No hay una placa que haga honor al encuentro, ni tampoco ninguno de sus participantes centrales puede recordar la fecha exacta en la que ocurrió, aunque en algún lugar a lo largo de la calle 14 en East Village, Manhattan, está el lugar donde a fines de los ’60, dos actores principiantes llamados Robert De Niro y Al Pacino entrecruzaron sus caminos por primera vez.
Iban y venían disfrutando las primeras mieles del trabajo constante y la visibilidad, y se conocían mutuamente de nombre y por su reputación. Comparaban sus antecedentes, se miraban como rivales. Pacino todavía recuerda a De Niro como alguien “con una apariencia inusual y cierta energía”, y cada uno se fue de allí pensando en lo que les depararía el futuro y el hombre que acababan de conocer.
Medio siglo después, deambulan por la suite de un hotel lujoso a orillas del Támesis, para conversar sobre su nuevo filme, El irlandés, con tantas de esas incertidumbres dejadas de lado hace mucho tiempo. Cualesquiera sean las metas de un actor, De Niro y Pacino las han superado ampliamente, sobrepasando incluso las aspiraciones desmedidas que tenían cuando eran jóvenes. Le han dado al cine algunos de los papeles protagónicos más asombrosos y explosivos, en filmes icónicos como Taxi Driver, Scarface, Toro salvaje y la saga El Padrino.
Al hacerlo, sus trayectorias se han entrelazado inesperadamente. No son solamente pares y colaboradores ocasionales, sino amigos genuinos que ocasionalmente encuentran el tiempo para encontrarse, contemplar posibles proyectos e impulsarse mutuamente.
“Nos reunimos y hablamos, comparamos anotaciones”, explicó De Niro. “No es que nos extrañemos mucho. Tal vez nos extrañarnos mutuamente”.
Quizá, lo más sorprendente de todo es que, en el momento en que podrían descansar en los laureles, y habiendo sido acusados a veces de hacer eso, Pacino (79) y De Niro (76) continúan ocupándose de su arte inmensamente.
Robert De Niro, en la trama de «El irlandés». Foto: Netflix
El irlandés, que cierra el festival de Mar del Plata este domingo 17, se estrena en los cines argentinos el jueves 21, y comenzará a emitirse el 27 de noviembre en Netflix, está dirigido por Martin Scorsese, y vuelve a reunir a los dos actores en la pantalla recién por tercera vez. El filme, un drama policíaco de alcance y ambición arrolladores, es de diseño retrospectivo y decididamente consciente del hecho de que, finalmente, todo termina.
Ese es un tema con resonancia profunda para Pacino, quien representa a Jimmy Hoffa, el incontrolable presidente de la Fraternidad Internacional del Transporte, y para De Niro, que es el productor del filme y hace el papel que da título a la película, Frank Sheeran, un representante de la Fraternidad y mafioso que se atribuye el asesinato de Hoffa.
Además, ambos actores son conscientes de sus legados, y en El irlandés sus actuaciones son más vitales que nunca. Recién ahora no tienen que demostrarle nada a su público, encuentran la motivación en mejorar sus propios éxitos y en mantener el ritmo mutuo.
Pacino, quien en los últimos años caracterizó a una serie de personajes reales como Joe Paterno, Phil Spector y Jack Kevorkian, dijo que su responsabilidad no era la de imitar a Hoffa, sino la de hacer la versión que consideraba más convincente.
“De alguna manera, hay que encontrar la ficcionalización”, dijo Pacino. “Hay que encontrar el drama y el personaje. Lo contrario, es hacer un documental sobre un personaje”.
Con una voz más suave, agregó: “Quiero hacer de George Washington. Lo hago, entre paréntesis”.
De Niro pareció realmente sorprendido. “¿Es verdad?”, le dijo asombrado. “OK”.
De Niro y el director Martin Scorsese, presentando la película en Marruecos. Foto: Fadel Senna/ AFP
Están tan integrados a la conciencia popular que están precedidos de caricaturas, que no son totalmente infundadas. Pacino, con su cabello largo y recogido en una cola de caballo, es el más rapsódico, y De Niro, de cabello corto, el más reticente de los dos.
Si pueden compartir una broma sobre su condición de élite actual, es porque se retrotraen al tiempo en el cual su renombre apenas estaba asegurado, y nunca se olvidaron del rechazo constante que debieron tolerar en sus días de formación. Como explica Al Pacino: “Les digo a los actores jóvenes hoy, no importa lo que hagan, nunca esperen conseguir el papel”.
Los dos provienen de la época de la posguerra en Nueva York, Pacino en el sur del Bronx y De Niro en Greenwich Village y Little Italy. Ambos tuvieron padres divorciados que los llevaron a las escuelas de actuación de la ciudad, el Actors Studio, Stella Adler Studio of Acting y HB Studio, y recibieron la influencia de los alumnos de estas instituciones, como Marlon Brando, James Dean, Geraldine Page y Kim Stanley.
La actuación les permitió entrar en las vidas de otras personas y sorprenderse con su espontaneidad. “Estábamos en una posición inusual”, dijo Pacino. “Era una idea totalmente distinta ser famosos. No como ahora. No era tan accesible ser famoso”.
De Niro estuvo de acuerdo. “Fue muy bueno tenernos uno al otro para hablar de todo eso”, afirmó.
Conseguir que los dos aparecieran juntos en la pantalla, durante años, parecía una hazaña inalcanzable, aunque no porque no lo intentaran: casi coprotagonizaron varios filmes.
Una increíble caracterización de Al Pacino, para «El irlandés».
