Natalia Oreiro protagoniza la película «Casi muerta», dirigida por Fernán Mirás

MIRÁ EL TRÁILER. «Siempre me interesó ser actriz, no ser famosa», dice. En esta «comedia con momentos muy tiernos», encarna a una mujer que, a punto de morir, se reencuentra con un viejo amigo al que siempre amó.

Si bien compuso distintos tipos de personajes, incluso algunos muy dramáticos, Natalia Oreiro siempre se destacó en las comedias. La actriz uruguaya no duda que con un buen guión es fácil hacer reír y llorar. “Lo que se necesita es un buen director”, confiesa. Por eso, no dudó en aceptar el protagónico de la segunda película que dirigió el actor Fernán MirásCasi muerta, que se estrenará comercialmente el jueves 6 de julio. «Lo que más me interesó fue el director, porque quería mucho trabajar con Fernán”, asegura Oreiro, mientras recuerda que compartió elenco con el actor que encarnó a Tanguito (Tango feroz) en Re loca, donde la actriz encarnaba a una mujer que, hastiada de la rutina, daba un giro radical a su vida. Re loca se estrenó en el mismo momento en que Mirás estaba rodando su opera prima como cineasta, El peso de la ley. “Y me encantó. Le dije: ’En la próxima película, llamame para cualquier personaje’. Y terminó llamándome para hacer de María en Casi muerta. Fernán es una persona muy sensible que logra transmitir desde su mirada de director -pero también desde la sensibilidad del actor- lo que quiere. Me ofreció una comedia, pero Casi muerta es una comedia que se ríe de temas serios, como la muerte”, explica Oreiro.

El film de Mirás es una adaptación de Bypass, la comedia vasca nominada a quince premios Goya, incluidos Mejor Película y Mejor Guion. Mirás, quien cosechó elogios con su ópera prima, volvió a ponerse detrás de cámara con esta historia que combina el amor, el drama de la muerte y mucho humor, con un elenco que, además de Oreiro, tiene otros nombres importantes como Diego Velázquez, Paola Barrientos, Ariel Staltari, Alberto Ajaka y Violeta Urtizberea.

En la ficción, María y Javi, amigos inseparables de toda la vida, están distanciados desde hace tiempo, hasta que él recibe un llamado de los otros dos compinches del grupo, Paula y Lucas: a María le queda sólo un mes de vida, diciembre. Su fecha de vencimiento es Año Nuevo. Entonces, Javi decide volver a Buenos Aires, dejar atrás su nueva vida en Montevideo, reencontrarse con María, y con sus amigos Paula y Lucas, ante esta situación terminal. El amor siempre estuvo entre ellos, sin que el otro lo supiera. Pero ahora Javi tiene novia, la deslumbrante Julieta, y su amor por María pertenece a lo más intenso de su pasado. En cambio, María lo sigue amando. Ella le pide a su amigo que la acompañe en sus últimos y locos treinta días de vida. Javi se queda, pero no sabe qué hacer con su otra vida. No quiere mentirle y tampoco herirla, y ambos comienzan una larga red de mentiras y enredos. María intenta encontrarle un sentido a su vida… o a su muerte. Se adentra en un disparatado camino hacia el fin, viendo qué cosas le han quedado pendientes y qué es lo verdaderamente importante.

-Es una especie de comedia oscura, pero lo llamativo es que tu personaje es luminoso…

-Exacto, sí. Siempre trato de ponerle un poco de luz a los personajes en general, y más si es una comedia. Pero esta es una comedia que tiene momentos muy profundos, momentos muy tiernos. Habla de las cosas simples de la vida como el amor. Es una película que habla de la amistad. Y no puede evitar hablar de la vida y de la muerte, cómo nos paramos frente a eso también, tanto el que se va como los que quedan.

-¿Y fue difícil como actriz encarnar a una mujer que está enferma?

