El actor madrileño Eusebio Poncela murió, a los 79 años, en su casa de El Escorial. El reconocido actor español que sufría de un cáncer desde hace un año fue una de las caras más populares de la llamada “movida madrileña”. Adquirió popularidad por su trabajos junto a Pedro Almodóvar como por su participación en la serie Los gozos y las sombras y ya desde aquellos explosivos y expansivos ochenta. A lo largo de los años tendió un fuerte vínculo con cineastas, directores y artistas argentinos: imposible pasar por alto su participación en la película Martín (Hache). En ese puente entre Madrid y Buenos Aires, su amiga Cecilia Roth fue una figura troncal.

Nació en el barrio de Vallecas, de Madrid. “Un sitio bravo, donde aprendes rápidamente a defenderte en lo físico. Me vino bien porque siempre he sido un marginal tirando a sensible. A Vallecas le debo que le haya dado una capa de protección a mi personal sensibilidad: fue el taekwondo de la vida”, apuntó alguna vez en una de las tantas veces que estuvo en Buenos Aires. El gran éxito le llegó con su papel en la adaptación a serie de televisión de la novela de Gonzalo Torrente Ballester, Los gozos y las sombras, de 1982, con Charo López.
Su padre era “un socialista que luchó en la guerra en el bando perdedor”, como apuntó alguna vez. Sus deseos de convertirse en actor fueron, al parecer, desde siempre. Hubo otra constante: lo expulsaron del colegio en ocho oportunidades. Lo que se dice, un joven de carácter. En medio de esas idas y venidas por distintas instituciones estudió actuación. Durante ese recorrido su vinculo con nuestro país fue una constante.
De hecho, a finales de los noventa, en un bar de Almagro mientras filmaba Martín (Hache), dirigido por Adolfo Aristarain junto a Federico Luppi, Juan Diego Botto y Roth, tuvo uno de los tantos encuentros con LA NACION. Durante esa conversación él mismo recordó sus inicios en el cine y en el teatro. “La primera película la hice dirigido por Emilio Martínez Lázaro, Pastel de sangre, y eran cuatro sketchs de otros tantos directores. Ahí comenzamos unos cuantos: el director, Marisa Paredes y hasta Charo López. Toda una generación. En el teatro comencé con María Dolores Pradera, en Mariana Pineda, de García Lorca, haciendo el galancillo”.

Aquella vez se paseaba por Buenos Aires luciendo su inconfundible pelo rubio, casi blanco. Ese look se había instalado en ese inconfundible rostro por iniciativa de Héctor Olivera, cuando había filmado Una sombra ya pronto serás, en 1994. Le gustó a él, al resto de los cineastas españoles y quedó como una de sus tantas marcas.
Pero en 1979 su pelo era otro. Aquel año protagonizó la película Arrebato, de Iván Zuleta. Con ese film pasó a convertirse en uno de los rostros fundamentales de la llamada “movida madrileña” que estaba dando sus primeros pasos. “Arrebato es un clásico del cine español, una película que nos marcó a todos los que la hicimos, porque todos caímos en las drogas, en la heroína, por probar y probar, y mira lo que nos pasó. Afortunadamente, todos los que caímos en aquello salimos, pero fue muy duro. La película merece la pena, porque si, además, hubiera sido mala…“, reconocía aquella vez. Allí trabajó con Cecilia Roth en esa película “maldita” que nadie quería exhibir y que terminó convirtiéndose en un film de culto.

Así fue como llegó su vínculo artístico y personal con Pedro Amodóvar. Primero, en Matador. Luego, La ley del deseo, que protagonizó junto a Antonio Banderas. En un pasaje de la historia, le dice al personaje de aquel joven Banderas. “Me emociona tu ternura, pero no te recomiendo que te enamores de mí, soy demasiado egoísta y llevo una vida incompatible”.
A partir de Arrebato generó un fuerte vínculo con Cecilia Roth. “También con ella somos amigos desde siempre. En aquel tiempo estaban todos en España: Cecilia, Dina Roth, su madre; Norman Briski, Norma Aleandro, Luis Politti… Todos. No sé por qué, pero en mi vida siempre estuve rodeado de músicos y de argentinos. Por desgracia tuve que concerlos en situación de exilio”, apuntó en aquel bar de Almagro.
Su relación con nuestro país fue tan fuerte que, luego del rodaje de Una sombra ya pronto serás, en la que compartió el set con Miguel Ángel Solá y Pepe Soriano, se quedó un largo tiempo viviendo en la casa que compartían Fito Páez y Cecilia Roth: “hasta que me independicé de estos papis”, contó con gracia.
El actor protagonista de la serie Las aventuras de Pepe Carvalho, inspirada en las novelas de Manuel Vázquez Montalbán y dirigida por Aristarain, estuvo durante ese largo período viajando por todo el país. Fiel a su estilo no paró. De hecho, protagonizó el videoclip Matador de Los Fabulosos Cadillacs. Eusebio Poncela era una cara reconocible para la gente. Fiel a ese perfil de artista que se lleva todo por delante, de su vida privada se supo poco. “Mi vida es muy entretenida, pero es mía. Mi exhibicionismo solo va por mi trabajo. Mi vida privada es mágica, soy de Marte”, apuntó alguna vez.
Así como Eusebio Poncela se transformó en uno de los rostros de la movida madrileña, en Buenos Aires tendió un puente con exponentes de la movida del llamado under porteño que tenía al Parakultural como su verdadera usina creativa. Coherente con ese vínculo, en 2011 estrenó con Humberto Tortonese el espectáculo Las estrellas nunca mueren, que hizo funciones en el Paseo La Plaza. El español venía de filmar El hombre de al lado, película de Gastón Duprat y Mariano Cohn.
Varios meses antes del estreno en la sala de la avenida Corrientes, Poncela había ido junto a Cecilia Roth a ver la obra Mamita querida, aquel entrañable espectáculo que interpretaban Tortonese y Alejandro Urdapilleta. “Yo me quedé estupefacto. La primera imagen que tengo de Humberto es la de verlo colgado de un trapecio. Aluciné”, reconoció el español. A Poncela, Tortonese lo tenía de la serie Los gozos y las sombras y de sus películas de Almodóvar. “Es de ese tipo de actor que, al verlo, te dan ganas de actuar”, sumó el actor argentino. Se hicieron amigos. De hecho, la casa de Tortonese fue en donde alguna vez el madrileño festejó uno de sus cumpleaños.
El estilo de ir por todo venía de joven, de cuando lo expulsaban de los colegios. De hecho, a mediados de los 60 había trabajado con el director Víctor García en El cementerio de automóviles, un texto de Fernando Arrabal que acaparó la atención de la prensa internacional.
A lo largo de su carrera, recibió importantes reconocimientos por sus trabajos en El arreglo y Martín (Hache). También fue distinguido con el Premio Especial Sant Jordi de Cinematografía (2017) por toda su carrera y con el Premio Iris al Mejor Actor en televisión por su trabajo en Carlos, Rey Emperador(2016).
En Martín (Hache) su personaje decía: “Me seducen las mentes, me seduce la inteligencia, me seduce una cara y un cuerpo cuando veo que hay una mente que los mueve que vale la pena conocer, poseer, dominar, admirar… La mente, Hache, yo hago el amor con las mentes”.
Al parecer, un texto que podría ser del mismo Eusebio Poncela.
Fuente: Alejandro Cruz, La Nación