Argentina, plurilingüe: pese al avance del español, aún se habla en 15 lenguas indígenas y hay otras 9 en “revitalización”

En total se relevaron 36, de las cuales 12 hoy no tienen hablantes. Un equipo del Centro Universitario de Idiomas recopiló la información y elaboró un mapa de la distribución de las lenguas en el país.

Miembros de los pueblos originarios de Argentina participan de una de las varias movilizaciones que hubo en Buenos Aires para reclamar un Estado «pluricultural» y denunciar el «olvido» que sufren sus comunidades.

Un año llevó confeccionar el mapa de las lenguas originarias, que se presentará oficialmente en el Congreso Nacional de Lenguas Indígenas este miércoles y jueves. Será en el marco del Año Internacional de Lenguas Indígenas, declarado por la Organización de las Naciones Unidas.

En la Argentina se reconocen 36 lenguas indígenas (de 38 pueblos), de las cuales 15 siguen vigentes con distintos grados de vitalidad, 9 están en proceso de recuperación y otras 12 se consideran sin hablantes, término que reemplazó a extintas. «No son muertas esas lenguas, sino que hoy desconoce a personas que las hable, pero nada impide que lo puedan hacer en el futuro», advierte Daniel Huircapán, chubutense, de 34 años, y uno de los hacedores del primer mapa de lenguas indígenas.

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Huircapán tiene historia indígena, sus orígenes son del pueblo tehuelche-querandí Günün a Küna, donde se habla la lengua günün a yajüch. «El mapa se realizó a partir de distintas investigaciones que se fueron realizando sobre pueblos indígenas».

El disparador de ese estudio fue conocer lo que en la Argentina se denomina «Emergencia étnica» o «reetenización«, que permitió saber que en el país, aún antes de 1810, existen 38 pueblos indígenas, cuya mayoría está invisibilizado. «Hubo muchas culturas indígenas que estuvieron acalladas por distintos motivos, pero gracias a esta reetnización nos enteramos de su existencia».

Profesor de günün a yajüch en el Centro Universitario de Idiomas y estudiante de Antropología en la UBA, Huircapán entiende que este proceso «se trata de una reivindicación en toda Latinoamérica como respuesta a la globalización que fue eclipsando a los pueblos indígenas que volvieron a sus raíces».

Marcha de los Pueblos Originarios hace algunos años. en reclamo por sus tierras (Imagen de archivo).

Marcha de los Pueblos Originarios hace algunos años. en reclamo por sus tierras (Imagen de archivo).

Según datos de Unesco, el Censo 2010 y la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas (muestreo realizado entre 2004 y 2005), las lenguas que más se hablan en la Argentina son el mapuche (en realidad la lengua es el mapuzdungún), quechua, guaraní, qom laqtaq, wichí y aymará.

Doctora en psicología, especialista en psicolingüística e investigadora de CONICET, Andrea Taverna habla de la importancia de contar con un mapa que refleje la presencia nacional de los idiomas indígenas. «Además es necesario porque constituyen, sin duda, parte de nuestro patrimonio cultural, más en un país plurilingüe como Argentina».

La antropóloga, especializada en comunidades indígenas, Carolina Hetch, dice que es «muy útil un mapa que describa la existencia de las lenguas indígenas, pero desconozco que se haya confeccionado uno desde las organizaciones indígenas o del ámbito universitario. Por mi experiencia y mi trabajo de campo es muy difícil su realización, por eso es importante que el Censo 2020 incluyan preguntas referidas a lenguas indígenas».

Lamentablemente hoy esas lenguas son víctimas del desconocimiento general, porque sólo permanecen en lugares del país muy poco habitados. «Yo tuve oportunidad de interactuar con hablantes de lenguas indígenas y noté la presencia que tienen, de lo viva que están en mi propio país. Incluso, hasta uno se siente extranjero en esas zonas. Por eso creo que un mapa con las distintas lenguas es más que una necesidad, un derecho para sus propios hablantes», puntualiza Taverna, especialista en adquisición del wichí.