-Me resultaba muy lejana y muy difícil cuando me llegó el guión y empezamos a trabajarlo, un año antes. Esta película se iba a rodar justo antes de que Fernán tuviera el problema de salud. Le cuestionaba mucho, le preguntaba mucho también, le decía: «Esto no puede ser». Es algo típico mío que soy como muy cuestionadora con los directores. Es un trabajo previo, en el que me sacan todas las dudas que tengo, todas las inseguridades que tengo, y luego, cuando llegamos al rodaje, siento cierto trabajo de campo que me da la pauta de por dónde vamos a ir. Pero una semana antes de comenzar el rodaje, Fernán tuvo este tema con su salud y ahí nos cambió a los dos la perspectiva porque él me hacía chistes de humor negro, desde la clínica, diciendo que había ido a hacer trabajo de campo, que hablaba con los médicos, que buscaba locaciones… Me lo decía en chiste para que me ría. Yo estaba muy preocupada, pero en realidad lo hizo. Hablaba con todos los médicos que iban a verlo y les decía: «Tengo esta película y pasa tal cosa. ¿Esto es así?». Y le decían que sí. Entonces, después me decía: «Mirá, Natalia, no me cuestiones más porque es así». Y yo, en ese sentido, cuando empezamos a rodar, me entregué cien por ciento. Como que me tiré al vacío y dije: «Ok, hacé lo que quieras, pedime lo que quieras». Y me pedía cosas muy diferentes en la misma escena. Iba probando.

-¿Y alguna vez te preguntaste cómo vivirías el amor si te quedara un mes de vida?

-Lo que pasa es que me tendría que sacar de mi cabeza la maternidad, porque lo que me pasa teniendo un hijo es que ese miedo es constante cuando me voy de viaje, cuando me subo a un avión, cuando algo tiene cierto riesgo. Jamás me había planteado miedo a volar, a un arma de fuego. En ese sentido, era muy entregada, muy suelta. Pero a partir de que fui madre, mi prioridad cambió y a mí no me puede pasar nada porque mi hijo me necesita. Ahora, si me quitara eso, trataría de pensarlo en relación a un vínculo de amor que sea genuino y darle libertad al otro para que pueda volver a hacer su vida, que vuelva a encontrar el amor, que no se quede solo, porque todos venimos y nos vamos solos. Y está bueno que la persona que se queda, se quede con un lindo sentimiento de algo que va a quedar en el recuerdo, en el corazón. Pero no tenés que quedarte atado a eso que fue.

-Eso no significa olvidar, ¿no?

-No, porque además creo que somos energía. Cuando nos vamos del plano físico, lo que queda ya está, en el cuerpo no hay nada más, se fue la energía. Lo que sí queda es el espíritu.

-Seguramente, es como señala tu personaje: podés pensar una lista interminable de cosas para vos, pero te das cuenta de que no.

-De que nada es tan importante. Tal cual. Podés hacer una lista interminable de cosas y te das cuenta de que nada es importante, porque ¿qué es lo importante de la vida? Para mí, ser fiel a uno.

-¿Ser fiel significa no traicionar las ideas que uno cree?

-Sí, que no quiere decir que sean las mismas de toda la vida. Uno puede ir cambiando porque va evolucionando, porque se va desencantando, porque va buscando nuevas cosas y nuevas formas. Uno tiene que ser consciente de que eso no es una traición sino una elección, que es muy distinto. A veces por comodidad, muchas veces por miedo, por dejarse llevar por la corriente, por apatía, por falta de compromiso, se va abandonando. Y esa para mí es la verdadera muerte, que me parece que es la peor de todas: no estar vivo de cabeza, de conciencia, no ser empático con lo que les pasa a los demás, convertirse en una persona que diga «Me importo yo, mi mundo y mi familia». ¿Y lo demás? A veces, pasa eso, la vida te da tantos golpes que uno se vuelve un ser egoísta. Yo no puedo concebir la vida así.

-¿Crees que la película refleja a una mujer que, a priori parece débil, pero que tiene una gran fortaleza anímica?

