Agatha Christie, ¿víctima de las “nuevas sensibilidades” o del rendimiento económico?

La editorial HarperCollins reeditará varias novelas de la escritora británica, pero despojadas de lenguaje potencialmente ofensivo, como insultos o referencias étnicas

Los fans de Agatha Christie (1890-1976) tienen nuevos motivos para indignarse. Según informó el sábado el diario británico de The Telegraph, la editorial HarperCollins reeditará varias novelas de la escritora británica luego de despojarlas de lenguaje potencialmente ofensivo, incluidos insultos y referencias étnicas como “judío”, “negro”, “gitano”, “indio” u “oriental”, empleadas con connotaciones despectivas. Muchas novelas de Christie transcurren fuera de las fronteras del Reino Unido, y los personajes que sus protagonistas encuentran mientras viajan y resuelven crímenes son designados de un modo que albaceas, agentes literarios y editores encuentran ofensivo en la actualidad (antes tal vez también lo eran, pero el contexto avalaba esas cosmovisiones).

Los misterios del inspector Hércules Poirot y la sagaz Miss Marple, que Christie escribió entre 1920 y 1976, son sometidos desde 2020 a una reelaboración (el reemplazo de unas palabras por otras, como “nativo” por “local”, por ejemplo) y a la supresión de ciertos segmentos. La reescritura de obras del pasado no es una novedad, pero en los últimos años mes a mes se conoce una nueva “adecuación” literaria.

En la nueva edición de HarperCollins de la célebre novela Muerte en el Nilo, de 1937, se han eliminado pasajes e incluso personajes como el de la irritada señora Allerton, una turista británica, que se refiere a las narices y los ojos “repugnantes” de un grupo de niños egipcios: “Si yo pudiera estar tranquila en Egipto, me agradaría mucho más -declaró la señora Allerton-. Pero aquí no se puede estar sola… siempre hay alguien molestándome, ofreciéndome burros, collares o expediciones a los pueblos nativos, o a cazar patos o pidiéndome dinero sin rodeos”.

En Misterio en el Caribe, de 1964, también se suprimieron las reflexiones de Miss Marple sobre el color de la piel y de los dientes de los lugareños con los que la detective se encuentra. La compañía Agatha Christie Limited envía a todas las casas editoras las instrucciones para editar los libros según estos preceptos.

Los cambios en las obras de Christie fueron autorizados por esta empresa, que dirige el bisnieto de la autora, James Prichard, y que gestiona los derechos de sus obras en el ámbito editorial y en el audiovisual. En diciembre de 2022, se publicó en la Argentina la nueva edición de la novela de misterio Diez negritos, de ahora en adelante rebautizada Y no quedó ninguno. La edición y la traducción también fueron revisadas, y las palabras “negro” y “negrito” fueron sustituidas por “soldado” y “soldadito”.

“Agatha Christie no es venerada como estilista, ni como escritora que refleja el realismo sociológico; más bien, sus tramas son ingeniosas y generalmente brindan algún tipo de ‘giro’. Cambiar su lenguaje no importaría tanto como en la obra de un escritor más literario (Twain, Faulkner)”, escribió en su cuenta de Twitter la escritora estadounidense Joyce Carol Oates. Varias personas expresaron su desacuerdo. “Primero vinieron por Agatha Christie, y no hablé, porque no era reverenciada como estilista”, tuiteó @MillennialWoes. En otros tuits, Oates y sus seguidores recuerdan casos de editores que sugirieron ciertos circunloquios a varios autores, entre ellos, Norman Mailer, Ernest Hemigway y Richard Wright. La diferencia es que estos estaban vivos y podían aceptar o rechazar los cambios propuestos.

“A riesgo de molestar a los puristas, creo que puedo hablar en nombre de la mayoría de los escritores (incluidos los amigos escritores que ya no viven como Updike, Mailer, Stone, Banks) al decir que sí, por supuesto, simplemente cambia el estúpido nombre, siempre y cuando no cambies nada importante en el texto”, tuiteó Oates en referencia a “Nigger-Man”, apodo que el protagonista de “Las ratas en las paredes” -un relato de H. P. Lovecraft- le había puesto al gato negro que lo acompaña en sus hórridas aventuras. “Es irónico que, en algunos escritores, ‘sin censura’ solo significa un discurso cliché que refleja el sexismo, el racismo y la supremacía colonialista blanca. No busques en una escritora como Agatha Christie una iluminación deslumbrante. Eliminar el discurso trillado puede mejorar la calidad de su prosa”, razonó. A continuación, pidió disculpas a los admiradores de Christie.

“No te preocupes, Agatha, guardaremos tus novelas como eran antes de la censura de los ‘sensibles’, para republicarlas cuando pases a dominio público y se vuelva a respetar tu propiedad intelectual”, escribió en su cuenta de Twitter la escritora argentina Mercedes Giuffré. “La ‘comisión de lectores sensibles’ que trabaja para las editoriales en lengua inglesa se parece mucho mucho a la Inquisición que peinaba y otorgaba (o no) el nihil obstat en el Siglo de Oro español. La que aterraba a sor Juana. Que Zeus nos proteja de los lectores sensibles”, tuiteó la autora de Deuda de sangre.

Ganar más lectores

Para algunos, no se trata tanto de corrección política y nuevas sensibilidades como del viejo y conocido rendimiento económico o capitalismo. La intención de los herederos, editores y productores audiovisuales es llegar a nuevas audiencias y ganar más lectores y espectadores. ¿Sería posible alcanzar esa meta si determinados sectores de esas audiencias siempre aparecen representados de modo negativo? Apenas trascendió la información sobre los cambios en las novelas de Christie, libreros y lectores comenzaron a ofertar en redes sociales las versiones originales.

Además de “la dama del crimen”, en tiempos recientes se hicieron tareas de “ajuste y adecuación” a las nuevas sensibilidades en las novelas protagonizadas por James Bond, del también británico Ian Fleming (en un ensayo de 2003, el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco ya había demostrado el maniqueísmo de Fleming a la hora de repartir nacionalidades y sexualidades entre héroes y villanos), y en cuentos y novelas del también británico Roald Dahl, la mayoría con la intención de eliminar referencias racistas, sexistas y de discriminación hacia los cuerpos no hegemónicos. En el caso de Dahl, la amplia repercusión y las críticas que tuvo la decisión del sello Puffin Books de publicar las obras del autor de Matilda con varios cambios obligó a los editores a adoptar una postura salomónica: además de las ediciones revisadas, se lanzará una colección con los libros de Dahl tal cual este los había publicado.

Fuente: Daniel Gigena, La Nación