«¿Cómo que no hay WiFi?» Los chicos y la abstinencia digital

«El año pasado, cuando llegamos al Parque Nacional Los Alerces nos dimos cuenta que no había WiFi, ni señal de telefonía celular, por una caída del servicio.

Teníamos que pasar cinco días ahí y yo tenía miedo de cómo iban a reaccionar los chicos. Es que pasaron de estar en la ciudad, hiperconectados, a no tener ni siquiera servicio de telefonía. Sobre todo temía por la reacción de mi hijo mayor, de 14 años. Pero lo que pasó me sorprendió. Pudieron conectarse con la naturaleza, todas las noches jugábamos a juegos de mesa y no se sintió la falta del celular», dice aún con asombro Gabriela Matute, abogada y madre de Ezequiel (16), Sofía (12) y Bautista (10). Tan contenta estuvo que lamentó no haber contratado esas cabañas por una semana completa.

Para Patricia Echeverría, por el contrario, las vacaciones con el adolescente de la familia se complican cuando no hay conexión. Ella es arquitecta y tiene dos hijos, Tomás de 16 años y Victoria de 10. «Tenemos un departamento en San Bernardo que no tiene WiFi. Tomás ya no quiere ir porque dice que se aburre. El último verano prefirió quedarse en Capital con mi marido, que tenía que trabajar», señala con un dejo de indignación y asegura que, de todas formas, no piensa contratar el servicio.

En 2018, las últimas vacaciones que hizo la familia completa en San Bernardo, la convivencia no fue sencilla. «Tomy se quedaba todo el día en el bar del balneario porque tenía Internet. Estuvo más tiempo ahí, con su celular, que en familia. Finalmente logramos convencerlo de que disfrute un poco la playa. Pero fue una lucha», reconoce la arquitecta.

De todas maneras Patricia considera que más allá de la falta de conexión a su hijo le aburre el lugar. «Cuando fuimos a Mar del Plata como el hotel tenía WiFi no tuvimos quejas de Tomy. Y en 2017, que fuimos a Córdoba, caminó y disfrutó más de la naturaleza. No recuerdo si había Internet en la cabaña que alquilamos, pero recorrimos lugares que no tenían, ni siquiera, señal de telefonía celular y él lo pasó genial», recuerda. Victoria, en cambio, prefiere salir y correr. «Es una nena muy activa. Y por ahora solo usa el móvil para mirar videos y hacer coreos. Además es más fácil de convencer para que haga otras actividades», dice.

Estos casos no son hechos aislados, en la mayoría de las casas argentinas surgen estas diferencias a la hora de elegir un destino para salir de vacaciones. «Es habitual que los padres me cuenten con preocupación que sus hijos más grandes no quieren ir de vacaciones a lugares donde no pueden estar conectados. Y los chicos, por su parte, dicen que se aburren o que no saben qué hacer si no tienen los dispositivos. Aunque sé que es difícil yo les digo que las vacaciones son un buen momento para desintoxicarse de la tecnología», señala Laura Jurkowski, psicóloga, autora del libro Efecto pantalla y directora de ReConectarse, centro especializado en adicciones a las nuevas tecnologías.

Claro que, como advierte Jurkowski advierte, es posible que al principio los chicos se enojen, se aburran y estén irritables. «Esto es lo que sucede cuando alguien está muy dependiente de algo. Pero los padres deben aguantar estas reacciones y acompañarlos», sugiere.

La directora de ReConectarse explica que al principio los chicos sentirán una ansiedad que crece, pero una vez que ésta llegue a su tope empezará a disminuir. «Los padres no deben enojarse, ni pelear. Tienen que tratar de entenderlos y acompañarlos, ofreciéndoles alternativas para divertirlos como juegos, actividades o darles material para leer. Aunque al principio sus hijos se nieguen deben continuar insistiéndoles», aconseja.

Paula Tripicchio, licenciada en psicología e integrante del departamento infanto-juvenil del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), indica por su parte que no podemos, en vacaciones, imponer algo que no hayamos practicado durante todo el año. «No se puede hacer una distinción muy abrupta excepto que el lugar donde vayan no tenga WiFi, y en ese caso hay que preparar, antes, a los chicos. Pero lo cierto es que los hijos van a tener una conducta en función de cómo sea su familia. Si los padres están todo el día con sus dispositivos, van a copiar esa conducta. Además si durante el año los padres no les ponen límite para estar frente a las pantallas, no podrán prohibírselas por completo de un día para el otro,», destaca.

Según la mirada de la profesional, lo primero es que los padres se planteen el estilo de vida que quieren tener y en función de eso planear las vacaciones.

Por otro lado, la psicóloga del Ineco, asegura que aquellos padres responsables que limitan el uso de tecnología en la semana, deben dejar en claro cuándo pueden usar los equipos en vacaciones. «Además deben intentar incentivar y motivar a los chicos, sobre todo si son niños, para que hagan otras actividades. Pero vuelvo a resaltar que tiene que ir en línea con el estilo de vida que lleven durante el año. Si el resto del año está todo el día frente a las pantallas no puedo pretender que en el verano socialice y lleve una vida totalmente diferente», dice.

