Con gran sentido del humor, pero también con un tono reflexivo y mucha emoción en su voz, Nacha Guevara compartió en PH, podemos hablar,la historia de desencuentros que vivió con su padre, que fue del abandono al rechazo, y conmovió tanto a Andy Kusnetzoff como al resto de los invitados.
“Avancen al punto de encuentro los que fueron marcados por alguna actitud concreta de los padres”, disparó el conductor del ciclo la consigna y Nacha, de inmediato y como un preludio de su historia, arengó a todos a pasar al centro del círculo. “Cuando uno explora en la vida de alguien siempre hay que referirse a la infancia, porque ahí están impresas ciertas señales que van a determinar cómo vamos a ser cuando seamos adultos”, explicó luego su entusiasmo y aclaró que “toda infancia tiene sus traumas”.
Antes de contar su historia, la actriz y cantante le puso humor a la situación y compartió su mirada sobre aquellas personas que quedaron con heridas que no pudieron sanar. “En general son artistas. O delincuentes”, dijo, y soltó una carcajada. “Se parece bastante”, intervino a tiempo Fernán Mirás, mientras que Kusnetzoff acotó: “A veces son lo mismo”.
Una dura historia familiar
Tras asegurar que la marcaron muchas cosas de su infancia, Guevara destacó lo que a ella más la hirió. “Yo conocí a mi padre cuando tenía 46 años. En mi infancia fue una figura desaparecida por completo, fue como un fantasma”, arrancó el relato, y recordó que él se separó de su madre cuando ella tenía apenas seis meses, que la situación no fue nada amigable y que desde ese momento quedaron “como enemigos”. Ese rencor entre adultos hizo que ella jamás se acercara a él. Incluso, si se lo cruzaba en la calle, la volteaban de inmediato para que no lo viera.
Años después, durante su juventud, algo de aquel desencuentro generó un llamado de atención en la artista. “Estaba pasando algo, evidentemente. Empecé a ir a un psicólogo y así, muy ingenuamente, le dije que no conocí a mi padre”, repasó. “Trabajé con él hasta que un día decidí conocerlo”, agregó. Luego contó que le escribió una carta, que le respondió, que concertaron una reunión y que ese primer encuentro no fue nada positivo.
“Fue muy frustrante porque él apareció en mi casa, yo abrí la puerta y me di cuenta que había idealizado a esa persona. Yo miré para arriba porque pensé que iba a ser un hombre alto, poderoso. Y era chiquito. Pero lo que me dijo es que no era mi padre. Que yo era hija de un relojero. Y con eso se fue”, reveló la artista. Tenía 30 años.
Luego de aclarar que sí era su padre, la exconductora de Me gusta ser mujer explicó que cuando le contó lo sucedido a su madre se enojó mucho y que pese al desplante, cada vez que hacía temporada en Mar del Plata esperaba verlo en el teatro, sentado en una platea, viéndola. “No sé por qué, habían pasado tantas cosas”, confesó. El segundo acercamiento se dio tiempo después, cuando decidió ir a verlo luego de un fuerte enojo y un cuadro febril. “Dije, estoy enojada con este hombre, voy a terminar con esto, lo voy a ir a ver”, pensó.
Con la compañía de su hermana, Nacha fue hasta la casa de su padre. “Le dije todo lo que sentía, todo lo que había pasado, y todas las cosas en las que él no estuvo presente. Él escuchó. Nada más”. Después de esa visita, los encuentros continuaron. “´Ahora lo voy a hacer trabajar de papá´, pensé, y fui y se lo dije: ´Ahora me vas a tener en upa, me vas a llevar a la plaza, me vas a comprar un helado´. Yo ya tenía 46 años”, repasó.
“Era una persona muy extraña, porque no reaccionaba”, confesó en relación a los gestos que tuvo Nacha para tratar de recuperar a su papá. Pero fue una determinación que tomó él lo que terminó por romper, de nuevo, el vínculo. “La relación terminó porque me dijo que había cambiado de nombre su departamento para que yo no tenga nada que ver. Muy fuerte. Ahí dije ´esta persona no merece ser mi padre´. Eso me ofendió como adulta, como mujer y como ser humano. En ese momento dije ´esto no es para mí´ y nunca más lo vi”, cerró Nacha, y explicó que no asistió al funeral de su papá porque cuando falleció se encontraba en España.
Fuente: La Nación