela desobediente que por la necesidad que siente de apurar su búsqueda (por el avance del Alzheimer), no puede cumplir con los protocolos que tienen las Abuelas, con eso que ellas tienen de no anticiparse, de no adelantarse, de cumplir con todos los pasos estipulados. En cambio, Martina se corta sola.

-¿Y cuál fue la respuesta? ¿Cómo les “pegó” la historia?

-Por suerte, fue muy buena, entendieron que se trataba claramente de una ficción. Fue muy aliviador para mí saber que no se enojaron. Además, como dije, me expresaron que gracias a la película se sintieron un poco más cerca de esas otras abuelas que no conocen, pero que llevan en su corazón.

Suma responsabilidad

-¿La responsabilidad de interpretar a una abuela de Plaza de Mayo es mayor que la de encarnar cualquier otro personaje?

Yo trato de que el compromiso siempre sea el mismo, pero por supuesto que hay algo de mayor responsabilidad que te atraviesa. Si bien no se trata de un personaje real, ya que no me tocó hacer la vida de una abuela concreta (como le tocó, por ejemplo, a Susú Pecoraro en Verdades verdaderas, donde encarnaba a Estela de Carlotto), tuvo lo suyo, claro. Pero es mucho más difícil correrte de ese lugar de suma responsabilidad –y dejar volar tu imaginación- cuando tenés que interpretar un personaje de carne y hueso. Eso me sucedió cuando interpreté a la madre de Maradona (Tota, en Maradona: sueño bendito). En el caso de la abuela que me tocó encarnar, el problema que se suscitó es que era una abuela desobediente, con razones más que sobradas, pero que desobedecía los lineamientos de un colectivo que siempre ha sido obediente, pacífico y de una corrección impecable, como el de las Abuelas de Plaza de Mayo. De todos modos, a la hora de actuar, traté de olvidarme de mis pruritos y sacarme cualquier peso de encima. Si no, es imposible crear.

"Después de estudiar años de Sociología tuve que dejar la carrera", cuenta la actriz, que encarna a una abuela de Plaza de Mayo en su nuevo film
«Después de estudiar años de Sociología tuve que dejar la carrera», cuenta la actriz, que encarna a una abuela de Plaza de Mayo en su nuevo filmSoledad Aznarez

-¿Cómo te toca en lo personal el tema que atraviesa toda la película? ¿Tuviste familiares o amigos desaparecidos?

No, no. Yo fui contemporánea a la dictadura militar. En mi juventud la padecí como todo el mundo, como se padecen los regímenes de terror. Pero no me tocó muy de cerca. Bueno, el padre de mis hijas mayores -de quien yo ya estaba separada cuando llegó la dictadura- se tuvo que exiliar en Europa con lo puesto y a mí me tocó hacerme cargo sola de las chicas. O sea, siempre algún daño colateral ocasionan las dictaduras. Cuando no directo, claro. Una vez, en esa época, trabajando de encuestadora en la calle, me detuvieron por sospechosa. Yo lo único que preguntaba era si el transeúnte tenía auto y cosas por el estilo y eso les pareció sospechoso. Eso le pasaba también a mis compañeros si tenían el pelo largo o usaban pantalones Oxford, los podían llevar presos. Después de estudiar dos años en la facultad, tuve que dejar la carrera de Sociología, por la que entonces sentía una real vocación, porque la desmantelaron, la vaciaron de contenido. Además, porque por el solo hecho de estudiar Sociología te consideraban un subversivo. En definitiva, fui atravesada por la dictadura como todo el mundo, pero no viví ningún drama personal.

-El film plantea la connivencia entre los militares argentinos y los brasileños en la apropiación y entrega de bebés, un tema hasta ahora no explorado. ¿Qué sabías del tema y qué sabés ahora?

Bueno, es algo que me enteré haciendo la película. Como de los casos de padres “sustitutos” que, más tarde o más temprano, se fueron del país con niños apropiados en procura de un lugar más “seguro” y menos “riesgoso” para el desarrollo de sus “familias”. Pero, aclarémoslo una vez más, el caso concreto que relata La búsqueda de Martina es una ficción. De hecho le pregunté a Marcia si conocía algún caso específico (de un militar brasileño que hubiese recibido un niño expropiado de un par argentino) y me dijo que no, que tampoco había investigado demasiado sobre el tema. Pero todo fue tan maquiavélico, que este caso bien podría ser cierto.