Al mismo tiempo, Tripicchio hace una distinción con el trato que debe darse a los adolescentes. «A ellos es fundamental avisarles si vamos a ir a un lugar sin WiFi, y tratar de hacer algo para que puedan conectarse con sus amigos, al menos un rato por día. Claro que son los padres quienes eligen el lugar, pero tiene que haber un acuerdo y un acompañamiento del adolescente. Si no, seguramente estén enojados todas las vacaciones».

Estrategias

Más allá de la linda experiencia familiar, Gabriela cuenta que cuando llega el momento de pensar en los largos viajes en auto suele descargar películas, series y videojuegos en los celulares y tablet de sus hijos. «Pero mientras paseamos o si vamos a la playa no piden los equipos. Hemos llegado a estar 21 días sin conexión y la pasaron genial. A veces, cuando volvíamos al hotel después de caminar todo el día, usaban un ratito el celular o me lo pedían para sacar fotos, pero solo por un rato y la regla era que el equipo volvía a mi cartera», cuenta.

Además, durante los viajes Gabriela se encarga de llevar cartas, juegos de mesa y libros. «Como el viaje que hicimos al sur fue en auto y era muy largo, por algunos tramos yo iba sentada atrás, con Sofi y Bauti; y mi hijo mayor iba como copiloto. Decidí hacer eso para entretener a los más chicos. Leímos y dibujamos juntos», relata. Al tiempo que revela que hay una regla tácita que no se quiebra en esta familia: nunca llevan la PlayStation. «Queremos que las vacaciones sean un cambio de rutina y hacemos otras actividades para desconectarnos. Por eso yo guardo todos los equipos y solo los usan algunas noches. En este sentido, la Play nunca viaja con nosotros, ni viajará. Estoy segura de que si la lleváramos querrían volver antes de los paseos para jugar. Esas son nuestras reglas familiares no escritas, pero siento que ellos necesitan esta desconexión y la aceptan», destaca.

Mientras que Teresita Galindo (44), creadora de la marca de ropa TCG, tiene como táctica acordar en familia el lugar antes de viajar. Ella vive en Pilar y tiene tres hijos, Juan Francisco de 17 años, Santiago de 16 y Novelina de 8. «Siempre conversamos con nuestros hijos sobre las vacaciones y tratamos de buscar lugares donde los chicos la pasen bien. Los mayores siempre llevan el celular y Nove, la tablet. Muchas veces vamos a lugares donde no hay conexión, pero tienen actividades que les gustan, como juegos de mesa, hacer snowboard o pescar. La verdad es que cuando la pasan bien se olvidan del celular».

Juegos de mesa, una gran opción cuando no hay señal
Juegos de mesa, una gran opción cuando no hay señal Fuente: LA NACION – Crédito: Rodrigo Néspolo

«En mi caso es muy difícil ponerle límites a un adolescente. En el año no estamos en casa porque trabajamos todo el día, y él se la pasa frente a las pantallas. Como le va muy bien en el colegio y es un chico muy tranquilo, lo dejamos. Sé que es un error no ponerle límites con la tecnología, por eso cuando llegan las vacaciones empiezan los problemas, porque no queremos que pase todo el día con los equipitos», sostiene Patricia.

«¿Reglas? Es imposible ponerlas porque hasta yo las rompo. Hemos ido a viajes donde los chicos no salían de la habitación para no perder la conexión. Realmente estábamos muy enojados, pero veíamos que otras familias estaban en la misma situación y me di cuenta de que no se puede prohibir la tecnología porque los chicos nacieron con Internet. Trato de charlarlo con ellos, buscarles otras actividades, pero prohibir no creo que sea el camino», dice la diseñadora.

Teresita, además, destaca que la tecnología suele ser muy útil cuando viajan e incluso los chicos aprenden muchas cosas a través de ella. «Recuerdo que la primera vez que fuimos en familia a Nueva York Santi, que tenía 10 años, miraba los edificios y los reconocía, como si ya hubiera visitado la ciudad en el pasado. Me llamó la atención y cuando le pregunté me dijo que conocía los lugares porque los había visto en el videojuego Spiderman», recuerda.

Por supuesto, el problema es totalmente distinto si en la familia hay un niño o adolescente adicto a la tecnología, tal como advierten los especialistas. ¿Cómo darnos cuenta? Los síntomas son que los chicos no hacen otras actividades más que estar en las pantallas, dejan de lado el estudio, no socializan con otros pares o no quieren hacer deportes. Además el uso de estos dispositivos empieza a afectar su humor, su personalidad y los vínculos con los miembros de la familia.

«Si estamos ante esta situación el problema debe solucionarse no solo en vacaciones, sino durante el resto del año. Hay que tratarlo, independientemente de que nos vayamos de vacaciones a un lugar sin Internet», advierte Paula Tripicchio, licenciada en psicología e integrante del departamento infanto-juvenil del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).

Fuente: Cintia Perazo, La Nación