-Sí, a priori es una mujer liviana, sin mucho compromiso. No le conocemos parte de su familia ni su trabajo. Vive la vida en el momento y, de repente, se vuelve una mujer densa, neurótica, ciclotímica, delirante, con mucho humor. Siempre fue un personaje con mucho humor, pero le suma el humor negro, disfruta de hacer sentir mal a los amigos con el humor. Y ella piensa: «Si la que se muere soy yo, no podés sufrir vos». Y muchas veces pasa que el que más sufre es el que queda.

-¿Y cuánto del personaje reconocés en vos misma?

-En esta película, nada. Cero. Soy bastante irónica, pero no al nivel de María. Esto es creación de Fernán. No reconozco cosas de María en mí, pero ¿cómo saberlo? Porque en realidad a María le pasa lo que le pasa por la situación en la que se encuentra. Yo soy más contemplativa con el otro. A María no le importa lastimar al otro con lo que dice.

-¿Y qué personajes te gustan más para actuar? ¿Los que son más cercanos a vos o con los que tenés distancia?

-Los personajes que intento elegir son los que más lejanos están porque me permiten no reconocerme, más allá de que trabaje con mi verdad, más allá de que trabaje con mi mirada y bucee en mi historia para tratar de componer algo que nunca me sucedió. Porque básicamente lo que nos pasa a los actores es que encarnamos situaciones que nunca nos han pasado. Siempre trato de tener un anclaje en algún momento de mi vida, aunque no sea similar, sino encontrarle algo que me resuene. Pero los que más me gustan son los que no tienen nada que ver conmigo, porque no los juzgo, trato de comprenderlos y de buscar el por qué actúan así, sin decir «yo haría tal cosa». Bueno, vos harías tal cosa porque naciste en tal lado, tuviste tal familia, tu pareja es tal. Todo eso te marca. Este personaje no tiene tu pareja, no tiene tu familia, no nació en ese lugar, no tuvo esas posibilidades o lo que sea. Si no, no podría haber hecho el personaje que hice en la serie Iosi, el espía arrepentido. Es lo más lejano que se puede ser a mí y, sin embargo, yo tenía que creer la convicción de esa mujer.

-Y ya que hablás del signo de la época en el personaje, ¿cómo vivís el empoderamiento de las mujeres en este siglo XXI? María es una mujer del siglo XXI, ¿no?

-Sí, de hecho, no se le cuestiona no haber sido madre. Y ella ni siquiera es que se cuestiona el hecho de no haber sido madre para dejar algo. En ese sentido, tiene mucha actualidad desde el punto de vista feminista, si se quiere. Pero creo que este empoderamiento del que hablás se ve más hoy en los medios, pero es un trabajo que se viene haciendo por mujeres muy fuertes y muy determinantes desde hace más de cien años, que vienen trabajando para que hoy las jóvenes sientan que tienen un camino ganado, por el cual hay que seguir trabajando. Pero claramente la distancia de lo que se plantean no es la misma que me planteé yo, ni hablar de mi madre. Y mi abuela directamente no podía ni opinar ni votar.

-¿Qué sentís que podés aportar como actriz a la lucha del feminismo?

-La visibilidad. Es algo que los que trabajamos en los medios tenemos al alcance de nuestra mano. Y en mi caso, no solamente al tema de la diversidad de género o el género femenino, la lucha de las mujeres, sino de un montón de causas sociales en las que siento empatía y trato de comprometerme. Particularmente, desde hace ya un tiempo grande, estoy trabajando con La Poderosa para visibilizar las tareas de las mujeres que trabajan en los comedores, que le dan de comer a todo el barrio y que no son remuneradas, que tienen jornadas triples: trabajan en el comedor, trabajan en sus casas y, además, tienen que salir a trabajar para tener un dinero para mantener a sus familias. Desde mi lugar visible, puedo acompañarlas en la difusión, ir a los lugares, conocerlas, charlar con ellas. Porque no sólo es importante amplificar un mensaje, es conocer el mensaje desde ahí Y a mí eso es lo que más me gusta: estar codo a codo e intentar compartir con ellas un día de su vida.

