Misántropo, el film de Szifron

A propósito de su lanzamiento en plataformas, reeditamos el comentario de Misántropo. El film de Szifron arrancó primero en Netflix de Canadá, primero en Hulu de Estados Unidos, primera en iTunes de Francia y primera en Amazon Prime de Brasil. Por Amadeo Lukas, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Misántropo. Dirección: Damián Szifron. Guión: Jonathan Wakeham y D. Szifron. Con Shailene Woodley, Ben Mendelson, Ralph Ineson, Jovan Adepo.

En un gran film estadounidense sin estrellas, el cineasta argentino Damián Szifron, en su debut como realizador en esas latitudes, es precisamente la única estrella de este notable thriller. Si bien sus dos intérpretes principales, Shailene Woodley y Ben Mendelson, son relativamente conocidos, no existe en Misántropo ninguna figura más relevante que él mismo. Y este no es un detalle menor, porque no existen muchos antecedentes de compatriotas que hayan rodado en USA en esas condiciones. Quizás Andy Muschietti sería un caso afín, pero otros cineastas que llegaron a poner su firma en una película de Hollywood han tenido que filmar con estrellas y sin toda la libertad artística, como le sucedió a Alejandro Agresti, al que le impusieron dos intérpretes reconocidos como Sandra Bullock y Keanu Reeves y que además no tuvo el corte final del film. Y si mencionamos al reconocido Juan José Campanella, en los EE.UU. se ha dedicado a la dirección y producción de series, más que específicamente al cine.

Fuera de estas menciones, visualizar Misántropo propone un ejercicio sensorial, visceral, implica una experiencia que involucra tanto a los sentidos como a la psiquis. El film arranca con una vibración extrema, a través de una secuencia inicial que estremece y avasalla, y a partir de allí mantiene en alerta al espectador casi sin pausas. Y en medio de una investigación inmediata, en el mismo lugar desde donde el criminal actuó, dejando su estela de destrucción, se produce el primer contacto visual y emocional entre Eleanor Falco (Woodley) y Geoffrey Lammark (Mendelsohn), agente femenina asfixiada tras el atentado e inspector especial del FBI, a cargo del caso. Ese hilo apenas perceptible en ese instante, se fortalecerá luego hasta establecer un lazo pretendidamente paterno-filial, intenso, afectivo, con un breve y doloroso sendero a transitar.

Dentro de un guión elaborado con precisión y talento por Jonathan Wakeham y el director, los diálogos se destacan por su agudeza, filosos como un cuchillo, ofreciendo además toques de un perturbado sentido del humor. Partiendo de esa guía narrativa, y sumando sólidos recursos audiovisuales (el sonido y la música hacen su aporte), Szifron apuesta en varios pasajes a desnudar a una “América” poderosa y vulnerable al mismo tiempo, tumultuosa, flagelada. Con instituciones que presuntamente mantienen el orden y la seguridad y que no encuentran la forma de estar unidos ante una amenaza; optando, en cambio, por la intriga, la conspiración y la deslealtad. Entre los aciertos visuales mencionados, vale la pena señalar la composición de esas singulares tomas de perfiles de los tres investigadores principales, Lammark, Falco y Mackenzie en dos oportunidades, en la morgue y en un procedimiento. Por citar un ejemplo, y que también se haya apelado, con la excusa de la búsqueda del fantasmal misántropo exterminador, a escenas de enorme crudeza como las de la faenadora de carne, el matadero. Con ese atroz descuartizamiento explícito que se acomoda metafóricamente a la historia. Y que nos interpela a nosotros también; a toda nación carnívora del planeta, en realidad.

Misántropo se reconfigura escena a escena y escapa a lo predecible, en esa desesperada búsqueda de un asesino implacable pero ambiguo, que paradójicamente, y a propósito de este último término, deplora la masacre de animales. Entre otros detalles que describen a personajes realmente peculiares. Como Lammark, un hombre al que le gusta fraccionar sus alegatos numérica o alfabéticamente y que es capaz de inculcarle a Falco: “Sé una artista, no una policía”. Y el de ella, con ese vínculo tan particular con el agua, que la lleva a practicar natación como método relajante y restaurador. En la primera escena en ese ámbito, se deja hundir casi hasta el fondo de la piscina y en la siguiente, la cámara la enfoca desde un punto de vista inesperado, de extraña belleza y sugestión. Esa casi onírica inversión al rodar bajo el agua aporta simbolismos acerca de su vida, que acaso se desplaza al margen de la superficie debido a su endiablada lucidez, o que a la vez naufraga a causa de su inestable existencia. Dentro o fuera del agua –incluyendo su propia bañera-, Falco fluye y se debate.

La película no sólo presenta una radiografía feroz del carácter insaciable e insalvable de la psicopatía, sino que va un poco más allá. En sus escenas culminantes, Misántropo aventura que podría un ángel descender a los infiernos o un ser demoníaco aspirar a la redención. Ambos universos confluyen en este thriller tan despiadado como piadoso, desapacible e ingrato como compasivo.

No se puede negar que el cineasta argentino ha asimilado esencias de algunos colegas, y quizás ciertas imágenes y pasajes evoquen a los nombres de Fincher, Shyamalan, Spielberg (hay un diálogo acerca de Tiburón), Jonathan Demme, Michael Mann; pero Szifron sólo se asienta y reconvierte estilos.

Por otra parte no están ausentes los apuntes a artistas de rock: Falco cita con devoción una significativa frase de Kurt Cobain y una combi de reparaciones se llama Mike and The Mechanics, nombre del gran trío de Mike Rutherford, bajista de Genesis.

Las actuaciones son puntos altos en Misántropo, y la pareja protagónica descuella de principio a fin, especialmente Shailene Woodley, actriz joven con una excepcional capacidad de transmitir emociones. Su Falco conmueve, y más aún en el desenlace, atraviesa el alma. Además ella estuvo involucrada al máximo con la manufactura del film ya que fue coproductora junto a Szifron. Mendelsohn por su parte es un actor de una personalidad imperativa, apenas irrumpe en escena demuestra de inmediato su condición de inspector del FBI y, dentro de ese rol tan definido, ofrece numerosos matices a su labor. Impecables todos los roles secundarios, donde se pueden nombrar al espectral y sórdido Ralph Ineson, al versátil Jovan Adepo (el trompetista Sydney Palmer de la extraordinaria Babylon) o el exacto y sensible Michael Cram.

El bello leit motiv de la banda sonora de Carter Burwell y otros apuntes musicales suyos enmarcan las imágenes premeditadamente sombrías y muy bien registradas por Javier Juliá.

No estamos, de todos modos, ante un film de denuncia o una obra con pretensiones filosóficas. Es simplemente un thriller, un policial. Pero a veces a través de estos géneros, acompañados por una realización brillante y comprometida, se puede arribar a un destino superior, tanto desde el punto de vista artístico como reflexivo.

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Amadeo Lukas – Periodista de espectáculos y crítico de cine. Miembro de APTRA, Asociación de Cronistas Cinematográficos y Premios Gardel. Cancionista.