Finalmente se encontraron, fugazmente pero de manera espectacular, en el drama policial de Michael Mann Fuego contra fuego (1995), sobre un ladrón ingenioso (De Niro) y el sabueso investigador policial (Pacino) que lo perseguía. Mann explicó en una entrevista que buscó a los actores no solamente por su rendimiento en la taquilla, sino también porque personificaban la idea de dos hombres que podían ser paralelos, y a la vez salvajemente distintos.
“Hay una tesis y una antítesis, y tienen algunas características en común, y las que no tienen en común, son polos opuestos”, dijo Mann acerca de los actores. “Al estudia la letra con dos semanas de anticipación, es una absorción de forma libre, psicológica. Bob está determinado a estar totalmente presente en el momento”.
Dice Mann que el resultado es que “ambos tienen una inmersión artística total, la manera en la que cada uno llega a eso es radicalmente distinta”.
Una escena de «El irlandés», con Al Pacino y Robert De Niro. Foto: Netflix
Pasaron trece años desde que De Niro y Pacino se reunieron en Las dos caras de la ley, un drama policial de dos policías comunes y corrientes que ninguno de los dos recuerda especialmente con cariño. “La hicimos”, dice De Niro con humildad. “La hicimos”.
Ya entonces, todo avanzaba hacia El irlandés, un filme que apareció a partir de la fascinación de De Niro por un libro de Charles Brandt. El libro, que De Niro descubrió mientras investigaba otro proyecto potencial con Scorsese, es la crónica del ascenso de Sheeran a través de una familia delincuente de Pensilvania, mientras supuestamente se cruza con las sagas de Hoffa y la familia Kennedy.
“Es una historia grande”, dijo De Niro. “Tenía figuras históricas cuyos finales no fueron resueltos, y esta historia tenía esas respuestas, de acuerdo con este personaje, en el que creí”.
Fue más fácil para ellos admitir que querían que sus filmes pasaran la prueba del paso del tiempo. “Por supuesto que uno piensa en eso”, dijo De Niro. “Hay cosas que uno hace que quisiera que fueran recordadas por ser especiales, incluso más que especiales”. Sin embargo, pedirles que juzgaran sus propios trabajos fue fallido. En cambio, quise saber si cada uno de ellos tenía una actuación preferida del otro.
De Niro respondió de inmediato: “Creo que El Padrino I y II”, dijo sobre Pacino.
Pacino, a su vez, eligió inmediatamente para De Niro: “Para mí, la que predomina es Toro salvaje”, dijo, aunque luego comenzó a preguntarse si no estaba disminuyendo otros logros de De Niro y comenzó a enumerar otras películas.
“Por supuesto, está Taxi Driver”, dijo. “Estoy pensando en tus filmes, Bob. Voy a hacer un festival de cine de Bob De Niro”. Mientras Pacino decía esto, apareció una sonrisa incómoda en el rostro de De Niro, como si simplemente escuchar los títulos de sus películas más famosas le causara incomodidad.
Pacino se dio cuenta de algo repentinamente: “Ganó un par de Oscars”, dijo, y luego le preguntó: “¿Ganaste el Oscar por…?” Pero no hubo respuesta, ya que De Niro parecía paralizado por la desilusión. Pacino se contestó a sí mismo: “¡El Padrino II’!”. “En ese film también estuvo grandioso”. (El otro Oscar de De Niro fue por Toro salvaje, pero no hace falta recordárselo).
De Niro agregó: “Todos hacemos lo nuestro, volvemos, trabajamos, pasamos un poco el tiempo”. No había necesidad de chequear, dijo, porque finalmente se encontrarían nuevamente.
Con una voz burlona, aunque también auténticamente afectuosa, Pacino dijo: “Es lindo saber que él está allí”.
«El Padrino», el filme que transformó sus vidas
Nada transformó sus vidas tanto como los filmes de El Padrino de Ford Coppola. El lugar de Pacino en el panteón estuvo asegurado en el filme original de 1972 y su retrato cautivante de Michael Corleone, un papel que De Niro, entre otros muchos actores, ambicionaba.
Robert de Niro, en «El Padrino II», por la que ganó un Oscar.
No es que consideraba a Pacino como su rival: “No eres competitivo”, dijo De Niro, que también le había echado el ojo al rol del irresponsable Sonny Corleone, que caracterizó James Caan.
Al Pacino, en «El Padrino».
“Si alguien consigue el papel y lo hace genial, está bien”, explicó. “El tema es cuando un actor no es bueno para ese papel y lo eligen por motivos equivocados, entonces uno se siente arrepentido, ni siquiera celoso. Está bien, ahí va. Así son las cosas”.
De Niro ganó su primer Oscar de la Academia por El Padrino Parte II, estrenado dos años después, en el cual representó a Vito Corleone en su juventud. (“Yo dije que quería que Bob fuera mi padre”, bromeó Pacino).
Martin Scorsese, la mirada del director
Martin Scorsese, el director de «El irlandés», también estuvo al frente de «Toro salvaje», «El rey de la comedia» y «Buenos muchachos», entre tantos otros filmes.
Intentado explicar sus enfoques divergentes, en un email, Scorsese dijo: “Supongo que podría decir que Al tiende a avanzar hacia la fluidez y la música, mientras que a Bob le gusta encontrar estados de ánimo y del ser, adaptarse. Pero es simplemente una cuestión de sus instintos y orientaciones personales, me parece. Los dos son tremendos artistas con ‘instrumentos’ poderosos, tal como lo podría expresar un maestro de actuación”. Es que la amistad incipiente de los actores se transformó en más crucial una vez que sus carreras ganaron impulso y se volcaron uno al otro como colegas que podían entender la confusión de su celebridad emergente.
Fuente: Clarín