-Eras de las pocas artistas que no tenía redes sociales. Ahora tenés Instagram. ¿Siguen siendo un nido de conflictos?

-La hice en la pandemia. Me aguanté un montón de años no tener. Siempre fui muy prejuiciosa con las redes sociales porque sentía que mi trabajo hablaba por mí o, en todo caso, el interlocutor periodista iba a amplificar lo que yo tenía para decir. La pandemia me encontró en un lugar donde todo eso que tenía para hacer no se hizo, todo lo que tenía para contar a través de un personaje no lo pude hacer. Y dije: «¿Qué hago? Me saco un Instagram». Entonces, empecé a tener un vínculo con los seguidores para compartir cosas. Creo que son una gran herramienta de comunicación y, al mismo tiempo, me parece que son mal usadas, hay una adicción total. Se generan cosas buenas, pero generan adicción, sobre todo en la gente joven. Hablo de niños, preadolescentes, adolescentes jóvenes, en los que no está todavía su psiquis totalmente formada, con todo lo que ello conlleva: estar atravesados en una generación donde el «cómo me ven» genera mi estado de ánimo o mi aceptación es muy peligroso.

-Al margen de las redes, por tu profesión ya estás muy expuesta. ¿Cómo te llevás con la exposición?

-Trato de exponerme solamente cuando tengo algo para decir a través de mi trabajo o de una causa social. Después, lo que tiene que ver con mi vida, que es algo que también es muy difícil con las redes, puedo decir que no disfruto de mostrar mi cotidianidad. No siento que le sume a nadie. En ese sentido, siempre traté de respetar mi espacio, que lo respetaran, y con los años lo conseguí. Trato de tener cuidado con lo que digo porque sé que puedo ofender a alguien o alguien lo puede malinterpretar. Intento ser espontánea, pero medida, cosa que no era de joven.

-¿La fama es lo peor de tu trabajo?

-Es lo peor. Nunca fue una búsqueda. Cuando empecé a trabajar en los medios, no era esto de «Quiero ser famosa»: yo quería ser actriz. Y la verdad, me pasa que la gente en la calle no se da vuelta a mirarme. No es que la gente me sigue y dice «¡Natalia!». No se dan ni cuenta, porque me saco el maquillaje y me pongo mis championes, y hasta que no abro la boca, la gente no sabe que soy yo. Y tengo una vida re normal, común, llevo a mi hijo a la escuela, voy a las reuniones de padres. Después, me maquillan, me tocan el pelo y me pongo la ropa, y me divierte y juego con eso porque también jugaba con eso cuando estaba en el galpón de mi abuela y me disfrazaba, decía que era actriz y salía a escena. Juego con eso, pero después la vida pasa por otro lado, lo cotidiano.

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El estado de las cosas

Hace cinco años, Natalia Oreiro dijo a Página/12: «Todos estamos viviendo un poco eso de no aguantar más». Ahora, señala su mirada sobre el país actual. “Creo que la gente no aguanta más. Cambiaron muchas cosas. Lo que siento hoy y que puedo ver, es que no es un problema de trabajo. La gente tiene hasta tres trabajos y no llega a fin de mes. Entonces, la dignidad del trabajador, que necesita trabajar para sentirse digno, hoy no alcanza. Tienen tres trabajos y no les alcanza para pagar la canasta básica, la salud, la educación, los útiles de sus hijos. O ir al cine. Eso ya directamente sería algo imposible, un privilegio. Entonces, creo que eso sí cambió mucho. Hay trabajo, pero lo que pasa es que no les alcanza”.

Oreiro se reconoce como “una persona optimista” y trata de ser “una persona positiva”. “Y para mí el único lugar de salida es el respeto a la diferencia en todos los ámbitos. De la única forma que concibo salir adelante es respetando las diferencias de opinión y de diversidades. Y creo que hay gente que está muy enojada con las diferencias. Entonces, ahí tenemos un problema de base, más allá de todos los enormes problemas políticos que existen en el país”, considera la actriz.

-Lo que decís trasciende lo político.

-Yo creo que sí.

Fuente: Página12