Cándido López: el pintor que perdió una mano en la guerra vuelve a contarla

Muestra de cuadros y fotos reales. Fue a combatir como voluntario y resultó herido. Entrenó la otra mano para pintar y mostró un costado humano de la contienda.

El testimonio del artista, en obras que recuerdan a las imágenes tomadas por los «drones» contemporáneos. Foto: Fernando de la Orden

En el primer vistazo, un panorama de simultaneidades: cielos majestuosos y grandes llanuras donde se mueven, como si fueran muñequitos, los ejércitos. Después, un segundo acercamiento: es el momento de observar los detalles, de meterse de lleno en las escenas. Mirar un cuadro de Cándido López es mirar la Guerra de la Triple Alianza desde el punto de vista de un pájaro. Sus perspectivas muestran, desde las alturas, los campos de batalla del enfrentamiento ocurrido entre 1864 y 1870.

En marzo se cumplen 151 años del final de aquella guerra y, con 32 cuadros de López (1840-1902), el Museo Histórico Nacional acaba de inaugurar una muestra centrada en el pintor y notable cronista visual. Los historiadores recuerdan: fue el enfrentamiento bélico más cruel en territorio sudamericano y el Paraguay perdió allí a gran parte de su población de la época.

La exposición, con diferentes espacios y objetos, busca poner en contexto aquel tiempo. Pero, ¿qué nos cuenta López en sus pinturas? Que la guerra es mucho más que el momento del enfrentamiento. Más allá del choque entre los ejércitos (el del Paraguay y el de los aliados Argentina, Uruguay y Brasil), registrado en las pinturas de batallas, aparece también el “otro lado”: largos y dificultosos traslados, cruces de ríos (a pie o a caballo) e incluso los momentos de ocio y de descanso de los soldados.

Campamento: una de las pinturas históricas de López. Foto: Fernando de la Orden.

Campamento: una de las pinturas históricas de López. Foto: Fernando de la Orden.

“Quería que sus obras fueran lo más certeras posibles”, explica el director del Museo Histórico Nacional, Gabriel Di Meglio. Por eso representa los momentos de ocio, de aburrimiento y por eso, incluso en las batallas, no hay personajes que destaquen sobre otros, “no busca lo heroico; soldados y oficiales ocupan el mismo lugar”, analiza. Lo que hace Cándido López es retratar un sujeto colectivo. Para encontrar al general entre los soldados comunes hay que usar una lupa.

Es esa misma distancia, que atravesó el tiempo como testimonio, la que también permite polemizar sobre la visión de los hechos. El pintor presenta una guerra que, a la altura del suelo, poco tenía de alegría. Y, sin embargo, desde su punto de vista desapegado, con elementos prolijamente ordenados, con colores vivos, no ganan protagonismo los horrores del conflicto. 

Para sumar esa otra cara, la exposición Panorama Cándido incluye fotos, objetos y textos que amplían las pinturas: “Buscamos mostrar que lo que él retrata es una guerra muy terrible”, explica Di Meglio. 

Fotografías y objetos de época también forman parte de la propuesta. Foto: Fernando de la Orden.

Fotografías y objetos de época también forman parte de la propuesta. Foto: Fernando de la Orden.

Antes de incursionar en la pintura, López se dedicó a la fotografía. Pero, lejos de ser la instantánea captura de la realidad que conocemos ahora, los “daguerrotipos” de esa época tomaban largos minutos para imprimirse en las placas fotosensibles donde aparecería la imagen.

Trabajaba como retratista. Cuando el conflicto estalló en 1864, López se enroló voluntariamente como teniente y, una vez en el frente de batalla, registró todo lo que pudo en su cuaderno de bocetos. Antes de poder volver a casa y convertirlos en pinturas, la explosión de una granada en la Batalla de Curupayty hirió su mano hábil, que tuvo que ser amputada. Eso no lo detuvo. De regreso, entrenó su mano izquierda para, después de algunos años, concretar sus cuadros, hoy de incalculable valor histórico y patrimonial.

Las fotos que se exhiben en la muestra nos ponen ya no en las alturas, sino frente a frente con los soldados -fue la primera guerra fotografiada en América del Sur- y dan otra dimensión del mismo conflicto. Entre ellas, una curiosidad, algo posterior: un retrato de cinco uniformados frente a la fachada del Museo Histórico Nacional, en 1911. Eran cinco veteranos de la guerra, contratados para trabajar como guardias de la institución en la época de su fundación.

En cuanto a los objetos de época, el museo tiene muchos, ya que fue inaugurado menos de dos décadas después del fin de aquel enfrentamiento. Vemos un portapliegos con el emblema del emperador Pedro I de Brasil, una gorra de las que usaban los soldados (que tanto abundan en los cuadros de López), un mapa, una espada. Funcionan como un complemento para las pinturas.

Di Meglio recomienda a los visitantes prestar atención a los textos y a todo aquello que acompaña las obras: “Es importante para entender un episodio fundamental de la historia”. También recomienda «que se dejen ganar por la maravilla de la obra de Cándido, uno de los artistas más significativos de este país«. 

El lugar de las mujeres

Los cuadros son los mismos, la guerra fue la misma, pero desde 2021 se pueden aportar nuevas perspectivas a su lectura. “El movimiento feminista de los últimos cinco años hace que hoy siempre esté la pregunta sobre el lugar de las mujeres”, dice Di Meglio.

La pieza que destaca la presencia de las mujeres en un evento tan masculino como la guerra del Paraguay es una insignia violeta, con una estrella, que se muestra en una de las vitrinas. Es un objeto que se les dio durante el conflicto a algunas mujeres de clase alta del Paraguay por sus aportes financieros y donaciones de joyas. Esta pieza es interesante, pero aún queda el vacío sobre el rol de las mujeres en el lado de los otros tres ejércitos, y su papel más allá de los estratos sociales pudientes.

En los cuadros de López, según aseguran los organizadores de la exposición, también hay mujeres; pero, si los detalles hay que buscarlos con lupa, a las mujeres hay que buscarlas con una lupa aun más grande. “Si bien las reglas lo prohibían, las mujeres estaban, ya sea en un campamento paralelo o en las familias que iban con los soldados, o por la prostitución», explica Di Meglio. 

La composición visual de algunas de las pinturas presentadas. Foto: Fernando de la Orden

La composición visual de algunas de las pinturas presentadas. Foto: Fernando de la Orden

La mano del pintor: López reimaginado

Tienen casi un siglo y medio de antigüedad, pero los cuadros de Cándido López resuenan con la forma actual de leer imágenes. Sus puntos de vista tienen algo de «drone», su narrativa tiene algo de cómic. El Museo Histórico no ignora estos puntos de contacto con la cultura visual contemporánea. De hecho, conscientes de la similitud, durante las vacaciones de invierno de 2020 lanzaron una serie de PDF’s interactivos titulados ¿Dónde está Cándido? En estos, se invitaba a los niños a encontrar detalles históricos dentro de los cuadros.

Por otra parte, los vínculos con la novela gráfica son múltiples. En 2016, la historietista María Luque (tataranieta del médico que amputó la mano de López) publicó La mano del pintor (editorial Sigilo), obra en la cual ambos tienen conversaciones imaginarias. El director del museo, Gabriel Di Meglio, enfatiza el hecho de que la disposición poco habitual de los cuadros para esta exposición (todos juntos, sin gran espacio entre pintura y pintura) refuerza ese ritmo “de cómic” que tienen las escenas de López. Y no solo están acomodados como viñetas sobre las paredes, sino que también quedan justo a la altura de los ojos, disposición perfecta para perderse en sus detalles.

Fuente: Clarín