Trabajar en Río

-Varias de las escenas se filmaron en una favela de Río de Janeiro. ¿Qué tal resultó la experiencia de trabajar en un ámbito de esas características?

-Sí, las filmamos en una favela que no es la Rocinha (la más grande y popular de la ciudad brasileña). Lo primero que aprendí fue que el término favela, sucedáneo de nuestra villa miseria, es para ellos un apelativo un tanto despectivo. Para ser políticamente correctos, las llaman comunidades. Y luego, ya ahí, lo que descubrís es lo que descubrís en lugares así: que son poblaciones de gente trabajadora, luchando por sobrevivir. Pero lamentablemente allí se esconde buena parte del narcotráfico y por eso hay irrupciones de la Policía que son muy violentas, y esto provoca fuertes enfrentamientos. Pero todo eso no identifica a la gente que vive en las comunidades, aunque algunas películas hagan hincapié en eso, y parezca que allí solo viven narcos. No, el grueso de la gente que vive en esos lugares es gente trabajadora y pacífica que padece diariamente todo aquello otro. En cuanto al rodaje en la comunidad, nosotros nos sentimos siempre muy seguros, muy tranquilos. Y accedimos a una experiencia muy íntima con el lugar, que seguramente como turistas nunca hubiéramos podido vivir.

-¿La película ya fue estrenada en Brasil? ¿Es verdad que la relacionan con Aún estoy aquí (reciente ganadora del Oscar al Mejor Film Extranjero?

-No, recién se estrenará allí en junio. Y si bien aún falta para que la conozcan en profundidad, ya la relacionan con Aún estoy aquí, es verdad; es que de alguna manera existe un espejo entre la realidad de allí y de acá, de los 70. También nos están relacionando con El agente secreto, la película que acaba de ganar varios premios en Cannes y parece que es buenísima (que también transcurre durante la dictadura militar brasileña, al igual que Aún estoy aquí). La prensa brasileña está uniendo a las tres películas porque de alguna manera proponen lo mismo: revisitar el pasado. Para nosotros fue muy común hacerlo al comienzo de la democracia, pero para ellos no; recién lo están haciendo ahora. En nuestro caso, la diferencia la marcó el Juicio a las Juntas, una diferencia sustancial con lo que ocurrió allí cuando concluyó la dictadura, porque no fue nadie preso. No es casual que ahora, después del gobierno de Bolsonaro y de todo lo que la ultraderecha destruyó, empezando por el cine, estén viviendo un momento de reconstrucción y de replantamientos, y un auge de la cultura. De ahí la necesidad imperiosa de estos tres directores –Walter Salles (Aún estoy aquí), Kleber Mendonca Filho (El agente secreto) y Marcia Faria (La búsqueda de Martina)- por revisitar ese pasado ten negado en los últimos años.

"Yo soy abuela y sé que el vínculo que establecés con un nieto es único", reflexiona Morán
«Yo soy abuela y sé que el vínculo que establecés con un nieto es único», reflexiona MoránSoledad Aznarez

-Al promediar la película protagonizás una escena muy desgarradora, en la puerta de la casa de “la madre sustituta”. ¿Es la mejor de tu carrera cinematográfica?

-Pensé mucho sobre esa escena, pero al final me tiré a la pileta. Sin dudas fue una de las escenas más difíciles de la película, y de toda mi carrera. Creo que me asaltaron cuestiones personales. Yo soy abuela y sé que el vínculo que establecés con un nieto es único, es que ellos son como los últimos regalos que te da la vida. Y por eso sé que por ellos una puede llegar a hacer cualquier cosa. Por eso entendí su desesperación y en esa escena me abalancé como una loca a la reja de esa casa, y grité y grité y grité. Lo interesante del personaje es que áun dentro de su vulnerabilidad, por el Alzheimer que la acosa, mantiene por momentos intacta su fortaleza. Ese pasaje de un estado a otro, de la conciencia de la pérdida de la fortaleza más que de la memoria, me hizo sentir muy próxima al personaje, como que conocía ese sentimiento. Es que al fin y al cabo yo también tengo mis años y a veces me siento vulnerable.