Coincide con Taverna la especialista en lenguas indígenas Cristina Messineo, quien afirma que «la Argentina es un país que históricamente ha negado e invisibilizado su matriz multilingüística, especialmente la vinculada con los pueblos indígenas. El mito de que todos somos blancos y europeos y de que los indios pertenecen al pasado se derriba con solo observar las cifras de los últimos censos en los que el número de personas que reconocen su raíz indígena (casi un millón) supera el de una nación imaginada como homogénea y monolingüe«.

Para Hetch es importante pensar en estrategias para su revitalización «como las políticas educativas destinadas a los pueblos indígenas, que apuntan a poder trabajar con los saberes de las comunidades originarias y con sus lenguas. Y por otro lado, un aspecto muy novedoso que se está evidenciando con las lenguas indígenas es su llegada a las nuevas tecnologías: facebook, whatsapp, que se están transformando en nuevos espacios de circulación de esas lenguas«.

¿Qué significa «en revitalización»?

Huircapán hace saber que hay 9 lenguas indígenas consideradas «en revitalización», es decir que cuentan con un mínimo registro que denota existencia. «Incluso se dijo que la lengua de mi pueblo fue declarada como extinta y gracias a este trabajo pudimos demostrar que nuestro pueblo no está muerto. Nosotros los tehuelches-querandíes seguimos vivos y la lengua günün a yajüch todavía tiene algunos hablantes».

¿Por qué desaparecen las lenguas? ¿Racismo, marginación, temor a represalias, vergüenza? «Desde hace mucho tiempo hay una idea de hegemonización en el país y creemos que los argentinos tenemos un solo idioma y una sola cultura, por lo que los pueblos indígenas y sus lenguas fueron quedando relegados e invisibilizados; ellos mismos se fueron acallando», analiza Huircapán, que habla de ese imaginario colectivo «en el que creemos fehacientemente que los argentinos sólo descendemos de los barcos. Error, se trata de falsos supuestos sobre la realidad que es la sociedad argentina».

Perder un idioma es perder una forma de entender el mundo, una forma en la que el ser humano habla en relación al territorio donde vive. «Básicamente es perder parte de la esencia de quiénes somos. Es perderlo todo, es perder la herramienta de transmisión, en cómo entendemos el mundo, cómo hablamos, cómo pensamos, cómo sentimos, es perder nuestro espíritu. No es sencillo explicar la pérdida de una lengua», enumera Huircapán.

«Es complejo determinar por qué desaparece un idioma», piensa Taverna. «Por un lado, es indiscutible la dominación del mundo blanco, que ha ganado la batalla, lo que ha relegado a los hablantes y presencia de lenguas indígenas. Y por supuesto no podemos dejar de soslayar la marginación y el racismo; no la vergüenza, yo creo que muchos eligen aprender el español para ser más competitivos y evitar ser engañados«.

«Cuando una lengua deja de hablarse, desaparece también una parte del conocimiento heredado y de la historia de la humanidad», define Messineo. «Cada lengua representa una mirada sobre el mundo; es también un signo de identidad, una forma simbólica que permite expresar las características sociales y culturales de las personas y de los grupos que la hablan».

Huircapán habla de proceso de reivindicación y reparación histórica para definir «estos bienvenidos cambios que se están produciendo lentamente, pero sin pausa. Es hora de que entendamos y advirtamos la importancia que tienen los distintos idiomas indígenas que forman parte de una historia, la nuestra, que no se puede ignorar, aunque el relato de la historia oficial lo ignore».

Taverna, que trabaja en la comunidad wichí en Formosa, se refiere a cómo los niños de la zona aprenden la lengua como primera lengua, «por eso es clave la comprensión de otros chicos que, en centros urbanos más importantes, aprenden el español. La comprensión fomenta el respeto y permite el respeto a la diversidad cultural y de lenguas, y no ver a estos chiquitos como un fenómeno exótico, llevando a situaciones de segregación y discriminación».

Messineo enfatiza que «existen las lenguas indígenas habladas por migrantes de países vecinos (Paraguay y Bolivia), de uso cotidiano en el ámbito familiar y laboral (frecuente en el ámbito de la construcción y la frutihorticultura). Su expansión en los centros urbanos ha tomado dimensiones sociolingüísticas importantes debido al hecho de que cada vez más niños y niñas ingresan a la escuela hablando algún idioma indígena».

Fuente: Clarín