Cómo es la nueva Playboy, para millennials

Con un editor gay y un equipo con varias mujeres feministas, prometen retratar a todas las minorías y eliminar la objetualización.

AMAGANSETT.- Estoy en un café orgánico, rodeada de madres jóvenes con camisetas que llaman a salvar los mares y deshacerse de Trump, o que recuerdan que ellas tienen #girlpower. A mi lado, los baberos de mellizas rubias en un cochecito todoterreno aclaran -en letras de brillantina- que esas bebas no son «futuras princesas, sino futuras presidentas». Yo estoy leyendo una Playboy mientras mis hijos juegan, pero bien podría estar con una revista de decoración por la nula sensación de transgresión que causa.

Es más: en un momento, una mamá con tatuajes, piercings y bolso biodegradable marca Stella Mc Cartney se acerca, me pide permiso y señala a un grupo de surferos la ilustración de una nota sobre el futuro gender neutral de los juguetes sexuales.

Es decir, los juguetes sexuales no se diseñarán para un género específico. La mamá tatuada señala uno y les aclara: «Cute, I have it» (adorable, yo lo tengo). Está hablando de Lush 2, un adminículo diseñado para parejas de cualquier orientación sexual y con relaciones puramente online, que permite a los usuarios controlar, a través del celular, la intensidad de las vibraciones que recibe el otro. Los muchachos parecen más interesados en sus batidos de semillas chía que en las bondades que la mujer enumera.

Bienvenidos al mundo sexual de los millennials, y de la difícil tarea que va a tener la histórica revista de Hugh Hefner para seducirlos para lograr sobrevivir.

Este es, sin embargo, el objetivo que, con bombos y platillos, anunciaron el fin de semana último en la gran nota de tapa del suplemento de negocios de The New York Times. Para llegar a ellos, a Playboy volvieron los desnudos que brevemente habían sido eliminados en el despertar de la era #MeToo. Pero el nuevo editor es abiertamente gay, está secundado por dos chicas jóvenes con impecables credenciales feministas, prometen retratar a todas las minorías y el espíritu de la revista de las conejitas se volvió tan políticamente correcto que la propia editora de género del Times es la que firma la nota sobre su nueva tesitura.

En el número que está a la venta, ahora las pulposas chicas de tapa de antaño fueron reemplazadas por un trío de activistas nadando en un líquido que representa la fluidez sexual y de género. Una de ellas usa arte performativo para compartir historias sobre el VIH. Otra es una conservacionista de los océanos que baila bajo la superficie del mar. La tercera es una artista belga que se filmó desnuda en barrios ultraconservadores durante fiestas religiosas (y fue corrida por los vecinos ofendidos). La principal entrevista es a la feminista radical africano-americana Tarana Burke, a quien se le adjudica haber lanzado el #MeToo; le sigue un perfil de Pette Buttlieg, candidato a la presidencia de Estados Unidos con credenciales impresionantes, pero sobre todo conocido por estar casado con otro hombre. Luego viene una historieta definida como «queer». La escritora Joyce Carole Oates, con más de 40 años de colaboraciones en la revista, tiene un cuento sobre la furia de la nueva generación contra los delitos sexuales. Para alguien interesado en los estudios de género, es material fascinante y de gran calidad. Pero es evidente que poco del contenido y el espíritu de la revista tiene algo que ver con el original, con todo lo bueno y todo lo malo que tenía.

No es la primera vez que Playboy intenta reinventarse. En 2016, eliminó los desnudos. Pero, al igual que ocurrió con las famosas chicas en topless de la página tres del tabloide británico The Sun, la veda no duró. Y los desnudos de Playboy nunca habían sido radicales. A comienzos de los 70, cuando la pornografía se volvió más mainstream en Estados Unidos, Playboy se vio forzada a poner fotos más explícitas, pero Hefner impidió llegar a los extremos de las otras publicaciones. «A pesar de su reputación personal, Hugh Hefner siempre tuvo un acercamiento al sexo y la desnudez en Playboybastante conservador. Quería retratar a la ‘chica de al lado’», escribió Carrie Pit el Journal of the History of Sexuality.

Una revista del hogar

Mientras tanto, yo sigo haciendo tiempo en este café y aparece -claramente con las mismas intenciones- un amigo abogado con familia totalmente convencional, cuyos hijos juegan con los míos. Le muestro en detalle la revista. Me dice que su mujer recibe varias revistas femeninas y del hogar los fines de semana. «Hubiera pensado que esta era una de ellas», se encoge de hombros. De hecho, el objetivo de los nuevos editores es lograr que al menos la mitad de los lectores sean mujeres. Y todo el énfasis en las activistas y la diversidad la hacen curiosamente similar al último número de la Vogue británica, editado por Meghan Markle, la duquesa de Sussex, que quiso hacerlo para celebrar las diferencias (aunque los comentadores conservadores hayan señalado que las retratadas eran todas mujeres privilegiadas aunque fueran de minorías, y siempre vinculadas a causas de centro izquierda). Igual, para muchos, los cambios en Playboy no son suficientes.»Para dejar de ser un símbolo de hombres blancos heterosexuales debería llamarse Playpeople, no Playboy», fue uno de los comentarios de lectores más populares a la nota en The New York Times («people» siendo «gente», y «boy», «chico»).

Hay visiones en el otro extremo, ya que, finalmente el éxito de la nueva Playboy «estará en si se usa en las salas de espera de los centros de donación de esperma o no», según escribió con dudas otro lector de The New York Times y el matutino lo puso como uno de los comentarios seleccionados.

«Pero es muy artística», reflexionó mi amigo abogado, que seguía examinando la revista mientras yo le comentaba las objeciones en uno y otro sentido. Y, efectivamente, muchas de las fotos son increíbles. Cuando, unos años atrás, se eliminaron los desnudos, se eliminó también el Photoshop. Pero, sobre todo, se buscó entonces una estética muy realista y dura, y el resultado fueron, a veces, imágenes con un feísmo deliberado. Esta vez el Photoshop vale porque no hay problema en transmitir una fantasía. Eso sí, esa fantasía es para los millennials, así que tiene que tener el propósito elevado de transmitir un mensaje para una sociedad más inclusiva y protectora del ambiente. Playboy solo va a salir cuatro veces por año, con páginas mate gruesas y sin propagandas, para que sea un coleccionable. Las fotos de mujeres las sacan otras mujeres con un equipo dedicado exclusivamente a que se sientan cómodas y empoderadas en todo momento.

Solía decirse que se compraba la Playboy por sus entrevistas para no reconocer que se la compraba por sus mujeres desnudas (aunque, de hecho, el contenido editorial era, muchas veces, extraordinario y de las grandes plumas). Ahora cualquiera puede decir que compra la Playboy por sus fotos de desnudos con relativamente poco pudor. Si eso devendrá un ejemplo exitoso de cómo hacer que los millennials paguen por contenido es el gran desafío de estas «conejitas». Conejitas que hubieran sido tan improbables en cualquier otro momento de la historia de la revista, pero sobre las cuales están ahora puestos los ojos de la industria.

Fuente: Juana Libedinsky – La Nación