-¿La película te permitió entender más el dolor de las Abuelas?

-Sí, uno ha creído siempre que el motor de las Abuelas es la búsqueda de sus nietos, hoy creo que también es saldar la deuda con sus hijas o hijos desaparecidos. El motor sería encontrar a sus nietos por sus hijos, encontrar (en su ausencia) a los hijos de sus hijos. Hoy entiendo perfectamente esa búsqueda y esa necesidad. Y eso explica por qué las Abuelas la han podido sostener tan intensamente durante tanto tiempo.

La desobediencia

-¿Por qué creés que el personaje sufre de Alzheimer? ¿Podría ser un mecanismo de defensa contra la insoportabilidad del dolor, tras tantos años de búsqueda?

-Mira, yo soy bastante escéptica al respecto. Si bien pienso que las enfermedades son la expresión de algún desequilibrio espiritual, emocional y físico, también creo que hay algo de la química que funciona en los cuerpos, que excede el trauma. O de lo que uno, psicológicamente, puede interpretar. Yo creo que el Alzheimer para esta mujer es el peor de los castigos. No es una ayuda del destino, todo lo contrario. Es un reloj casi biológico que le toca sufrir en sus años de vejez, que la impulsa a ser desobediente, salir al mundo y correr todos los riesgos que corre porque no puede esperar. Lo interesante es que la enfermedad no la asusta, la impulsa. Ella sabe que es ahora o nunca. Y se manda con todo.

-¿Cómo evaluás el contexto argentino actual con respecto a los Derechos Humanos?

Horrible, horrible. Desde el poder se han encargado de replicar hasta el cansancio varias falacias, de desacreditar y agraviar con eso de “el curro de los derechos humanos, el curro de las universidades, el curro del feminismo”; en fin, de descalificar absolutamente todos los espacios desde donde se han conquistado derechos durante años. Hoy, a cualquier derecho ganado le anteponen la palabra “curro” y así, por ejemplo, intentan convencer a la gente con que el cine argentino es puro “curro”. Y a fuerza de replicar y replicar, aparentemente a mucha la convencen. ¡Una barbaridad! Ahora hay gente que piensa que nosotros hacemos las películas con plata que le sacamos a los niños pobres, que los dejamos sin comida para hacer nuestros caprichos. Lo que está pasando es de una desinformación perversa, que obviamente no responde en absoluto a la realidad. Actúan contra nosotros como si se tratara de una cruzada. No nos olvidemos que en la Historia se han hecho cosas horribles, por ejemplo guerras, levantando las banderas de las buenas intenciones, la libertad, la paz y hasta por Dios. En definitiva, en la Argentina de hoy los derechos de todo tipo –los derechos humanos, los de los trabajadores, los de las mujeres, los de las minorías y hasta los de los inmigrantes- están puestos en tela de juicio. Y eso es muy grave.

La directora Márcia Faria y Mercedes Morán
La directora Márcia Faria y Mercedes MoránSoledad Aznarez

-¿Hoy se podría filmar en la Argentina una película como La búsqueda de Martina? ¿Existe el interés, existen los recursos?

-Bueno, hace poco todos fuimos espectadores del suceso de El Eternauta. Si bien artística y temáticamente La búsqueda de Martina no se parece en nada a El Eternauta, son similares en un sentido: ambos productos tienen una misma virtud, son una respuesta de resistencia. En un momento en que el audiovisual argentino está tan descalificado, poder hacer una miniserie con semejante nivel y que sea tan reconocida en todo el mundo, habla a las claras que los recursos están y que son de primerísima calidad. Lejos de copiar el modelo norteamericano, se hizo a la argentina y resultó universal. Corrieron todos los riesgos habidos y encima pusieron sobre la mesa el deseo de revisitar un autor como Héctor Oesterheld que está desaparecido. Otro logro de la miniserie es que a partir de su emisión se han multiplicado las consultas por identidad en Abuelas de Plaza de Mayo. Tal vez pase lo mismo tras el estreno de La búsqueda de Martina. Me parece que esa es la verdadera resistencia cultural. Cada vez que sucede algo así, pienso que no la tienen ganada.

Agradecimiento: Trattoria Il Ballo Del Mattone

Fuente: Gustavo Lladós, La Nación